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Paz y Ciencia

miércoles, 20 de junio de 2012

La Experiencia Trascendental: Ronald D. Laing

“–Si yo lo inquieto tanto mejor. Desde el punto de vista del público, lo que yo considero como más deseable, es lanzar un grito de alarma y que tenga, en el terreno científico, una significación muy precisa: que sea un llamado, una exigencia primera concerniente a la formación del analista.” J. Lacan.

Coinherencia “ ... como lo que sentimos que somos en la medida que reconocemos en nuestro interior una presencia común a todos nuestros hermanos y hermanas en Cristo, en el partido o en la familia”.

 



La experiencia trascendental, R.D. Laing
Debemos recordar que vivimos en una época en la que la tierra está cambiando y los cimientos se conmocionan. No puedo decir nada acerca de otros tiempos y lugares. Tal vez siempre fue así. Sabemos que es verdad hoy.

En estas circunstancias, tenemos buenos motivos para sentirnos inseguros.

Cuando las bases primordiales de nuestro mundo son cuestionadas, corremos hacia diferentes agujeros en el terreno; nos apresuramos a meternos en roles, status, identidades, relaciones interpersonales. Intentamos vivir en castillos que solo pueden estar en el aire, porque no hay terreno firme en el cosmos social en el que son construidos.
Clérigos y científicos somos ambos concientes de este estado de cosas.

Cada uno, a veces, ve el mismo fragmento de la situación de diferente forma; muchas veces nuestra preocupación proviene de un aspecto diferente respecto de la catástrofe original.

Me gustaría aquí relacionar las experiencias trascendentales que suelen hacer acto de presencia en las psicosis, con aquellas experiencias de lo divino que que son la Fuente Viva de toda religión.

En alguna otra parte subrayé el modo en que algunos psiquiatras están empezando a disolver sus categorías clínico-médicas en cuanto a la comprensión de la locura. Creo que si podemos comenzar a entender la salud y la locura en términos socio-existenciales, nosotros, como clérigos y médicos estaremos en condiciones de ver más claramente el alcance de los comunes problemas a los que nos confrontamos y compartir dilemas que nos son comunes.

Los principales términos clínicos para la locura, donde las lesiones orgánicas no fueron hasta ahora nunca halladas, son la esquizofrenia, la psicosis maníaco-depresiva y la depresión crónica. Desde un punto de vista social, se caracterizan por diferentes formas de conducta, vistas en nuestra sociedad como desviadas. Las personas se conducen de esa forma porque su experiencia de sí mismos es diferente. Es en este sentido existencial que deseo centrarme.

Una experiencia es loca cuando traspasa el horizonte de lo que para nosotros es común, esto es, nuestro sentido común.

¿A qué áreas de la experiencia conduce esto? Implica una pérdida de los usuales fundamentos del sentido del mundo que compartimos. Los anteriores objetivos no parecen ya viables. Viejos significados dejan de tenerlo: la diferencia entre imaginación, sueño, percepciones externas, muchas veces parecen no poder ser explicadas en los viejos términos. Los sucesos externos pueden aparecer mágicamente conjurados en su contra. Los sueños parecen comunicaciones directas de otros: lo imaginario puede aparecer como la realidad objetiva.

Pero más radicalmente, los fundamentos ontológicos están conmocionados. La existencia del fenómeno cambia, y el fenómeno de la existencia ya no aparece ante nosotros como antes. La persona se ve sumergida en un vacío de no-existencia en el que fracasa. No hay soportes, nada de qué colgarse, excepto quizás algunos fragmentos del naufragio, algunos recuerdos, nombres, sonidos, un objeto o dos, que conservan un enlace con el mundo perdido. Este vacío puede no estar vacío. Puede estar poblado de visiones y voces, fantasmas, extrañas formas y apariciones. Nadie que no haya experimentado cuan insustancial el desfile de la realidad puede llegar a ser, cómo desaparece, puede verdaderamente darse cuenta de la presencia sublime y grotesca que puede reemplazarla, o darse paralelamente.

Cuando una persona se vuelve loca, tiene lugar una profunda transposición de su posición en todos los dominios de su existencia. El centro de su experiencia se mueve del ego al Self. El tiempo mundano deviene mera anécdota, solo lo Eterno importa. El loco, está de todas formas, confuso. Confunde ego con self, lo interno con lo externo, lo natural con lo sobrenatural. A pesar de ello, muchas veces puede ser para nosotros, incluso a través de su profunda miseria y desintegración, el hierofante de lo sagrado. Un exilio de la escena de la existencia como la conocemos, es un alien, un extraño. Este vacío puede ser poblado por presencias que nosotros ni siquiera soñamos. Solían llamarlos demonios y espíritus, que eran conocidos y nombrados. El sujeto ha perdido el sentido del self, sus sentimientos, su lugar en el mundo como lo conocemos. Nos dice que está muerto. Pero nosotros nos distraemos de nuestra acogedora seguridad por estos locos fantasmas que hacen acto de presencia con sus visiones y voces que parecen tan carentes de sentido y que nos impelen a que se deshaga de ellos, a limpiarlo, a curarlo.

La locura no es toda ella crisis. Es también un paso adelante. Es potencialmente una liberación y una renovación, así como esclavitud y muerte existencial.

Hay hoy en día, un número creciente de personas que han atravesado la experiencia de la locura. (1) Quiero citar con cierta extensión uno de los primeros relatos contemporáneos, registrado por Karl Jaspers en su Psicpatología General:

"Yo creo que me he causado a mí mismo la enfermedad. En mi intento de penetrar el otro mundo me encontré con sus naturales guardianes, la encarnación de mis propias debilidades y faltas. Al comienzo pensé que estos demonios eran subterráneos habitantes del otro mundo que podían jugar conmigo como si fuera una pelota, porque fui a estas regiones sin preparación y me perdí en el camino. Más tarde pensé que eran partes escindidas de mi propia mente (pasiones) que existían cerca de mí en el espacio libre y medraban mis sentimientos. Creí que todo el mundo las tenía pero que no las percibían, gracias al engaño protector y exitoso del sentimiento de existencia personal. Finalmente pensé que era un artefacto de la memoria, complejos de pensamientos, etc., un juguete lo suficientemente bonito para ser visto desde fuera pero que dentro del que no había nada real.

"En mi caso, mi self creció poroso a causa de mi conciencia debilitada. A través de ella yo quería acercarme a las más altas fuentes de la vida. Yo debí haberme preparado para esto durante un largo periodo evocando en mí un self más elevado, impersonal, ya que el "néctar" no es para labios mortales. Actuó destructivamente en el self animal-persona, lo escindió en sus partes. Éstas se desintegraron gradualmente, el juguete realmente se quebró y el cuerpo quedó dañado. Yo forcé anticipadamente el acceso a las "fuentes de la vida", la maldición de los dioses descendieron sobre mí. Me di cuenta demasiado tarde de que elementos tenebrosos habían tomado parte. Tuve que conocerlos una vez que ya habían adquirido demasiado poder. No había vuelta atrás. Ahora poseo el mundo de espíritus que había deseado ver. Los demonios vinieron desde los abismos, como Cerberi el guardián, denegando el permiso a los no autorizados. Decidí emprender la lucha entre la vida y la muerte. Al final esto significó para mí la decisión de morir, desde el momento en que tuve que poner a un lado todo aquello que mantenía al enemigo pero que era igualmente lo que mantenía la vida. Quería morir sin volverme loco y me planté delante de la Esfinge: ¡los dos al abismo o solo yo!

"Luego vino la iluminación. Me apresuré y penetré en la verdadera naturaleza de mis seductores señuelos. Eran alcahuetes mentirosos de mi querido self que parecía algo tan despreciable como ellos.

"Emergió un self más amplio y comprehensivo y pude abandonar mi antigua personalidad con su completo séquito. Vi que mi anterior personalidad nunca hubiera podido penetrar en esferas trascendentales. Como resultado, sentí un miedo terrible, un golpe devastador, pero fui rescatado, los demonios se marchitaron, se desvanecieron y murieron. Una nueva vida comenzó para mí, y desde entonces me siento diferente a las demás personas. Un self consistente en mentiras convencionales, engaños, autodecepciones, imágenes de la memoria, un self como el de los demás, surgió en mí nuevamente, pero detrás y por encima había uno más grandioso, y más comprehensivo que me impresionó con algo de lo que es eterno, inmodificable, inmortal e inviolable, y que desde entonces viene siendo mi protección y mi refugio. Creo que sería bueno para muchos, familiarizarse con un self elevado como éste, y que hay gente que lo logró en verdad por medios más gentiles.

Jaspers comenta:

"Este tipo de interpretaciones están obviamente hechas bajo la influencia de la desilusión así como tendencias y profundas fuerzas psíquicas. Se originan en profundas experiencias y la riqueza de este tipo de experiencias esquizofrénicas invoca en el observador lo mismo que en el irreflexivo paciente a no tomar todo esto meramente como un caótico embrollo de contenidos. Mente y espíritu están presentes en la vida psíquica mórbida lo mismo que en la sana. Pero interpretaciones de este tipo deben ser desinvestidas de toda importancia causal. Lo más que pueden hacer es echar alguna luz sobre sobre el contenido y contextualizarlos de algún modo". Yo diría que este paciente describe con una lucidez que yo no podría superar, una Cuestión, con sus trampas y peligros, que él parece haber trascendido. Incluso Jaspers aun habla de esta experiencia como mórbida, y no toma en cuenta la construcción del paciente que la experimenta. Tanto la experiencia como la construcción a mí me parecen válidas.

Debo dejar claro que estoy hablando de ciertas experiencias trascendentales que para mí es la fuente original de todas las religiones. Algunos psicóticos tienen experiencias trascendentales. A menudo (tal es su recuerdo) nunca habían tenido antes este tipo de experiencias y frecuentemente nunca volverán a tenerlas; no estoy diciendo, en cualquier caso, que la experiencia psicótica contiene necesariamente este elemento más manifiestamente que la experiencia normal. La persona que es transportada a estos dominios suele actuar de forma curiosa. En otra parte he descrito con cierto detalle las circunstancias que dan lugar a este "viaje", al menos en ciertas instancias, y la burda mistificación que el lenguaje y el pensamiento de la clínica médica perpetra cuando se presenta, lo mismo que con el fenómeno de la locura, tanto como hecho social como como experiencia existencial.

El esquizofrénico seguramente está loco. Está loco. No está enfermo. Personas que pasaron por la experiencia de la locura me dijeron cómo lo que les fue revelado había sido indiscutiblemente maná del Cielo. La vida al completo de la persona había cambiado, pero es difícil no dudar acerca de la validez de semejante visión. Además, no todos vuelven a nosotros otra vez.

¿Son estas experiencias simplemente la resplandor de un proceso patológico, o una particular alienación? No creo que lo sean.

Una vez que todo ha sido dicho acerca de de las escuelas de psico-inmortal análisis y psicología profunda, uno de sus grandes méritos es que reconocen explícitamente la relevancia crucial de la experiencia de cada persona para su conducta manifiesta, especialmente el tan mentado "inconciente".

Hay un punto de vista, aun vigente, según el cual hay una correlación entre estar sano y la inconciencia, o al menos con el no estar demasiado conciente de lo inconciente, y de que ciertas formas de psicosis son la conducta disruptiva causada por estar sobreexpuesto al inconciente.

Lo que tanto Freud y Jung denominan "lo inconciente" es simplemente lo que nosotros, en nuestro distanciamiento condicionado históricamente, somos impensadamente concientes. No es necesariamente ni esencialmente inconciente.

No estoy meramente hilando paradojas sin sentido cuando digo, que los normales, estamos "out of our minds". La mente es aquello de lo que el ego no es conciente. No somos concientes de nuestras mentes. Nuestras mentes no son inconcientes. Son concientes de nosotros. Pregúntate quién y qué es eso que sueña nuestros sueños. ¿Nuetras mentes no concientes? El Soñador que sueña nuestros sueños sabe bastante más acerca de nosotros de lo que nosotros sabemos. Es solo desde una posición notable de alienación que la fuente de la vida es experimentada tal y como es. La mente de la cual no estamos concientes, está conciente de nosotros.
Somos nosotros los que estamos "out of our minds". Debemos no estar concientes de nuestro mundo interno.

No nos damos cuenta de su existencia la mayor parte del tiempo.

Pero mucha gente ingresa en él- desafortunadamente sin ninguna guía, confundiendo la realidad interna con la externa- y generalmente pierde su capacidad para funcionar competentemente en las relaciones ordinarias.

Esto no necesariamente debe ser así. El proceso de ingresar en el otro mundo, para luego volver a éste, es tan "natural" como la muerte y el nacimiento o alumbramiento. Pero en nuestro mundo actual, a la vez aterrorizado e inconciente respecto del otro mundo, no sorprende que cuando la "realidad", la estructura de este mundo, explota, y la persona entra en el otro mundo, esté completamente perdido y aterrorizado, y halle solo incomprensión en los demás.

En ciertos casos, un hombre ciego de nacimiento puede ser operado para recuperar la vista. Resultado: frecuentemente, miseria, confusión, desorientación. La luz que ilumina al demente es una luz extramundana, pero yo no creo que sea una proyección, una emanación de su ego mundano. Es irradiado por una luz que es más que él mismo. Puede quemarlo.

Este "otro" mundo no es esencialmente un campo de combate entre fuerzas psicológicas, derivadas, desviadas, desplazadas o sublimadas de sus originales catexias objetales, que se enzarzan en una lucha ilusoria -aunque estas fuerzas puedan oscurecer dichas realidades, al igual que pueden oscurecer las así llamadas realidades externas. Cuando Ivan, en Los hermanos Karamazov, dice "Si Dios no existe, todo está permitido", no está diciendo: "Si mi superego, proyectado, puede ser abolido, puedo hacer cualquier cosa sin cargo de conciencia." Dice: "Si solo existe mi conciencia, entonces no hay tope a la validez de mi voluntad."

El papel del médico (psicoterapeuta, analista) debería ser, en circunstancias selectas, sacar a la persona de su mundo e inducirlo al otro. Guiarlo para que entre en este otro mundo y hacerle regresar.

Uno entra en el otro mundo quebrando una concha: o a través de una puerta: o por medio de una escisión: las cortinas se abren o se levantan: un velo se levanta. No es lo mismo que un sueño. Es "real" en un sentido diferente a como lo es un sueño, la imaginación, la percepción, o la fantasía. Siete velos: siete paraísos.

El "ego" es el instrumento para vivir en este mundo. Si "el ego" quiebra o es destruido (debido a las contradicciones insuperables de ciertas situaciones, por tóxicos, cambios químicos, etc.), entonces la persona puede quedar expuesta a este otro mundo.

El mundo al que uno ingresa, la propia capacidad para experimentarlo, parece estar parcialmente condicionada por el estado del propio "ego".

Nuestro tiempo ha sido caracterizado, más que por ninguna otra cosa, por un dominio, un control, del mundo externo, y por un casi total olvido del mundo interior. Si uno considera la evolución del hombre desde un punto de vista del conocimiento del mundo exterior, entonces nosotros nos hallamos en muchos aspectos, progresando.

Si una la considera desde el punto de vista del mundo interior, y conjuntamente, de lo interior y lo exterior, entonces deberemos juzgarlo de un modo diferente.

Fenomenológicamente los términos "interno" y "externo" tienen escasa validez. Pero en esta esfera uno se reduce a los meros recursos verbales –las palabras son simplemente el dedo que apunta a la luna. Una de las dificultades de hablar hoy en día de estos temas es que la existencia de realidades internas es cuestionada.

Por "interior" entiendo todas aquellas realidades que normalmente carecen de presencia "externa", "objetiva" -las realidades de la imaginación, sueños, fantasías, trances, las de los estados contemplativos y de la meditación: realidades de las que el hombre moderno, en su mayor parte, no tiene la más mínima conciencia directa. En ningún lado en la Biblia por ejemplo, hay argumentos acerca de la existencia de dioses, demonios, ángeles. La gente no "cree" primero en Dios: experimentan Su presencia, lo que es igualmente cierto para otros agentes espirituales. La cuestión no era si Dios existía o no, sino si este particular Dios era el más grande de todos, o el único; y cuál era la relación entre estos agentes espirituales. Hoy hay un debate público, no acerca de la creencia sobre la validez de Dios, el lugar en particular en la jerarquía espiritual de los diferentes espíritus, etc., sino si Dios o esos espíritus siquiera existen, o existieron.

La salud actualmente parece residir casi por entero en la capacidad para adaptarse al mundo exterior -al mundo interpersonal, y el contexto de las colectividades humanas.

Dado que este mundo humano externo está casi completa y totalmente extricado del interno, cualquiera que posea conciencia directa de su mundo interno ya corre graves riesgos.

Mas, desde que la sociedad, sin saberlo, está sedienta del interno, las demandas que recaen sobre las personas de demanarlo de un modo "seguro", de un modo que no debe ser tomado seriamente, etc., es tremenda -mientras que la ambivalencia es igualmente intensa. No sorprende que la lista de artistas en, digamos, los últimos 150 años, que han naufragado en estos riscos es bien larga –Hölderlin, John Clare, Rimbaud, Van Gogh, Nietzsche, Antonin Artaud, Strindberg, Munch, Bartok, Schumann, Büchner, Ezra Pound...

Aquéllos que sobrevivieron tenían cualidades excepcionales -una capacidad para el secreto, el ingenio, la astucia -una completa apreciación realista del riesgo que corrían, no solo de los dominios espirituales que frecuentaban, sino del odio de sus congéneres respecto de cualquiera que se embarcara en esa búsqueda.

Curémosles. El poeta que confunde una mujer real con su Musa y actúa de acuerdo con ello... El joven que parte en un yate, en busca de Dios...

Lo externo divorciado de cualquier iluminación de lo interior está en un estado de oscuridad. Estamos en una época de oscuridad. La situación de oscuridad exterior es un estado de pecado -i.e., alienación o extrañamiento respecto de la luz interior. Ciertas acciones llevan a mayores extrañamientos; algunas otras ayudan a no estar tan alejado. Las primeras son malas; las últimas son buenas.

Los caminos para perder el propio camino son legión. La locura no es, ciertamente, ambigua. La contra-locura de la psiquiatría kraepeliniana es la exacta contrapartida de la psicosis "oficial". Literalmente, y con absoluta seriedad, es demencial, si por demencia entendemos cualquier extrañamiento radical de la verdad subjetiva u objetiva. Recordad la locura objetiva de Kierkegaard.

Tal y como experimentamos el mundo, así actuamos. Nos dejamos llevar por la luz de nuestra visión acerca de la situación y acerca de lo que no es la situación. Esto es, cada persona es más o menos un ontologista naif. Cada persona tiene una visión de lo que es, y de lo que no.

No hay duda, me parece a mí, acerca de que hubo profundos cambios en la experiencia del hombre en los últimos cientos de años, de un modo que se hace más evidente que los cambios en los patrones de su conducta. Todo sugiere que el hombre experimentó a Dios. La fe nunca fue un asunto de creencia en cuanto a su existencia, pero sí de certeza en cuanto a la Presencia experimentada y tenida por existente como un dato autovalidado. Da la impresión de que más y más gente en nuestros tiempos ni experimentan la Presencia de Dios, ni la Presencia de su Ausencia, pero sí la ausencia de su Presencia.

Necesitamos una historia del fenómeno -no simplemente más fenómeno de lo histórico.

Tal es así, que el psicoterapeuta secular muchas veces ocupa el rol del ciego que conduce al medio ciego.

La fuente aun no se ha agotado, la Llama aun resplandece, el Río aun fluye, la Primavera aun burbujea, la Luz no se ha apagado. Pero entre nosotros y eso, hay un velo que es como un muro de cincuenta pies de cemento sólido. Deus absconditus. O que nosotros hemos nos hemos ocultado.

En nuestro tiempo todo está dirigido a categorizar y segregar esta realidad de los hechos objetivos. Eso es precisamente la pared de cemento. Intelectualmente, emocionalmente, interpersonalmente, organizativamente, intuitivamente, teóricamente, tenemos que arremeter a través de la pared sólida, aun a riesgo de caer en el caos, la locura y la muerte. Desde este lado del muro, ése es el riesgo. No hay seguros, no hay garantías.

Mucha gente está preparada para tener fe en el sentido de una creencia científicamente indefendible de una hipótesis no testada. Algunos tienen la certeza suficiente como para testarla. Mucha gente hace como que cree lo que experimenta. Unos pocos están hechos para creer por su propia experiencia. Pablo de Tarso fue cogido por el pescuezo, arrojado al suelo y enceguecido por tres días. Esta experiencia fue auto-validante.

Vivimos en un mundo secular. Para adaptarse a este mundo, los niños abdican de su éxtasis. (L'enfant abdique son extase.–Mallarmé.) Habiendo perdido nuestra experiencia del Espíritu, se espera de nosotros que tengamos fe. Pero esta fe viene a ser una creencia en una realidad que no es evidente. Hay una profecía en Amos que dice que habrá un tiempo en el que habrá hambre en la Tierra, "no hambre de pan, no sed de agua, sino de escuchar las palabras de Dios". Ese tiempo ha venido a tener lugar ahora. Es el presente.

Desde el punto de partida de nuestra pseudo-salubridad, todo es equívoco. Nuestra salud no es "verdadera" salud. Su "locura" no es verdadera locura. La locura de nuestros pacientes es un artefacto de la destrucción perpetrada por nosotros, y a través de ellos, sobre nosotros mismos. Que nadie suponga que nos topamos con más "verídica" locura que lo que nosotros estamos verdaderamente sanos. La locura que hallamos en los "pacientes" es un burdo travestismo, una farsa, una grotesca caricatura de lo que podría ser la cura natural de esa escindida integración que llamamos salud. De un modo u otro, la verdadera salud conlleva la disolución del ego normal, ese falso self competentemente ajustado a nuestra realidad social alienada: el surgimiento de los arquetipos mediadores del poder divino "interiores", y a través de la muerte, un renacimiento, y el eventual reestablecimiento de un nuevo tipo de ego-funcionamiento, el ego siendo ahora siervo de lo Divino, y ya no más lo que lo traiciona.

La experiencia trascendental en relación a la Religión y la Psicosis


Transcendental Experience
In Relation to Religion and Psychosis 1


by
R.D. Laing*

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