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Paz y Ciencia

jueves, 14 de junio de 2012

Los inicios de la Gestalt



[...] "Cada loco con su tema": cada persona tiene su idea irracional o sobrevalorada típica. En ese momento Fritz Perls estaba muy entusiasmado por la teoría de mascar, y no había cosa que el mascar no fuese a arreglar. Perls era un hombre muy extrovertido en en contacto y muy desafiante, por lo que se le hacía muy aparente ese aspecto de la enfermedad emocional que se expresa en la evasión, la envitación del contacto. Después fue modificando su punto de vista y viendo que hay no solo neurosis de evasión sino neurosis de sobre-contacto, que se manifiesta en actitudes tales como el colgarse de la gente, la invasividad, etc. Pero así como al comienzo le parecía que el problema universal radicase en el no contacto, la posterior teoría de la Gestalt llegó a hacer del contacto un fetiche.
Algo de ese "contactismo" de Perls, aparte de una sed de originalidad, lo llevó a criticar toda psicología que no tomase en cuenta el hecho de que no hay una separación absoluta entre el organismo y el ambiente. Ciertamente no son estrictamente separables el organismo y el ambiente, y como ya lo había propuesto von Bertalanffi (creador de la teoría general de sistemas) lo organismos vivos somos "sistemas abiertos". Perls tuvo ocasión de familiarizarse con esta forma de holismo durante la época en que trabajó para Kurt Goldstein, pero pienso que recurrió a esta y otras ideas de Goldstein no solo en virtud de su verdad científica, sino que también por cierta congruencia con su forma de sentir las cosas, y además porque le sonaban más modernas que las ideas del psicoanálisis, y así le podría decir a Freud: "Usted no tomó en cuenta estos avances de la ciencia. Usted se ha concentrado solamente en lo que ocurre dentro del individuo, sin atender suficiente a que el individuo no termina en su piel".
¿Cómo puede el concepto de inseparatibilidad entre organismo y ambiente reflejar una forma de sentir? Por una resonancia simbólica, me parece, a través de la cual una afirmación científica adquiere una connotación secretamente metafórica. Así, me parece que esta afirmación de que uno no es un organismo separado sirve de implicito vehículo a la idea de que la persona no es "un ego encapsulado en su piel", como decía Allan Watts; y pensar que uno no sea un organismo que termina en su piel tiene cierta resonancia con la visión que el Budismo describe citando a quienes han despertado a la sabiduría: que dejan ya de sentirse un ser aislado, y se consideran más bien como una parte de la marejada de la vida. Estoy afirmando, entonces, a propósito de este ingrediente tan manoseado de la "Teoría de la Gestalt" que hay afirmaciones que han llegado a ser parte de tal teoría que no constituyen afirmaciones científicas propiamente tales, sino que más bien son una combinación de poesía y oportunismo-profundidad y propaganda.
Así, hay una cierta experiencia de sentirse en contacto, de sentirse unido a los demás, (en vez de sentirse retraído como un caracol en su concha) que es evocada por esta frase de contenido biológico, que se refiere al organismo y su ambiente; aunque, en realidad, cuando uno lee ese primer libro en que se hacen variaciones sobre tal no separación del organismo y ambiente muy pronto a uno le parece que están hablando de animales y no de personas; pues es tan biologístico el lenguaje del "contacto", y tanto más apropiado al humano sería hablar de "relación".
Decía que tomó mucho del psicoanálisis Perls, pero lo hizo en forma muy poco sistemática. Hay cosas que dejó de lado en forma implícita, y es así como los conceptos a los que no recurre (como el instinto de muerte, el narcisismo primario o el complejo de Edipo) ni siquiera llegan a ser objeto de su ataque. Las ideas que incorpora, en cambio, no se hacen más aparentes que aquellas que elimina -pues tiende a cambiarles el nombre. Así, por ejemplo, Freud hizo mucho hincapié en la instintividad. Biswanger, hacia el fin de Freud tuvo una conversación con él en que lo criticó de insistir en el aspecto animal del ser humano en detrimento de los aspectos propiamente humanos, y dice que Freud le contestó: "mi misión ha sido recordarle al ser humano que también es animal". Apropiado, me parece, ante el hombre victoriano de la época, que actuaba como si no lo fuera o como si quisiera reconocer serlo.
En este sentido Perls continuaba en la línea de Freud y de Reich, no solo respecto a la animalidad sino a la sana animalidad, es decir, la no denigración de lo animal en el ser humano integrado. Pero ya no estaba de moda hablar de instinto, desde que los etólogos, especialistas de la conducta animal, habían abordado el estudio de los instintos y observado que lo que es instinto en el animal es algo mucho más preciso en sus manifestaciones que en el ser humano. Dado que la forma como una avispa hace un nido, o la forma como los peces bailan la danza de seducción entre los sexos, está  precisamente fijada instintivamente, ello llevó a la consideración de que nada en la conducta humana merecía llamarse instinto. Ni siquiera la búsqueda del pezón en el lactante o los movimientos de natación de un recién nacido puede justificar del todo el término, entró en la moda pensar, ya que cuando hablamos del instinto en el sentido usual de la palabra, nos referimos a ciertas finalidades de la conducta que la persona persigue en forma mucho más creativa, plástica y sujeta al aprendizaje. Por eso llegó un tiempo en que se puso de moda decir que el instinto era una idea pasée, y Perls, que buscaba apoyo en las ideas de vanguardia, prefirió hablar de "autoreguación organísmica" -un término m´sa fisiológico y cibernético, aunque con una connotació no menos rica que aquella de "instinto".7


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