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Paz y Ciencia

jueves, 7 de febrero de 2008

La Chaqueta Metálica Vol. 1. 1987.

LA COMPAÑÍA

La película empieza con el Sargento Hartman, un instructor de la Marina que se define como “duro”, gracioso eufemismo. Aparece en escena impoluto, meticulosamente planchado y arreglado. Con una pasión ardiente y aplastante por “su” pelotón de marines.

Pasando revista, regala apodos y provoca la ira de “sus”reclutas, les humilla diciendo que son “basura”, “nenas”, “que no tienen huevos” y se ensaña especialmente con el transcurrir de un comienzo francamente brutal y estremecedor.

Dos de los reclutas son el Recluta Patoso y El Recluta Bufón. El Sargento Hartman, después de poner a prueba el valor y la osadía del Recluta Patoso, decide relegar al Recluta Copo de Nieve, un recluta negro y alzar al primer puesto del pelotón al Recluta Bufón, obligándole a dedicarse para hacer del Recluta Patoso un marine y “enseñarle”. Para ello deben dormir y pasar el día uno al lado del otro. El Recluta Patoso parece aliviado.

- El fusil es una herramienta, lo que mata es un corazón de piedra.
- A los marines no se les deja morir sin permiso.
- Mi cuerpo, vuestro cuerpo, nuestro cuerpo. Marines Americanos.
- Eres un asqueroso y repugnante gordinflón.
- Siempre que el recluta patoso la cague no lo castigaré a él sino a todos vostros.

Mientras hace flexiones el resto de la Compañía, el Recluta Patoso se come el donuts que provoca al enfado del Sgto. Hartman.
Hasta el minuto 25 de la película sólo habla el Sargento, no existe diálogo, sólo una relación de poder, de vejación, autoritaria y sin escrúpulos. Un carácter obsesivo, una expresión anal-sádica (Abraham).

Finalmente, tras recibir varios castigos por los descuidos del Recluta Patoso le pagan todos y cada uno de los miembros de La Compañía con un jabón enrollado en una toalla. Para no dejar marcas. El recluta patoso, amordazado gime y llora de dolor. Sobretodo porque su hasta entonces amigo y único apoyo, el Recluta Bufón, le pega con saña.

- A Dios se le pone dura con los marines.
- Leonard habla con su rifle, me parece que ya no aguanta más.
- Hoy habéis dejado de ser capullos, ya sois marines.

El Recluta Bufón está de “imaginaria”, haciendo guardia por la noche. Descubre que hay alguien en el baño. Allí sentado con la mirada perdida, el Recluta Patoso acaricia dulcemente a su querida Marlene, su fusil.
- ¿Es munición de guerra?
- 7,62 milímetros, con camisa metálica
.
El Recluta Bufón se asusta mientras el Recluta Bufón corea la proclama que les enseñó el Sargento: Este es mi fusil, hay otros muchos pero éste es el mío…
Entra en escena el Sargento, quien intenta primero con pies de plomo que deje el arma, el Recluta no cede. El Sargento cambia la estrategia y le comienza a humillar de nuevo: “No te hacían caso tu papá y tu mamá cuando eras niño”, entonces recibe un balazo a la derecha del corazón. Posteriormente, tras hacer las maniobras propias de un miembro de infantería se sienta en la tapa del inodoro y presiona el gatillo de su fusil, con la mirilla apuntando a su encéfalo.
Probablemente los cuarenta y cinco minutos más intensos que haya dado una película bélica. Cómo se destruye a una persona con un yo débil. La destrucción de su voluble narcisismo, ya mellado de antemano. La traición de quien consideraba su amigo, la crudeza de la instrucción militar en el cuerpo de marines, lo destructivo que puede llegar a ser para los que rodean a una persona con carácter obsesivo. Una condensación de valores humanos universales en una obra de Stanley Kubrick, agudo y perspicaz lector de la mente humana.

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