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Paz y Ciencia

viernes, 10 de septiembre de 2010

No hace falta estar alegre para tener buen humor

Que los religiosos son tristes no deja de ser un estereotipo. Ahora bien, esos judíos del Zaka exhiben un humorismo desconcertante en medio del horror. Algunos observadores se han sentido disgustados por considerar que mostrarse alegre cuando se está viviendo un drama es una obscenidad. Sin embargo, todas las investigaciones realizadas sobre los criterios de resiliencia destacan que el buen humor es muy protector. Con esto no estamos diciendo que sea necesario estar alegre para tener unas disposiciones humorísticas. Según Freud, "el humorismo consiste en presentar una situación traumatizante de una manera que permita separar los aspectos placenteros, irónicos e insólitos". Esta reacción desconcierta, pues al apartar al sujeto de la fascinación concentrada en el horror, lo aleja del sufrimiento y modifica las imágenes de la pesadilla. Esta estrategia psicológica es, por tanto, semejante a los mecanismos de defensa descritos por el psicoanálisis.
Ningún examen prenatal pudo detectar la trisomía 21 del bebé. El golpe fue brutal y la madre, aterrada, ni siquiera podía llorar. En su hogar se impuso el silencio. Todo el mundo sufría sin decir una palabra y la actividad se limitaba a asegurar las necesidades cotidianas. Cinco meses después, un primito que visitaba a esa familia con sus padres, al ver al niño, dijo a la madre del bebé: "Parece que ha llegado un mogol a su familia. En mi colegio hay una niña nueva que es china y también tiene los ojos estirados, así". Sus padres trataron de hacer callar al niño, pero las palabras ya habían sido pronunciadas y era demasiado tarde. La madre del bebé lanzó una sincera carcajada debido al humorismo involuntario del niño que, asociando la imagen de un trisómico con la de una bonita niña china, le ofrecía una representación inesperada. Aquella fue la primera vez que el bebé disminuido oía una risa o veía sonrisas en su hogar.
Otras experiencias nos han enseñado el poder organizador de un intercambio de sonrisas y nos invitan a pensar que esa frase cargada de humorismo en un ambiente abatido por el dolor suscitó una transacción afectiva entre la madre y el bebé. Considerar el humorismo como factor de resiliencia no significa que sea bueno burlarse de la víctima ni ridiculizar su sufrimiento. El desfase sorprendente de una representación dolorosa hace que el herido aporte un poco de liviandad en el peso de su vida, vea las cosas de otra manera y revise o modifique la representación de las mismas...El hecho de compartir una sonrisa provoca un efecto de connivencia afectiva y crea una senda hacia la intimidad que el bebé aprende a recorrer para llegar a los demás.
Págs. 65-67 "Autobiografía de un espantapájaros" Boris Cyrulnik. Gedisa.

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