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Paz y Ciencia

martes, 10 de marzo de 2020

¿Dónde está la vida que hemos perdido viviendo?



Para algunos el niño interior dista mucho de ser inspirador, puesto que es apenas real. Su experiencia infantil ha sido borrada por el dolor y por el tiempo, oscurecida por la racionalidad, expulsada por la ambición o distorsionada por el apremio a crecer y adaptarse.

Son pocos los que gozaron de una infancia sin ansiedad, llena de contacto y de participación compenetrada en el mundo de los adultos; una infancia libre y abierta al juego imaginativo o al gozo del esparcimiento; un entorno emocional en el que el hecho de ser vulnerable no era causa de inseguridad. Para muchos, el niño interior es un ser herido y traumatizado, una vida menoscabada por las experiencias que el adulto prefiere no recordar.

Según la terapeuta infantil Edith Sullwold, el niño de nuestra experiencia "es el niño al que todos deseamos curar para poder recuperar la energía necesaria para nuestra a actividad adulta, energía que reside aún en aquellos mecanismos automáticos de defensa que desarrollamos como respuesta a nuestras primeras experiencias dolorosas"

Siempre que nos ligamos estrechamente a alguien, como ocurre, por ejemplo, en el matrimonio, nos enfrentamos al niño interior, ya que es entonces cuando las heridas afectivas de nuestro pa sado se sienten más profundamente. "Esas heridas del alma infantil", comenta el autor y analista junguiano Robert M. Stein, "dificultan enormemente, cuando no imposibilitan, la posibilidad de establecer contactos  humanos íntimos y creativos. En este sentido el niño herido representa también ese aspecto del alma que necesita y exige la unión con el prójimo".

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Nº Col.: A-1324
Tfno.: (+34) 653 379 269
Instagram: @psicoletrazaragoza
Página Web: www.rcordobasanz.es

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