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Paz y Ciencia

viernes, 8 de julio de 2016

Winnicott y la psico(pato)logía



El modelo terapéutico privilegia el valor del sostén (holding) terapéutico sobre la interpretación,ypromueve –en las patologías graves, como las psicosis o las patologías borderline– la regresión a la dependencia, a la etapa precoz de la dependencia absoluta, para que el paciente pueda encarar las experiencias traumáticas originarias. En su clínica considera que el paciente es quien enseña constantemente al analista; se interesa por la salud para evaluar la enfermedad del paciente; y valora el proceso terapéutico como una experiencia de autoconocimiento. La idea del juego como espacio fundante de la cura lo aplica a todas las modalidades terapéuticas: al psicoanálisis ortodoxo, al psicoanálisis a demanda y a la consulta terapéutica, donde a través del juego del garabato (squiggle) favorece la capacidad de jugar del paciente y su capacidad para usar al terapeuta.
Winnicott plantea que «si el filósofo abandona el sillón de su gabinete y se sienta en el suelo con su paciente, encontrará que hay una posición intermedia». Ese espacio transicional, ese entre (ni tuyo ni mío), es fundante: de todo su pensamiento y una nueva forma de decir en la clínica y en lo social. Y desde él formula un dictum primordial: «Lo natural es el juego, y el fenómeno altamente refinado del siglo XX es el Psicoanálisis». Pero concluye que el psicoanálisis no es un modo de vida. Implica aceptar la tradición y asumir lo establecido, para cuestionarlo con una nueva forma de crear el mundo…Y añade: «Todos abrigamos la esperanza de que nuestros pacientes terminen con nosotros y nos olviden, y de que descubran que el vivir mismo es la terapia que tiene sentido». En su modelo teórico, la capacidad de jugar remite a la capacidad de vivir la propia vida, lo que implica inscribir en el marco de referencia de la salud nuestro propio gesto espontáneo. De ahí que, si el hecho fundamental de nuestra existencia no es otro que el de jugar la partida de la propia vida, cabe pensar que la vida equivale a un juego y que la capacidad de jugar responde a la forma de jugar de cada individuo. Una capacidad de jugar que remite a nuestro proyecto de vida.
La experiencia cultural es una extensión directa del juego. Surge en el espacio potencial entre la realidad externa o realidad compartida y la realidad interna. La experiencia cultural implica aceptar la tradición y asumir lo establecido, para cuestionarlo con una nueva forma de crear el mundo: «Para dibujar como Picasso uno tiene que ser Picasso», recuerda Winnicott… Varios son los autores que han usado a Winnicott en diversos campos del conocimiento, que se han impregnado de su pensamiento a la luz de su corpus teórico-clínico. A modo de señalador de direcciones, en el universo estadounidense destacan varios autores: la filosofa Martha Nussbaum, que trabaja en áreas compartidas de derecho, economía, ética, libertades sociales y derechos de la mujer; el crítico de arte Donald Kuspit, cuya idea del Buen Artista la asocia a la dupla de verdadero y falso self winnicottiano; o la obra del psicoanalista Christopher Bollas, con su concepción de las afecciones normóticas, «que carecen de contacto con el mundo subjetivo y con el abordaje de lo fáctico que se caracteriza por la creatividad». La misma que cabe pensar en relación a este texto, donde tan solo queda que usted, lector, lo use, que lo haga suyo. 

Les dejo un enlace en el que mi compañero, Lacruz Navas escribió junto a "unos amigos", entre los que estoy yo, el "Vocabulario Esencial de Winnicott". Una gran obra.

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