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Paz y Ciencia

viernes, 4 de febrero de 2022

NIETZSCHE: ETERNO RETORNO

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Y Psicoterapeuta. Zaragoza Gran Vía. Presencial Y Online. Teléfono: 34 653 379 269.              Página Web: 🌈Psicólogo Y Psicoterapeuta


“Esta vida, tal como ahora la vives y la has vivido, tendrás que vivirla una vez más e innumerables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que cada dolor y cada alegría y cada suspiro y cada pensamiento y todo lo indeciblemente pequeño y lo indeciblemente grande de tu vida ha de retornar para ti, y todo en la misma serie y sucesión, e incluso esta araña y este claro de luna entre los árboles e incluso este instante y yo mismo. El eterno reloj de arena de la existencia es vuelto siempre de nuevo y tú con él, partícula de polvo entre el polvo”.

Con estas palabras, Zaratustra le enseña al enano la infinitud del tiempo en su doble dimensión de pasado y futuro.

La infinitud del pasado exige que haya acaecido todo lo que puede acaecer, que haya transcurrido un tiempo total.

La infinitud del futuro exige que en él acaezca todo lo que puede acaecer, que haya de transcurrir un tiempo total.

Con el eterno retorno vuelve eternamente todo, también los horrores e injusticias de la historia, las miserias y errores del hombre. La misma esperanza del ultrahombre se torna locura, ya que también retorna el hombre pequeño y miserable.

Zaratustra está enfermo de su pensamiento abismal. Y sus animales, para consolarle, le cantan una canción. Es la canción del eterno retorno, pero visto desde su peculiar punto de mira, el de los seres inmersos en el curso del tiempo: “Todo va, todo vuelve, eternamente rueda la rueda del ser. Todo muere, todo vuelve a florecer, eternamente corre el año del ser. Todo se rompe, todo se recompone de nuevo, eternamente se construye a sí misma la casa del ser. Todo se separa, todo se encuentra de nuevo, eternamente permanece fiel a sí mismo el anillo del ser. En cada instante comienza el ser, en torno a todo “aquí” gira la esfera “allí”. El centro está en todas partes. El sendero de la eternidad es curvo”.

¿Cómo hay que entender esta canción de los animales? Nietzsche parece ofrecernos a través de ella una presentación cosmológica de su doctrina. Todo lo que va y viene, todo lo que nace y muere, se rompe y se recompone, se separa y se encuentra, es decir, el entero devenir, todo lo que transcurre en el tiempo, es pensado como finito. Lo intratemporal es finito, pero el tiempo dentro del cual transcurre es infinito. Y por ello, cuando el curso de las cosas ha terminado, tiene que volver a empezar, tiene que repetirse de nuevo, una y otra vez, innumerables veces. El tiempo se convierte de recto en curvo. Ya no es como en la concepción cristiano-occidental un tiempo lineal, hecho de acontecimientos únicos e irreversibles, sino un tiempo circular que gira sobre sí mismo, en el que el fin coincide con un nuevo comienzo. A la vez, desaparecen las diferencias del tiempo. El pasado y el futuro, el aquí y el allí, todo es una misma cosa. El centro está en todas partes.

Y añaden los animales: “Mira, nosotros sabemos lo que tú enseñas: que todas las cosas retornan eternamente y nosotros con ellas y que nosotros hemos existido ya una infinidad de veces y todas las cosas con nosotros. Tú enseñas que hay un gran año del devenir, un monstruoso gran año: es preciso que, a semejanza de un reloj de arena, se invierta sin cesar, para de nuevo volver a correr y vaciarse; de modo que todos estos años son idénticos a sí mismo, en lo más grande y también en lo más pequeño; de modo que también nosotros, en cada gran año, somos idénticos a nosotros mismos, en lo más grande y también en lo más pequeño.

En esta nueva intervención, los animales ponen de relieve un aspecto importante del eterno retorno. La repetición de lo mismo.

El pensamiento del eterno retorno es profundamente ambivalente. Muestra una doble cara, espantosa o risueña, según se le mire desde el pasado o desde el futuro.

El eterno retorno como una teoría cosmológica es la cara espantosa. Visto desde el pasado, la teoría del eterno retorno es fatalista, como una noria que sacara simpre la misma agua.

Nietzsche piensa también su teoría desde el futuro abierto por mi decisión actual. El eterno retorno ya no se concibe entonces como una teoría cosmológica, sino como una doctrina ética. “La pregunta, en todo lo que quieres hacer: ¿es esto de tal manera que yo lo quisiera hacer infinitas veces?, esta pregunta es la más grande fuerza?”.

En una palabra, Nietzsche considera el eterno retorno bajo una doble luz: como necesidad y como libertad, como una doctrina cosmológica que enseña la vuelta inevitable de todo y como una llamada ética a la decisión actual. Pensados con rigor, ambos aspectos, el cosmológico y el ético, se autoaniquilan.

La teoría del eterno retorno constituye la subversión más extrema del concepto de tiempo. Nietzsche trastueca el tiempo en eternidad.

Pero como, a pesar de su rechazo del platonismo, se aferra a la idea básica del ser como lo permanente, como para él todo corre el riesgo de disiparse en la fugacidad, no puede pensar la permanencia más que como eterna repetición de lo mismo.

La eternidad se transfiere de la trascendencia a la inmanencia en forma de sinfinitud. Nada se pierde, todo permanece, pero como repetición de lo mismo.

Con ello aparece con toda claridad el transfondo ontológico de la concepción nietzscheana. Para Nietzsche, como para Platón, ser es permanecer. Pero al revés de Platón, la permanencia no se atribuye al ser, sino al devenir. Para ello es preciso que el devenir no sólo transcurra, sino que vuelva sobre sí mismo, es decir, retorne sin cesar.

Heidegger tiene razón. El intento central de Nietzsche constituye una inversión de la metafísica y el eterno retorno es la puesta en obra de este intento.

THAY: "TIPS" BUDISTAS

 


🌈PSICÓLOGO Y PSICOTERAPEUTA

Rodrigo Córdoba Sanz. Zaragoza Gran Vía Y Online. Teléfono: 34 653 379 269

1.- No seas idólatra ni te ates a ninguna doctrina, teoría o ideología, incluso a las Budistas. Todos los sistemas de pensamiento son medios de guía; no son la verdad absoluta.

2.- No creas que el conocimiento que tienes en este momento es la verdad inmutable, absoluta. Evita ser de mentalidad estrecha y atarte a los puntos de vista presentes. Aprende y practica el desapego de los puntos de vista para estar abierto a recibir los puntos de vista de los demás. La verdad se encuentra en la vida y no meramente en el conocimiento conceptual. Prepárate para aprender a través de toda la vida y a observar la realidad en ti mismo y en el mundo en todo momento.

3.-No fuerces a los demás, ni siquiera a los niños, por ningún medio en absoluto, a adoptar tus puntos de vista, ya sea por autoridad, amenaza, dinero, propaganda o incluso educación. Sin embargo, por medio del diálogo compasivo, ayuda a los demás a renunciar al fanatismo y la estrechez.

4.-No evites el contacto con el sufrimiento ni cierres tus ojos ante el sufrimiento. No pierdas la conciencia de la existencia del sufrimiento en la vida del mundo. Encuentra maneras para estar con aquellos que están sufriendo por todos los medios, incluyendo el contacto personal y las visitas, imágenes, sonido. Por tales medios, despierta tú mismo y a los demás a la realidad del sufrimiento en el mundo.

5.-No acumules riqueza mientras millones están hambrientos. No tomes como el objetivo de tu vida a la fama, el provecho, la riqueza o el placer sensual. Vive simplemente y comparte el tiempo, la energía y los recursos materiales con quienes están en necesidad.

6.-No mantengas ira u odio. Tan pronto como surgen la ira y el odio, practica la meditación sobre la compasión para comprender profundamente a las personas que han causado ira y odio. Aprende a ver a los otros seres con los ojos de la compasión.

7.-No te pierdas en la dispersión y en el ambiente que te rodea. Aprende a practicar la respiración para recuperar la compostura del cuerpo y la mente, para practicar la atención, y para desarrollar la concentración y la comprensión.

8.- No pronuncies palabras que puedan crear discordia y causar ruptura en la comunidad. Haz todos los esfuerzos para reconciliar y resolver todos los conflictos, aunque sean pequeños.

9.- No digas cosas falsas por el bien del interés personal o para impresionar a las personas. No pronuncies palabras que causen desviación y odio. No difundas noticias que no sabes si son ciertas. No critiques o condenes cosas de las que no estás seguro. Habla siempre verdadera y constructivamente. Ten el valor de hablar sobre situaciones de injusticia, aun cuando hacerlo pueda amenazar tu propia seguridad.

10.- No uses a la comunidad Budista para ganancia o provecho personal, ni transformes tu comunidad en un partido político. Una comunidad religiosa debe, sin embargo, tomar una actitud clara contra la opresión y la injusticia, y debe esforzarse por 

jueves, 3 de febrero de 2022

Lou Andreas Salomé

 



Lou Andreas-Salomé.  (San Petersburgo, Rusia ,12 de febrero de 1861- Alemania, 5 de febrero de 1937). Escritora,  psicoanalista y pensadora rusa.

 
Famosa por su independencia y libertad. Fue  compañera y guía intelectual de artistas y escritores/as de finales del siglo XIX.

Ávida de saber, Lou busca  una educación más allá de la típica para una mujer de  esa época. A los diecisiete años, consigue que el predicador alemán Hendrik Gillot, veinticinco años mayor que ella, le enseñe teología, filosofía, religión y literatura francesa y alemana.

Más tarde viajará con su madre a Zúrich para  ingresar en la universidad donde fue una de las primeras estudiantes mujeres. Allí estudió filosofía, historia del arte y religión comparada.

Un personaje relevante en la vida de Lou será la figura del feminismo alemán Malwida Von Meysenbug, gran amiga de Wagner, a través de la cual conoce a Paul Rée y a Nietzche.

También se relacionó con  el periodista alemán Georg Lebedour, el poeta austro-húngaro Rainer Maria Rilke,  los psicoanalistas Sigmund Freud y Viktor Tausk, el dramaturgo alemán Frank Wedekind,  el medico y analista Poul Bjerre y
 Adler .

A pesar de su oposición al matrimonio y de sus relaciones abiertas con muchos otros hombres, Salomé tuvo un matrimonio célibe con el profesor de lingüística Carl Friedrich Andreas, con quien  permaneció casada desde 1887 hasta la muerte de Andreas en 1930. 

Salomé fue una escritora prolífica, escribió obras y ensayos,   varias novelas, escribió también  sobre crítica literaria, filosofía y psicoanálisis. En todos sus escritos existe una reflexión vital que gira sobre ella misma, sobre el estatus de la mujer, sobre la psicología del ser humano, sobre las costumbres y sobre la gente que conoció. Entre sus  obras están: “En la lucha por Dios” (bajo el pseudónimo de Henry Lou) . “Nietzche” (1894) .“De un alma extraña”, 1896.“Fenitschka. Una divagación” (1898).“Zona cerpuscular”, 1902.“El erotísmo”, 1910.“La hora sin Dios”, 1922.“Rainer Maria Rilke, 1928. “Mi agradecimiento a Freud”, 1931.” Mirada retrospectiva”. “Rainer Maria Rilke-Lou Andreas-Salomé; Correspondencia”.“Aprendiendo con Freud”.Fue también una creativa feminista. Por su indiferencia ante las convenciones morales y su curiosidad insaciable, Andreas-Salomé representó un desafío para la sociedad de la época. Freud más tarde diría de ella que era: “una mujer de peligrosa inteligencia”.

En la imagen Lou Andreas-Salomé parodia a Nietzche representando la frase ¿Vas con hombres? No olvides el látigo.( Nietzche solía repetir la frase de su ama de llaves : “¿Vas con mujeres? No olvides el látigo”). 
Lou  tuvo tantas proposiciones amorosas que llego a exclamar: ¿Qué les pasa a los hombres? ¿Son incapaces de sentir amistad hacia una mujer, sólo saben ser amantes o esposos?” .

Ella fue siempre una mujer libre e independiente: “El mundo no ha de ayudarte, ¡créeme! Si quieres una vida, ¡róbala!”. Llegó a decir: “Vamos a ver si no resulta que la mayoría de las llamadas barreras insuperables que el mundo traza vienen a ser inofensivas rayas de tiza!». Para ella  todas las barreras siempre fueron inofensivas rayas de tiza.

miércoles, 2 de febrero de 2022

PSICOLOGÍA TRANSPERSONAL

 



El mundo en el que vivimos requiere de ciertos parámetros para comprobar la existencia de las cosas que nos rodean y nos contienen. Para demostrar que un fenómeno existe, éste tiene que ser medido, evaluado, verificado y validado con criterios determinados por la corriente principal del conocimiento. Para que una persona sea relevante, las medidas para valorar su influencia deben estar de acuerdo con cuantificaciones económicas, financieras, fiduciarias, etc. Dime cuánto posees y te diré quién eres.

El psicólogo alemán Erich Fromm ( 1900-1980), en Tener y ser, menciona que nuestra sociedad ha perdido el rumbo en cuanto a la importancia del ser humano y los valores que nos rigen, donde la diferencia estriba entre una sociedad interesada en las personas y otra interesada en las cosas.

Nuestra cultura reconoce sus verdaderos orígenes en las sociedades griega y romana, culturas madres de Occidente, las cuales, a su vez, adquirieron su estructura social y económica de los antiguos pueblos mesopotámicos (caldeos, sumerios, babilonios, etc.). Sin embargo, el mundo occidental ha tenido verdaderos momentos de exaltación espiritual, como lo atestiguan los viejos imperios medievales, los cuales se consideraban herederos del Sacro Imperio Romano, y se adjudicaban, entre otros títulos, el ser católicos, apostólicos y romanos. Sin embargo, debemos reconocer a ciertos personajes públicos que practicaron un verdadero misticismo a ultranza como el emperador Carlomagno. En cuanto al resto de los individuos que conforman la sociedad, éstos siempre han sido cooptados por el capital, la obtención de recursos y el disfrute de los bienes materiales, cuando no se dedican a hacer la guerra. Eso sí, con el símbolo de la cruz cristiana por delante. Incluso la iglesia católica, desde la época de Constantino, El Grande (272dC.-337dC.), fue perdiendo sus verdaderos fundamentos místico-espirituales para convertirse en una institución dogmática, autoritaria, sustentadora del poder terrenal y de los bienes materiales. Sin embargo, personajes como san Francisco de Asís, Juan de la Cruz (1542-1591) y Teresita de Jesús (1515-1582) sufrieron en carne propia y en espíritu los rigores de la Iglesia católica como consecuencia de vivir y predicar los valores cristianos revelados por Jesús de Nazaret, los cuales la Iglesia católica hacía mucho tiempo había dejado de practicar.

¿Cómo reaccionaría nuestra sociedad contemporánea ante los arrebatos de exaltación mística que los caracterizaron? Por ejemplo, Cánticos espirituales, de Juan de la Cruz, con el tiempo, ha ido siendo ajustada a la ortodoxia y los cánones exigidos por la institución católica, por lo que han perdido el mensaje y la intensidad espiritual imbuidos por su autor. En cuanto a Teresita de Jesús, por sus arrebatos místicos, en nuestra época seguramente la hubieran encerrado en un sanatorio para enfermos mentales, y a Jesús de Nazaret ya todos sabemos cómo le fue. Motivo por el cual dilucidamos que, en nuestra cultura occidental, la espiritualidad no “comulga” con la concepción fisicalista de lo real y con los valores materialistas que nos rigen, por lo que las experiencias y las prácticas relacionadas con el espiritualismo se descartan como elementos acreditados en el desarrollo del potencial humano, siendo discriminadas y reprimidas socialmente todas sus expresiones por parte del individuo fuera de un contexto relacionado con los rituales religiosos, dentro del marco prestablecido por las iglesias que gobiernan las distintas religiones.

Sin embargo, la psicología ha entrado al quite para llenar este vacío existencial. Porque tiene las herramientas y las técnicas necesarias para que las personas superen el conflicto subsistente entre el individuo y la sociedad sin sacrificar por ello su salud psíquica y emocional.

Williams James, psicólogo estadounidense (1842-1910), en la titulada The Varieties of Religious Experiences (Las variedades de la experiencia religiosa), menciona que a las experiencias espirituales, materialmente trascendentes, debe dárseles un enfoque psicológico. Es precisamente James el antecedente, contemporáneo, más lejano en utilizar el término transpersonal. Posteriormente, Roberto Assagioli (1888-1974), a través de sus teorías y diversos estilos terapéuticos enfocados en aspectos relacionados con la espiritualidad desarrolló lo que, a posteriori, conocemos como psicología transpersonal.

Pero, ¿qué es la psicología transpersonal? Antes que nada cabe aclarar que la psicología transpersonal no es privativa de ninguna corriente psicológica. No obstante, desde la perspectiva transpersonal, el psicoanálisis freudiano ha sido fundamental al incluir la idea del inconsciente. Sin embargo, los orígenes formales de este enfoque datan de la década de los sesenta del siglo pasado con las aportaciones de Carl G. Jung, Abraham Maslow, Ken Wilber y Stanislav Groff.

Abraham Maslow (EE.UU., 1908-1970), uno de los fundadores de la escuela de la psicología humanista, enuncia como uno de sus fundamentos el relieve de la experiencia no verbal y los estados alterados de conciencia detallados como estados de unificación e interconexión espiritual que, según él, no deberían abordarse a través de un encuadre psiquiátrico, como usualmente se hace, sino a través de un proceso psicoterapéutico que ayude a la persona a encontrase a sí misma, con el fin de realizar su potencial. El proceso de encontrase a sí mismo ya lo había definido anteriormente Carl. G. Jung, creador de la Escuela de Psicología Analítica, como un “proceso en que el individuo encuentra su peculiaridad más interna, última e incomparable, llegar a ser uno mismo”, según palabras del propio Jung, a todo lo cual denominó proceso de individuación.

Para la psicología transpersonal, salud no es lo mismo que normalidad. Normalidad es el estado de conciencia en el que se encuentra la mayoría de los individuos, derivado de los requerimientos del entorno social, la cual en gran medida sacrifica su desarrollo y su realización plena para satisfacer los requerimientos de control del orden social. Tiene, como consecuencia, una pérdida del equilibrio emocional y mental; fenómeno que Sigmund Freud definió como neurosis. Las neurosis son una serie de mecanismos de defensa y adaptación con los que el individuo trata de enfrentar la ansiedad y la angustia (estrés), productos de la decepción y la frustración de no poder consumar sus deseos de autorrealización, principalmente en los aspectos sexual y espiritual entre otros. La autorrealización se refleja, por consiguiente, en un desarrollo saludable del ser humano; por lo que la psicología transpersonal promueve (entre otros aspectos del potencial humano) el desenvolvimiento de la dimensión espiritual a través de las experiencias místicas, trances sistémicos y vivencias metafísicas o parafísicas.

Otra aportación de Carl Jung, desde la cual se nutrió la psicología transpersonal, es la idea del inconsciente colectivo, concepto que Jung tomó a partir del inconsciente freudiano. Si para Freud el inconsciente es el conjunto de los contenidos reprimidos mantenidos al margen de la conciencia, el inconsciente colectivo jungiano trasciende al inconsciente personal al postular la existencia de un sustrato común a los seres humanos de todos los tiempos y de todos los lugares del mundo y, siempre según Jung, constituido por símbolos que expresan el contenido de la psique. Dichos símbolos ancestrales conforman lo que Jung ha dado en llamar “imágenes arquetípicas”, siendo éstas las que aparecen en los sueños, fantasías, mitos y leyendas relacionados con motivos religiosos, sexuales y espirituales de todas las culturas. Con esta idea, Jung emprende una aventura más allá de los límites de la conciencia personal, a través de lo que los psicólogos han dado en llamar conciencia oceánica, lo cual coincide con las prácticas religiosas orientalistas en las que, a través de ejercicios de relajación y respiración, el individuo logra una conexión con el todo, diluyendo su ego en el nirvana. Así la psicología transpersonal busca ubicar la conciencia individual en un nivel supraconciente, conciencia acrecentada transpersonal. Dicha posición existencial se relaciona con la muerte o trascendencia del ego, o del yo, del cual su desarrollo fue imprescindible al infante en la construcción de una personalidad adulta para enfrentar a través de un proceso de adaptación al entorno social y sus demandas. Dicho ego (yo) con el tiempo se convierte en un serio obstáculo para lograr la expresión del sí mismo o autorrealización, para lo cual hay que dejar atrás apegos, prejuicios, inhibiciones, temores, etc., los cuales obstaculizan el acceso a la experiencia supraconciente y al pleno desarrollo de sus posibilidades individuales. La psicología transpersonal aspira al ejemplo de aquellos seres humanos que habiendo expandido su conciencia a través de una experiencia transpersonal actúan y nos hablan desde allí, como Buda, Cristo, Ghandi, etc., quienes representan el potencial espiritual que todos tenemos y que suele derivar en expresiones incidentales, a menudo con gran sufrimiento por parte del individuo que las experimenta, al generar síntomas que son, como ya se mencionó, considerados como patológicos, y por lo que dichos síntomas se suprimen por vía química (psicofármacos), y perpetúan de esta forma los viejos bloqueos generados por el ego.

“Todo evoluciona o tiende a evolucionar en un proceso de trascender y convertirse en entidades mayores y complejas”, así define el psicólogo Ken Wilber (1949, EE.UU.) las aventuras del ser en un contexto evolucionista, en el cual el mundo se rige por un movimiento continuo hacia el perfeccionamiento; evoluciona el universo desde la explosión cósmica de un átomo infinitesimal para que la energía brotada del “huevo cósmico” se trasforme en materia y dé pie al nacimiento de los astros y las estrellas, las cuales, a su vez, generan los elementos precisos para que se produzca la vida, y ésta evoluciona para transformarse en seres conscientes de sí mismos, los a que a su vez se sujetan al proceso evolutivo del perfeccionamiento, ad infinitum.

 Para Wilber, la conciencia es multidimensional y está compuesta por muchos niveles. Para él cada escuela psicológica y cada religión se centran en un nivel distinto, por lo que en lugar de contradecirse se complementan, siempre y cuando cada enfoque se aplique correctamente al nivel que le corresponde. Wilber propone la idea de la educación integral; en ella primero se tiene que reconocer en el ser humano más de una dimensión: corporal, intelectual, emocional y espiritual, que necesitamos integrar desde los puntos de referencia ético, moral científico y religioso. Wilber considera que “la vida es una ilusión, un juego luminoso en que el espíritu se ejercita en la materia, éste es el significado de la palabra sanscrito maya; ver las cosas como separadas del espíritu, entonces aparecen como reales, pero si podemos verlas sólo como manifestaciones del espíritu, entonces son acciones creativas”. Sin embargo, aunque Wilber actualmente reniega de sus aportaciones a la psicología transpersonal, sus conceptos integristas en lo que considera los aspectos religiosos y espiritualistas del ser humano lo ubican en el plano de lo transpersonal.

“Nuestra percepción del mundo está limitada por el radio de alcance de los sentidos y por la configuración de nuestro entorno. En los estados transpersonales estas limitaciones parecen trascenderse. El tiempo y el espacio dejan de tener límites. Un estudio detallado de esas experiencias muestra fenómenos que desafían seriamente la cosmovisión de la ciencia”, menciona Stanilislav Groff.

Cuando la farmacéutica suiza Sandoz sintetizó en 1954 la dietilamida de ácido lisérgico (LSD por sus siglas
en inglés) y le envió unas muestras al Instituto de Investigaciones Psiquiátricas de Praga, Stanislav Groff, quien en ese entonces laboraba en dicho centro, comenzó a trabajar sobre su probable uso clínico, como ya lo había experimentado previamente su descubridor, el científico suizo Albert Hofmann. Groff se percató que aquella sustancia podía cambiar profundamente la conciencia de los sujetos, durante un periodo de seis a diez horas. Como Groff, la comunidad psiquiátrica de la época también pensó que si el LSD era capaz de alterar la psique de tal forma, lo podrían usar para ayudar a los pacientes esquizofrénicos, por lo que decidieron comenzar a experimentar personalmente para comprobar su hipótesis de si alterando su conciencia mejorarían sus pacientes.

Formado en un ambiente político-económico donde prevalecían las ideas del materialismo dialéctico de la antigua Unión Soviética (URSSS), Groff, como científico, consideraba que todo lo espiritual era pensamiento mágico primitivo y pensaba que las personas con experiencias místicas eran unos psicóticos. Para ellos las visiones de Mahoma y otros místicos eran consideras como un trastorno de la personalidad. Sin embargo, sus experiencias con el LSD lo llevaron a la espiritualidad. 

“Cuando experimentas con esa droga pasas por distintos estadios: uno muy visual, colores y formas geométricas y otro en el que puedes revivir cosas de tu pasado personal, incluso tu nacimiento. Y, finalmente, puedes llegar a la experiencia transpersonal en la que se rompen los límites del cuerpo; es una experiencia de absoluto, unidad con la gente, con la naturaleza, con el universo, teniendo mucho que ver con lo que narran los místicos cristianos o los textos clásicos del budismo. Mi experiencia con el LSD me llevó a la espiritualidad”, señala Groff. Algunas de las experiencias narradas por Groff se relacionan con secuencias de muerte y renacimiento. Otras implicaban sensaciones de unidad con el cosmos y en algunos casos recuerdos de vidas pasadas. Sin embargo, hay que señalar que el LSD no tiene un poder intrínseco positivo o negativo, depende del uso, la preparación, la calidad, la dosis, la metodología y el entorno, “nuestros experimentos nada tenían que ver con las fiestas psicodélicas”, afirma, y propone que el modelo actual de la psique humana es muy limitado, ya que el encuadre freudiano, de que todo viene de la infancia y de la conciencia individual, es un modelo caduco, dado que sus experimentos le permitieron entender que la psique y la conciencia son algo mucho más amplio. Groff afirma haber encontrado, en sus investigaciones y experiencias clínicas como psicoterapeuta, que las causas de algunos trastornos psicosomáticos pueden estar más allá de su biografía, dado que muchas de las personas, con las que ha trabajado por medio de la técnica respiratoria ideada por él para suplir el uso de psicodélicos, que llamó respiración holotrópica (un método de respiración acelerada que lleva a los estados alterados de conciencia), le han proporcionado información precisa de vidas pasadas, las cuales han sido cotejadas por él mismo.

Para concluir, dejo la definición de la Wikipedia del término transpersonal que significa “más allá” o “a través” de lo personal, refiriéndose a las experiencias, procesos y eventos que trascienden a lo que se considera una limitada sensación de identidad y que permite experimentar una realidad mayor y más significativa.

martes, 1 de febrero de 2022

BERTRAND RUSSELL: MADEJA

 



Fragmento de Los problemas de la filosofía. Bertrand Russell.

Habiendo llegado al final de nuestro breve resumen de los problemas de la filosofía, bueno será considerar, para concluir, cuál es el valor de la filosofía y por qué debe ser estudiada. Es tanto más necesario considerar esta cuestión, ante el hecho de que muchos, bajo la influencia de la ciencia o de los negocios prácticos, se inclinan a dudar que la filosofía sea algo más que una ocupación inocente, pero frívola e inútil, con distinciones que se quiebran de puro sutiles y controversias sobre materias cuyo conocimiento es imposible.

Esta opinión sobre la filosofía parece resultar, en parte, de una falsa concepción de los fines de la vida, y en parte de una falsa concepción de la especie de bienes que la filosofía se esfuerza en obtener. Las ciencias físicas, mediante sus invenciones, son útiles a innumerables personas que las ignoran totalmente: así, el estudio de las ciencias físicas no es sólo o principalmente recomendable por su efecto sobre el que las estudia, sino más bien por su efecto sobre los hombres en general.

Esta utilidad no pertenece a la filosofía. Si el estudio de la filosofía tiene algún valor para los que no se dedican a ella, es sólo un efecto indirecto, por sus efectos sobre la vida de los que la estudian. Por consiguiente, en estos efectos hay que buscar primordialmente el valor de la filosofía, si es que en efecto lo tiene.

La filosofía, como todos los demás estudios, aspira primordialmente al conocimiento. El conocimiento a que aspira es aquella clase de conocimiento que nos da la unidad y el sistema del cuerpo de las ciencias, y el que resulta del examen crítico del fundamento de nuestras convicciones, prejuicios y creencias. Pero no se puede sostener que la filosofía haya obtenido un éxito realmente grande en su intento de proporcionar una respuesta concreta a estas cuestiones. Si preguntamos a un matemático, a un mineralogista, a un historiador, o a cualquier otro hombre de ciencia, qué conjunto de verdades concretas ha sido establecido por su ciencia, su respuesta durará tanto tiempo como estemos dispuestos a escuchar. Pero si hacemos la misma pregunta a un filósofo, y éste es sincero, tendrá que confesar que su estudio no ha llegado a resultados positivos comparables a los de las otras ciencias. Verdad es que esto se explica, en parte, por el hecho de que, desde el momento en que se hace posible el conocimiento preciso sobre una materia cualquiera, esta materia deja de ser denominada filosofía y se convierte en una ciencia separada. Todo el estudio del cielo, que pertenece hoy a la astronomía, antiguamente era incluido en la filosofía; la gran obra de Newton se denomina Principios matemáticos de la filosofía natural. De un modo análogo, el estudio del espíritu humano, que era, todavía recientemente, una parte de la filosofía se ha separado actualmente de ella y se ha convertido en la ciencia psicológica. Así, la incertidumbre de la filosofía es, en una gran medida, más aparente que real; los problemas que son susceptibles de una respuesta precisa se han colocado en las ciencias, mientras que sólo los que no la consienten actualmente quedan formando el residuo que denominamos filosofía.

Para resumir nuestro análisis sobre el valor de la filosofía: la filosofía debe ser estudiada, no por las respuestas concretas a los problemas que plantea, puesto que, por lo general, ninguna respuesta precisa puede ser conocida como verdadera, sino más bien por el valor de los problemas mismos…

Sin embargo, esto es sólo una parte de la verdad en lo que se refiere a la incertidumbre de la filosofía. Hay muchos problemas —y entre ellos los que tienen un interés más profundo para nuestra vida espiritual— que, en los límites de lo que podemos ver, permanecerán necesariamente insolubles para el intelecto humano, salvo si su poder llega a ser de un orden totalmente diferente de lo que es hoy. ¿Tiene el Universo una unidad de plan o designio, o es una fortuita conjunción de átomos? ¿Es la conciencia una parte del Universo que da la esperanza de un crecimiento indefinido de la sabiduría, o es un accidente transitorio en un pequeño planeta en el cual la vida acabará por hacerse imposible? ¿El bien y el mal son de alguna importancia para el Universo, o solamente para el hombre? La filosofía plantea problemas de este género, y los diversos filósofos contestan a ellos de diversas maneras. Pero parece que, sea o no posible hallarles por otro lado una respuesta, las que propone la filosofía no pueden ser demostradas como verdaderas. Sin embargo, por muy débil que sea la esperanza de hallar una respuesta, es una parte de la tarea de la filosofía continuar la consideración de estos problemas, haciéndonos conscientes de su importancia, examinando todo lo que nos aproxima a ellos, y manteniendo vivo este interés especulativo por el Universo, que nos expondríamos a matar si nos limitáramos al conocimiento de lo que puede ser establecido mediante un conocimiento definitivo.

Verdad es que muchos filósofos han pretendido que la filosofía podía establecer la verdad de determinadas respuestas sobre estos problemas fundamentales. Han supuesto que lo más importante de las creencias religiosas podía ser probado como verdadero mediante una demostración estricta. Para juzgar sobre estas tentativas es necesario hacer un examen del conocimiento humano y formarse una opinión sobre sus métodos y limitaciones. Sería imprudente pronunciarse dogmáticamente sobre estas materias; pero si las investigaciones de nuestros capítulos anteriores no nos han extraviado, nos vemos forzados a renunciar a la esperanza de hallar una prueba filosófica de las creencias religiosas. Por lo tanto, no podemos alegar como una prueba del valor de la filosofía una serie de respuestas a estas cuestiones. Una vez más, el valor de la filosofía no puede depender de un supuesto cuerpo de conocimientos seguros y precisos que puedan adquirir los que la estudian.

De hecho, el valor de la filosofía debe ser buscado en una, larga medida en su real incertidumbre. El hombre que no tiene ningún barniz de filosofía va por la vida prisionero de los prejuicios que derivan del sentido común, de las creencias habituales en su tiempo y en su país, y de las que se han desarrollado en su espíritu sin la cooperación ni el consentimiento deliberado de su razón. Para este hombre el mundo tiende a hacerse preciso, definido, obvio; los objetos habituales no le suscitan problema alguno, y las posibilidades no familiares son desdeñosamente rechazadas.

Desde el momento en que empezamos a filosofar, hallamos, por el contrario, como hemos visto en nuestros primeros capítulos, que aun los objetos más ordinarios conducen a problemas a los cuales sólo podemos dar respuestas muy incompletas. La filosofía, aunque incapaz de decirnos con certeza cuál es la verdadera respuesta a las dudas que suscita, es capaz de sugerir diversas posibilidades que amplían nuestros pensamientos y nos liberan de la tiranía de la costumbre. Así, el disminuir nuestro sentimiento de certeza sobre lo que las cosas son, aumenta en alto grado nuestro conocimiento de lo que pueden ser; rechaza el dogmatismo algo arrogante de los que no se han introducido jamás en la región de la duda liberadora y guarda vivaz nuestro sentido de la admiración, presentando los objetos familiares en un aspecto no familiar.

Aparte esta utilidad de mostrarnos posibilidades insospechadas, la filosofía tiene un valor —tal vez su máximo valor— por la grandeza de los objetos que contempla, y la liberación de los intereses mezquinos y personales que resultan de aquella contemplación. La vida del hombre instintivo se halla encerrada en el círculo de sus intereses privados: la familia y los amigos pueden incluirse en ella, pero el resto del mundo no entra en consideración, salvo en lo que puede ayudar o entorpecer lo que forma parte del círculo de los deseos instintivos. Esta vida tiene algo de febril y limitada. En comparación con ella, la vida del filósofo es serena y libre. El mundo privado, de los intereses instintivos, es pequeño en medio de un mundo grande y poderoso que debe, tarde o temprano, arruinar nuestro mundo peculiar. Salvo si ensanchamos de tal modo nuestros intereses que incluyamos en ellos el mundo entero, permanecemos como una guarnición en una fortaleza sitiada, sabiendo que el enemigo nos impide escapar y que la rendición final es inevitable. Este género de vida no conoce la paz, sino una constante guerra entre la insistencia del deseo y la importancia del querer. Si nuestra vida ha de ser grande y libre, debemos escapar, de uno u otro modo, a esta prisión y a esta guerra

Un modo de escapar a ello es la contemplación filosófica. La contemplación filosófica, cuando sus perspectivas son muy amplias, no divide el Universo en dos campos hostiles: los amigos y los enemigos, lo útil y lo adverso, lo bueno y lo malo; contempla el todo de un modo imparcial. La contemplación filosófica, cuando es pura, no intenta probar que el resto del Universo sea afín al hombre. Toda adquisición de conocimiento es una ampliación del yo, pero esta ampliación es alcanzada cuando no se busca directamente. Se adquiere cuando el deseo de conocer actúa por sí solo, mediante un estudio en el cual no se desea previamente que los objetos tengan tal o cual carácter, sino que el yo se adapta a los caracteres que halla en los objetos. Esta ampliación del yo no se obtiene, cuando, partiendo del yo tal cual es, tratamos de mostrar que el mundo es tan semejante a este yo, que su conocimiento es posible sin necesidad de admitir nada que parezca serle ajeno. El deseo de probar esto es una forma de la propia afirmación, y como toda forma de egoísmo, es un obstáculo para el crecimiento del yo que se desea y del cual conoce el yo que es capaz. El egoísmo, en la especulación filosófica como en todas partes, considera el mundo como un medio para sus propios fines; así, cuida menos del mundo que del yo, y el yo pone límites a la grandeza de sus propios bienes. En la contemplación, al contrario, partimos del no yo, y mediante su grandeza son ensanchados los límites del yo; por el infinito del Universo, el espíritu que lo contempla participa un poco del infinito.

Por esta razón, la grandeza del alma no es favorecida por esos filósofos que asimilan el Universo al hombre. El conocimiento es una forma de la unión del yo con el no yo; como a toda unión, el espíritu de dominación la altera y, por consiguiente, toda tentativa de forzar el Universo a conformarse con lo que hallamos en nosotros mismos. Es una tendencia filosófica muy extendida la que considera el hombre como la medida de todas las cosas, la verdad hecha para el hombre, el espacio y el tiempo, y los universales como propiedades del espíritu, y que, si hay algo que no ha sido creado por el espíritu, es algo incognoscible y que no cuenta para nosotros. Esta opinión, si son correctas nuestras anteriores discusiones, es falsa; pero además de ser falsa, tiene por efecto privar a la contemplación filosófica de todo lo que le da valor, puesto que encadena la contemplación al yo. Lo que denomina conocimiento no es una unión con el yo, sino una serie de prejuicios, hábitos y deseos que tejen un velo impenetrable entre nosotros y el mundo exterior. El hombre que halla complacencia en esta teoría del cono cimiento es como el que no abandona su círculo doméstico por temor a que su palabra no sea ley.

La verdadera contemplación filosófica, por el contrario, halla su satisfacción en toda ampliación del no yo, en todo lo que magnifica el objeto contemplado, y con ello el sujeto que lo contempla. En la contemplación, todo lo personal o privado, todo lo que depende del hábito, del interés propio o del deseo perturba el objeto, y, por consiguiente, la unión que busca el intelecto. Al construir una barrera entre el sujeto y el objeto, estas cosas personales y privadas llegan a ser una prisión para el intelecto. El espíritu libre verá, como Dios lo pudiera ver, sin aquí ni ahora, sin esperanza ni temor —fuera de las redes de las creencias habituales y de los prejuicios tradicionales —serena, desapasionadamente, y sin otro deseo que el del conocimiento, casi un conocimiento impersonal, tan puramente contemplativo como sea posible alcanzarlo para el hombre. Por esta razón también, el intelecto libre apreciará más el conocimiento abstracto y universal, en el cual no entran los accidentes de la historia particular, que el conocimiento aportado por los sentidos, y dependiente, como es forzoso en estos conocimientos, del punto de vista exclusivo y personal, y de un cuerpo cuyos órganos de los sentidos deforman más que revelan. El espíritu acostumbrado a la libertad y a la imparcialidad de la contemplación filosófica guardará algo de esta libertad y de esta imparcialidad en el mundo de la acción y de la emoción. Considerará. sus proyectos y sus deseos como una parte de un todo, con la ausencia de insistencia que resulta de ver que son fragmentos infinitesimales en un mundo en el cual permanece indiferente a las acciones de los hombres. La imparcialidad que en la contemplación es el puro deseo de la verdad, es la misma cualidad del espíritu que en la acción se denomina justicia, y en la emoción es este amor universal que puede ser dado a todos y no sólo a aquellos que juzgamos útiles o admirables. Así, la contemplación no sólo amplia los objetos de nuestro pensamiento, sino también los objetos de nuestras acciones y afecciones; nos hace ciudadanos del Universo, no sólo de una ciudad amurallada, en guerra con todo lo demás. En esta ciudadanía del Universo consiste la verdadera libertad del hombre, y su liberación del vasallaje de las esperanzas y los temores limitados.

Para resumir nuestro análisis sobre el valor de la filosofía: la filosofía debe ser estudiada, no por las respuestas concretas a los problemas que plantea, puesto que, por lo general, ninguna respuesta precisa puede ser conocida como verdadera, sino más bien por el valor de los problemas mismos; porque estos problemas amplían nuestra concepción de lo posible, enriquecen nuestra imaginación intelectual y disminuyen la seguridad dogmática que cierra el espíritu a la investigación; pero, ante todo, porque por la grandeza del Universo que la filosofía contempla, el espíritu se hace a su vez grande, y llega a ser capaz de la unión con el Universo que constituye su sueño.


THICH NHAT HANH: POEMA

 


Este cuerpo no es mío.
No estoy limitado por este cuerpo.
Yo soy vida infinita.
Nunca he nacido y nunca moriré.
Observo al océano y al cielo tupido de estrellas,
Manifestaciones de mi verdadera mente maravillosa.
Yo soy libre desde antes que existiera el tiempo.
Nacimiento y muerte son sólo puertas por las que todos pasamos,
umbrales sagrados en nuestro viaje.
Nacimiento y muerte son el juego de esconderse y encontrarse.
Así que ríe conmigo,
Toma mi mano.
Digamos adiós uno al otro
para volvernos a encontrar pronto.
Mañana nos encontraremos nuevamente.
Nos encontraremos en el núcleo de cada momento.
Nos volveremos a encontrar en todas las forma de vida.
THICH NHAT HANH

BAKUNIN

 



Bakunin es un personaje fundamental en la Historia. En este artículo intentaremos abordar sus ideas, aunque sea de forma aproximada.

Mijail Bakunin (1814-1876) procedía de una familia aristocrática rusa. Abandonó su carrera militar y se instaló en Berlín para estudiar. La Revolución de 1848 le sorprendió en Praga donde fue detenido por las autoridades austriacas, siendo enviado a Rusia y desterrado a Siberia. Consiguió escaparse y vivió en varias ciudades europeas, instalándose en Suiza. Bakunin se destacó por su enfrentamiento con Marx en la Primera Internacional.

Bakunin defendía la libertad del individuo, pero concebida socialmente. El hombre no podría ser verdaderamente libre sino lo era el resto de seres humanos. Otra de las ideas fundamentales de Bakunin era su rechazo total a la Iglesia como institución, aunque admitía la pluralidad de cultos, ya que la religión era una cuestión del ámbito de las conciencias individuales. La educación era contemplada como un instrumento de cambio social. Esta idea caló en el anarquismo. Entre los anarquistas siempre hubo destacados pedagogos, que defendieron un nuevo modelo de educación basado en las ideas libertarias, abriendo escuelas, editando libros y revistas pedagógicas. En relación con esto estaría, también, la preocupación que los activistas anarquistas dieron al desarrollo de la propaganda oral hacia los obreros, muchos de ellos analfabetos.

Bakunin perseguía la eliminación del Estado por considerarlo un instrumento represivo, la desaparición del ejército, innecesario una vez que ya no había Estado; y la creencia en la revolución campesina, hecha desde abajo, por las masas, de forma espontánea, sin participación de partidos políticos de ningún tipo. Estos postulados se basaban en el rechazo radical de Bakunin y del anarquismo, en general, hacia la política y cualquier tipo de autoridad. El anarquismo no consideraba a los obreros industriales como protagonistas exclusivos de la revolución. Bakunin apostaba por los campesinos, mientras que otros anarquistas valoraron también la importancia de otros sectores oprimidos, como los estudiantes y los jóvenes.

Una vez que triunfase la revolución, surgiría una sociedad sin Estado, sin poderes institucionales, que se articularía en torno a comunas autónomas, especie de pequeñas células organizadas en régimen de autogestión. Mediante el sufragio universal masculino y femenino se elegirían a quienes dirigirían las comunas. Éstas podrían federarse o separarse libremente de otras comunas, hasta constituir regiones o naciones, pero manteniendo siempre la capacidad de abandonar la federación en la que se habrían integrado. En las comunas la propiedad sería colectiva.

El ideal anarquista sería, en conclusión, el de una sociedad de hombres y mujeres absolutamente libres, que no obedecerían más que a su razón. Las comunas eran la constatación del rechazo anarquista hacia las grandes concentraciones fabriles y de población, resultado de la Revolución Industrial, ya que, se pensaba que en estas concentraciones era imposible el ejercicio constante de la soberanía verdaderamente popular.

Bakunin ingresó en 1868 en la Internacional, protagonizando un duro enfrentamiento con Marx en el Congreso de Basilea de 1869. La polémica giró en torno a la participación obrera en la política, rechazada frontalmente por Bakunin. Pero Marx consiguió que la mayoría del Congreso se declarara a favor de la organización de un partido obrero. En el Congreso de La Haya (1872) los anarquistas fueron expulsados de la AIT, aunque éstos convocaron otro congreso en Saint-Imier para rechazar los postulados marxistas.