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Paz y Ciencia

domingo, 29 de septiembre de 2013

Cenicienta



Cenicienta es una pobre muchacha que vive con su malvada madrastra y sus hijas. Ella y sus odiosas hermanastras le obligan a realizar duras tareas del hogar propinándole todos los malos tratos de que son capaces. Un día llega la noticia de que el príncipe organiza un baile al que todas las muchachas del pueblo están invitadas. Todos irán a la fiesta; todas, menos Cenicienta, claro. Aunque se lo permitieran, ¿cómo podría asistir vestida con esos roídos y cenicientos harapos que le dan su nombre?
Cuando las tres mujeres parten y la muchacha se queda sola, mágicamente aparece el hada madrina para ayudar a Cenicienta. ¿Y qué es lo que hace? La viste. Hace aparecer un hermoso vestido, unos delicados zapatitos de cristal y algunos accesorios (el carruaje y el resto de la parafernalia). Todos conocemos cómo continúa el cuento: Cenicienta va al baile y el príncipe cae rendido ante su hermosura. Pero se hace tarde y suenan las campanas de medianoche. Todo el atuendo está a punto de desaparecer y Cenicienta teme que el príncipe la vea como realmente es. La muchacha huye, por supuesto, dejando tras de sí un zapatito de cristal.
El príncipe encuentra el zapato olvidado y se propone encontrar a la misteriosa y bella muchacha del baile. Una a una, las jóvenes del pueblo son convocadas para probarse el zapato de cristal, cuando el pie de Cenicienta encaja a la perfección en él, el príncipe la reconoce: "eres tú", le dice: "Tú eres la muchacha del baile". Se casan y viven felices para siempre

No dudo de que el proceso continuo y profundo de trabajar las raíces de la falta de valoración de uno mismo y la exploración interna de la fuente donde nace ese cierto desprecio de los propios recursos es el mejor camino. Pero sostuve y sostengo que si en un encuentro único con alguien que yo valoro, en una experiencia útil e intensa, viendo una película motivadora, hojeando un buen libro, y hasta leyendo un artículo como este, alguien se asoma a su mejor autoestima, aunque sea durante un instante, lo que sigue, estoy seguro, nunca será igual.

Jorge Bucay

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