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Paz y Ciencia

martes, 22 de diciembre de 2020

Ortega y Gasset

 


Con forma de libro, Estudios sobre el amor, fue publicado en Buenos Aires (Argentina) en 1939. Se trata de una recopilación de diversos artículos que tratan ese tema. Con las sucesivas ediciones se fue ampliando y enriqueciendo. El objetivo de Ortega es reflexionar sobre el amor como fenómeno y ayudar al nacimiento de una teoría del amor, algo cuya ausencia le llama la atención en su época. Como constata en su primer texto, Facciones del amor: “Desde hace dos siglos se habla mucho de amores y poco del amor. Mientras todas las edades, desde el buen tiempo de Grecia, han tenido una gran teoría de los sentimientos, las dos centurias últimas han carecido de ella”. Hemos añadido un siglo a esa época a la que nos retrotrae este libro y solo podemos confirmar que esto del amor sigue dando qué pensar. Aquí unos puntos de discusión que rescatamos del libro de Ortega y Gasset. 

1 El amor no es posesión. Es lo que lo diferencia esencialmente del deseo. El deseo muere automáticamente cuando se satisface, quizá para renovarse con otra cosa… En el deseo lo que quiero es que el objeto venga a mí, es pasivo, mientras que en el amor, en cambio, soy yo quien va a buscar o al encuentro del objeto. Es activo y es motor gracias a que el amor “es un eterno insatisfecho”, afirma Ortega en Facciones del amor. Promueve la actividad y es fecundo: produce pensamientos y produce movimiento. El amor es el “máximo ensayo que la naturaleza hace para que cada cual salga de sí mismo hacia otra cosa”. El amor es hacia fuera, busca al otro, es generoso, mientras que el deseo es hacia dentro, egoísta. Amor es “estar marchando continuamente de nuestro ser al del prójimo”.

2 El amor es estar ontológicamente con el amado. Por si la palabra da un poco de miedo, Ortega admite “vitalmente”, pero es mejor la otra, la que se refiere al ser. Usa una expresión curiosa, la de “injerto metafísico”. Es buena. El amor te convierte en un híbrido: sigues siendo tú mismo, pero con retazos de otro, como si el doctor Cavadas te pusiera una parte de otra persona para que siguieras siendo tú –que lo seguirías siendo igualmente–, pero vas mejor y necesitas y quieres a esa otra parte de fuera de ti. “Adscrito de una vez para siempre y del todo a otro ser”, eso de regreso de la cirugía y volviendo a las palabras de Ortega.

El amor te hace híbrido, te coloca un “injerto metafísico” con el que quedas “adscrito de una vez para siempre y del todo a otro ser”

 3 El enamoramiento es un fenómeno de la atención y no le sienta demasiado bien a la razón. Si somos una máquina de preferencias y desdenes, Ortega afirma que el enamoramiento es “atención anómalamente detenida en otra persona”. Y que como, por desgracia, la atención no es infinita, esta borra o difumina el resto de las cosas que antes nos ocupaban o interesaban. En realidad, “lo que pasa es que el mundo no existe para el amante. La amada lo ha desalojado y sustituido”. Lo llama “encantamiento”, cuando se pone romántico e “imbecilidad transitoria” cuando arrastra los pies por el suelo.

4 El amor te descubre, te revela. Ortega piensa que por ese sistema de elecciones y preferencias, lo que elegimos –es decir, lo que amamos– revela partes inesperadas o desconocidas de nuestro ser. Y lo hace tanto para nosotros mismos como para los demás. Por eso causan sorpresas las parejas de algunos amigos que consideramos inadecuadas, que no les pegan, se suele oír. “En la elección amorosa revelamos nuestro más auténtico fondo”. Es una manera de contestar, sin palabras, a la pregunta de terapeutas varios: ¿Pero tú qué quieres? Porque en la respuesta sincera de lo que realmente uno quiere va impregnada una buena dosis de lo que uno es.

5 “El amor tiene su ratio”. Tal y como lo entiende Ortega, ese amor que combina percepción, emoción y constitución no es un amor al alcance de todos. Se trataría de algo no tan frecuente y alejado de ese sentimiento más o menos universal. Si se aleja del pack amoroso el montón de sentimientos, sensaciones y emociones que erróneamente se incorporan, “podremos decir sin extravagancia –sostiene Ortega– que el amor es un hecho poco frecuente y un sentimiento que solo pocas almas pueden llegar a sentir (…). Un talento maravilloso que algunas personas poseen , como el don de hacer versos (…). Muy pocos pueden ser amantes y muy pocos amados”.

“En la elección amorosa revelamos nuestro más auténtico fondo”. Es una manera de contestar, sin palabras, a la pregunta de terapeutas varios: ¿Pero tú qué quieres?

6 El amor tiene sus razones. El que ama ve su amor naturalmente justificado. Y encuentra mil razones naturales de/para su amor. Ortega echa mano de Leibniz y establece un paralelismo para explicarlo. Si el inventor de las mónadas afirmaba que el pensamiento no es ciego, sino que piensa una cosa porque ve que es tal y como lo piensa, el que ama lo hace porque entiende que el objeto de su amor no puede dejar de amarse; el amor se presenta como “ineludible” e inexorable.

7 En esto del amor todo está por pensar. En relación con lo anterior, Ortega da cuenta de un fenómeno que, con el paso del tiempo y las redes, no ha hecho más que agudizarse: en amor y en política todo el mundo se considera una autoridad. “¿Qué hubiera sido de la física si cada físico poseyese solo sus observaciones personales?”. Para Ortega, el amor es un tema teórico de primera y, por tanto, difícil –hermético, dice él– para quien se acerque con poca herramienta intelectual. Si se suma que se trata de un tema interesante para un gran número de gente que se arremolinará para sentar cátedra con sus vivencias… caemos en la selva del amor. De él “solo hablará con precisión quien viva a distancia, pero atento y curioso, como el astrónomo hace con el sol. Conocer las cosas no es serlas; ni serlas, conocerlas”.

Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Clínico. Zaragoza. Psicoterapeuta. N° Col.: A-1324 Instagram: @psicoletrazaragoza.                  Página Zaragoza Psicólogo

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