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Paz y Ciencia

domingo, 16 de agosto de 2015

Terapias derivadas y alternativas al psicoanálisis



Aunque el psicoanálisis mantiene sólida su legitimidad histórica (fundamentalmente en nuestro país, pero también en Alemania, Estados Unidos y Francia), de un tiempo a esta parte, cobraron preponderancia nuevos paradigmas que conviven con la escuela freudiana a la hora de aliviar el sufrimiento psíquico de las personas. Especialmente la terapia sistémica, la psicología junguiana, la gestalt y el cognitivismo conductual, explica Juan Cristóbal Tenconi, psicoanalista de APA/IPA y psiquiatra.
Son corrientes cuyas premisas teóricas, herramientas, técnicas y metodologías suelen recorrer las distintas escuelas: un rasgo de heterodoxia que hace que “sea mucho más importante quien es el terapeuta que el paradigma que lo respalda”, entiende Tenconi. Se trata de terapias concebidas con mayor brevedad, aunque no siempre terminan siéndolo, y suelen perseguir el logro de un objetivo. Sus detractores, enfatiza este profesional, que además es coordinador de las carreras de Médico Especialista en Psiquiatría de la Asociación de Psiquiatría Argentina, critican (y los estudios científicos lo respaldan), que si bien los resultados suelen verse con mayor celeridad, éstos no se prolongan necesariamente en el tiempo.
Pero siempre depende del caso a tratar: para estructuras de pensamiento obsesivo, frente a algunas patologías en especial, trastornos de la personalidad o ciertas fobias, los tratamientos de tipo cognitivo conductual han demostrado ser conducentes. Por otro lado, en estas terapias no psicoanalíticas, sigue Tenconi, el terapeuta se involucra activamente y asume una postura intervencionista. Para el psicoanálisis, en cambio, quien detenta el saber no es el analista y la verdad y el sentido son singulares. Claro que todas comparten con el psicoanálisis la búsqueda por aliviar el malestar que aqueja al paciente, pero los modos de tratar al síntoma son bien diferentes. Así como lo es el modo de hacer consciente lo inconsciente. Si Lacan concebía a la palabra como el medio de acceso por excelencia a lo velado (al estar el inconsciente estructurado como lenguaje), el resto de las escuelas que hacen al campo de la psicología contemporánea prestarán atención a otras manifestaciones de los conflictos internos, y de ahí que las técnicas y los abordajes sean tan disímiles.
Por su parte, las neurociencias, “como una forma de pensar los procesos biológicos y de desentrañar la actividad cerebral en relación a las emociones, al aprendizaje y a la conducta humana –puntualiza Tenconi– aportan actualmente a la sumatoria de las terapias, al psicoanálisis y sin duda, a la psiquiatría”. Aquí un breve repaso por las que actualmente suscitan mayor interés y curiosidad académica en nuestro país: Respecto de las llamadas cognitivas conductuales se explica que se afirman en la resolución del conflicto del paciente, a través del entrenamiento de habilidades, y tiene como fin reemplazar patrones de pensamiento irracionales, que limitan la vida de la persona, por otros más funcionales y positivos. Se trabaja activamente ‘en’ y ‘después’ del encuentro a partir de consignas prácticas que pueden incluir, también ejercicios de respiración y visualización. Una tarea entre sesiones posible: registrar en un cuaderno la emoción negativa que despierta cierta situación para pensar, luego, alternativas superadoras. Por ejemplo: “él no me llamó: no le importo: quizá simplemente esté ocupado”. Comparte con el psicoanálisis la idea de que es importante identificar el “conflicto nuclear” para transformarlo, entiende la psicóloga Adriana Waisman.
Por otro lado, la terapia junguiana surgida de la teoría de Carl Gustav Jung, médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo que fue figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis. “La posición del psicoterapeuta junguiano se diferencia de la clásica posición del psicoanalista, porque la relación terapéutica se basa en una relación dialéctica, en la que ambos participantes se encuentran comprometidos activamente en el proceso terapéutico analítico. La duración de los tratamientos es variable, en función de los temas que cada paciente necesita elaborar, y para el logro de los objetivos, se trabaja no sólo a través de la palabra, sino que se le confiere una especial importancia a las imágenes internas que se manifiestan fundamentalmente a través de los sueños y de las fantasías. Además le otorga un importante lugar al desarrollo de la dimensión espiritual humana”, explican Sergio Herchcovichz y Daniel Wilhelm, directores del Centro Jung de Buenos Aires.
Una corriente clásica en la Argentina es la Gestáltica. Nace en los 50 y se basa en la fenomenología, el budismo zen y el existencialismo. El “aquí y ahora” es la premisa fundamental: si se apela al pasado es sólo en función de lo que repercute en el presente. Las técnicas terapéuticas intentan que la persona se conecte íntimamente con aquello que la angustia o preocupa, y son de las más variadas: se puede proponer una regresión a un momento de la infancia determinado, por ejemplo, comparte Adela Lalin, docente de la escuela de posgrado de la Asociación Gestáltica de Buenos Aires. “Los tres pilares básicos de esta terapia son la presencia, la conciencia y la responsabilidad. Busca el contacto de las emociones, ‘que estoy sintiendo, de que me doy cuenta’. Persigue la unión cabeza-cuerpo-mundo externo”, analiza la psicóloga Gladys Alvarez. Se busca explorar activamente el campo afectivo, a partir de ciertas actividades en lugar de intelectualizarlo.
El abordaje de la holística concibe a la persona como una unidad en la que se entraman las distintas variables que implican al cuerpo, a la mente, a las emociones, al espíritu y a las relaciones.Se centra en el desarrollo de la persona y supone que el hombre no está determinado absolutamente por su historia, aunque no desconoce su biografía. Se apela a ella para entender en qué lugar está parado en la vida y cuáles son sus patrones de integración. Así lo entiende la psicóloga clínica Alicia López Blanco.
La terapia sistémica centra la atención en la transformación del sujeto a partir de la interacción con los “otros”. La conducta final no es la sumatoria del comportamiento de cada integrante, sino que es algo que sucede por la mutua influencia de unos con otros. No se centra especialmente en la relación madre, padre, hijo, y en la resolución del Complejo de Edipo. En la visión circular, nada es causa ni efecto en forma permanente sino que cada elemento del sistema es causa y efecto al mismo tiempo. La intervención primordial en la terapia sistémica –así como lo es la interpretación para el psicoanálisis– es la “redefinición” o “re significación”. Los tratamientos generalmente son breves. La frecuencia de las entrevistas es variable, con una duración de entre una y dos horas. También se fijan objetivos de trabajo puntuales, resume en sus fundamentos el especialista Omar Biscotti.
La más novedadosa es la de las constelaciones familiares. No hay un seguimiento por parte del terapeuta, por lo que no se la considera aún una terapia en sí misma. Es una metodología o herramienta que supone que cada individuo lleva consigo la información de su historia familiar, propone una mirada transgeneracional al considerar lo ocurrido en las siete generaciones que le precedieron a la persona, y filosóficamente se basa en la creencia de que hay ciertas leyes llamadas “Ordenes del amor”. Desarrollada por el psicoterapeuta alemán Bert Hellinger, despierta actualmente mucha adherencia y curiosidad.
La conocida como farmacoterapia es la más específica del profesional psiquiatra. El acompañamiento es mínimo, en general, mensual. El objetivo es aliviar el síntoma. El problema que pueden generar es que se aminora el malestar pero no se ahonda en las causas que lo provocan. La función es guiar al paciente, ofreciéndole herramientas para determinado fin. Es una de las corrientes que tienen especial anuencia entre los psiquiatras argentinos para tratar enfermedades como la esquizofrenia.

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