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Paz y Ciencia

domingo, 1 de marzo de 2009

Nostalgia de la locura: un ensayo

Cuentan que un hombre echaba en falta la locura. Hete aquí, invirtiendo dineros en una empresa complicada, enloquecer en el marco terapéutico. Porque el psicoanálisis está para enloquecer. Pero qué tipo de locura era esa a la que la propia locura escapaba entre sus dedos. No podía encontrar locura, iba hacia la estabilidad, el aplomo, el sosiego y la templanza. La locura se iba y el se tornaba nostálgico. Cuando la locura se va algo deviene, todo empieza a tener unos colores que vienen del afuera, el contexto, el discurso y el deseo es del Otro.
La locura cambia el sentido de la líbido, el vínculo con la realidad se vuelve adaptado, todo es normal, lo ilusorio se va y retorna la pseudo integración.
La vida puede ser o no ser, podemos estar sin vivir o viviendo, podemos sobrevivir o vivir de una manera creativa.
La nostalgia de la locura lleva consigo desilusión, negación y problemas para afrontar la realidad. No cabe duda de la conmoción que supone volver a ver la realidad en su sentido puro, sin edulcorantes ni nada que se le parezca.
La realidad es otra, siempre, a cada instante nos damos cuenta de que lo que habíamos establecido de manera fija como criterio de realidad era un espejismo, una ilusión, una proyección de deseo. Cuando se está estable, en estos parámetros de nostalgia por la locura, no se está sano, se vive un estado de pérdida, de vacío, de depresión subsindrómica desde una perspectiva fenomenológica. Pero lacerante en lo existencial, en lo analítico, en lo vivencial.
La vida puede resultar gris, mortecina, aburrida, sin salsa, y el sujeto intenta enloquecer para volver al estado donde podía manejar la realidad externa desde su realidad psíquica, cuando la conexión con la realidad navegaba desde lo connotativo más que lo denotativo.
En verdad todo lo que rodea esa existencia tiene unos tintes mecánicos y algo apelmazados, como podría ser el hecho de encontrar un coche en un garaje. La realidad psíquica puesta en un agujero deja bloqueada la capacidad de construir la realidad donde puedes vivir.
La locura estimada, añorada, echada en falta, o echada de menos tiene que ver con la aritmética de lo negativo, la presencia de lo menos en nuestra existencia. Acaso podemos atisbar en la lejanía un mundo tedioso al que nos acercamos desde el mar en calma, y echamos de menos, como buenos marineros, ese mar revuelto donde poder izar las velas y quemar las naves. Allí en ese espacio donde podemos sentirnos como ese polluelo que vuelve al nido sin plumas y sin capacidad de volar está la nostalgia de la locura. Cuando el sujeto no está contento con lo que es surge la voracidad psíquica, la destrucción de lo externo, lo interno es el recurso para colorear lo externo y poder vivir, si quitan esto, por un tratamiento o por que tu ciclo vital ahora posa en ese estadío de no muerte-no vida transitarás en la melancolía, un estado de depresión kleiniana, que la propia Klein vivió y sobrevivió con la creatividad pródiga de su obra. Así como ella, otros muchos seres, desde otros lados del diván, de la mesa, pueden vivir estables queriendo enloquecer, otros necesitan enloquecer.
La cuestión es ser otro, cuando la líbido se vuelve hacia el yo, el deseo del otro, la otredad deja de alterarnos, es el sujeto enardecido quien atropella al otro en su energía psíquica y sexual. Es el amor lo que nos permite vivir y tener un orgasmo existencial, aunque suene algo banal, puede ser aquello que nos relatan escritores y pacientes sobre el estado de omnipotencia ligado a la ilusión de crear la propia realidad. Y mi deber como terapeuta está pautada en varias fases, también, el hecho de permitir esa ilusión y poco a poco por el mero hecho de una presencia que ya, por sí misma, inscribe una diferencia y transforma al otro, como dirián Puget, Berenstein and Co, escuchando a los “intersubjetivistas” pioneros como Sullivan, Winnicott o Aulagnier. La interpretación podría resultar violenta cuando lo que se trata de dar paso es al hecho de ser libre, de poder expresarse de una manera genuina, tal vez de nacer psíquicamente sin una falta básica o puede que dejar de tener experiencias brutales iatrogénicas para tener una “experiencia emocional correctiva”. Es el paso a la interpretación lo que puede llevar a que nos detesten, nos odien y nos tomen por torpes porque estamos para poner plumas en ese nido y acaso darle más consistencia para que se pueda echar a volar. Tal vez se caiga una o dos veces, pero durante esa nostalgia de la locura se quiere otra cosa, distinta a lo establecido, se busca lo real, ajeno a la realidad, y allí podemos estar encadenados repetidamente en ese bucle si nadie acude presto al rescate.

Un relato inspirado en textos leídos y una película: ”Revolutionary Road”, el texto se inscribe dentro de una atmósfera generada entre unas cuantas personas y no tiene fines científicos sino más humildes y limitados, el sentirnos cerca.

2 comentarios:

soyborderline dijo...

A veces pienso, que no quiero renunciar a mi trastorno. A veces pienso, que tenía que ser así para tener un papel. A veces creo que elegí y otras, me niego por sentirme atrapada.

Un saludo.

simalme dijo...

Qué bien suena, el primer terapeuta que da como solución otra persona. Todos tenemos nostalgia de esos nos contaron, creimos, y nos obligamos a no creer más tarde...