"En el fondo de todo adulto yace un niño eterno, en continua formación, nunca terminado, que solicita cuidado, atención y educación constantes. Ésta es la parte de la personalidad humana que aspira a desarrollarse y a alcanzar la plenitud". Carl Gustav Jung
La atención que en la actualidad prestamos a la infancia es un síntoma saludable para nuestra sociedad que augura un futuro positivo para nuestros niños. De la misma manera que Homero invocó en su tiempo "¡Canta, musa, al niño!", también podemos hoy buscar inspiración en el niño interior.
El arquetipo del niño podemos denominarlo la "gran" imagen del niño interior, ese niño que todos llevamos dentro como parte de nosotros mismos y como codificación de la experiencia humana colectiva de la infancia. El niño adviene al mundo como el ser humano al jardín del Edén, pleno de inocencia, asombro y felicidad, con todas las posibilidades de la vida humana y abierto al futuro. Lo que el niño promete se halla en nuestro interior. Está en nuestro origen y en nuestras esperanzas.
Esta promesa se inicia al nacer. Cuando un niño nace se enciende una estrella y se abre un mundo de posibilidades. C.G. Jung, explica que el niño es el símbolo que expresa "la naturaleza global de la plenitud psíquica". Al describir el arquetipo infantil Jung señala que "separar un único arquetipo infantil Jung señala que "separar un único arquetipo del tejido vivo de la psique constituye una empresa casi desesperada; pero a pesar de estar entrelazados, cada uno de ellos forma una unidad de sentido susceptible de ser aprehendida intuitivamente".
"De la confusión y negrura de la muerte, se deriva la luminosa vitalidad del yo recién nacido". Ralph Metzner
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Nº Col.: A-1324
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