Lacan consideraba que el culto a la personalidad no era un lugar adecuado para la transmisión del discurso analítico porque, precisamente, el discurso analítico puede continuar si se consigue contagiar, y ello en la medida en que los analistas pongan en cuestión su narcisismo en favor del discurso. Por eso Lacan se enfadaba cuando se referían a él como un pensador, un gran intelectual, un genio, un personaje; le irritaba profundamente porque pensaba que son Astucias para no confrontarse a las exigencias del discurso, que requieren que uno de tome las molestias para sostener, para indagar la lógica de su acción.
Lacan no se identificaba con el supuesto saber que se le confería, no creía ser el duelo del discurso, sino que se esforzaba en servir al discurso analítico ocupando el lugar del agente, el que porta la palabra, lo cual es muy diferente. Es algo importante a tener en cuenta; una pregunta -que debemos hacernos los psicoanalistas cada día- es si estamos a la altura de servir al discurso psicoanalítico en nuestra práctica, de ahí que sea una práctica bajo control. Es una pregunta a mantener abierta porque de ello depende que el psicoanálisis pueda seguir existiendo sin derramar hacia otros discursos.
Lacan advertía del peligro de que el psicoanálisis quedará muy vinculado a las personas. Es un hecho que el psicoanálisis mantiene su filiación freudiana...
El hecho de considerar a Freud como la autoridad máxima indiscutible, el hecho de no hacer una lectura crítica de Freud, condenó al psicoanálisis, prácticamente a la existencia.
Cuando Lacan se encontró con el discurso freudiano, este se había degradado en psicoterapia, en psicología [...]
viernes, 22 de julio de 2016
Algo de lo que podemos saber de lo "Lo que Lacan sabía"
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