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Paz y Ciencia

domingo, 12 de septiembre de 2010

John Bowlby


Pues todo hombre mata lo que ama,
y que lo sepan todos,
Uno lo hará con su mirada torva,
Otro mientras adula,
El más cobarde lo hará con un beso,
Y el bravo, con su espada!
Balada de la cárcel de Reading. Oscar Wilde


John Bowlby fue miembro del grupo independiente de la Sociedad Británica de Psicoanálisis. Su trabajo se afirma en el apego, la pérdida y la separación. Esa es su mayor contribución. Lo hizo desde un enfoque muy diferente al que gozaba de mayor aceptación en la época. Analizado por Joan Riviere, controlado por Nina Searl y Ella Sharpe, se convirtió en miembro titular de la British Psychoanalytical Society (BPS) en vísperas de la Primera Guerra Mundial. Melanie Klein controló su primer análisis de niños. En 1940 comenzó a publicar sus trabajos sobre niños, las madres y el ambiente,
oponiéndose a la perspectiva puramente psíquica de la escuela kleiniana.
Él no quiso separarse del método científico y recibió la influencia de Harlow, con el que coincidió en algunas conferencias y la etología de Konrad Lorenz. Estuvo trabajando con niños sin hogar y con niños con problemas antisociales.
Su experiencia le hizo focalizar en la relación con los progenitores y lo amplió a la realidad social que vivía el niño. Su obra es conocida como Teoría del Apego, bien estudiada y conocida a través del mundo académico, que no ha hecho ascos a este autor por su solidez y su método científico.
A partir de 1948 dirigió una investigación acerca de los niños abandonados o privados de hogar, y los resultados tuvieron repercursiones mundiales sobre el tratamiento
psicoanalítico del hospitalismo, la depresión anaclítica y las carencias maternas, así como en la prevención de las psicosis. En 1950 fue designado consultor de la ONU, donde sus tesis desempeñaron un papel considerable para la adopción de una declaración mundial de los derechos del niño. Un año más tarde publicó su informe, Maternal Care and Mental Health, en el cual demostró que la relación afectiva
constante con la madre es un dato fundamental de la salud psíquica del niño. Al final de su vida, siempre apasionado por la biología y la etología, escribió una biografía de Charles Darwin (1809-1882). Estudió minuciosamente la primera infancia del sabio, sus enfermedades psicosomáticas, sus dudas y sus depresiones, trazando al mismo tiempo un cuadro vigoroso de la época victoriana y de las reacciones que suscitó en Inglaterra la revolución darwinista.

Les voy a trasladar a un libro titulado "Vínculos afectivos: Formación, desarrollo y pérdida", compilado en base a una serie de conferencias que fueron publicadas por Hogarth Press (Editorial que publicó la obra de Freud y que dirigía el marido de Virginia Woolf). El famoso Círculo de Bloomsbury, época del acmé del psicoanálisis británico. En estas líneas que sucederán a continuación, Bowlby se arrima al concepto de "concern" (preocupación) de Winnicott, concebido como "culpa", en base a la jerga kleiniana dominante en esos años.
Vamos a leerle en estado puro:

La ambivalencia y su regulación.
Donald Winnicott en su conferencia acerca del psicoanálisis y la culpa, ha discutido el esencial papel que desempeña en el desarrollo humano la formación de una sana capacidad para experimentar sentimiento de culpa. Ha demostrado que una capacidad para experimentar este sentimiento constituye un necesario atributo de la persona sana. Por desagradable que ello sea, al igual que sucede con el dolor físico y la ansiedad, es algo biológicamente indispensable y parte del precio que pagamos por nuestro privilegio de ser humanos. Ha descrito, además, cómo la capacidad de sentir culpa "implica la tolerancia de la ambivalencia" y una aceptación de la responsabilidad relativa tanto a nuestro amor, como a nuestro odio. Se trata de temas que, debido en gran parte a la influencia de Melanie Klein, ha revestido principal interés para los psicoanalistas británicos. Intentaré ahora examinar más a fondo el papel que la ambivalencia desempeña en la vida psíquica -esa inconveniente tendencia que todos tenemos a encolarizarnos, y odiar, en ocasiones, a la persona que más queremos- y consideraré asimismo aquellos métodos de asistencia al niño que parezcan facilitarle o, por el contrario, hacerle más difícil el desarrollo de una capacidad para regular dicho conflicto de una manera madura y constructiva. Ya que creo que un esencial criterio para juzgar el valor de los diferentes métodos de asistencia infantil consiste en los efectos, beneficiosos o adversos, que ejercen sobre la capacidad, en vías de desarrollo, del niño para regular su conflicto de amor y odio y, a través de ello, su capacidad para experimentar, de un modo sano, su ansiedad y su culpa.
Voy a resumir brevemente las ideas de Freud acerca de la ambivalencia. De los innumerables temas desarrollados a través de su obra, ninguno fue considerado de un modo tan brillante ni persistente. Hace su primera aparición en los días más tempranos del psicoanálisis. Durante su investigación acerca de los sueños, Freud (1900) advirtió que un sueño en el que muere un ser querido indica, con frecuencia, la existencia de un deseo inconsciente de que dicha persona muera -revelación que, si bien resulta ahora menos sorprendente que cuando fue expuesta por vez primera, no es hoy quizá menos turbadora que lo que fue hace "medio siglo". En su búsqueda del origen de estos malhadados deseos, Freud introdujo por primera vez al mundo en los temas, que nos resultan actualmente tan familiares, de la rivalidad fraterna y de los celos edípicos.
En los años que precedieron a la publicación de su gran obra de los sueños, el interés de Freud por la sexualidad infantil le condujo a que el tema de la ambivalencia fuese menos destacado en sus escritos. Reaparece en 1909 cuando en un trabajo sobre la neurosis obsesiva nos recuerda que "en toda neurosis nos hallamos ante las mismas pulsiones contenidas, tras los síntomas... lo odiado, se mantiene reprimido, en el inconsciente, por el amor...". Algunos años más tarde y para destacar la esencial importancia de este conflicto, Freud (1912) introdujo el término de ambivalencia, que había sido recientemente creado por Bleuler.
La importancia clínica concedida por Freud a la ambivalencia queda reflejada en sus construcciones teóricas. En la primera de sus dos formulaciones principales le vemos postulando que entre las pulsiones sexual y del yo tiene lugar un conflicto intrapsíquico. Ya que por entonces Freud sostenía que los impulsos agresivos formaban parte de las pulsiones del yo, es capaz de afirmar, en resumen, que "las pulsiones sexual y del yo desarrollan rápidamente una antítesis que reproduce la del amor y el odio" (1915). El mismo conflicto básico se refleja de nuevo en la segunda de ambas formulaciones: la relativa al conflicto entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte. En su terminología hallamos que la ambivalencia que se produce en los pacientes neuróticos es considerada por Freud, o bien debida a un fallo del proceso de fusión de las pulsiones de vida y las de muerte, o bien a una posterior ruptura de dicha fusión, es decir: a una defusión (1923). Así pues, de nuevo considera que el esencial problema clínico y teórico es el de comprender cómo llega a ser satisfactoriamente regulado (o como no alcanza a serlo) el conflicto entre amor y odio.
J. Bowlby: Vínculos afectivos: Formación, desarrollo y pérdida. Ed. Morata. 2006.

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