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Paz y Ciencia

sábado, 11 de diciembre de 2010

Sobre mi relación fantástica con Winnicott

...Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. miles de niños. y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. sólo yo. estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan en él. J.D.Salinger, El guardián entre el Centeno.
 
 
La clínica winnicottiana nos invita a jugar en el análisis, al jugar, como dejó escrito en "Reality and Playing" Donald Woods Winnicott.

Este autor aporta, como otros una mirada distinta al psicoanálisis, la psicoterapia, la psicoterapia psicoanalítica y la psiquiatría dinámica.

Para este autor, según lo que yo he podido entender hasta el momento, y hay que matizar que he leído con cariño y devoción sus obras y los trabajos que sobre él se han realizado excepto alguno que añoro leer,
ofrece posibilidades y enfoques distintos del tratamiento analítico, recuerdo siempre con cariño una biografía breve que lei sobre él en el que le situaban como un psicoanalista humanista.

Siempre me ha gustado fundir esos dos términos, la actitud humanista y el encuadre analítico donde rige la asociación libre, la abstinencia, la neutralidad y para DWW "el jugar".

He disfrutado mucho de la creación del "Vocabulario Esencial", de los libros de Painceira, Nemirovsky, Levine, de la página de la Casa de Winnicott, de las reuniones entre colegas para articular la clínica y "el jugar", entre el arte y el psicoanálisis, disciplinas que al decir de Unamuno estaban unidas: "Hasta el diagnóstico es ciencia, luego es arte", refiriéndose a las profesiones sanitarias. Y bien, Winnicott jugaba con su mujer Clare Britton, le gustaba sentarse en el suelo con sus pacientes pediátricos, le gustaba tocar el piano después de la jornada y escribir algún verso cuando era niño y necesitaba sublimar la tristeza que sentía al ver a su madre deprimida.

Winnicott no tuvo una vida fácil, por eso tal vez escogió la rama del psicoanálisis, hay que decir que como pediatra fue excelente, centrándose en las carácterísticas psicológicas, como un compañero médico-psicoanalista que en Jaraba atiende a sus "pacientes" durante 15 minutos y refleja un entusiasmo que contagia, un señor que también es músico, un artista de vocación y un señor muy lúdico y centrado.

Winnicott está dando pie a otra forma de acercamiento a la clínica. Como los humanistas americanos de los 60 y antes... Él se fija en actualizar los potenciales de salud, en la vida creativa, en el ensueño y la vida creativa, en la maravillosa sensación que se despliega el crear.

Hacía poco leía algo que me hacía reflexionar, era algo así: "la enfermedad no produce creatividad, es la creatividad mal dirigida lo que produce la enfermedad". Es un cambio de mirada interesante porque la persona enferma tiene un potencial silencioso o "sombra" en la jerga de Jung, que no ha sido descubierto, encontrar ese camino produce una expansión, una liberación y un encuentro con el self que produce una sensación de plenitud oceánica. Es el encuentro con el fluir, tal y como lo llaman ahora algunas escuelas.

Al hilo de esto hay que decir que Winnicott dejó su legado para seguir produciendo, investigando y creando en torno a su obra y a partir de su obra, para crear lo dado y para crear a partir de lo dado, para avanzar, crecer y adaptarse a las necesidades del paciente y a los nuevos tiempos.

Adaptarse al paciente como los "pedidos a demanda" y a las necesidades del zetgeist con la urgencia, prisas y crisis socioeconómica.

Debo releer a Winnicott, a Freud, a Piera y tantos otros que el tiempo me falta, el trabajo me pide exigencias, un continuo "reciclaje", continuas nuevas miradas, un cambio de perspectiva con cada paciente, introducirme en su mundo y ver desde sus zapatos, encarnando su piel para poder sufrir lo que él sufre y poder sentir lo que él o ella siente. Desde la distancia terapéutica que nunca debe ser excesiva a mi juicio. La cercanía es una virtud que ha sido diezmada por el psicoanálisis clásico, cuando Freud repudiaba el contacto con sus pacientes en sus consejos al médico para que sus pacientes no se enamoraran de él. Es el problema del "amor de transferencia". Sin embargo hay una gama de color muy amplia y un poco de cercanía es el momento donde podemos conectar ese paciente y yo. Cada paciente trae un espacio protegido y privativo que se irá estrechando a medida que la confianza crezca, pero este será el primer trabajo, al decir de Winnicott, "llevarlo a un espacio de juego es el primer paso de la psicoterapia".

Para Winnicott la diferencia entre la psicoterapia y el psicoanálisis se basa en la transferencia, si se analiza la transferencia, tal y como hizo con la niña Piggle, aunque se le vea cada mes o dos meses, eso es psicoanálisis, aunque esté en contra de los postulados ortodoxos.

Creo que hay que ampliar las miradas de esta escuela y hacerla menos dogmática, estamos lejos del círculo cerrado donde se fundaron las tesis del psicoanálisis.

Winnicott no necesita seguidores ni "continuistas" es un autor que invita a trabajar con rigor, seriedad dentro de un espacio transicional o intermedio donde se pueda entralazar los productos de la fantasía en lo que Janine Puget e Isidoro Berenstein han llamado Psicoanálisis Vincular.

Es un promotor de la Intersubjetividad y de otra forma de trabajo analítico con niños. Él en cierto modo fue un "revolucionario" y lo pagó caro en la sociedad que acabó presidiendo y donde recabó fondos entre analistas para erigir un busto de Freud en Londres, cerca de su despacho.

Y eso que no era excesivamente freudiano, pero no se olvidaba de cómo influyó en su despertar y su curiosidad por el psicoanálisis.

Este texto ha despertado de mi interés y mi estilo por la asociación libre, la autenticidad y escribir para disfrutar y comunicarme con otros que aman la lectura y el psicoanálisis, como el propio DWW, Winnie. Creo que he conseguido poder "crear lo dado", y esto se ensambla con mi manera de ser. Estoy disfrutando.

Tal y como hizo Winnicott en ese libro maravilloso recapitulado por Rodman y que es un vestigio de la brillantez de quien nos invita al jugar. Así lo he respetado.

Rodrigo Córdoba Sanz.

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