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Paz y Ciencia

sábado, 27 de octubre de 2007

Segundo Fantasma: La Maestra de Llaves

“No piense mal de mí, señorita. Mi interés por usted es puramente sexual”. Groucho Marx

Érase una vez un hada que convertía los sueños en llaves, con esas llaves su amigo el gnomo Giner, que vivía en las raíces de un narciso, podía acceder a sus sueños y esquivar a los trolls que le acechaban.

Los recuerdos atormentaban a Giner y decidió tras mucho hablar, llevar al hada con él para cambiar su vida onírica: “sigues perdido, todo está escrito…al borde del abismo estás”, le susurraba la hada.

Durante esos viajes el gnomo Giner cambiaba sus sueños perdiéndose por el contenido de sus ensoñaciones, dejándose llevar entre los límites que el hada le proveía.

El hada era dulce pero contundente, tenía la misión de acompañar con seguridad a “su gnomito” como ella le llamaba dulcemente, para que cambiara junto a ella esas fantasías que quedaban atrás.

El gnomo Giner, huraño, glotón, calvo por sus preocupaciones y cautivo de sus pasiones amaba tanto al hada que su relación, su complicidad, se tornó en algo distinto a lo que antes había sido. Entonces, “el gnomito” empezó a crecer, adelgazó y le brotó una espléndida melena ondulada.

El gnomo, sorprendido, veía como su narciso se empezó a marchitar y tomó la decisión de mudarse con el fastidio que eso le supuso.

Un buen día, cuando paseaban por los paisajes descritos en los sueños y cambiaban el guión, el hada se despojó de la linda capa que llevaba para protegerse de los conjuros de los “malos hados”. El gnomo Giner descubrió entonces que detrás de esa divina coraza del hada existía algo mucho mejor, natural y hermoso.

Cuando terminaron los cambios en la escena donde paseaban juntos esta vez

regresaron a sus hogares.

El hada viajó, llevando bajo el brazo la capa que le había sacado de tantos apuros, hacía ya muchos muchos años, cuando era un hada débil, insegura, una niña aprendiz de hada.

“El gnomito” regresó por última vez bajo el narciso para hacer las maletas y emprender un viaje hacia un mundo, un destino que le diera felicidad. Mientras se agachaba y pisaba su melena, cada vez más larga, pensó en el pasado y en las carreras y despistes que había tenido que hacer a los trolls. Se preguntaba qué difícil era ahora entrar en sus antigua guarida y lo accesible que le resultaban los frutos de los árboles y lo sencillo que sería, de aparecer, el ignorar la presencia de sus enemigos.

El gnomito Giner, ahora ya crecidito, cansado de no ver al hada, caminó y se dio cuenta de lo grande que es el mundo y de la oportunidad que le entregaba el hada para fantasear.

El gnomito ya crecido le había dejado su narciso en herencia al hada, así como sus sueños. El hada le envió por el aire una paloma blanca y esbelta con un llavero lleno de llaves de todas las formas, tamaños y colores para abrir las puertas de sus deseos.

Desde aquí, la tierra, saludamos a la hada y al gnomito por lo que nos han enseñado del sentir, el comprender y el vivir. Un cariñoso beso para los dos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Narciso siempre se queda pequeño, escaso, a veces estéril. Aunque sea de oro es una cárcel.
Una llave abre o sella.
¿Dónde estará ahora el hada?

Psicoletra dijo...

Le invito a elaborarlo más a fondo estimada Lilith. Las llaves abren y sellan...el hada puede haber regresado al bosque con su capa pero también es dable observar que esa experiencia le transformó...quién sabe con certeza qué les sucede a las hadas.
Un abrazo.