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Paz y Ciencia

miércoles, 11 de junio de 2008

Existen muchas personas que Viven


Si tú me quieres
me dejaras volar.
Amaral.




Creo que la verdadera crisis está en cómo la capacidad de amar se está desvirtuando.
Pienso que la desaceleración reside en la dificultad y superficialidad de las relaciones humanas.
Estoy convencido de la rigidez del pensamiento y de sus devastadores efectos.
La pobreza está en la dificultad de sentirse y vivir de manera creativa.
Creo que vivimos una vida insípida, sin espacio para generar alternativas, para hacer lecturas distintas de las habituales, para ver la realidad desde otro ángulo.
Estamos en un mundo donde la capacidad de simbolización y la abstracción quedan enmarañados en una impostura de deberes y obligaciones. Pocas elecciones personales y demasiadas esclavitudes y ataduras.
Hablo de las adicciones, de la rigidez del carácter, del pensamiento único, de la inflexibilidad y de las fusiones colectivas como forma de absorción de la individualidad, por citar unos ejemplos.
Esto lo significan como aumento de la prevalencia de trastornos de personalidad, depresión, etc.
Se opina que se trata de una crisis de principios. Podemos ver cómo en las librerías abundan los libros de autoayuda en defecto de textos profundos, difíciles de entender quizás, como alcanzar el alto de una colina escarpada, como las Cuatro Estaciones de Vivaldi. La alternativa es el formato Operación Triunfo, los libros de Autoayuda.
Pasamos por la vida sin dejar que la vida pase por nosotros, estamos junto a otras personas pero no las conocemos, acaso, a nuestras parejas e hijos.
El imperio del mercado, ávido de tener frente al ser. Paradójicamente, los movimientos para señalar tal atadura se presentan como radicales, extremos, inflexibles en su convicción, sin tregua, de forma rígida, sin transición perceptible entre su posición y la otra.
Y para colmo hay un discurso que señala como responsables a los jóvenes, ahora los responsables de la situación en las familias, en los hogares y en las calles es de muchachas y muchachos. Títulos degradantes en su forma de presentación como “Los hijos tiranos” o “El síndrome del emperador” reflejan un sentir y pensar socialmente aceptado, difundido por quien fuera Defensor del Menor y un Psicólogo Académico, respectivamente.
Ahora, se apela a la genética, con la misma ligereza instrumental con que se responsabiliza a un niño de seis años por resultar incontrolable. Los niños no nacen con mayor carga de agresividad sino con un espacio menos facilitador para una expresión de ésta mejor canalizada. No creo que sea afortunado conjeturar posibles modificaciones cromosómicas para entender a estos “tiranos” o “emperadores”.
No hay tiempo para pensar, menos aún cuando se trata de hacerlo de forma divergente, y así seguimos, obstinados, errando una y otra vez, ofreciendo pleitesía al fantaseo y la omnipotencia de pensamiento. Pero mejor me callo, no vaya a ser que me llamen incendiario o apocalíptico.
Existen muchas personas que Viven.

Que se rompa la barrera del sonido
y que no se escuche nada
porque sobran las palabras
que decirnos.
Amaral.

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