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Paz y Ciencia

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Iván Krastev: COVID y Filosofía

 


Ivan Krastev: “Los europeos tenemos que protegernos de Estados Unidos y China”

Es considerado uno de los pensadores más interesantes y originales de Europa. Filósofo y politólogo, investigador en el Instituto de Ciencias Humanas de Viena, acaba de publicar uno de los primeros análisis sobre las consecuencias políticas y sociales de la pandemia.

Ivan Krastev, nacido en 1965, es un filósofo y politólogo búlgaro que investiga en el Instituto de Ciencias Humanas de Viena. Está considerado uno de los pensadores más originales de Europa. Tras sus libros Europa después de Europa y La luz que se apaga, sobre la confusión política y de ideales en el mundo occidental, publica ahora, pasado el cierre total en el continente, uno de los primeros análisis políticos sobre este estado de excepción que hemos vivido: ¿Ya es mañana? Cómo la pandemia cambiará el mundo (Editorial Debate).

. ¿Conoce esa situación en la que vas en un tren, hablando con tu vecino de asiento, y de repente el vagón entra en un túnel? ¿Y en ese instante te quedas callado? La oscuridad acaba con la conversación. Cuando empezó la pandemia, enseguida tuve claro, creo que como todo el mundo, que estaba pasando algo grande. La política está marcada por guerras y revoluciones. Y siempre queremos saber quién está detrás y con qué medios. Y, de repente, ocurre algo sin que haya un actor. Un virus no tiene motivos. Como no estoy muy versado en temas médicos, preferí no convertirme en virólogo amateur y leí muchos libros de historia; por ejemplo, sobre la gripe española, que se cobró más vidas que la Primera Guerra Mundial. ¿Sabía usted que se han escrito 80.000 libros sobre la Primera Guerra Mundial, pero solo 400 sobre la gripe española? Casi nos habíamos olvidado de ella. Aquello hizo que me preguntara si la COVID-19 permanecería en nuestra memoria.

No tengo forma de saberlo, como es lógico, pero es interesante reflexionar sobre ello. La segunda pregunta que me hice fue: en el caso de que al final sí la recordemos, ¿cómo lo haremos, de qué nos acordaremos exactamente? Ya en los primeros momentos nos dijeron que si queríamos salvar a la humanidad teníamos que quedarnos en casa. Aquello venía a decir: aquí no hay heroísmo. Y también que la mayor expresión de solidaridad hacia los demás consistía en no tener contacto físico con ellos. Así que nos quedamos en casa sin hacer nada, al tiempo que nos convertíamos en personas totalmente individualistas.

Creo que ha cambiado algo. Hay una famosa novela de Saramago, Ensayo sobre la ceguera, en la que de repente aparece una enfermedad contagiosa que deja ciega a la gente. Las personas afectadas son llevadas a un sanatorio mental vacío, vigiladas por soldados que tienen miedo de contagiarse; es una especie de campo de concentración. La epidemia termina tan rápido como empezó. Uno de los personajes dice algo así como: «Somos ciegos que ven, somos ciegos que viendo no ven». Las epidemias no transforman la sociedad, pero nos permiten ver la verdad de nuestra sociedad. Vemos lo que antes no podíamos ver.

Las últimas crisis cambiaron el mundo de una forma sustancial, pero nosotros seguíamos viendo las cosas como si todo siguiera igual. No fuimos capaces de diagnosticar las enfermedades que ya presentaba el sistema. La crisis actual la hemos visto como una mera continuación de las anteriores. Pero no me convence.

En la crisis financiera, los alemanes les dijeron a los griegos: «Endeudaos tanto fue decisión vuestra, ahora tenéis que responder por esa decisión». Curiosamente, aquella vez el debate estuvo dominado por la idea de la solidaridad, pero sin que al final hubiera un reparto verdadero de las cargas. Esta vez, en los países de la Unión Europea, los intereses nacionales están en primer plano y, sin embargo, se ha aprobado un enorme paquete de ayudas económicas.

Es otra forma de nacionalismo. Durante la crisis de los refugiados se trataba de un nacionalismo étnico, basado en el origen de las personas. Esta vez es un nacionalismo territorial, derivado del intento de proteger a la población dentro de las fronteras del Estado. Y yo no creo que eso sea algo terrible. Cuando el Gobierno de Portugal anunció el cierre del país, dijo: «Todas las personas que viven aquí serán consideradas ciudadanos de este país y tratadas como tales». Extranjeros pasaron a ser aquellos que vivían fuera y que querían volver a su país de origen y no eran bien vistos por miedo a que trajeran el virus. La residencia ahora es más importante que el pasaporte.

El mundo de la universidad no verá un retorno a la vieja normalidad. Habrá una reducción del número de estudiantes extranjeros. Las universidades se renacionalizarán. Y ya están sufriendo graves dificultades financieras. En el futuro viajaremos menos.

“Las videoconferencias no sustituyen a los viajes. Faltan las pausas para el café, que son fundamentales: permiten contagiar ideas”

 Las conversaciones informales son lo más importante con diferencia. Se pierde la intensidad de los encuentros intelectuales. Las ideas son como virus que contagian al interlocutor. On-line no hay contagio.

 En realidad, la pandemia debería ser un motor de la globalización. Hay un interés común, global, en vencerla. ¿Y qué es lo que ocurre? Que el mundo es incapaz de encontrar una respuesta común. Los dos países más poderosos, Estados Unidos y China, profundizan el conflicto que los separa. En la era de las cadenas de suministro globales, la interdependencia parecía una fuente de seguridad: las economías nacionales se necesitaban las unas a las otras. Pero ahora esas cadenas de suministro han quedado interrumpidas. A cambio, se ha extendido la idea de que los países ya no son parte de esas cadenas, sino elementos que fabrican y almacenan los productos de forma independiente para dejar de estar supeditados a otros países, como ocurre, por ejemplo, con los envíos de material médico procedentes de China. En estos momentos, a la dependencia se la ve como una fuente de inseguridad.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Zaragoza

N° Col.: A-1324 Psicoterapeuta

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