Existen dos formas de encubrir los impulsos destructivos y rebajantes: ocultarlos bajo una actitud de admiración o intelectualización por escepticismo. Naturalmente, este último acaso constituya la auténtica expresión de un desacuerdo intelectual y únicamente se tiene derecho a sospechar motivos subyacentes una vez salvadas las dudas sobre tal escepticismo lícito. Esos motivos pueden ser tan superficiales que la mera duda ante su validez llega a provocar un ataque de ansiedad.
El proceso es más complejo cuando la actitud rebajante se disfraza de admiración. Así, los hombres que en secreto desean herir o desdeñar a una mujer, suelen endiosarla en su conciencia. Las mujeres que inconscientemente tratan siempre de frustrar o humillar al hombre, pueden tender a la admiración del héroe.
Existen, por tanto, dos tendencias:
Ciega idolatría del triunfo, sin tener en cuenta su valor, debido a los propios deseos en ese sentido; por otro, ocultación de los deseos destructivos contra una persona de éxito.
Karen Horney: "La personalidad neurótica de nuestro tiempo"
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