El coronavirus es un acontecimiento epocal que no sólo ha cambiado ya este siglo, sino la forma de verlo. A diferencia del 11S, momento en que fuimos espectadores ante la pantalla, hoy somos potenciales víctimas. También la pandemia es diferente de la gran crisis financiera de 2008, pues se trata de un evento extrasistémico y no sabemos cómo reaccionará el sistema económico. Tampoco podemos descartar que el capital sepa sacar partido de ello. Es cierto que este biovirus asesino, este germen catastrófico, ha accionado el freno de emergencia, ha interrumpido un crecimiento que en el ínterin ha devenido tumor. Sin embargo, toda crisis conlleva la posibilidad del rescate.
Lo importantes es, entonces, reflexionar sobre lo que está aconteciendo y plantear algunas cuestiones decisivas que, precisamente, parece que el virus saca a la luz con mayor intensidad aún. Este libro nace de la exigencia de esbozar una ruta política en medio de la desorientación que ha provocado la pandemia.
Invisible, impalpable, casi abstracto, el virus despliega su ataque en el aire, quita la respiración, provocando una muerte horrible. Pero también nos insta a interrogarnos sobre esa asfixia más amplia y oculta en la que vivimos desde hace ya bastante: la vertiginosa economía del tiempo en la era del capitalismo avanzado, donde el imperativo del crecimiento, la obligación de la producción y la obsesión por el rendimiento nos deja a diario sin aire. Desde hace tiempo, estamos en el presente asfixiante de un mundo sin ventanas, que no deja alternativas abiertas y que pretende inmunizarse ante todo lo que está fuera y que es algo distinto, otro.
El tema central de este libro es el de la «democracia inmunitaria». El virus no sólo deja al descubierto la desigualdad entre ricos y pobres, sino también la diferencia entre quienes están protegidos, tutelados, dentro de las fronteras, y quienes se encuentran indefensos y expuestos a cualquier tipo de mal en los campos de refugiados, en el devastado margen de la miseria, en las periferias planetarias de la desesperanza. Mientras que a los primeros se les promete inmunidad, los últimos son tratados como escoria, despojos, residuos contaminados de los que conviene mantenerse a la debida distancia. La política inmunizante rechaza la alteridad. La frontera deviene el cordón sanitario.
Pero una democracia inmunitaria también es peligrosa para los ciudadanos que, resignados a seguir las reglas higiénico-sanitarias, deben reconocer que son pacientes de un Estado médico cada vez más en manos de los expertos y cada vez más propenso a recurrir al estado de excepción.
Se abre aquí la cuestión de la emergencia prolongada y del control ejercido a través del miedo. Podemos decir entonces que fobocracia es la palabra clave de la gobernanza neoliberal. Se gobierna sin estrategia alguna y sin objetivos claros, más allá de la clausura inmunitaria de una comunidad pasiva, disgregada, despolitizada. Pero esta fobocracia tiene un asidero provisional y –como pone de manifiesto el último caso de Trump– se arriesga a su vez a ser destituida y destronada por ese virus soberano que querría gobernar.
Detrás de la crisis sanitaria se entrevé ya un laboratorio político autoritario, potenciado también por la suspensión de nuestras existencias entre confinamiento o distancia de seguridad, y control o registro digital. ¿Cómo podemos estar seguros de que, una vez introducidas, algunas medidas particularmente graves no se quedarán para siempre?
No obstante, estamos aprendiendo aquello que previamente habíamos olvidado. Por ejemplo, la importancia de la respiración y, por tanto, del aire. Tantos conflictos provocados por causa de la tierra parecen grotescos si pensamos que nuestro hábitat común es el aire. Y es a partir de aquí, y de nuestra común y compartida vulnerabilidad, de donde hay que repensar una nueva política poscovid.
Donatella Di Cesare. Filósofa y escritora.
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo. Psicoterapeuta. Teléfono: 653 379 269
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