Rogers practicaba una escucha empática, era cercano, cálido. No entraba en sus moldes juzgar ni etiquetar. No pretendía mantener la asimetría entre psicólogo y paciente.
Prescindía de teorías, tecnicismos e interpretaciones.
Acompañaba y notaba físicamente y psíquicamente que me ofrecía su mano para sortear la angustia y el miedo. En pocas sesiones, desaparecieron las inhibiciones e inseguridades, permitiéndome ir al fondo de los problemas.
Pocas veces he experimentado con tanta claridad que se cumplía la frase de Ralph Waldo Emerson: "Amigo es aquel con el que puedes pensar en voz alta".
Las palabras curan cuando, cuando están impregnadas de ternura, y amor. No incurro en exageraciones.
Carl Rogers apunta que es imposible llevar una vida plena sin una visión positiva de la existencia y una percepción de uno mismo.
La felicidad es únicamente brotar de la gratificación por obrar conforme a nuestro verdadero yo, que no debe con un yo idealizado que siempre nos producirá frustración, pues jamás estaremos a la altura de esa imagen hiperbólica.
El verdadero yo es otra cosa: es la identidad que creamos mediante decisiones libres, flexibles y realistas.
Cuando una persona advierte que es amada por ser como es y no por lo que pretende ser, siente que merece respeto y amor.
- La psicoterapia centrada en el cliente es un enfoque donde el concepto de pasividad refleja pasividad y sumisión.
- Según Rogers no hay enfermos sino personas con patrones disfuncionales en su vida.
- El enfoque busca apoyar sin ejercer presión.
- El reflejo debe salir del corazón, manifestar empatía, ser auténtico, para que sea clarificador.
- La aceptación incondicional significa admitir el derecho del otro a ser diferente.
El conflicto que surge entre distintas ideas o estilos de vida se resuelven con empatía.
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