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Paz y Ciencia
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martes, 15 de julio de 2014

El quehacer materno

[..] la madre de varios hijos empieza a tener un dominio tal de la técnica del quehacer materno que tiende a hacer todo lo correcto en los momentos oportunos, y entonces al infante que ha comenzado a separarse de ella no le resulta posible lograr el control de las cosas buenas que están sucediendo. El gesto creativo, el llanto, la protesta, todos los pequeños signos que se suponen suscitan lo que la madre protesta [...]

Al infante sólo le quedan dos alternativas: un estado permanente de regresión o fusión con la madre, o bien un rechazo total de la madre, incluso de la madre aparentemente buena (1960).

martes, 6 de mayo de 2014

Winnicott: Augusto Abello y Ariel Liberman


"En verdad que pobres somos si solo estamos cuerdos"

Soy un firme defensor de la teoría de Winnicott, también de su praxis. En verdad, es un autor poco resistido. Su obra parte, y creo que es justo decirlo, de las obras de Klein sobre el "Psicoanálisis de niños". Obras que le impactaron.

En esta fantástica obra se trata con cariño y precisión los conceptos que sirven como eje de la teorización del genio que pasó de puntillas y ahora está siendo (re)descubierto.

Los autores hacen alarde de un conocimiento enciclopédico en lo referente a Winnicott.
Salpicado de hermosas y pertinentes citas, este libro es serio y un referente para conocer, reconocer y estudiar a Winnicott. En mi caso, me está ayudando mucho, a recordar, a descubrir y a ver una "perspectiva relacional".

En definitiva, y con ánimo de que este texto no termine sino en la "phantasy" de cada lector, momento eterno.

Rodrigo Córdoba Sanz, Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza.

domingo, 4 de mayo de 2014

Donald Woods Winnicott: ¿Por qué?


Entre tantas ideas erróneas y malas comprensiones del psicoanálisis, quizás la más grave de todas es pensar que el psicoanálisis es un sistema teórico-terapéutico  coherente y homogéneo. No existe el psicoanálisis, existen los psicoanálisis, y es por eso que cuando alguien me dice una afirmación del tipo “El psicoanálisis dice que todos los sueños son realizaciones de deseos” yo pregunto: ¿Cuál psicoanálisis? ¿El de Freud? ¿El de Klein? ¿El de Lacan? ¿El de Hartmann? Sería maravilloso tener una integración de las teorías psicoanalíticas en un solo paradigma. Lamentablemente eso es imposible. No porque las teorías se contradigan entre sí, sino porque cada escuela se ha fundado a partir de las necesidades de pacientes en diferentes contextos y momentos históricos. Mis pacientes no son los pacientes de Freud y eso debo tenerlo en cuenta constantemente. Creo firmemente que nosotros no elegimos nuestro modelo terapéutico; lo eligen nuestros pacientes y sus necesidades afectivas.

     Sería imposible para mí exponer en estos escasos minutos incluso una mínima reseña de cada escuela psicoanalítica, es por eso que me limitaré a hablar únicamente de aquella que teóricamente me ha otorgado una mayor comprensión de mis pacientes y que terapéuticamente me ha ayudado a acompañarlos de manera más eficaz. Se trata de la escuela de relaciones objetales y más específicamente del psicoanálisis de Donald Winnicott.

     A diferencia del modelo de Freud, de Klein ó de Lacan, la teoría de Winnicott es una teoría de la salud y no de la enfermedad. Winnicott intentaba encontrar, incluso en los casos más graves, un punto luminoso dentro de los violentos cuadros patológicos de sus pacientes. Esto es, desde luego, mucho más difícil que enfocarse en los síntomas y formaciones de compromiso que saltan a la vista del clínico. Quizás me he identificado con el pensamiento de Winnicott porque  mis pacientes son más parecidos a los suyos que a los de cualquier otro teórico que haya estudiado; personas con fuertes carencias emocionales cuyo padecimiento no se funda en el conflicto sino en la falta. Y con esto me refiero a una falta muy temprana, a un fracaso en la adaptación de la madre a las necesidades del bebé cuando éste se encontraba en un estado de dependencia absoluta.

     Para Winnicott, todo ser humano trae consigo la semilla de la salud y la creatividad. ¿Y qué necesita una semilla para brotar en un fruto nutritivo? Necesita una buena provisión ambiental. Los padres no provocan la salud en sus hijos. Su labor es únicamente la de proveer un ambiente suficientemente bueno que permita al niño desarrollarse sanamente. Con respecto esto, Winnicott dijo: “Ni siquiera podemos enseñarles a caminar, pero su tendencia innata a caminar, nos necesita, a cierta edad, como figuras de apoyo”. Ninguna madre puede ser perfecta, eso es un hecho; la adaptación total a las necesidades del bebé resulta físicamente imposible. Por eso, Winnicott llamó “madre suficientemente buena” a aquella que logra hacer una adecuada conexión con los procesos, primero biológicos y luego emocionales de su hijo. Observen cómo existen madres que sin siquiera pensarlo le quitan el suetercito a su bebé y éste deja de llorar. En esta relación, la frase “el bebé tiene calor” no pasa por el pensamiento de la madre. Se trata de una devoción emocional.

     Pero esto no siempre ocurre así. Cuando los fracasos ambientales son abruptos y constantes, el bebé difícilmente podrá experimentar una continuidad en su existencia (continuidad dada por los cuidados maternos). Pienso en los casos en que una madre está deprimida, psicótica o es sumamente narcisista. Al experimentar estas fallas, el bebé se verá obligado a adaptarse a las necesidades de mamá, cuando debería ser al revés. Winnicott jamás definió la salud como ausencia de enfermedad, prefería definirla en términos positivos y no negativos. La salud implica sentirse vivo, sentirse real, experimentar los propios instintos y vivencias en el propio cuerpo. ¿Qué posibilidades de sentirse vivo tiene un niño que se experimenta a través de su madre? Noten como hay niños pequeños (y en ocasiones, adultos) que deben voltear a ver la reacción de su madre para saber cómo han de reaccionar ante una vivencia personal. Pienso en el niño que cae del árbol desconcertado y únicamente llora cuando su madre lo hace dramáticamente.

     Ya en psicoterapia, el modelo de Winnicott se basa en las herramientas que nos otorga el encuadre del psicoanálisis clásico y que fomentan la regresión del paciente. Cuando el paciente con fallas importantes en su desarrollo emocional, se siente en un ambiente de confianza en donde el analista está en contacto con sus necesidades y establece una relación vincular empática, tenderá a una regresión al estado primitivo de dependencia absoluta. Así como dependió de la madre, dependerá ahora del analista. Este movimiento es necesario; no puede haber una independencia relativa si antes no hubo una dependencia absoluta; no puede haber separación si antes no hubo unión. Ahora el analista habrá de adaptarse a las necesidades emocionales del paciente y esto implica salir algunas veces de los estándares del psicoanálisis clásico. Para esto me gusta tener en mente que el psicoanálisis es secundario; lo primero es la salud de mi paciente. Y así como una madre no puede ser perfecta, el analista tampoco; eventualmente fracasará en su tarea de adaptación y eso nos dará una herramienta invaluable. Ahora el paciente adulto podrá sentir y expresar la rabia de ese fracaso como no pudo hacerlo cuando era un bebé. La separación se dará paulatinamente.

     Ahora, el espacio del análisis es muy importante. Winnicott se preguntaba “¿En dónde está un niño cuando juega?”. Definitivamente no está en la realidad ya que en el juego del niño, una caja bien puede ser una casa o una nave espacial. Tampoco está sumergido en su mundo interno; esto implicaría que se trata de un niño autista ó esquizoide. Winnicott propone la idea del “espacio intermedio” ó “espacio transicional”; un espacio que es al mismo tiempo físico y psíquico en donde la realidad externa y la interna se contraponen. Es el lugar de la creatividad y de las actividades culturales, en donde las cosas son y al mismo tiempo no son. Es un lugar permeable puesto que un niño fácilmente puede entrar en el juego del otro y ampliar el espacio.

     Para Winnicott el análisis es un juego que se juega entre dos; el analista y el paciente que juegan a conocer a uno de ellos. En la transferencia el analista es y noes la madre y eso es lo que nos permite entender y contactarnos con las necesidades más primitivas de nuestros pacientes, sus fallas y sus conflictos. El análisis es un espacio transicional y creativo que funciona como lo hace un osito de peluche en la infancia; ayuda a pasar de una etapa a otra para después ser abandonado, habiendo introyectado sus funciones y lo que representa.


Bibliografía recomendada:

  • Winnicott, D.W. (1954) Meta-psychological aspectes of regression in the psycho-analytic setting. En Trough  Paediatrics to Psycho-analysis.
  • Winnicott, D.W. (1971) Transitional objects and transitional phenomena. En Playing and Reality
  • Winnicott, D.W. (1986) El gesto espontáneo. Paidós
  • Winnicott, D.W. (1956) Clinical variations of transference. En Trough  Paediatrics to Psycho-analysis.

viernes, 25 de abril de 2014

Ronald Fairbairn



Carlos Rodríguez Sutil ©

SOBRE LA OBRA DE W. RONALD D. FAIRBAIRN


INTRODUCCIÓN
La obra de Fairbairn dentro del movimiento psicoanalítico es sorprendentemente original, sobre todo si tenemos en cuenta la época en que fue realizada, años cuarenta y cincuenta principalmente. Parte de esta originalidad es atribuida por Ernest Jones a que Ronald Fairbairn desarrolló prácticamente toda su carrera aislado de la comunidad psicoanalítica. Harry Guntrip distingue tres fases en el desarrollo profesional de Fairbairn:
a)      el período freudiano (1927-1934),
b)      el período kleiniano (1934-1940), y
c)      el período propiamente fairbairniano (de 1940 hasta el final en 1965).

Con Melanie Klein se tiene la sensación de observar procesos puramente endopsíquicos que evolucionan con el estímulo, sólo parcial, de los acontecimientos externos. Por ejemplo, para Fairbairn la maldad del objeto (la madre) procede de no haber prestado la atención debida, mientras que para Melanie Klein esa maldad era una consecuencia del sadismo intenso, innato o de la pulsión de muerte. La teoría de las relaciones objetales que propone Fairbairn anuncia una epistemología intersubjetiva, externalista, en consonancia con el enfoque anticartesiano de autores recientes como Mitchell o Stolorow. Un hecho que parece ser afectó profundamente a Fairbairn fue la manifestación de una de sus primeras pacientes, tras varios años de terapia, que le dijo:

“Usted está siempre hablando de que yo quiero tener satisfecho tal o cual deseo, pero lo que yo realmente quiero es un padre”.

Fairbairn siempre estuvo en contra de las concepciones energetistas en psicoanálisis y en su madurez afirmó que lo que busca la libido desde el inicio no es la descarga sino al objeto; el placer libidinoso, dirá, no es más que un medio para obtener al objeto. Además, si pensamos la libido en relación con el objeto estará de acuerdo con el principio de la realidad, sólo si se concibe sin relación con el objeto es cuando sigue el principio del placer, y se trata, por tanto, de una falsa dicotomía. Si sólo buscara el placer no se explicaría el paso al proceso secundario. Freud recurrió a partir de 1920 al mecanismo de la compulsión a la repetición para comprender el fenómeno de la adherencia neurótica a una experiencia dolorosa pero, comenta Fairbairn, si consideramos que la libido busca primariamente al objeto no es necesario recurrir a ese mecanismo. Rechaza el concepto de pulsión de muerte y entiende que la agresión es una reacción a la frustración de las necesidades libidinales. El principio del placer no es la forma primaria de la actividad humana sino, más bien un deterioro de la actividad basada en el principio de realidad, más naturalmente primario.
Fairbairn concede gran trascendencia al entorno materno en la aparición o no del trauma. Los trastornos del desarrollo se producen cuando la madre no hace sentir al niño que lo ama por sí mismo, como persona. Estas madres pueden ser tanto posesivas como indiferentes de una manera semejante a las madres erráticas de las que hablará Winnicott para referirse a la maternidad errática en las psicosis provocadas por el ambiente.
Entre las aportaciones teóricas fundamentales se cuenta también la introducción de la posición esquizo-paranoide en la base de la estructuración psíquica, por lo que la escisión psicótica es el fondo de toda personalidad. También su concepto de las neurosis como formas de defensa ante las ansiedades básicas (psicóticas). Fairbairn elaboró igualmente una metapsicología propia y describió una estructura del psiquismo en términos de relaciones objetales, diferente de la freudiana. Finalmente, el objetivo de la psicoterapia no es tanto analizar la culpa o los conflictos inconscientes sino hacer salir los objetos malos interiorizados.

ESTRUCTURA Y DEFENSAS
     
Ronald Fairbairn postula, en un artículo publicado en 1944, Las Estructuras Endopsíquicas Consideradas en Términos de Relaciones de Objeto, que el aparato psíquico debe estar constituido por los objetos introyectados o interiorizados. Si las pulsiones no pueden existir en ausencia de una estructura del yo - digamos, de un psiquismo - no es posible establecer una delimitación práctica entre el yo y el ello. Si los impulsos no pueden ser considerados a parte de los objetos – externos o internos – no son, en definitiva, más que los aspectos dinámicos de las estructuras endopsíquicas. La represión, según Fairbairn, se establece sobre los objetos malos internalizados, pero no sólo sobre ellos, sino también con las partes del yo que buscan establecer relaciones con estos objetos. El yo, por consiguiente, se fragmenta, y unas partes se oponen a otras, proceso no muy diferente del que sugiriera Freud en Duelo y Melancolía, de 1915. El yo y el superyó reprimidos son estructuras, pues lo que se reprime son estructuras, no impulsos.
La tópica que propone Fairbairn consta de cinco instancias: Yo Central (YC), Yo Libidinoso (YL), Saboteador Interno (SI), Objeto Rechazante (OR) y Objeto Necesitado (ON).

Yo Central (YC): no tiene su origen en otra estructura (el ello como postulaba Freud) ni es una estructura pasiva que dependa de las pulsiones. Es una estructura primaria y dinámica, de la que se derivan las otras estructuras mentales.
Yo Libidinoso (YL): se deriva del yo central y no es un mero depósito de impulsos instintivos, sino una estructura dinámica pero más infantil, menos organizada, menos adaptada a la realidad y más cercana a los objetos internalizados.
Saboteador Interno (SI): no es un objeto interno, sino una estructura del yo y está relacionado con un objeto interno, el Objeto Rechazante.

Para explicar los otros dos elementos (OR, ON) debemos advertir que para Fairbairn el niño se vuelve ambivalente hacia su madre porque ésta se convierte en un objeto ambivalente, a la vez bueno y malo. Entonces divide a la madre en dos objetos e internaliza el malo, porque siente que en su interior las situaciones están bajo su control. El objeto malo internalizado, a su vez, tiene dos facetas, una que frustra – el objeto rechazante (OR) -  y otra que tienta y atrae – el objeto necesitado(ON)-.
El mecanismo responsable del proceso es la represión. La constitución de la estructura endopsíquica básica tiene lugar antes del Edipo. Lo que aporta el Edipo, en realidad, es la última capa en la estructuración del psiquismo. En el primer nivel el cuadro se encuentra dominado por la situación edípica misma. En el nivel siguiente está dominado por la ambivalencia hacia el padre heterosexual y en el nivel más profundo está dominado por la ambivalencia hacia la madre. El Edipo es un fenómeno más sociológico que psicológico, cuya mayor importancia reside en que divide el objeto ambivalente en dos, siendo uno el objeto aceptado, identificado con uno de los padres, y el otro el objeto rechazado, identificado con el otro padre.
Pero, de manera más genérica, propone una crítica de las fases del desarrollo psicosexual. Lo importante no es el canal sino la naturaleza de la actitud emocional personal, ya sea libidinal, sádica, destructiva o inhibida. Y en consecuencia se puede afirmar que el adulto no es maduro porque sea genital, sino que es capaz de relaciones genitales adecuadas porque es maduro. Ronald Fairbairn diferencia tres fases principales en el desarrollo:
·         Dependencia Infantil
o   Oral primaria
o   Oral secundaria
·         Transición
·         Dependencia madura

La fase oral, por tanto, como ya ocurría con Melanie Klein pasa a ser el fundamento de la organización del psiquismo y la época en que se forman las dos posiciones: esquizo-paranoide y depresiva. La caracterización de la posición esquizoide es una aportación original de Fairbairn, que introduce a partir de un artículo publicado en 1940, Factores Esquizoides de la Personalidad, aceptada después por M. Klein. Esta es la posición básica de la psique y cierto grado de disociación está presente de forma invariable en el nivel mental más profundo. En el esquizoide la intensa necesidad de un buen objeto de amor coincide con un temor igualmente grande a las relaciones objetales. Sin embargo, lo que aparece ante el exterior es una máscara de distanciamiento y apatía emocional.
Las psicosis son una manifestación de la dependencia infantil y de angustias primitivas, esquizoides y depresivas, mientras que las psiconeurosis son una defensa contra dichas angustias o, dicho en otras palabras, los estados esquizoides y depresivos no pueden ser considerados defensas, sino que son algo de lo que el yo se defiende.
En cuanto a las técnicas para defenderse de las angustias primitivas, se identifican cuatro:


TÉCNICA

OBJETO ACEPTADO

OBJETO RECHAZADO
OBSESIVA
Internalizado
Internalizado
PARANOIDE
Internalizado
Externalizado
HISTÉRICA
Externalizado
Internalizado
FÓBICA
Externalizado
Externalizado

La técnica paranoide consiste en expulsar fuera o proyectar el objeto rechazado. La técnica obsesiva es más desarrollada porque trata la excreción no sólo como la expulsión de un objeto malo (perseguidor), sino también como la separación de un objeto (en parte bueno) que puede ser perdido, con lo que se pone en funcionamiento la necesidad de controlarlo, es decir, retenerlo. El fóbico, como el paranoide, coloca el objeto rechazado en el exterior, pero no para reaccionar ante él con hostilidad sino para huir del mismo. El histérico, como el obsesivo, internaliza el objeto malo pero no intenta dominarlo sino que, como el paranoide, lo rechaza, usando en cambio la represión y la disociación. En definitiva, el obsesivo retiene e intenta dominar ambos objetos, el fóbico los trata ambos como externos, busca huir del malo y refugiarse en el bueno. El paranoide externaliza el objeto malo y lo ataca, y acepta el objeto bueno en su interior, identificándose con él, mientras que el histérico hace lo contrario, externaliza el objeto bueno y se adhiere a él e internaliza el objeto malo y lo rechaza en su interior.

RECOMENDACIONES TÉCNICAS

            Como sugiere Fairbairn en un artículo escrito en 1958 debemos suponer que el paciente ha sufrido importantes deprivaciones en la infancia y acude a nosotros con un intenso anhelo por lograr relaciones objetales. Puesto que la situación analítica ortodoxa impone la deprivación de las relaciones objetales con el analista (principio de abstinencia), su efecto es la reproducción de la deprivación originalmente sufrida. Esta situación es propicia para provocar una regresión en el paciente que le permita ver el principio del placer y los procesos primarios como técnicas realmente defensivas, es decir, no como fenómenos auténticamente primarios sino como reacciones a las carencias iniciales. La utilidad de la regresión terapéutica también ha sido destacada por Winnicott y por Ronald Laing y el movimiento antipsiquiátrico por él fundado en los años setenta. Sin embargo, Fairbairn se situaba en contra de la regresión como procedimiento terapéutico. Tal vez esto se deba al hecho de que él trabajaba con pacientes esquizoides, narcisistas y límites, ya de por sí regresivos.
            En cuanto a dos conceptos centrales de la terapia psicoanalítica, transferencia y resistencia, Fairbairn opinaba lo siguiente. La resistencia proviene del mantenimiento del mundo interno del individuo como un sistema cerrado. La transferencia puede entenderse como una forma de resistencia pues deriva de la fijación en los objetos internos y consiste en convertir al analista en uno de esos objetos internos.
            La tarea terapéutica debe entenderse como el intento por reducir la escisión original del yo recuperando las partes escindidas y colocadas en las instancias auxiliares, pulsiones y objetos parciales. Este intento produce resistencia en el paciente, resistencia que sólo puede ser superada cuando la transferencia ha llegado a un punto en que el analista se vuelve un objeto bueno, tan bueno que el paciente se atreve a exteriorizar sus objetos malos inconscientes. El psicoterapeuta, por consiguiente, se entiende como un “sucesor del exorcista” cuya misión no es tanto perdonar los pecados como desalojar los demonios. En psicoterapia la culpa actúa como una resistencia, como una defensa adicional a la represión, por lo que no es adecuado centrarse en la culpa edípica.

domingo, 18 de abril de 2010

Psicoanálisis vincular y Psicoterapia relacional

Comentaba alguna idea sobre psicoterapia relacional. También podemos hablar de psicoanálisis vincular, sea como fuere estamos prestando atención en ambos casos al espacio intersubjetivo creado entre paciente y analista.
Cuando pensamos en el espacio intersubjetivo nos referimos a dos lugares, dos mundos que se entrelazan desde una posición algo distinto porque existe una cierta asimetría, necesaria para que se de una beneficiosa psicoterapia. Es la nueva corriente, hace poco en la I.P.A. se creo un espacio para el psicoanálisis vincular de manos de Beatriz Janine e Isidoro Berenstein, docentes entre otros lugares del Hospital Italiano de Buenos Aires. Grandes investigadores y clínicos avezados, Janine es una admiradora de la obra de Piera Aulagnier y quizá ella haya sido una de las primeras teóricas-clínicas que pasan a entender el sistema de la familia con conceptos como el "contrato narcisista", los conceptos de violencia primaria y secundaria. Su modo de entender la fantasmática del paciente.
Ya no se contempla sólo como el espacio personal donde un analista intenta facilitar el esclarecimiento de las fantasías, angustias y deseos que conforman el fértil camino del insight. En la psicoterapia vincular se da pasos a familias y grupos y se trata de entender el producto de las relaciones entre miembros de familias y grupos para resolver problemas vinculares, de relación.
La psicoterapia relacional trata de entender la relación analítica como la fuente donde se desarrolla el trabajo analítico, dejando en un segundo plano, o en función de esa relación, las intervenciones verbales.
Son nuevas propuestas, frescas y más ajustadas a las nuevas demandas y a la clínica del siglo XXI.

Psicoterapia Relacional

La psicoterapia relacional, de la que en España Joan Coderch es un gran referente se formula siguiendo al Freud de la última época, Freud abandonó la praxis de neutralidad, quizá por la intuición de aquel enfant terrible que fue Ferenczi. Ferenczi postuló ejercer un cuidado a modo de maternaje, dando más importancia a la relación. Fairbairn cambió el ejercicio del psicoanálisis siguiendo modelos pulsionales para decir que la líbido es una buscadora de objetos. Que el ejercicio de la líbido consiste en establecer relaciones emocionales. Harry Stack Sullivan fue el padre de la psicoterapia interpersonal, poco estudiado y comprendido fue también pionero.
El miedo, como dice Coderch es desviarse del psicoanálisis ortodoxo, no obstante autores como Winnicott o Kohut han establecido un modelo de tratamiento distinto al clásico freudiano.
De los últimos escritos de Freud tenemos la certeza de que al final de su trayectoria su modelo de trabajo era más cercano, prestaba libros y se alejó un poco de esa posición fría y distante que se llamó terapéutica.
Joan Coderch nos explica que para el tratamiento de pacientes con déficit, carencias o falla básica (Balint), discípulo de Ferenczi, la propia relación emocional que se desarrolla entre paciente y terapeuta tiene la clave del tratamiento. Esto es el medio ambiente que se le provee al paciente es más importante que las interpretaciones. Lo cual significa un cambio en la concepción del psicoanálisis, un avance.
Ya no impera el psicoanalista serio, rígido, callado, inactivo y distante sino que se trata de construir un clima de mutua colaboración. Coderch también reconceptualiza el concepto de transferencia, alejándose de la propuesta antigua según la cual la transferencia era la proyección de fantasías y vivencias del pasado en la relación con el analizado. También redefine el concepto de Complejo de Edipo que lo valora como un aspecto en el caso de que haya un problema en la relación madre-padre-hijo.
Coderch explica que existe un continuum o gradiente entre el trastorno por déficit y el trastorno intrapsíquico. Nos dice que ahora los consultantes se quejan de vacío interior, vida aburrida, problemas de sentido y que detrás de esos emergentes se halla una carencia vivida que ha de subsanarse en la transferencia de una psicoterapia relacional.
El trabajo es pues, intersubjetivo, entre dos y la propia relación emocional entre paciente y analista es la que ha de estar diseñada y construida para el propósito de curar o aliviar al paciente de su problema.
Cuando intervenimos de forma interpretativa o con confrontación en pacientes con déficit encontramos que esto resulta violento, Coderch recuerda a Winnicott en su estructuración del modo de establecer el setting y recalca que lo más bello e importante que se pueda conseguir está en el ambiente generado por el encuadre, por la relación emocional, por el vínculo generado, más allá de la existencia de interpretaciones, clarificaciones, señalamientos o explicaciones.
Por tanto recalca el papel de lo pragmático frente a lo semántico.



lunes, 12 de abril de 2010

Psicoterapia y Lenguajes

La psicoterapia es un proceso que requiere un esfuerzo, sagaces, aventureras y atrevidas son las personas que quieren indagar en sus pensamientos, sus emociones, sus sentimientos, sus fantasías y sus sueños.
Durante la psicoterapia aparecen eso que se ha dado en llamar mecanismos de defensa, que tienen un papel útil pero que en exceso resultan patológicos. Por citar un ejemplo, la defensa obsesiva de la racionalización, justificación mediante argumentos lógicos de aspectos que son vividos y tocan el punto álgido de las emociones. Las personas obsesivas se manejan mejor en la razón que en la emoción, por ello hablar de sentimientos no está en su diccionario sentimental. Es significativo que un diccionario sentimental como tal fuera escrito por Jose Antonio Marina, un educador y filósofo que atiende a muchas razones, un señor muy intelectualizado. Inteligente y audaz se quiso entrar en los sentimientos desde la filosofía del lenguaje. La antropología y la sociología de las distintas culturas y el uso de las palabras y conceptos. Varios libros de este autor dan buena fe de este afán de dibujar a través de la palabra lo más interno del sujeto y de una cultura.
La psicoterapia es una cura a través de la palabra, pero como dice Joan Coderch nos olvidamos generalmente del componente pragmático, esto es el setting, encuadre o dispositivo generado como marco de trabajo, frecuencia de sesiones y honorarios son las variables fijas. También hay un componente semántico-referencial que tiene que ver con la palabra y su uso, con lo que se dice, de gran interés clásico porque remite a la interpretación. La psicoterapia vincular hace fuerza en el papel pragmático, en la forma del vínculo y en el aspecto no verbal. Nadie sale inerme ante una psicoterapia. Sin embargo ante un trabajo psicológico de técnicas y artificios la persona puede quedar diluida entre tareas para casa y otras técnicas como hojas de autorregistro que despistan al sujeto de la relación emocional que se establece entre terapeuta y paciente.
Desde todas las corrientes se dice que es en esa relación, concebida como transferencia-contratransferencia donde se da la clave de la psicoterapia.
Dice Joan Coderch que no existe todavía un monismo eficaz en psicoterapia y que es cada relación, cada vínculo terapeuta-paciente donde está la clave de la eficacia del tratamiento. Como decía Leon Grinberg, psicoanalista de gran prestigio, "El Psicoanálisis es cosa de dos".

jueves, 14 de mayo de 2009

Realidad Jugando


Este artículo es un abierto homenaje a Winnicott y aquellos que con su obra integran su lectura de la clínica y de la "Naturaleza Humana", pienso ahora en Nemirovsky, Painceira y otros más antiguos como Masud Khan o Margaret Little. Su trabajo más interesante tal vez sea el de los objetos y fenómenos transicionales, este momento es recogido en "Playing and Reality", traducido como Realidad y Juego, Gedisa.
Me gustaría rescatar el lado más genial, brillante y creativo de esta contribución sin igual de DW Winnicott. El "solapar dos áreas de juego". Es inevitable que su condición de pediatra se filtrara en su función de psicoterapeuta. Por tanto decidió que si los niños que acudían al Paddington Green o a su consultorio participaban y creaban nuevas construcciones con el "squiggle" o juego del garabato, podría darse el caso que, tal y como dice Freud en "El poeta y los sueños diurnos", el neurótico es un niño que juega. Esto significa que "los poetas", para eso Freud difundió las patografías por las que tanto gusta Castilla del Pino. Véase los ensayos de Freud sobre Psicoanálisis del Arte: "Dostoyevsky y el parricidio" (1928) o "El delirio y los sueños de la Grádiva de Jensen" (1907). En el primero se habla del sentimiento de culpa, del complejo paterno que decía Jung y en el segundo de que en todo delirio hay un "grano" de verdad. Comprenden gran suma de conocimientos cuyo lugar ahora no es este.
Hablar de DW Winnicott es de la actitud del juego, quien le conocía a él y a Clare Britton sabía que estaban todo el día jugando.
El Playing en psicoterapia es un buen indicador de salud del consultante y de la psicoterapia, se trata de llevar del Game al Playing. Podría decirse que si Klein invitó a considerar la posición esquizo-paranoide y la depresiva (concern para Winnicott). Winnicott trata de diferenciar el game del playing como el resultado de una posicion evidenciada en la clínica en la que en la primera hay ciertas analogías con la posición esquizo-paranoide. Por el repliegue, el sistema defensivo y la participación algo forzada, donde lo persecutorio tiene más presencia y todo parece acartonado.
El playing es la condición a construir entre dos, como recuerda Leon Grinberg en uno de sus trabajos. Se trata de crear una atmósfera, ese lugar de holding, ese continente de Bion, un lugar donde metabolizar elementos desde el propio encuadre, un encuadre que no es mudo como defendían los anteriores, se trata de un encuadre que se ajusta a las necesidades básicas del individuo, como una mano que mece a un bebé, se trata de revivir en la transferencia lo no vivido y sentir lo "suficientemente bueno", esto solamente, el abordaje ambiental (recordemos el gusto de Winnicott por "El Origen de las Especies") es suficiente para que el insight llegue vivido, se conecta el intelecto con lo emocional, recibiendo del ambiente proporcionado por el encuadre y de las interpretaciones tenues del analista pequeños objetos para ir metabolizando y crecer mentalmente, que es en definitiva como dice Bleichmar en "Avances en Psicoterapia Psicoanálitica", el objetivo del análisis. Ese propio crecimiento modifica la estructura de personalidad.

Se trata de jugar, para ello ese clima de distensión dista mucho del encuadre analítico de los Institutos, donde la interpretación tiene primacía y el encuadre es mudo. Lo que el analizando necesita es un marco suficientemente bueno para crecer, el aporte interpretativo tiene un carácter secundario. Lo podemos entender desde la perspectiva de la Teoría de la Comunicación. El encuadre es analógico, proporciona un componente relacional, mientras que la interpretación es digital, luego de contenido.
Y para la maduración biológica y emocional necesitamos, hasta donde alcanzamos un medio suficientemente adecuado para crecer, condiciones atmosféricas, de apoyo, de alimento, de sueño, sexuales, también lúdicos.
Y la psicoterapia de DW Winnicott plantea un interpretar jugando, un interpretar a través del juego, porque generalmente la interpretación evidenciada suele tener un papel innecesario. Es el propio analizando el que puede acceder a dicho aporte.
Así que podemos jugar, sin circunstancias estentóreas pero si en un clima ajeno a lo pastoso de un contacto médico estandar y ortodoxo. Aquí, con el tiempo que genera una confianza básica (Balint) podemos jugar con las palabras, construir un lenguaje para la relación, generar elementos que transformen los contenidos a través de la propia relación. Así los propios contenidos van cambiando la relación de una manera autopoiética. Es creatividad para el propio crecimiento humano, si los niños pintan o dibujan; a través del lenguaje, con la palabra como medio podemos construir un metalenguaje generador de metáforas que accedan a cambios tipo 2. Que ofrezcan un cambio cambiando la pauta de relación con uno mismo ya que el juego (lo relacional) ofrece un acceso al interior del self más fácil que la cruenta interpretación poco recomendada para la clínica winnicottiana. Sobre esto último véase "Sostén e Interpretación".
En definitiva se trata de crear una atmósfera de relación jugando donde el objeto de interés sea el mundo interno del analizando, su fantasía y que se desarrolla una trasferencia donde se revivirá lo ya vivido y que está por "recordar".


Wassily Kandinsky (1866-1944), Murnau Street with Women, 1908. Oil on cardboard, 71 x 97 cm. Private collection, Courtesy Neue Galerie New York.