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Paz y Ciencia

jueves, 9 de diciembre de 2010

Nostalgia en Diciembre: Duncan

Cada mes de diciembre pienso en todas las piscinas que estarán ahora vacías y me entra una rara nostalgia. Quizá ahora una chica envuelta en su bufanda las contemple, sus ojos se tiznarán de tristeza, pero lo más probable, desde luego, es que no haya ninguna chica asomada a una piscina vacía. Da igual. Estará viendo la tele. O tomando un café. O qué sé yo. Sus dedos serán blancos y finos. Es mejor que sonría. Eso siempre es mejor, lo sabe todo el mundo. Y mejor aún es que lo haga sin motivo. Sin más. Porque sí. Como un desafío a la furia y a la estupidez del mundo


La imagen es la siguiente: la piscina vacía del invierno. Hay hojas olvidadas alrededor y una chica (tendrá diecisiete años) que lee sentada en un banco de madera junto a la piscina, enfundada en una bufanda y con las manos protegidas por unos guantes de lana negros. Hay un silencio que crece hasta adquirir la consistencia de un muñeco de nieve derretido hace tiempo, en algún lugar lejano. Digamos que el silencio habla pero no se le ve. Hay una conspiración de invisibilidades que entretejen nuestro ser vagabundo con las hojas apelmazadas por la lluvia alrededor de la piscina vacía del invierno. La chica lee, cruza las piernas, el viento le mueve el pelo que le cae sobre la frente, pero este detalle apenas se percibe, si no se presta la atención suficiente este detalle nimio e insignificante pasa desapercibido, lo cual, en el fondo, es importante o no lo es, según se mire. De pronto la chica levanta la mirada del libro, sus ojos acarician el silencio, ese silencio blanco que proviene de otro mundo y se infiltra en este, por pasadizos secretos. Saca un cigarrillo. Lo prende. La verdad es que fuma demasiado y no hace nada en la vida. Es decir, mira. Hay espectadores y hay actores. El mundo es un lugar extraño, la noche es una piscina. Para nadar basta con mirar. La mirada es capaz de hacer acrobacias con imágenes que no son verdaderas, pero que son. Es decir, existen.

Extraña existencia la del muñeco de nieve abandonado que se encarga de producir un silencio parecido a un lienzo blanco en el que se haya dibujado un poema imposible, invisible; extraña existencia la de la bailarina diminuta de la cajita de música que ya para siempre pasará frío y bailará, seguirá bailando aunque se abra el séptimo sello y los siete ángeles con sus siete trompetas toquen la música del Apocalipsis; extraña existencia la del payaso borracho, la de las ninfas colgadas del precipicio, la del estudiante de filosofía que lee a Platón y se va de cañas y habla sobre el cine de David Lynch, la del músico a punto de suicidarse que escribe en su buhardilla, untándose los dedos de lágrimas, de rabia y de deseos inalcanzables, que le perforan por dentro como una lluvia de cristales, la última canción, tan hermosa y desesperada que asusta, la última canción this is the end, my friend; extraña existencia la de la muñeca que cierra los ojos y muere y resucita luego cuando todos duermen, la de la mujer inverosímil que surge del mar y avanza por la playa desierta, iluminada por la luna más blanca que el silencio, una luna como de arena, pero más espectral... una arena lunar o lunática; extraña existencia la del pintor expresionista abstracto obsesionado que frente a su ventana se defiende de enemigos imaginarios que acabarán venciéndole; extraña existencia la del poeta delgaducho y traficante de marihuana que se pasa los veranos en Mallorca tomando el sol y componiendo versos que tratan de imitar el sonido del agua del mar, la luz del sol reverberando sobre el mar, o las bañistas deslizándose sobre la superficie del mar...

Extrañas existencias, destellos, imágenes como chispas inquietas que apenas viven un instante sobre la superficie del mar y se alejan, naufragan, son rescatadas por aventureros intrépidos y, huidizas, se deshacen entre las manos, desaparecen como el gato y dejan la sonrisa, que flota durante unos segundos y también desaparece.

La chica que lee tal vez piensa qué extraño existir como la sombra de una sombra. La chica que lee tal vez imagina que alguien quizás también la está leyendo ahora a ella. La chica que lee no es de verdad pero existe: sabe nadar en la piscina vacía del invierno.

Hace frío así que fui a buscar mi manta azul oscuro, mi manta preferida, azul oscuro con puntos luminosos que semejan estrellas poderosas y solitarias y que tengo desde que era pequeño, puntos luminosos de pura intensidad vagando y brillando con un esplendor silencioso por todo el universo. Recordé un póster del cielo que me regalaron entonces, un póster negro en el que las estrellas brillaban en la oscuridad, casi al alcance de la mano, diminutas, como duendes alegres, creando una atmósfera mágica que me envolvía a mí y lo envolvía todo, esferas acogedoras, mi verdadera casa, poblada de espacios infinitos, azules, negros, y de seres que se fundían con el viento. Siempre intenté volver a aquella casa. Demasiado tarde comprendí que aquella casa ya no existía y que nadie puede vivir en sus recuerdos todo el rato sin volverse loco. Tal vez me volví loco. Echaba de menos. No algo concreto, mi estado de ánimo era un constante echar de menos. Somos incapaces de imaginar el futuro, pensé, por eso nos recreamos con nuestros recuerdos, nos refugiamos en un mundo sin contornos definidos, como borrachos desesperados buscando en la nevera la última lata de cerveza, un mundo que vivimos casi sin darnos cuenta, sin saber lo que vendría despues. Pensaba esto mientras miraba la manta azul. Era extraño pero en una simple manta azul se albergaba todo un mundo, flujos de intensidad recorrían mi piel, universos enteros se desplegaban ante mis ojos. Sin darme cuenta estaba sonriendo como un bobo, diría casi que feliz. Fdo.: DUNCAN

Al estilo de los heterónimos esta persona escribe una maravilloso opúsculo muy sentido con un valor que me ha dejado con una muy buena sensación para empezar la mañana, gracias Duncan. Aquí, ustedes saben, estamos abiertos a contribuciones de otras personas y así lo hemos hecho ahora y siempre.
Mi correo: rcordobasanz@gmail.com

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