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Paz y Ciencia

viernes, 3 de diciembre de 2010

Supernanny y Bruno Bettelheim, un contraste singular de profundidad

Estoy viendo la Supernanny en Almuñecar. Es una experiencia espeluznante. Una serie de programas conductuales tipo Eduard Estivil pero para educar a un niño o adolescente.
La Supernanny dice que hay que reforzar las conductas favorables de un adolescente que está señalado por su familia. La madre dice algo usual: "ella tiene una forma de decir las cosas y nosotros otra", "hay que estar 24 horas con él para darse cuenta de cómo es".
Los neopsicólogos, por lo visto una llamada Rocío le dice que hay que reforzar conductas positivas, reforzar hábitos y conductas.
La madre parece algo escéptica, algo también común, y la supernanny está ofreciendo una serie de miradas distintas de la realidad, del enfoque de los hijos pero la madre se resiste a eso.
"Me chocó que jugáramos con los niños", dice la madre.
A veces las madres se sorprenden de que sus hijos desarrollen actividades delictivas, o trastornos de la conducta, o cualquier problema vincular o conductual que puede cristalizarse en un trastorno más serio porque no tienen el valor y el coraje de enfrentarse a la realidad por su propio narcisismo.
El trabajo de la Supernanny, ahora lo pongo en mayúsculas es realmente mecánico, con "instrucciones", "recompensas" y otras "econo´mías de fichas" que son el desayuno de los padres, que se dan de bruces con la cruda realidad cuando superan sus miedos y resistencias. Dicen "el refuerzo positivo" empieza a dar sus frutos, la hermana pequeña le da un beso al niño "travieso" y el niño se sorprende gratamente. Quizás las cosas no sean así de sencillas y el entramado familiar tenga un cúmulo de sentimientos y emociones, de historias entrecruzadas y hábitos cognitivos que traspasan los límites de la psicología conductual. Recuerdo a una muchacha que recibió en la universidad complutense una charla de un psicólogo conductista que trabajaba con niños, éste le convenció de que la única manera de trabajar con niños y ayudarles a superar sus problemas emocionales es a partir de los protocolos conductistas, que se han convertido en receta de moda de la televisión española. Las madres quedan caricaturizadas e instruidas en un método artificial. Recomiendo el libro de Bruno Bettelheim: "No hay padres perfectos". Sinopsis: Este pequeño libro, un clásico en el arte de educar a los hijos sin angustias ni complejos, nos enseña cómo la educación de un hijo es una experiencia apasionante, creativa, un arte más que una ciencia que no necesita de reglas complicadas y que solo exige de los padres flexibilidad y sensatez. Los padres perfectos –dice el doctor Bettelheim– solo existen en nuestra fantasía, a lo que hay que aspirar es a ser unos padres lo bastante buenos, que establezcan con sus hijos una mutua relación gratificante y que desarrollen un gran sentimiento de seguridad en su función de padres. Estos no deben ceder al deseo de construir al niño que a ellos les gustaría tener, sino que deben ayudarle para que se desarrolle plenamente y llegue a ser lo que él quiera y pueda.

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