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Paz y Ciencia

sábado, 25 de marzo de 2017

David Cooper La muerte de la Familia




El poder de la familia reside en su función social mediadora. En toda sociedad explotadora, la familia refuerza el poder real de la clase dominante, proporcionando un esquema paradigmático fácilmente controlable para todas las instituciones sociales. Así es como encontramos repetida la forma de la familia en las estructuras sociales de la fábrica, el sindicato, las grandes empresas, la iglesia, los partidos políticos y el aparato de estado, las fuerzas armadas, los hospitales generales y psiquiátricos, etc. 

Hay siempre "madres" y "padres" buenos o malos u odiados, "hermanos" y "hermanas" mayores, "abuelos" fallecidos o que dominan en la sombra. Empleando los términos del hallazgo de Freud, cada uno de nosotros transfiere fragmentos de la experiencia vivida en su familia originaria a cada uno de su "familia de procreación" (es decir, nuestra "mujer" y "nuestros" hijos) y a los demás, cualquiera que sea nuestra situación en el trabajo. Luego, sobre semejante base de irrealidad que se deriva de una irrealidad anterior hablamos de la "gente que conocemos" como si tuviéramos ni siquiera la más remota posibilidad de conocernos mutuamente. Empleando otras palabras: la familia, metamorfoseada socialmente, convierte en anónimas a las personas que viven o trabajan juntas en una estructura institucional; existe serialidad real, una cola de autobús, disfrazada de un grupo de amigos donde cada "persona real" trabaja en cooperación con otra. Esta exclusión de la realidad de la persona a través de ficciones internalizadas de su pasado familiar aparece también de modo muy visible en el problema básico de la psicoterapia: la progresiva despoblación del consultorio.
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Al empezar la terapia, el consultorio puede estar lleno de centenares de personas: la familia del paciente en su conjunto, con representante de varias generaciones, pero también otras personas importantes. Entre esta población se encuentran, inevitablemente, otros internalizados por el terapeuta; pero la garantía; pero la garantía de una buena terapia consiste en que las maquinaciones de su familia interna le sean bien conocidas y que tenga a ésta lo suficientemente masticada.

En terapia, poco a poco, se va identificando a los miembros de la vasta familia y sus prolongaciones y, en el momento adecuado, se les pide que "dejen la habitación", para que queden sólo en ella dos personas, en libertad para encontrarse o para separarse. Así pues, el fin ideal de la terapia es la disolución final de una dualidad terapeuta -"terapeutizado"; un ilusorio estado de no-relación en el cual empieza, necesariamente la terapia y que se deriva del sistema binario de papeles en la familia, "los que crían" y "los que son criados". ¿Cuándo permitirían los padres que los críen sus hijos?



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