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sábado, 23 de enero de 2016

Alegato por una cierta anormalidad

JOYCE McDOUGALL - ALEGATO POR CIERTA ANORMALIDAD



(Plaidoyer pour une certaine anormalité.1978. Gallimard. Trad.: Italo Manzi. Mayo de 1982. Ediciones Petrel, Barcelona, España).

NOTA: esta es la versión íntegra del capítulo que da título al libro y con el que culmina.
                                                                    
                                                                       
                                                    Alegato por cierta anormalidad.


   Una vez me invitaron a participar en un coloquio psicoanalítico que tenía como tema: Los aspectos patológicos y patógenos de la normalidad. Ciertamente un tema provocativo, pero también un cuestionamiento importante, aunque sólo fuera porque a través de ese tema nos impulsaban a examinar el concepto de Normalidad. Decir que una cosa es "normal" o "no normal" parece ser algo obvio, pero ¿en qué podría consistir esa "normalidad" para un psicoanalista? Y suponiendo que tal artículo se dejara definir, ¿posee formas diversas, existe una buena normalidad y una mala? Ya me resulta difícil representarme qué podrían ser los normales normales, ¿cómo llegaría entonces a distinguirlos de esos otros, los normalesanormales? Ni bien había comenzado a reflexionar sobre estas cuestiones dudosas, una duda más se deslizó en mi espíritu, una duda delicada de formular. Desde hace algunos años frecuento sobre todo a analistas (y por supuesto, a analizandos). ¿Podré saber entonces qué es un ser normal?
   Cuanto más pensaba, más evidente me parecía que la Normalidad, no es, no podría ser, un concepto analítico.
   Para un analista hablar de la normalidad es hablar de la faz oscura de la Luna. Ciertamente, podemos imaginarla, enviar un cohete, tomar fotos, incluso envolverla en una teoría para explicar su aparición - ¿pero adónde nos lleva todo eso? No es nuestro campo, y apenas nuestro planeta. Los neuróticos con su núcleo íntimo, psicótico, los psicotizados con su densa franja neurótica; ésa es nuestra familia, nuestro medio, el lugar donde todos hablamos la misma lengua, con una pequeña diferencia de dialectos. Pero aparte de ello, ¿existe verdaderamente una "estructura normal" de la personalidad? y si existe, ¿por qué tenemos que abandonar el área analítica, tan cómodamenteanormal, para lanzarnos sobre las huellas de los normales? Tal vez para explicarles hasta qué punto están enfermos. Pero sigue habiendo un problema: el que se denomina normal -cuya normalidad para nosotros podrá ser patología, incluso patogenia- no quiere saber de nosotros. Peor aún, desconfía de nosotros. Un poco a la manera del viejo campesino a quien un día le regalé un atado de espárragos de mi jardín de campo -pues era él el que me habí arado la tierra- y que lo rechazo decididamente. "¿No le gustan los esparragos?, le pregunré. - No sabría decirle. Nunca los probé. ¡La gente de por aquí no come eso!". Y bien, tal vez seamos un artículo de lujo como los espárragos; hay que tener gusto para ello. Pero que nos consideremos como altamente comestibles no cambia nada de la cuestión. En resumidas cuentas, el objetivo de la vida ¿no es ser comestible? ¡Entonces, esos "normales" que no quieren saber de nosotros, tampoco nosotros queremos saber de ellos! Nuestro narcisismo (¿normal? ¿patológico?) hace que la gente que no nos pide nada apenas se nos interese. Peor para ellos. Lancémonos hacia la cara oculta de la Luna, y recojamos algunas piedras lunares.
   Es lícito que un analista establezca una oposición entre normal neurótico; lo que no impide que otro diga que es normal ser neurótico. Estamos frente a las dos significaciones principales del vocablo. Decir que "es normal ser neurótico" nos remite a una noción de cantidad: a la norma estadística. Si por el contrario establecemos una oposición entre "normal" y "neurótico" se trata de de una distinción en función de una cualidad. En este caso utilizamos el término en sentido normativo, designando algo "hacia lo cual se tiende", donde por consiguiente se halla incluida la idea de un ideal. Hénos aquí pues con una normalidad estadística y con una normalidad normativa, ademas de nuestra normalidad patológica.
   Lo cuantificable, la norma estadística posee un indiscutible interés cultural, pero su interés psicoanalítico es mucho menor. Lo que puede interesar al analista es precisamente "la normalidad" en su aspecto normativo (por supuesto, con todo lo que eso también implica de vago y de superyoico). A partir de allí hay una multitud de cuestiones que el analista siente la tentación de formularse. He aquí algunas:
   -¿Existen seres normales en el sentido normativo de la palabra? En caso de que existan, ¿en qué consiste su "normalidad" desde el punto de vista analítico? ¿En qué momento se tornan "normales patológicos"?
   -¿Hay analistas normales"?
   -¿Existe una sexualidad "normal"?
   -¿Existen "normas analíticas"?
   Abandonemos entonces la terra firma de lo cuantificable, de la curva estadística, decorada como siempre en trompe l`oeil, y tomemos el terreno deslizante de lo normativo para explorar sus contornos. ¿Qué es un ser normal? El Larousse universal (tomo 2) me informa que normalquiere decir: conforme a la regla, regular, ordinario. ¿Nos permitirá esto detectar regularespatógenos y ordinarios patológicos? Las personas "regulares", llenan las calles; a un gran número de gente le interesa ser "regular", por lo menos ante los ojos de los demás; a otros les interesa de igual manera y a todo precio ser "conformes a la regla": los niños juiciosos. ¿Pero a quien le interesa ser "ordinario"?
   Esta pequeña excursión por la erudición lexical pone a la luz la ambivalencia que se atribuye a la noción de normalidad: aprobación y condena a la vez. Si nos repugna ser "ordinarios", no por ello deseamos ser anormales. Esta ambigüedad implícita en el calificativo nos indica ya que se trata de dos partes diferentes de nuestro ser, una de las cuales quiere ser conforme a las reglas mientras que la otra querría escapar a las mismas. Ahora bien, más allá de esta ambivalencia, lo normativo es un valor subjetivo. La idea que un sujeto se hace de su "normalidad" sólo puede establecerse en relación con una serie de referencias: ¿normal en relación con qué? ¿Ante los ojos de quién? Que nos juzguemos nosotrosmismos, o que juzguemos a los otros como normales o anormales, forzosamente será en relación con una norma. El primer esbozo de todas las normas posibles está proporcionado, evidentemente, por la familia. Para el niño pequeño (y no cambia mucho para los grandes), lo normal es loheimlich, lo conocido, lo que se hace "en casa". Das Unheimliche, esa "inquietante extrañeza" de que habla Freud, es lo anormal, lo que surge en nosotros, y en su surgimiento mismo se recorta extrañamente sobre el trasfondo de lo familiar, de lo que es aceptado por la familia.Das Unheimliche, dice Freud, representa una categoría especial de lo que es heimlich, normal, familiar. La aparente oposición no es tal. El ansia de escapar a la conformidad es el deseo de transgredir las leyes familiares; en cambio, querer "ser normal" es en primer lugar un intento destinado a ganar el amor de los padres respetando sus interdicciones y aceptando sus ideales. Por consiguiente, un objetivo narcisista destinado a ser catectizado en un Ideal del Yo que modulará los objetivos pulsionales. De este modo los niños hacen esfuerzos considerables por comportarse "normalmente". Recuerdo de pronto a un niño en el zoológico con su padre. El niño hacía de todo lo que no había que hacer, se inclinaba sobre el foso de los osos, tiraba piedritas a las focas, atropellaba a los que pasaban... Y el padre, exasperado, exclamó: "¡Cuántas veces habrá que decirtelo! ¡Compórtate como un ser humano!" El niño miró a su padre con un aire infinítamente triste: "Papá, ¿qué hay que hacer para ser un ser humano?". ¿Cómo entrar en el orden de la norma? Conocemos la respuesta: para todo niño la norma es la identificación con los deseos de sus padres. Esta norma familiar será pues "patógena" o "normativa" en función de su derivación, o de su alejamiento en relación con las normas de la sociedad que es la suya.
   Para el psicoanálisis esta norma se definirá en función de la estructura edípica, estructura normalizadora ed la medida en que preexiste al niño y regula las relaciones intrasubjetivas e interhumanas. Resolver la problemática edípica - ¿es eso la "buena" normalidad? Pero todos encuentran una "solución" a la inaceptable situación del Edipo; ya sea una solución neurótica, psicótica, perversa, incluso psicosomática, y no es fácil distribuirlas según una escala normativa. Algunos autores psicoanalíticos presentan en sus escritos a un personaje que se llama "el carácter genital", el que se ama tanto como a su prójimo. Y es comparado con un hermanito, menos estimado, que es llamado "caráter pregenital". He aquí ahora, en posición inversa, el que está afligido por la normalidad , el que sufre del síntoma de normalidad. ¿Cuáles son sus manifestaciones? Se puede suponer que se trata de sujetos que tienen el aspecto de ser "conformes a la regla", de estar "en la norma" y que no demuestran ningún síntoma psíquico, pero que por otra parte son psicosomáticos graves o neuróticos de carácter. A primera vista nada de Unheimlich se descubre en ellos. La normalidad-síntoma invisible al ojo desnudo no sería más que una alteración psíquica oculta bajo una apariencia asintomática. Ya he intentado ( en el capítulo V) trazar un retrato estructural de cierto tipo de pacientes de esta categoría, a quienes he llamado analizando-robots. Estos pacientes están marcados por un sistema de pensamiento inquebrantable que confiere a su estructura una fuerza de robot programado, la cual les permite conservar intacto su equilibrio psíquico. Atraídos por el análisis, esos sujetos se declaran neuróticos auténticos, y no se equivocan. Por cierto que son seres que han sufrido mucho en la infancia, pero tanto ese sufrimiento como sus síntomas no les interesan de ninguna manera. En la situación analítica es el analista el que se encuentra denegado en cuanto Otro, como si de él emanara la muerte que amenaza al analizando, y sacudiera así sus defensas vitales. Pero no quiero hablar de ellos aquí. Hay otros, que se proclaman normales y que también vienen en busca de un análisis. He aquí un ejemplo que considero bastante corriente en clínica psicoanalítica:
   La Sra. Normal se sienta ante mí; bien hundida en el sillón, delgada, elegante, la cabeza alta, me mira tranquilamente. Se me ocurre que se siente más cómoda que yo. Tengo ganas de decirle: "¿Qué es lo que no anda?" como para establecer un equilibrio, pero ella toma la delantera.

   Sra. N... -"Sin duda se preguntará usted por qué he venido a verla. Y bien, mi médicome aconsejó que hiciera un psicoanálisis. Desde hace cierto tiempo mi matrimonio pasa por dificultades y eso me cansa. Los dos tenemos cuarenta y cinco años y hemos tenido tres hijos. Yo quiero a mi marido y a mis hijas; ahora bien, desde hace cierto tiempo, mi marido me hace la vida imposible. Está de mal humor... grita por un sí o por un no... bebe un poco demasiado... finalmente he descubierto hace poco que tiene una amante. Es insoportable, sobre todo porque no hay ninguna razón.
   J.M... - ¿Usted quiere decir que no es para nada responsable de este desacuerdo con su marido?
   Sra N... - He reflexionado mucho al respecto, pero no sé qué otra cosahubiera podido hacer. Pero lo amo; es no constituye un problema para mí.
   J.M... -¿Usted piensa que es él más bien quien tiene problemas?
   Sra. N... -¿Yo? No, realmente no. ¿Qué pienso yo de mí misma? Yo siempre me he sentido muy bien.*

* El "siempre me he sentido muy bien" está expresado en en francés J`ai toujours été trés bien dans ma peau, literalmente "Simpre he estado muy bien en mi piel", donde el término "piel" es importante para los comentarios que hará la autora.(N. del T.)
 
   Durante mis dos únicas entrevistas con la Sra. N... esta frase retornaba sin cesar: Me siento muy bien ("Estoy muy bien en mi piel"). Efectivamente, la Sra. N... me parecía muy cómoda en su tegumento. Si había  un problema, para ella se situaba fuera de este envoltorio de piel. ¿Qué pedía la Sra. N...? Que lo que pasaba fuera de su piel fuera tan ordenado, tan cómodo como ella misma, adentro.
   ¿Qué otra puedo decir sobre ella? Proviene de una familia de la alta burguesía -familia creyente sin más, afectuosa sin exceso, patriota sin ser calvinista, simpatizante con la izquierda sin dejarse envolver por la misma-, y la Sra. N... se estima digna de su ascendencia. Como las otras mujeres de su familia, es una buena ama de casa, vigila bien a las criadas, a los nilos y al marido. Le es fiel y no es frígida. Practica esquí en invierno, va al mar en verano y está ocupada en muchas actividades cívicas y sociales. Durante nuestro segundo encuentro llegó hasta decir ella misma no sabía demasiado qué podría hacer el psicoanálisis por ella. Yo compartía más bien su opinión, pero no dejaba de preguntarme, lo confieso, si a veces uno puede sentirse demasiado bien.
   ¿Pero qué quiere decir esto? ¿Demasiado bien para el análisis? ¿Para el analista? De acuerdo con lo que ella dice, la Sra. N... es una mujer normal, normal ante sus propios ojos como ante los de su familia, de sus vecinos, de sus amigos. ¿Qué más puede pedirse? El psicoanalista, en cambio, pide más. En cuanto analistas, no podemos evitar sentir una impresión de falta en los supuestos normales, Nuestra única esperanza -¿y es justificable?- sería obrar de manera que el "normal" sufriera por su normalidad. Mientras la Sra, N... se muestra incapaz de cuestionarse, en cualquier dimensión de su ser, incapaz de preguntarse lo que realmente piensa de si vida conyugal, de enfrentar lo que realmente piensa de su vida conyugal, de enfrentar lo que puede sentir su marido por ella, de sospechar la legitimidad de su impresión de plenitud y bienestar, de preguntarse finalmente si en todo eso no hay un lado ilusorio, incluso el índice de una falta de imaginación de su parte, mi opinión es que ella permanecerá inanalizable.
   Pero después de todo, ¿es normal cuestionarse? ¿Dudar de nuestras elecciones objetales, de nuestras reglas de conducta, de nuestras creencias religiosas y políticas, de nuestros gustos estéticos? Seguro que no. Como tampoco poner en duda nuestra propia identidad. "¿Quién soy?", pregunta para los locos y los filósofos. Ser testigo de nuestra propia división, buscar un sentido en el sinsentido del síntoma, dudar de todo lo que uno es; a través de todo esto demostramos ser candidatos a un psicoanálisis, precisamente en virtud de estas cuestiones "anormales". Ahora bien, los que se autodenominan normales, los que no plantean tales preguntas, los que no ponen en duda ni su sentido común ni su ser, también ellos hoy en día vienen a pedirnos un análisis. Y el colm es que nosotros, los analistas, los consideramos como grandes enfermos. ¡Enfermos para quienes el psicoanálisis no puede hacer nada! ¿Enfermos de qué? ¿"De estar demasiado bien en su piel"? ¿De sufrir menos que nosotros?
   Pero si el psicoanalista considera con cierta desconfianza a estos demasiado-adaptados-a-la-vida, ellos tampoco consideran al psicoanalista como uno de ellos. ¿Qué aspecto tiene el psicoanalista ante los ojos de los "normales"? Sin duda somos recuperables por la estadística, pero no por ello entramos en la "norma normativa" de los demás. A este respecto, me gustaría narrar la historia verídica -que ya se remonta a hace diez años- de una joven que se creía, como muchos adolescentes de catorce años, en situación de juzgar a los adultos. En el liceo se hablaba de psicoanálisis, incluso se hacían disertaciones sobre el tema. En esa época, el oficio de sus padres - analistas- súbitamente cobraba valor ante sus ojos. Preguntó si podía conocer como si fuera adulta, a algunos amigos analistas de los que a menudo había oído hablar. La madre le propuso que asistiera aun almuerzo en el campo, un domingo, al qu ella pensaba invitar a todo un ramillete de analistas, de todos los colores. Los amigos llegaron, cimieron bien, bebieron bien, hablaron mucho -de la sexualidad femenina, de la percersión, de sus colegas, de la sociedad psicoanalítica- y se fueron bastante tarde. Por la noche los padres preguntaron a su hija sus impresiones. "Y bien, respondió la niña, vuestros amigos son un poco tontos". La palabra estaba de moda, pero no obstante le pidieron algunas precisiones. "¿Pero os escucháis? dijo ella. ¿Habéis notado que no tenéis más que dos temas de conversación?" Un poco a la defensiva, la madre le preguntó qué le pasaba por la cabeza. "¡Los analistas, respondió la hija, sólo hablan del pene o del Instituto de Psicoanálisis!¿Te parece normal eso?"
   Y bien, pensándolo, me veo obligada a admitir que, normales o no, los analistas en libertad no hablan como los demás. Por otra parte, se trate del pene o del Instituto, podemos preguntarnos si al fin decuentas no es lo mismo. Y, cosa mucho más inquietante, compruebo que con el correr de los años, los analistas experimentados hablan cada vez menos del pene y cada vez más del Instituto. ¿Es una evolución "normal"? Sea como fuere, no está demostrado que el analista pertenezca a una especie normal. Incluso los analistas norteamericanos, con su gustopor la adaptación y su capacidad de tomar decisionesm han hecho sonar la alarma ya hace bastante tiempo contra los sujetos que no se reconocen ningún síntoma, que ignoran el sufrimiento psíquico, que jamáshan sido rozados, de cerca o de lejos, por la tortura de la duda, por el temor al Otro, esa gente demasiado-bien-en-su-piel no está capacitada para ser analistas.
   ¿Qué ocurre con la sexualidad? ¿Existe una sexualidad normal? He aquí una pregunta aparentemente "psicoanalítica". Pues bien, Freud subrayó claramente desde 1905 que la barrera entre una sexualidad llamada normal y una sexualidad desviada era más bien frágil. Después de haber caracterizado a la neurosis como un polo"positivo", del cual entonces la perversión se tornaba el "negativo" en función de una misma problemática sexual, añadía "En  los casos más favorables, gracias a ciertas restricciones efectivas y otras modificaciones, puede producirse lo que podemos llamar una vida sexual normal".(Tres ensayos). Es evidente que Freud considera la vida sexual como regida por el azar, y una vida sexual exitosa, como un lujo. En cambio, hallaba trivial lo que él llamaba "la credulidad del amor" y "el capricho intelectual por... las perfecciones del objeto sexual", "sobrestimado". A este respecto, Freud establece una distinción entre la vida erótica de la Antigüedad y la de nuestra época, o más bien, de la suya, pues las costumbres sexuales cambian... Los Antiguos, duce Freud, glorificaban la pulsión sexual en provecho del objeto, mientras que el hombre moderno idealizaba al objeto sexual al mismo tiempo que menospreciaba la pulsión, Por supuesto, podríamos poner en duda la "glorificación" antigua dado el porcentaje de fantasía y de nostalgia que podría contener; pero entonces también podríamos cuestionar la "sobreestimación" freudiana del objeto sexual en la  hora actual. Las comedias musicales modernas, los sex-shops, las películas pornográficas, todos idealizan la pulsión en cuanto tal, y en todas sus formas de expresión erótica, mientras que el objeto no se individualiza y más bien es intercambiable.
   Paralelamente, en la clínica psicoanalítica comprobamos cambios que se mueven en el mismo sentido. Hace algunos años encontrábamos sobre el diván del analista un buen número de pacientes que sufrían diversas formas de impotencia sexual o de frigidez, en un contexto en que el objeto sexual habitualmente era amado y sobreestimado. "La amo y sin embargo no puedo hacer el amor con ellla" . Hoy hay más analizandis que dicen: "Hago el amor con ella pero no la amo". Quisiera citar dos fragmentos de discurso analítico que expresan de manera condensada estas dos posiciones frente al objeto sexual:
   Gabriel, treinta y ocho años, que sufre desde siempre impotencia sexual, toma la palabra: "Ayer por la noche intenté una vez más hacer el amor con ella. ¡Resultado nulo! Y pensar que hace tres años que la amo, Le dije a mi amiga: Lo ves bien: Yo tengo ganas de hacer el amor, pero él (señalando su sexo) no quiere".
   Pierre-André viene desde hace dos años, dos veces por semana, para una psicoterapia. No estoy segura de que él sea capaz aún de hacer un análisis. Es un joven "biena la moda" con largos cabellos que sostiene en la nuca mediante un pequeño adminículo. Habla del "ácido", de la "yerba", de Vasarely... los cuales, junto con las "chicas", constituyen los elemntos inamovibles que llenan su existencia. Veintisiete años, procedente de un medio intelectual, vino a análisis a causa de inhibiciones en su trabajo. Tiene cuatro o cinco amiguitas con las cuales tiene relaciones sexuales. Pero se queja de que es incapaz de amarlas. Salvo, a veces, a través de los paraísos químicos a los que es aficionado. Parece que en ellos descubre signos de su vida inconsciente y la impresión de estar enamorado. Un día me contó: "Ayer tuve relaciones con Pascale por la tarde, y por la noche invité a Francine a mi cama. También hice el amor, pero únicamente porque estaba en erección. Ella no me inspira mucho, no más que Pascale por otra parte. Sin embargo no soy homosexual. Una vez intenté con un tipo. ¡Bah! Era tonto. Pensámdolo bien, prefiero a las chicas".
   Si Gabriel pone el acento sobre la impotencia de la pulsión y sobre su síntoma sexual, Pierre-André lo pone por el lado del objeto y detecta el síntoma en sus relaciones objetales. Su problemática, en cierto dentido complementaria, está resumida en sus dos observaciones. Gabriel: "¡Yo tengo ganas, pero él no!" y Pierre-André: "¡El tiene ganas pero yo no!". Uno se queja de la carencia ejecutiva y el otro de la carencia afectiva. Cualquiera diría que Gabriel tiene un problema sexual, mientras que la vida sexual de Pierre-André, que no acusa el menor desfallecimiento funcional, sería considerado por algunos como libre de síntomas. Gabriel, por ejemplo, sueña con una actividad sexual como la de Pierr-André, pero, "tacaño", trata su sexo como la pila eléctrica que se gasta cuando uno la usa; se quedaría pasmado ante el derroche del joven.
   Estadísticamente, las preocupaciones sexuales de Pierre-André, teniendo en cuenta su edad y su medio, están dentro de la norma. Ahora bien, es probable que la mayoría de los analistas digan que bajo un aspecto normal este paciente oculte síntomas aún más complejos que los de Gabriel. Dirán que una relación objetal donde el erotismo está vinculado con el amor es más bien normativa. ¿Se tratará de un prejuicio contratransferencial? La norma, sexual o no, tiene una dimensión socio-temporal. Una reciente "manifestación de homosexuales" contra la discriminación de que son objeto les parece escandalosamente anormal a los "bien pensantes". En cambio, para muchos jóvenes esabsolutamente normal. ¿Por qué, se dicen, vamos a aceptar ser perseguidos, unicamente porque no practicamos la "sexualidad de papá"? Pero después de todo, ¿son éstos problemas psicoanalíticos? Creo que no. El analista nunca tiene como función decidir lo que el analizando debe hacer con su vida, con sus hijos o con su sexo.
   Si Gabriel, impotente, y Pierre-André, incapaz de amar, son dos casos de psicoanálisis, no es a causa de su comportamiento sexual, sino porque se cuestionan. Si hay juicio, el juicio atañe a la "analizabilidad" del que hace la demanda de análisis. Los dos pacientes evocados aquí poseen una estructura psíquica bastante diferente una de la otra. Las fantasías reprimidas de Gabriel, con su contenido angustiante, impregnado de castración fálica, hallan su expresión simbólica en el cuerpo mismo, dominando así el peligro fantasmado, En cuanto a Pierre-André, su angustia de castración es más global, "primaria". Se parece a un lactante caído del seno , y que lo busca desesperadamente a través de la droga, de su prójimo y de su aparato genital. Tiene sed de los demás y su pene funciona a este efecto. Movido por la fantasía de castración que le es paricular, se lanza a través del espacio angustiante que lo separa del Otro, tal como un trapecista que se preocupa poco por la identidad de ese otro que le tiende las mans, con tal de qu esté ahí. En cuanto a la sexualidad, todo lo que puedo comprobar en cuanto analista, es que las normas sexuales cambian, pero que la angustia de castración permanece. Simplemente ha hallado nuevos disfraces.

   ¿Qué ocurre con la supuesta normalidad de la gente normal? ¿Una perona normal es alguien que necesita un análisis o alguien que no lo necesita? Están los que pretenden, no sin razón, que hay que tener una excelentesalud psíquica para poder hacer un psicoanálisis clásico. Finalmente, si es estadísticamente normal ser neurótico, es aún más normal ignorarque se lo es.Vuelvo ahora a la cuestión planteada hace un momento: ¿es normal cuestionarse, volver a pensar las ideas recibidas, exminar con desconfianza el orden establecido, ya sea el que reina en el interior de uno mismo, el de la familia o el del grupo social al cual pertenecemos? La mayoría de las personas no se plantean tales cuestiones. La óptica del analista, así como la demanda del analizando no entre en las normas. Evolucionamos, nosotros y nuestros enfermos, en una atmósfera rarificada. ¿Por qué el analista habría de ocuparse de los que se dicen normales, sobre todo si su demanda emana de la idea de que "es normal hacerce analizar"? El objetivo de tal análisis sólo podría ser poner en evidencia un sufrimiento ignorado hasta ese momento, hacer que el otro se torne apto para sufrir. ¿Ansiamos propagar la peste por el mundo entero?
   La normalidad, erigida en ideal, es ciertamente un síntoma. ¿Pero es curable? No nos dejamos curar tan fácilmente nuestros rasgos de carácter. Hay quimeras a las cuales nos aferramos más que a nuestra propia vida. ¿Y si "la normalidad" fuera una de ellas? La certeza de ser "normal", conforme, de estar en el orden, de ser ordinario, que se desprende de este estado caracterial, impide el cuestionamiento de uno mismo, y amenaza con tornar inaccesible al análisis al individuo que tiene esa certeza. Observemos también que entre todos los síntomas caracteriales, éste es el que aporta más beneficios secundarios. Que la creencia de los otros en su "normalidad" sea patológica para nosotros, no nos da el derecho de querer abrirles los ojos a todo precio en cuanro a las máscaras y las mentiras del espíritu. El análisis se propone como objetivos hacernos descubrir todo lo que hemos pasado la vida ignorando, hacernos afrontar todo lo que hay de penoso, de más escandaloso en el fondo de nuestro ser, no solamente los anhelos sexuales prohibidos, sino tambien nuestra avidez por todo lo que no poseemos, nuestra avaricia insospechada, nuestro narcisismo infantil, nuestra aagresividad asesina, resmiendo, revelarnos no solamente qu "Yo (Je) es otro" sino que es varios, peeor aún, que el Yo(Je) es capaz de disolverse dejando el sitio a una angustoa sin nombre.¡La cosecha de un análisis! ¿Quién la quiere? ¿Quién trata de abrir para siempre una cuestión sobre todo lo que sabe y sobre todo lo que es? Que el analista se guarde para él este beneficio ambiguo, dirán los que viven cómodamente a distancia de su inconsciente.
   En resumidas cuentas, ¿un análisis nos ayuda a vivir con la gente normal? Nosotros somos marginales y nos ocupamos de otros marginales. Si ya no fuera así, si el psicoanálisis un día cesa de estar al margen de las normas aceptadas, pues bien, no seguirá cumpliendo su función.
   Si la convicción "de ser normal" es una defensa caracterial que traba la libertad de pensar, ¿por qué las personas están afectadas por esa convicción en tan gran número? ¿Cuáles son los signos particularesm cuál es la causa de esa aflicción? Trataremos de delimitar mejor la cuestión desprendiendo los signos contrarios. Comparo fácilmente la personalidad llamada "normal" (tanto desde el punto de vista estadístico, como del normativo) con la personalidadcreadora. La mayoría de las personas no son de ningún modo creadoras, en el sentido fuerte del término. Pero en una perspectiva más amplia, debemos reconocer que el ser humanosiempre crea algo en el espacio que lo separa del otro, o de su deseo: puede ser una neurosis, una perversión, una psicosis o bien una obra de arte o una producción intelectual. La cualidad variable de estas diferentes formas de creación supera nuestro tema, pues se trata de esa "anormalidad" propia del psicoanálisis. Lo que nos interesa más en particular ahora son las personas que no crean nada. Sin embargo, sería más exacto decir que el caracterial de tipo normal se ha creado una coraza que lo protege contra todo despertar de sus conflictos neuróticos y psicóticos. Ese individuo respeta las reglas recibidas así como respeta las reglas de las sociedad, y no las transgrede nunca, ni siquiera en su imaginación. El gusto de la madeleine no despierta nada en él, * y no perderá el tiempo en busca del tiempo perdido. Pero a pesar de todo ha perdido algo. Esta normalida es una carencia que afecta la vida fantasmática, y que aleja al sujeto de sí mismo.
   Los niños,  que lo cuestionan todo, que imaginan cualquier cosa antes de ser "normalizados", al lado de la

*Alusión a la obra de Proust(N. del T.)
  
mayoría de los adultos son sabios, auténticos creadores. Reaparece ante mí un recuerdo lejano: Mi hijo, de tres años, me mira servir el té. "¡Eh, mamá! ¿por qué el té se queda en pie en la taza cuando lo vuelcas desde la tetera?" Yo veía, como si fuera la primera vezm la clumna de té que, efectivamente, se quedaba "de pie" entre la tetera y la taza. Por añadidura me sentí incapaz de formular una explicación. ¿Por qué en la mayoría de nosptros, adultos, ese ojo infantil renuncia a su búsqueda apasionada? ¿En qué momento caen los tabiques, y qué es lo que determina el alcance de su opacidad o de su trans parencia? La mirada asombrada del niño pequeño, fija en la columna de té, ya se ha separado del cuerpo maternoy de sus misterios. Ya comienzxa a comprender que su mundo halla incovenientes cuando él dirige su mirada y sus preguntas a las columnas de agua que salen del cuerpo, y aún más , a la columna fálica del padre, a la que le falta a la madrem y a su conjunción impensable. Las interdicciones no aciertan en el espíritu del hombre. Si no logra desviar su mirada y crear nuevos vínculos simbólicos, corre el riesgo de bajar para siempre los ojos ávidos de la infancia. Todos tenemos sectores cerrados donde la luz de la pregunta y de la duda no penetra, donde los vínculos insólitos ya no se establecerán. ¿Quién, en la edad adulta, sigue siendo capaz de cuestionar lo evidente? ¿De dibujar con la ingenuidad sofisticada de todo niño? ¿De ver en lo cotidiano lo fantástico que los otros ya no ven? ¿Un Einstein tal vez, un Picasso o un Freud?
   Sólo algunos artistas, escritores y sabios escapan a la ducha fría de la normalización, a la entrada en el orden, a la pérdida de la magia del tiempo cuando aún todo era posible. Conservar la esperanza de cuestionarlo todo, de trastocarlo todo, de cumplirlo todo, es un desafío contra las leyes que regulan las relaciones humanas. Es aquí donde todo arte, todo pensamiento innovador constituye una transgresión. De todos nosotros, ¿quién está siquiera a la altura de la creatividad de sus propios sueños? Algunos genios y algunos locos tal vez.
   Y están aún aquellos que no saben más soñar. si el loco borra la distinción entre la imaginación y la realidad exterior, entre el deseo y su cumplimiento, los más enfermos de dichos normales cortan la interpretación de esos dos mundos; el fluido de la vida psíquica no circula más. Lo insólito, lo inquietante ya no tendrán acceso a lo consciente. Al igual que das Unheimliche -que Freud hace derivar de su contrario, lo familiar- la normalidad, siguiendo la misma trayectoria, se acerca cada vez más a lo que es "anormal" en la medida en que esta cualidad del Yo (Moi), este sentido común (que sabe distinguir lo exterior del interior y el deseo de su realización), se aleja del mundo de lo imaginario para orientarse únicamente hacia la realidad externa, fáctica y desafectada, hasta crear una dislocación de la función simbólica, y abrirse así la puerta a la explosión de lo imaginario en el cuerpo mismo.
   Es evidente que el lactante, que aún no conoce las normas de la vida, si espera un día ocupar un sitio en la sociedad que es la suya, deberá sufrir poco a poco el efecto normalizador del entorno, con sus ideales y sus interdicciones. Pero un dominio demasiado grande del Yo (Moi) social, razonable y adaptado, no es mucho más deseable que una predominancia de las fuerzas pulsionales desencadenadas. Es difícil de precisar el punto en que la "norma" se convierte en la argolla del espíritu y en el cementerio de la imaginaación. No cabe duda de que se origina en la relación primordial del niño con el seno, allí donde también se origina el primer acto creador del sujeto: su capacidad de alucinar ese seno, y de mantenerlo en cuanto objeto psíquico en el interior de él, para paliar la insoportable realidad, ¿Es posible que algunos, tal vez muchos, renuncien demasiado pronto a su omnipotencia infantil, se deshagan demasiado rápido de sus objetos transicionales, resuelvan demasiado bien su problemática edípica?
   A la dificultad de ser, siempre es posible responder con una sobreadaptación al mundo real. Todo amenaza entonces con pasar en circuito cerrado. La fuerza creadora, desordenada, se quiebra contra esa coraza que pone en peligro la vida misma. Raspamos un poco esa corteza que rodea a los que-están-demasiado-bien-en-su-piel - ¿y qué hallamos? ¿Una psicosis en potencia? No cabe duda que la normalidad, erigida en ideal, es una psicosis bien compensada. Si hay descompensaciones, el sujeto corre riesgo de vivir estallidos psicóticos, accidentes psicosomáticos, o por lo menos, caer en The mid-life crisis, enfermedad de la longevidad. No diré sin embargo, que el psicoanálisis no puede aportar nada a los super-normales. El trabajo analítico es un proceso creador y los sujetos llevan en ellos mismos todos los elementos para crear su analista y su aventura psicoanalítica, como cualquier otro. Cuando se internan en un psicoanálisis, si nada se crea, tal vez sea porque nosotros no hemos sabido oír su llamado.
   Digamos también en beneficio de este ser "normal", que él es el pilar de la sociedad, y que sin él la estructura social estaría en peligro. Jamás derribará al Reino, y morirá de igual manera por la República. Su epitafio: "Nació hombre y murió fontanero. ¡Pero ojo! ¿Por quién doblan las campanas? ¿Por ellos, por mí, por tí? Nosotros también corremos el riesgo de morirpsicoanalistas. Esta suerte asecha a todos. El psicoanalista que se creyera "normal" y se atribuyera el derecho de preconizar normas a sus analizados, amenazaría con ser muy tóxico para ellos. Ahora bien, "nadie, dijo aproximadamente Freud, conducirá a sus analizandos más lejos que quien ha desarrollado por sí mismo la capacidad de cuestionarse".

martes, 12 de enero de 2016

Entrevista a Joyce McDougall


Fue en febrero del año 2004 cuando conocí a Joyce McDougall, a través del artículo La novela del perverso: lasneosexualidades, incluido en el libro El diván de Procusto. Su postura acerca de la perversión me pareció interesante y para octubre del mismo año ya había adquirido un libro de su total autoría: Las mil y una caras de Eros. En este texto encontré una visión muy abierta acerca de la sexualidad, una concepción diferente acerca del concepto de Perversión, y me quedó un poco más claro el término Neosexualidad, del que ya había leído en ese primer artículo que tuve en mis manos. Al leer el libro Alegato por una cierta anormalidad, que compré en enero del 2005, me di cuenta que ya había leído algo de ella, durante mi formación universitaria a finales de los años 90’s, sin saber quién era el autor, ese primer articulo fue Escena primaria y argumento perverso.

Para principios del 2005, tenía alrededor de un año de haberme interesado por el tema de la  Diversidad Sexual, su movimiento sociopolítico, las posturas teóricas desde las cuales distintas disciplinas abordaban el asunto, y sobre todo, su relación con el psicoanálisis. Lo que para entonces había leído sobre la relación entre el psicoanálisis y la diversidad sexual me había decepcionado. Aunque había conocido diferentes posturas teóricas hacia la sexualidad, en particular hacia el trabajo con pacientes gays, lesbianas, bisexuales y transgéneros, siempre encontraba el mismo punto en común: el prejuicio, y una concepción hacia las sexualidades no normativas que parecía no había evolucionado de la visión médico-psiquiátrica del siglo XIX.

Cuando leí a Joyce me hizo conocer una postura diferente a las que había tenido oportunidad de leer hasta ese entonces, y no sólo acerca de la sexualidad, sino también en cuanto apertura teórica. Eso me hizo aprovechar la tecnología para buscarla y entrevistarla. La idea original era publicarla en una revista local de psicoanálisis llamada a-Tiempo, pero esto nunca pasó pues el último número fue en noviembre del 2005, y yo aun no terminaba con la entrevista.

Al buscar información sobre ella me sorprendió su historia. Nacida en Nueva Zelanda en 1920, ella tenía el sueño de ir a Inglaterra a realizar un psicoanálisis y tal vez para estudiarlo. A principios de los años 50’s se instaló en Inglaterra, empezó su análisis con el Dr. John Pratt y comenzó a formarse en un curso con Anna Freud. A pesar de los choques entre los anafreudianos y los klenianos, ella decidió conocer a Melanie Klein y escucharla también, al igual que a Winnicott. Dos años después se muda a Francia y por recomendación de Anna, conoce a la princesa Marie Bonaparte quien la invita a pertenecer a su Instituto, el cual tenía una guerra interna entre el grupo de Lagache/Lacan, por un lado, y el director del Instituto, Nacht, por el otro. Después de visitar a ambos en sus consultorios, y preguntarle al Dr. Marc Schlumberger, con quien continuaba su análisis en París, decidió quedarse en el Instituto. Así se relacionó de manera profesional y personal con personalidades como Wilfred Bion, Didier Anzieu, Serge Lebovici, Hanna Segal, Andree Green, Margaret Malher, Otto Kenberg, Janine, Chasseguet-Smirgel, Maud Mannoni, Robert Stoller, Piera Aulagnier, entre muchos otros. Incluso fue convocada por el Dalai Lama para que trabajaran juntos en un seminario sobre la vida psíquica.

Finalmente mandé un correo electrónico a la SPP (Société Psychanalytique de Paris) para que me proporcionaran su dirección. La entrevista transcurrió en todo el año 2005, con períodos en los que no hubo comunicación por sus extensas giras de conferencias, a veces por dificultades técnicas, y aunque oficialmente no concluyó, se dio término con un muy agradable detalle de su parte.



20 de Enero de 2005
Sra. McDougall

Le escribo desde México enviándole un cordial saludo. Es sorprendente como la tecnología puede enlazar a dos personas estando tan lejos uno del otro. El motivo de mi carta es la siguiente: Debido a que este año se cumplen cien años de la publicación de tres ensayos de teoría sexual, quise escribir para una revista de psicoanálisis local un artículo sobre la sexualidad en el psicoanálisis, desde la época de Freud hasta ahora. Conozco poco de su trabajo, sólo tres publicaciones de usted: “Alegato por una cierta anormalidad”, “Las mil y una caras de Eros” y “El diván de Procusto”. La postura que usted toma acerca de la sexualidad humana, acerca de las perversiones, de las neosexualidades me ha gustado mucho y estoy de acuerdo con usted en la connotación peyorativa del término perversión. Me parece que su postura toma mucho en cuenta el aspecto cultural y da su lugar a la comunidad gay, a la diversidad sexual. En México se conoce poco del tema de las neosexualidades y me parece que sería importante que se pudiera hablar de esto en varios espacios. Después de pensar un poco en el artículo de esta revista se me ocurrió la idea que poder entrevistarla a usted vía e-mail y publicar esta entrevista en esta revista. Es una revista de psicoanálisis pequeña, local; mi psicoanalista y una colega de ella son las que con mucho esfuerzo lograron publicarla. Dejo la propuesta abierta para cualquier comentario que me pudiera proporcionar. Sé que habla francés e inglés, por eso le escribo en ingles, pero mi lengua es el español, abajo esta el original en esta lengua. Muchas gracias por su tiempo y es un privilegio que una personalidad como usted pueda llegar a tantos oídos (y ojos) para dejar ver la luz acerca de cosas tan elementales y tan desconocidas en nosotros, como la sexualidad.
Muchas gracias
Lic. Francisco Anguiano Castillo
Monterrey, Nuevo León México


23 de Enero de 2005
Querido Dr. Anguiano Castillo,

Sí, usted tiene mi permiso para entrevistarme por medio de correo electrónico.
Remarco que no enlista algunos de mis libros (todos ellos han sido traducidos al español): Aparte de Alegato por una cierta anormalidad y Las mil y una caras de Eros, también están “Los teatros del cuerpo” y “Los teatros de la mente” (asi como también un libro el cual trata del análisis de un niño: “Dialogo con Sammy”)

Saludos cordiales,
Joyce McDougall


2 de febrero de 2005
Sra. McDougall, este es el inicio de la entrevista. Gracias

Antes que nada quisiera agradecerle su amabilidad al aceptar esta entrevista a distancia, con todo lo que implica que uno de los personajes este en París, Francia y el otro en Monterrey, México. Muchas gracias por su disposición y su sencillez. La intención de esta conversación vía e-mail es la de llegar a nuevas generaciones que desconocen su trabajo y aportar cosas nuevas a quienes ya desde hace tiempo la conocemos y ha contribuido en nuestras reflexiones tanto teóricas como en la clínica.

Sra. McDougall, el tema de la sexualidad, a pesar de que vivimos en países muy distintos y lejanos, no deja de ser ni en París ni en México una cuestión compleja. Muchas cosas se mueven alrededor de ella, y aun dentro del mismo psicoanálisis hay muchas discrepancias alrededor de la sexualidad. Este año se cumplen cien años de una publicación que cambió la concepción de la sexualidad en 1905: Tres ensayos de teoría sexual. Hoy, a un siglo de distancia de la obra de Freud, iniciando un nuevo siglo, un nuevo milenio ¿Cómo ve la sexualidad hoy en día?


22 de Febrero de 2005
Querido Francisco (y mi nombre es Joyce),

Ahora regreso a Paris, después de un prolongado tour de conferencias, y encuentro tu correo electrónico y tu pregunta, la cual estoy apresurada por contestar:

¿Cómo veo la sexualidad hoy? No estoy en una posición para responder desde un punto de vista generalizado europeo. Yo sólo puedo contestar siguiendo lo que he escuchado de mis analizandos: he sido una analista parisiense por más de cincuenta años, y he notado ciertos cambios en la cuestión y en los problemas presentados por mis analizandos.

Hace medio siglo, la mayoría de mis pacientes estaban preocupados en decidir si debían o no casarse con sus parejas (frecuentemente con el fin de apaciguar a sus padres que no siempre aceptaban que su hijo o hija viviera con su pareja sin estar casados), mientras que hoy en día es generalmente más aceptado que las parejas puedan vivir juntas sin estar legalmente casados, y esto sólo se vuelve una preocupación familiar cuando la pareja en cuestión decide tener un hijo

Este cambio también implica que las questiones y los problemas sexuales han adquirido una perspectiva diferente: en el pasado, la exploración durante el viaje psicoanalítico estaba de alguna manera menos interesada por cuestiones en referencia al logro de la satisfacción en las relaciones sexuales y amorosas, mientras que en los últimos veinticinco años ha habido un interés creciente en cómo disfrutar satisfactoriamente las experiencias eróticas en uno mismo y cómo satisfacer a nuestra pareja sexual.
Además, la práctica psicoanalítica en Francia se ha extendido para incluir “terapia de pareja” así como terapia grupal y psicodrama, que frecuentemente estan interesados en las relaciones sexuales.

Otro cambio notable es la actitud hacia las homosexualidades. Dentro de los círculos psicoanalíticos en Francia la homosexualidad ya no es considerada una manifestación patológica por la mayoría de los analistas, que no era el caso hace unos cincuenta años atrás. La llamada “revolución gay” ha traido consigo un cambio en la opinión pública hacia las homosexualidades masculinas y femeninas, dando como resultado que la crítica a las parejas homosexuales (y sus demandas por la aceptació legal en unos casos) es hoy considerado un prejuicio inaceptable.

Estas son sólo algunas reflexiones de paso que tu pregunta despertartó en mí.

Apreciaria tus comentarios y estaría interesada en saber si cambios similares son también observables en México.

Saludos coridales
Joyce


27 de febrero de 2005
Querida Joyce

Me parece que en los últimos años ha cambiado un poco la forma de ver la sexualidad en México, pero aun así, sigue siendo un tema tabú y todavía falta mucha información para que la gente pueda hablar abiertamente el tema de la sexualidad o ver sin prejuicio una pareja de homosexuales. La comunidad gay cada vez tiene una mejor posición dentro de la sociedad, pero se sigue viendo como enfermedad, como desviación, como perversión. Y una de las críticas de la comunidad gay al psicoanálisis (o a algunos sectores del psicoanálisis) es que siga viendo la homosexualidad como una perversión. Me parece que tu postura es diferente…

Saludos cordiales
Francisco


27 de febrero de 2005
Querido Francisco

En efecto, yo no clasificaría la homosexualidad como una perversión.
Y me gustaría enfatizar que Freud hizo una distinción entre perversión sexual y homosexualidad, en la que se refirió a la homosexualidad como “inversión”, y por lo tanto, la distinguió de la “perversión”.

Desde mi punto de vista, la homosexualidad no debe estar entre las perversiones, pero yo añadiría que hay algunas homosexualidades perversas así como hay algunas heterosexualidades perversas (por ejemplo el abuso sexual infantil, que en cualquier caso debe ser considerado perverso).

El movimiento gay pride tanto en Europa como en EUA ha tenido también un efecto considerable en la opinión pública. ¿Esto es así en México?

¿Este breve resumen ofrece una respuesta adecuada a tu pregunta?

Espero con interés escuchar de ti.

Cordialmente
Joyce


14 de marzo de 2005
Querida Joyce

Desgraciadamente en México todavía existe una censura muy absurda al tema de la diversidad sexual. Hace unos días una alumna francesa que estudia aquí me comentó: “Los mexicanos pueden hacer de todo (en cuanto a la sexualidad) pero no lo dicen”. Hay una doble moral muy fuerte y creo que en gran parte se debe a la influencia religiosa. La comunidad gay esta trabajando duro pero sólo un pequeño sector de personas está informado de ello. En cuanto a tu postura hacia la sexualidad, no sólo es en relación a las homosexualidades, sino también a las llamadas “perversiones”. Tú hablas de Neosexualidades…

Saludos cordiales
Francisco


14 de marzo de 2005
Querido Francisco

En cuanto a la terminología, inventé el término “Neosexualidades” porque “Perversión” sugiere un juicio de valor: ¡uno nunca escucha que una persona ha sido pervertida por el bien!
 
Tambien pienso que el término “Neosexualidad” incluye la idea de que era una nueva fantasía de escena primaria inventada por un niño porque él/ella creía que la sexualidad de los padres era aterradora y que sus propios impulsos y deseos sexuales iban a ser condenados.

Esto lleva entonces al tema de la masturbación, lo descubrí en el trabajo con niños y padres en los Centros de Psicoterapia: cuando había quejas acerca de un niño masturbándose en publico, era necesario, en muchos casos, educar a los padres informándoles que la masturbación es la sexualidad normal de los niños; pero añadiendo que mientras ellos tienen razón al afirmar que su hijo no debe masturbarse públicamente, ellos también deberían añadir “tú puedes acariciar tu sexo (pipi, pajarito, etc.) cuando tu estes en la cama, ahí es el lugar correcto”

 
16 de marzo de 2005
Querida Joyce:

Tú hablas de una diferenciación entre “Neosexualidades” y “Perversiones”, pero en ninguna de ellas utilizas en término “estructura”, sino de formas de relación. En tu libroLas mil y una caras de Eros dices que desearías reservar la palabra “perversión” para ciertas formas de relación: relaciones sexuales impuestas por un individuo a otro no consintiente o no responsable.

Esto me hace pensar dos cosas. ¿Por qué para este tipo de relaciones sí usar un término que sugiere un juicio de valor? Y ¿Qué pasa con los hombres (sobretodo en nuestra cultura machista) que tienen sexo con sus esposas sin tomar en cuenta las necesidades o deseos de ellas?

Saludos cordiales
Francisco


16 de marzo de 2005
Querido Francisco

Tu primera pregunta no esta totalmente clara para mi.
Por varias razones (explicadas en mis escritos) evito el término “estructura”, ya que este es usado de muchas diferentes maneras y sentidos, y tambien, en mi opinion, el punto más importante en cualquier forma de desviación sexual, es el tipo de relación que el individuo busca y mantiene con otro.

Sin embargo, no obstante, parecería extraño si los psicoanalistas no hicieran distinción entre sexualidades que son condenadas por la ley y las otras numerosas formas de relaciones sexuales que solo conciernen a los indivuduos en cuestion. Parecería inapropiado que nosotros consideráramos las sexualidades que envuelven abuso infantil, la violación o la necrofilia sólo como otra forma de relación sexual. A parte de que son sexualidades que son castigadas por la ley, en esos caso, ¡hay una total indiferencia con respecto a los deseos y los sentimientos del otro!

Debo alejarme a tiempo para mi primer paciente
Saludos amables y afectuosos buenos deseos
Joyce


17 de Marzo de 2005
Querida Joyce

Muchas gracias por seguir disponible para nuestra conversación. Quisiera preguntarte si vas a tomar vacaciones en esta próxima semana o si podemos seguir con la entrevista.
Muchas gracias por tu tiempo 

En cuanto a las formas de relaciones. El psicoanálisis habla de la bisexualidad de nuestra estructura psíquica, así como también  en que llega un momento en el cual los niños y las niñas deben aceptar que no pueden poseer a ambos progenitores, ni pertenecer a los dos sexos, ¿qué ocurre con la actividad bisexual adulta y con los llamados trangéneros?
Saludos cordiales, tu amigo mexicano
Francisco


19 de Marzo de 2005
Querido Francisco

Mañana me tomo una semana de vacaciones (con amigos, en México) y regreso a Paris y con mis pacientes en 29 de Marzo.
La pregunta sobre los adultos bisexuales es compleja. Adam Limentani una vez publicó varios escritos sobre el tema. Si puedo rastrearlos te daré referencias. Adam enfatizó que en muchos casos el hombre o la mujer bisexuales presentaban angustia en los contactos hetero y homosexuales, y necesitaban regresar rápidamente al otro a fin de disipar la ansiedad.
Los analizandos bisexuales que he tenido en análisis no siempre encajaban en la categoría de Adam. Con frecuencia ellos recordaban que durante su infancia uno u otro de sus padres estaba fuera de su alcance, a menudo ausente o muerto.
En cuanto a los que buscan la reasignación sexual, en mi experiencia, la situación clínica es bastante diferente. Aquí es más una cuestión de tratar de encontrar lo que el niño o la niña del pasado capturó como deseo parental, que él o ella fuera del otro sexo. Un colega brasileño escribió en su tesis de doctorado este tema y yo estaba en el jurado. Te contactaré con él si lo deseas, y tal vez él podría mandarte una copia de su tesis en portugués.

A bientôt
Tu amiga francesa
Joyce


1 de abril de 2005
Querida Joyce:

Antes de seguir con la entrevista quisiera decirte que me da gusto volver a escribirte y saber que estas de regreso en París. Cuéntame cómo te fue de vacaciones, dijiste que venias a México con unos amigos. ¿A qué parte de México viniste? ¿Ya habías venido antes? Me alegra mucho saber que ya hayas conocido mi país. Cuéntame qué encontraste en México.
Saludos cordiales
Tu amigo mexicano
Francisco


2 de abril de 2005
Querido Francisco

Estuvimos cuatro durante mi semana en México, quedándonos en un hotel llamado “Secret Capri”, que está a una hora de Cancún.
Este es un maravilloso lugar para visitar, con una larga piscina y también una larga playa frente al océano donde también podíamos nadar.
Hablamos de muchas cosas, dos de nosotros éramos psicoanalistas y todos habíamos estado en análisis. Fuimos capaces de probar mucha deliciosa comida mexicana y de observar danzas folclóricas mexicanas en varias noches
Fue una maravillosa experiencia, especialmente para mí, ya que he ido a México en varias ocasiones pero siempre por trabajo. Mientras que esta vez fueron unas verdaderas vacaciones.
¡Amo tu país!

Saludos afectuosos
Tu amiga parisina
Joyce


6 de abril de 2006
Querida Joyce

Es muy interesante tu postura hacia las “perversiones”, en varios sentidos. Creo que tú hablas de relaciones perversas más que de “perversiones”. Del término original tú excluyes algunas formas de relación al llamarlas Neosexualidades, pero en vez de reducir el número de “perversiones”, al señalar que la relación perversa es aquella en donde uno de los partenaire no toma en cuenta el deseo de la pareja, aumenta tremendamente la cantidad de relaciones perversas, insisto, que es muy común en sociedades como la mexicana, donde todavía el hombre tiene un lugar de poder sobre la mujer.

Saludos cordiales
Francisco


8 de abril de 2005
Querido Francisco

Esta vez no haces ninguna pregunta para que yo te conteste.
Es, en efecto, verdad que he llamado a las relaciones de amor sexual que se desvían de la norma “neosexualidades”, a fin de evitar un juicio de valor incluido en el término “perversión”, que siempre implica un “vuelco a lo malo”.
Además, he enfatizado, como indicas, que las relaciones que yo caracterizaría como perversas son aquellas en las cuales el compañero no es tratado como una persona con deseos propios sino como un objeto para ser usado por el otro, es decir no cómo un sujeto que expresa sus propios deseos y y se involucra voluntariamente en la relación erótica.
Añadí que cualquier actividad erótica en la cual las dos personas involucradas voluntariamente, aun si pudiera parecer anormal a los otros, no constituye una “perversión” sexual. Entonces propuse que las relaciones perversas estaban claramente expresadas en el abuso infantil, la violación, el exhibicionismo y la necrofilia.
Sin embargo, tú has añadido a mi lista de “perversiones” sexuales la relación entre parejas en las cuales la pareja de la mujer la domina. Esto me parece una adición bastante sorprendente en estos días de feminismo en los cuales la mujer proclama abiertamente su derecho al placer sexual sobre sus propios términos.
Si, como tú propones, muchas mujeres mexicanas tienen relaciones en las cuales su pareja las dominan, hay que preguntar: ¿por qué habrían aceptado continuar en tal relación si ellas sienten que no tienen derecho a expresar sus propios deseos eróticos? Y ¿por qué ellas habrían elegido a tal compañero para empezar? ¿La noción de los derechos feministas no son conocidos en México?
¡Esta vez soy yo quien hace las preguntas!

Respetos cordiales de tu amiga parisina
Joyce


20 de abril de 2005
Joyce, estoy preocupado otra vez que no hayas recibido mi anterior correo. Te envié una foto y no sé si debido a ello no lo recibiste. Te lo envio de nuevo. Agrego otro correo electrónico, por favor responde a ambos. Muchas gracias.

Joyce, lamentablemente en México aun existe mucha ignorancia en muchos niveles, sumado a esto el tabú que existe sobre la sexualidad, hace de todo esto algo muy complejo. Con respecto al lugar de la mujer en la sociedad, hay algunos organismos que trabajan con ellas, cuando sufren violencia familiar o trabajan dando a conocer sus derechos, pero todavía nos falta muchos años para entender lo que significa la equidad de género. Me parece que es importante señalar el punto de la educación, y enfatizar en la influencia religiosa que es muy fuerte en este país. A los hombres se nos educa de una forma muy distinta que a las mujeres, por ejemplo, los hombres tenemos libre acceso a la sexualidad, las mujeres no, es visto muy diferente un hombre que tiene mucha actividad sexual a una mujer que la tenga: el hombre tiene experiencia, la mujer es una puta. Podría pensarse que hay algo en la mujer que la sujeta a un compañero de ciertas características, no podemos negar la parte inconsciente del asunto, pero si a la mujer, desde niña, se le enseña a obedecer, a no cuestionar, a no disfrutar de su sexualidad, crece pensando que es así como debe ser la vida de pareja, y si no tiene acceso a otras opciones, cree que esa vida conyugal es la “normal”. Quiero aclarar que esto no sucede con todas las mujeres mexicanas, pero tampoco puedo cegarme y negar que gran parte de ellas viven en esa dinámica, en todos los niveles sociales, académicos y/o económicos, pues es parte de la cultura ¿Entraría a tu concepción de relación perversa bajo estas condiciones? Me gustaría saber tu opinión sobre este punto.

Saludos cordiales
Francisco


20 de abril de 2005
Querido Francisco

Sí he recibido finalmente tu último correo electrónico, así como la foto de dos hermosas personas jóvenes: un muchacho y una muchacha. ¿Son estos tus hijos? ¡Ellos son verdaderamente encantadores a la vista!
Las noticias que usted me has enviado en cuanto a la enorme diferencia en cuanto a actitudes sexuales entre el estado ético de los hombres y de las mujeres en México son bastante traumatizantes para mí.
¡¡Parece a un regreso a la época Victoriana contra la cual Freud luchó muy fuerte en  toda su vida!!
¡¿No hay ningún movimiento "feminista" en México?! De ser así, ¿cómo podrían tolerar una doble norma tal como la describes? ¡Yo estoy realmente sorprendida y horrorizada si este es el caso!
¿¿Deberíamos sugerir algunos libros que deben ser traducidos [o al menos podrían ser] en español para inspirar a las feministas, y quizás también educar la población masculina inteligente??

Saludos cordiales,
Joyce


4 de mayo de 2005
Querida Joyce,

¡Muchas gracias por lo de hermosos jóvenes y por lo de encantadores! No son mis hijos, soy yo y una muy querida amiga el día de su boda, hace dos semanas. Me parece que debí aclarar desde el principio mi edad, tengo 27 años. Espero que esto no vaya a molestarte, de alguna manera me alegra que pienses que tengo mas edad pues tal vez eso quiere decir que mis preguntas no son tan tontas, ni tan absurdas. 
Debo confesar que tuve miedo de comentarte la situación de la mujer en México, por dos razones. Uno de mis temores era que siento que para ciertos psicoanalistas hablar de la perspectiva de género significa estar fuera de los terrenos del psicoanálisis, pero aun asi consideraba importante mencionarlo. Lo que he leído de ti habla de una gran apertura tuya hacia muchas escuelas psicoanalíticas, sin ningún tipo de prejuicio, por eso sentí la confianza de tocar este punto contigo, y me lo confirmas con la respuesta que tú me das, que a mi parecer, tiene que ver con la educación, con la cultura, que es a lo que yo aludo.
La otra razón era, vuelvo a aclarar, que esta situación no es con todas las mujeres mexicanas, pero sí con una gran parte de ellas que vive bajo estas condiciones de desigualdad, y mientras siga pasando, es muy importante no ignorarlas. Por supuesto que hay movimientos feministas en México, y como la comunidad gay, están haciendo muchas cosas y están poniendo todo su esfuerzo pero no es una cuestión sencilla, hay que romper tabúes y prejuicios. Dicen por ahí que para que haya realmente equidad de género, se necesitan alrededor de 3 generaciones, estamos hablando de 75 años. Tristemente ya no nos tocará a la mayoría de nosotros. Pero, sin no trabajamos desde ahora, nunca va a llegar ese momento. En lo personal, parte de mi trabajo consiste en trabajar reeducando a los hombres para que juntos construyamos una nueva masculinidad, sin recurrir a la violencia o a ejercer un uso inadecuado de poder sobre las mujeres.

Los mejores deseos
Francisco


8 de mayo de 2005
Querido Francisco

He estado dando una conferencia fuera de Francia, de ahí la tardanza en contestarte tu correo reciente, donde revelas que el guapo joven en la foto eres tú mismo, y que tienes 27 años (como uno de mis nietos). ¡Sin embargo tus preguntas y comentarios dan la impresión de un profesor mayor!
En cualquier caso, tus preguntas son más estimulantes y quiero continuar nuestro intercambio si tú lo deseas.

Respetos cordiales
Joyce


12 de agosto de 2005
Joyce, hace tiempo que no sé de ti. Espero que te encuentres bien. Cuando puedas envíame un correo para continuar con la entrevista.

Saludos cordiales
Francisco


8 de septiembre de 2005
Querido Francisco

Acabo de regresar a Paris después de 6 semanas en el extranjero, ya que este es el período de vacaciones de venano en Francia. Durante este tiempo asistí al Congreso Mundial de la IPA en Rio y luego continué a España, donde pasé el resto de mis vacaciones con mi hijo Martin y su esposa.
Yo estaré encantada de continuar con nuestro intercambio cuando tu desees.
Espero que tu también hayas tenido unas buenas vacaciones con tu familia y amigos

Un cordial saludo
Joyce


Septiembre de 2005
Querida Joyce:

Estoy contento de haber recibido tu correo. Hace mucho tiempo que no recibía correspondencia tuya. Para ser sincero, estaba preocupado. No sabía si te encontrabas bien de salud, o no estabas recibiendo mis correos o yo no estaba recibiendo los tuyos. Me alegra que hayas salido de vacaciones y hayas ido a Rio al congreso de la IPA. Me dices que fuiste a España con tu hijo Martín y su esposa ¿Sabías que mi segundo nombre es Martín? Yo por mi parte no tuve vacaciones, sólo viaje a la playa más cercana de mi ciudad por un fin de semana, te mando una foto para que la veas. Yo soy el de la izquierda, de camisa verde.
Me alegra tenerte de vuelta para poder continuar con la entrevista.
En el próximo correo que te envíe, continuaremos con la entrevista

Francisco


30 de octubre de 2005
Querida Joyce

Despues de esta pausa, con el fin de continuar con la entrevista, revisé todo lo que hemos discutido y encontré algunos problemas que no están muy claros para mí.
Mencionaste anteriormente que en los círculos psicoanalíticos en Francia la homosexualidad ya no es considerada una manifestación patológica por la mayoría de los analistas y que la “revolución gay” había traido consigo un cambio en la opinión publica. Mi pregunta es esta: este cambio, de no considerar la homosexualidad una manifestación patológica, ¿es debido a la “revolución gay” como movimiento político o a las nuevas contribuciones surgidas de la clínica psicoanalítica?
Otra cuestión que encuentro importante para discutir es la siguiente: cuando nosotros hablamos de perversiones y neosexualidades, hablamos de “estructura” y de “formas de relación”. Creo que es importante que puedas explicar el término estructura.

Gracias
Tu amigo mexicano
Francisco


2 de noviembre de 2005
Querido Francisco

Qué agradable escuchar de ti de nuevo. (Me preguntaba si tú ya no tenías más preguntas a las que buscabas respuestas, ¡pero estaba equivocada!)
En respuesta a tu pregunta sobre los cambios en las actitudes psicoanalíticas hacia la homosexualidad y tu consulta sobre si tenía una explicación, no estoy es una buena posición para responder tu pregunta excepto para decir que las investigaciones y las publicaciones psicoanalíticas han, indudablemente, contribuido: aquí esta un relato el cual acabo de recibir de Jack Drescher que puede ser una respuesta parcial:

(*Joyce me envía un artículo sobre la situación de las llamadas “terapias reparativas” o “de conversión” de los movimientos de “Exgay”, los daños y los supuestos logros, en contraste con la postura del psiquiatra y psicoanalista Jack Drescher)

Yo confío que este artículo sea algo interesante para ti, Francisco

En cuanto a tu segunda pregunta: el termino “estructura” es comúnmente muy usado en la literatura analítica francesa (especialmente lacaniana), y usualmente se refiere a los diferentes elementos que conforman el carácter de una persona; pero uno también a menudo lo escucha aplicado como término clínico: “Este analizando tiene claramente una estructura histérica definida”, significando los diferentes elementos compuestos que implica una categoría clínica.
Espero que conteste tu pregunta
Espero que todo vaya bien para ti y para tus seres queridos

Saludos afectuosos
Joyce


3 de noviembre de 2005
Querida Joyce

Gracias por tu anterior correo. Antes de continuar la entrevista, quisiera mencionarte que en los próximos días, unos amigos mios viajarán a Paría y me gustaría mandarte unos obsequios. ¿Podrías proporcionarme una dirección a donde pudiera enviártelos en Paris?

Gracias
Francisco


3 de noviembre de 2005
Querido Francisco

Qué encantadora sorpresa es anunciada en tu carta
Mi dirección en París es la siguiente:
Joyce McDougall
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5 de noviembre de 2005
Querida Joyce

Mis amigos viajarán a Europa mañana. Ellos dicen que estarán en París entre el 13 y el 15 de noviembre. Ellos pueden pasar a la dirección que me diste para entregarlo. Sus nombres son Álvaro y Karla. Espero que te guste lo que te envío. Lo hago con todo mi corazón.

Francisco


16 de noviembre de 2005
Querido Francisco

Tus encantadores regalos llegaron ayer aquí. Mille mercis!!
El poncho de lana color crema será más útil, (asi como elegante) durante mis vacaciones de Navidad en Andalucía.
Y el libro sobre Frida Kahlo y Diego Rivera es un bien precioso. Yo siempre he admirado inmensamente la creatividad de Kahlo, así como cualidad fantástica de supervivencia psíquica asi que estoy llena de ganas de leer todo lo que este libro contiene.
Igualmente fascinante es la postal que adorna la pared de tu habitación, y esto también lo voy a atesorar como una parte importante de tu ser querido (¡El tema, relacionando a la mujer y su sentimientos acerca de su psicoanalista es, por supuesto, también, más atractivo!).
¡Finalmente, espero ver algún día nuestra entrevista en “a-Tiempo”!
Por lo tanto, para responder a tu pregunta: “Espero que te guste lo que te envío” Te contesto con mucho entusiasmo “¡Sí! ¡Amo todo lo que amablemente y generosamente me mandaste!”
Gracias, gracias querido Francisco

Con mis pensamiento más afectuoso
Tu amiga, Joyce.


14 de diciembre de 2005
Querido Francisco

Tus amoroso regalos (incluyendo el fascinante animal colorido que, aparentemente, olvidé mencionar, siguen deleitándome. Y deseo, a su vez, enviarte algunos regalos desde Francia, pero para esto necesito tu dirección en México.
¿Podrías enviarme por favor tu dirección lo más rápido posible?
Los regalos que voy a escoger para ti los enviaré a principios de Enero, ya que me voy para las vacaciones de Navidad a España al final de esta semana (y regreso a Paris el 7 de Enero del 2006)
Aprovecho la ocasión para desearte unas muy felices fiestas de Navidad y Año Nuevo. Espero que Papá Noel satisfaga todo lo que tú desees para lo largo del año que viene.

Saludos afectuosos
Joyce


15 de diciembre de 2005
Querida Joyce

Muchas gracias por tus deseos. Yo también te deseo una muy Feliz Navidad en compañía de sus amigos y tu familia en España. Que el próximo año te traiga mucha salud y mucha felicidad. Te mando un beso y un cálido abrazo. Realmente me siento muy cercana y esto me hace muy feliz y espero conocerte pronto.
Disfruta mucho tus vacaciones en España. Yo también ya necesito vacaciones. En enero continuaremos con la entrevista.

Bueno, te envió la dirección de mi casa
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P.d. Sería muy feliz si pudieras enviarme un libro tuyo con tu autógrafo
Gracias, Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo

Tu amigo
Francisco
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Esa fue la última vez que tuvimos contacto Joyce y yo.
En Enero del 2006 recibí por correo tres playeras de París, un libro de arte del pintor impresionista Claude Monet, y el libro The many faces of Eros, autografiado para mi.
Aunque ya no volvimos a tener comunicación, la experiencia que empezó con una entrevista a distancia y término con una cercanía emocional, al menos de mi parte, fue uno de las grandes experiencias de mi vida. La gran lección ha sido que, aun siendo una psicoanalista reconocida a nivel mundial, con grandes logros y publicaciones, amiga y compañera de un sinfín de personajes del mundo del psicoanálisis y de otras disciplinas, había un ser humano sencillo y muy cálido. Que tuvo la accesibilidad y la amabilidad que tomarse el tiempo, leer, contestar y compartir a un chico que apenas empezaba en el mundo del psicoanálisis.
Joyce murió varios años después, un día antes de mi cumpleaños, el 24 de agosto del 2011 en Londres, a los 91 años

Junio de 2014

Traducido por Francisco M. Anguiano Castillo, Daniel Ramos Rodríguez y Fania Reyes