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Paz y Ciencia

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Homenaje a Franco Basaglia

 



Franco Basaglia y sus logros colectivos nos orientan: abrieron las puertas, cerraron el manicomio, abrieron los servicios territoriales, cerraron camino a la desasistencia y el abandono, abrieron las cooperativas, cerraron chances a la desocupación y al trabajo indigno, abrieron las microareas cerrando espacio a la segregación.

Abrieron las preguntas que hoy nos orientan ante las transformaciones pendientes en nuestros territorios. Y abrieron la resonancia de que hay que abrir, y seguir abriendo… para poder cerrar.

Máximo representante del movimiento para deconstruir los manicomios. Fue un psiquiatra italiano que influyó en todo el mundo, pionero en la lucha cultural y política en salud mental para lograr la paulatina clausura de las instituciones manicomiales. Promovió y militó la Ley 180 que ordenó el cierre de los manicomios y abrir servicios en los territorios. Hoy, conocida como «Ley Basaglia» y que cumple 40 años. Su obra y compromiso para restituir derechos a los usuarios de servicios de salud mental continua desde la Conferencia Permanente para la Salud Mental en el Mundo Franco Basaglia (http://www.confbasaglia.org/), que constituye una referencia internacional para establecer y fortalecer el paradigma de la salud mental comunitaria y desde múltiples actores y espacios que se disponen a sus resonancias.

 

A continuación, un acercamiento a sus ideas con algunas citas textuales de Franco Basaglia y una entrevista que le realizó el documentalista Nino Vascon cuando Basaglia dirigía el hospital mental de Gorizia:

 

 “-¿Y qué se puede hacer hasta que la institución no se abre? ¡Abrir la institución!” Conferencias Brasileñas 1979,

 

Franco Basaglia

 

La ideología dominante es que el loco es peligroso y tiene que estar encerrado en un manicomio. Por esto, el inicio del trabajo consiste en convencer de que las cosas no son así. Día a día tratamos de mostrar que cambiando concretamente la relación con el internado, cambiaba el sentido de esta relación. El enfermero empezó a convencerse que su trabajo podría ser diferente y a convertirse en un agente de transformación. Por otro lado, para convencer a la población era necesario llevar el internado a la calle, en la vida social. Y con esto estimulamos la agresión de la ciudad en contra de nosotros. Teníamos que crear una situación de tensión, para mostrar el cambio en curso. Con el tiempo la ciudad ha entendido lo que estaba sucediendo. Lo más importante en la formación de los enfermeros fue que el nuevo tipo de realidad les ha llevado a no depender del médico, a ser operadores que podían tomar decisiones por su cuenta”. Conferencias Brasileñas, 1979.

“Lo importante es que hemos demostrado que lo imposible se hace posible. Diez, quince, veinte años atrás era impensable que el manicomio se pudiera destruir. Tal vez los manicomios volverán nuevamente a ser cerrados y tal vez más cerrados que antes, no lo sé, pero de todos modos hemos demostrado que se puede asistir a la persona con problemas mentales de otra manera, y este testimonio es fundamental. Yo no creo que el hecho de que una acción logre generalizarse signifique que ganamos. El punto importante es otro, es que ahora sabemos lo que se puede hacer…» Conferencias Brasileñas, 1979.

 

FB: «Bajo toda enfermedad psíquica hay un conflicto social.»

 

FB: «Al manicomio va la gente que no tiene voz, la palabra; es decir, los pobres, los desheredados»

 

“Lo que se va evidenciando en las nuevas estructuras psiquiátricas, todavía restringidas dentro de los límites de la inversión del sistema tradicional, es que el hospital psiquiátrico no es una institución que cura, sino una comunidad que se cura enfrentando las propias contradicciones, dado que se trata de comunidades reales, ricas de todas las contradicciones que caracterizan justamente a la realidad. Por eso, desde el momento en que el mundo institucional no quede ya encerrado dentro de los confines de una realidad artificiosa, llegará a encontrarse cara a cara con el mundo exterior que, a su vez, deberá aprender y aceptar sus propias contradicciones, al no tener ya un lugar dónde relegarlas. En este sentido, se puede hablar de un encuentro de las dos comunidades (la exterior y la interior), que se ha concretado físicamente ya en la expansión de la ciudad hasta la periferia donde, en un tiempo, estaba confinada la casa de la locura, y en el desenvolverse de la comunidad clausurada que -en su manifestarse una comunidad viva, real y contradictoria deberá encontrarse dialécticamente con la realidad que la ha parido. Así se podrá minar al mismo tiempo la ideología del hospital como aparato que cura, como fantasma terapéutico, como lugar sin contradicciones, y la ideología de una sociedad que, negando sus propias contradicciones, quiere reconocerse como una sociedad sana.” ¿Qué es la psiquiatría?

 

 “La aplicación de esta normativa será tanto más posible cuanto más se acompañará desde abajo, en las administraciones locales, en las instituciones por separado, en las uniones periféricas de técnicos y de usuarios, en los movimientos políticos y sindicales, la voluntad de superar tanto históricas carencias y retrasos, como la histórica ausencia o distancia de la población de la gestión de las instituciones”. Franco Basaglia Maria Giannichedda, Ley y psiquiatria.

 «La condena de ser loco y pobre. Alternativas al manicomio. Franco Basaglia-Topia Editorial, 2013»

 

 

A continuación publicamos la entrevista realizada por el documentalista Nino Vascon a Franco Basaglia con motivo del registro de la tarea realizada por bajo la dirección de Basaglia en el hospital mental de Gorizia. Publicada en el libro La institución negada, Italia, 1968.

 

-VASCON: Dado que la vida del hospital está regulada por las asambleas, podemos deducir de ello que éstas constituyen el hecho más importante de la comunidad. ¿Son necesarias, útiles o terapéuticas? ¿Cuál es su finalidad? ¿Es indispensable que sean frecuentes?

-BASAGLIA: Nuestras reuniones no pueden ser consideradas como una psicoterapia de grupo, es decir, no tienen una base psicodinámica en su desarrollo o interpretación. Más bien podrían englobarse en la significación general de la dinámica de grupo, sin ninguna referencia específica a este tipo particular de psicoterapia. Dicho de otro modo, las reuniones que se llevan a cabo durante el día tienen esencialmente dos significados:

1) ofrecer al enfermo, en el marco del hospital, varias alternativas (asistir a las reuniones, ir a trabajar, no hacer nada, permanecer en el pabellón, ocuparse en otras actividades secundarias) y 2) crear un terreno de comparación y de verificación recíprocas.

Que un enfermo participe en las reuniones significa que su nivel de espontaneidad es suficientemente elevado, ya que acepta la comparación con los otros. Generalmente, en cambio, la psicoterapia de grupo implica una cierta obligación a participar en ella: los grupos son estimulados y animados por una inteligencia médica. Aquí intentamos actuar de manera que la vida de la comunidad, la vida cotidiana, no esté regulada por una inteligencia médica, sino que sea el resultado de la actividad espontánea de todos los que, de un modo u otro, participan en la vida del hospital. Como habrá usted podido constatar, los médicos, por ejemplo, no participan siempre en todas las reuniones. Probablemente porque se lo impiden otras actividades sanitarias, pero también es posible que quieran evitar expresar en estas reuniones un estado de tensión personal o de agresividad. Y lo mismo sucede con los enfermeros. Estos ejemplos demuestran que la presencia o la ausencia de los personajes y de las jerarquías de la vida institucional, son por sí mismas significativas. Las reuniones sólo tienen peso y valor en la medida en que la presencia de una persona es la expresión de una decisión, una elección entre diversas posibilidades. Tal vez éste sea el principal significado de todas las actividades que se desarrollan a lo largo de la jornada, actividades en parte espontáneas y en parte organizadas por el staff médico. Procurar que tengan lugar continuas elecciones: esta es la base de nuestro trabajo. Las personas en cuestión deben poder tomar sus decisiones sin estar organizadas hacia un fin determinado. Es importante que dicha espontaneidad de elección nazca de la participación de todos los miembros de la comunidad, médicos, enfermeros y enfermos, sin pretender crear, naturalmente, una realidad artificial que no tenga en cuenta la situación, el rol social, el status del enfermo, que es diferente al del médico y al del enfermero. El enfermo aún está atado, desgraciadamente, a una realidad social que le considera un individuo sin ningún derecho. Ponemos entre paréntesis el hecho de que no se le considere como una «persona», del mismo modo que ponemos entre paréntesis la enfermedad.

 

-VASCON: De cualquier modo, vistas desde el exterior, estas reuniones dan la impresión de ser el motor de la comunidad.

-BASAGLIA: Y lo son, pero sólo si se las considera como la ocasión, para los miembros de la comunidad, de encontrarse y de compararse: éste es su único significado. El hecho de que el enfermo tenga un status social, un papel diverso al de los enfermeros y médicos, es motivo de comparación y de discusión en las reuniones. A través de esta discusión cada uno va aclarando su propia posición. El enfermo ve en los médicos y en los enfermeros a personas «libres», poniendo en duda el papel privilegiado que ejercen en el seno de la institución; es decir, que analiza, frente a un poder exclusivo, su condición de excluido. Por otra parte, a los ojos de los enfermos, médicos y enfermeros no representan sólo el límite de la realidad, sino también el rechazo, a través de la negación dialéctica de su cometido social, de ser excluyentes. El cometido social del psiquiatra y de los enfermeros, coincide en que ambos son objetivados y determinados, en relación con el enfermo, con el papel de carceleros y defensores de la sociedad. En cierto sentido —tal vez en un grado diferente—, los psiquiatras mismos son excluidos, en la medida en que hacen inconscientemente el juego a la clase dominante. Sobre estas bases se establece el nivel de reciprocidad que permite la confrontación.

 

-VASCON: Entonces, para ofrecer al enfermo un status social nuevo, o renovado, sobre todo en relación con el exterior que se lo niega, es necesario dárselo de un modo continuo…

-BASAGLIA: De un modo continuo e independientemente de cualquier interpretación de tipo psicodinámico de las reuniones y de los grupos. Consideramos que la primera realidad del enfermo es ser un hombre sin derechos, e intentamos partir de esta realidad. La rehabilitación sólo es posible a partir de este hecho real: el enfermo es un hombre sin derechos, y nosotros discutimos con él este «ser sin derechos». El enfermo es un excluido y nosotros discutimos con él su exclusión.

 

-VASCON: Se tiene la sensación, desde el exterior, de que están ustedes prescindiendo de la enfermedad, como si ésta no existiera.

-BASAGLIA:  No es que prescindamos de la enfermedad, sino que, para entrar en relación con un individuo consideramos necesario no tener en cuenta la etiqueta que le define. Yo entro en relación con un hombre por lo que es y no por el nombre que lleva. Por tanto, si yo digo: «este individuo es un esquizofrénico» (con todo lo que implica, por razones culturales, este término), yo me relaciono con él de una forma particular; es decir, sabiendo que la esquizofrenia es una enfermedad contra la cual nada puede hacerse; mi posición sólo podrá ser la de un hombre que únicamente espera la «esquizofrenicidad» por parte de su interlocutor. Se comprende, pues, que sobre estas bases la vieja psiquiatría haya relegado, aprisionado y excluido al enfermo, considerando que no había para él ningún medio ni instrumento de curación. Por ello es necesario aproximarse al enfermo poniendo la enfermedad entre paréntesis, porque la definición del síndrome ha alcanzado ya el peso de un juicio de valor, de una etiqueta, que sobrepasa la significación real de la enfermedad en sí misma. El diagnóstico tiene el valor de un juicio discriminatorio, sin que por ello se niegue que el paciente esté, de algún modo, enfermo. Éste es el sentido de que pongamos entre paréntesis la enfermedad, que es colocar entre paréntesis la definición y la etiqueta. Lo esencial es tomar conciencia de lo que representa este individuo para mí, cuál es la realidad social en que vive, cuál es su relación con esta realidad. Por este motivo son importantes las reuniones: porque constituyen el terreno donde se hace posible una confrontación, más allá de cualquier categorización. Se trata de individuos hospitalizados a causa de su enfermedad. Y de su constante confrontación con la realidad, puede surgir la posibilidad de comprender algo de su enfermedad.

 

-VASCON: Está usted hablando de despsiquiatrización de su trabajo.

-BASAGLIA: La despsiquiatrización es, en cierto modo, nuestro leitmotiv. Es el intento de poner entre paréntesis cualquier esquema, con el fin de actuar en un terreno aún no codificado ni definido. Para empezar, sólo se puede negar todo lo que nos rodea: la enfermedad, nuestro cometido social, nuestro papel. Negamos, por tanto, todo lo que pueda dar a nuestra acción una connotación ya definida. A partir del momento en que negamos nuestro cometido social, negamos al enfermo como enfermo irrecuperable, y por extensión nuestro papel de simples carceleros, de responsables del orden público. Al negar al enfermo como irrecuperable, negamos también su connotación psiquiátrica. Al negar su connotación psiquiátrica, negamos su enfermedad como definición científica. Al negar su enfermedad, despsiquiatrizamos nuestro trabajo y lo iniciamos en un nuevo terreno, donde todo está aún por hacerse.

 

-VASCON: ¿Cuál es el punto de partida para ustedes?

-BASAGLIA: Hemos partido de la realidad del manicomio, que es trágica porque es opresiva. No era posible que centenares de seres viviesen en unas condiciones de vida inhumanas por el sólo hecho de ser enfermos, y no era posible que nosotros, en calidad de psiquiatras, nos convirtiésemos en artífices y cómplices de tal situación. El enfermo mental es «enfermo» sobre todo porque es un excluido, y está abandonado por todos. Porque es una persona sin derechos, en contra de la cual todo es posible. Por ello, nosotros negamos dialécticamente nuestro cometido social —que nos pide considerar al enfermo como un no-hombre—. También negamos por extensión, en el plano de lo práctico, la no-humanidad del enfermo como último resultado de su enfermedad, e imputamos el nivel de destrucción a la violencia misma del asilo, del instituto, cuyas mortificaciones, prevaricaciones e imposiciones, nos remiten automáticamente a la violencia, a las prevaricaciones y a las mortificaciones sobre las cuales se funda nuestro sistema social. Si todo esto ha podido suceder es porque la ciencia —siempre al servicio de la clase dominante—, decidió que el enfermo mental era un enfermo incomprensible y, como tal, peligroso y de reacciones imprevisibles, dejándole como única posibilidad la muerte civil.

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