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Paz y Ciencia

miércoles, 12 de junio de 2013

Implicaciones Sociales de la Terapia Gestalt

 
 
Implicaciones sociales de la Terapia Gestalt

Lo que me importaría dibujar, introducir y, sobretodo, discutir aquí, no concierne tanto a los diversos compromisos que los unos y los otros pueden tomar en la ciudad, a las funciones sociales que podemos ejercer a través de nuestros roles, como al conjunto de las consecuencias sociales que van ligadas a la forma de terapia que proponemos. Prolongo así una reflexión que ya inicié en el seno de la Sociedad Francesa de Gestalt hace algunos años bajo el título de “El cambio social comienza con dos” [1].
Considero, en efecto, que la sucesión de contactos establecidos entre el terapeuta y su cliente, su organización en una relación, cualquiera que sea la aproximación utilizada, contribuye a modelar las relaciones sociales y la inscripción de los clientes en el tejido social. El pragmatismo americano ha mostrado que los medios definen y colorean los fines, así que los resultados obtenidos serán modelizados por las modalidades aplicadas. Hipotetizo que una experiencia terapéutica vivida mediante la Terapia Gestalt no tendrá los mismos efectos que una experiencia psicoterapéutica vivida con un psicoanálisis lacaniano, con un psicoanálisis jungiano o con un análisis bioenergético. Soy también consciente de que aun siendo de una misma aproximación, podremos constatar las grandes variaciones ligadas a la persona del terapeuta, a su sistema de valores, a su concepción del hombre, a su propia historia.
Querría limitar mi reflexión a lo que me parece implícita o explícitamente ligado a la teoría y al método, y me apoyo sobre la sabiduría antigua de los estoicos, y más particularmente de Epícteto [2], quien nos invitó a saber distinguir “lo que depende de nosotros de lo que no depende”.
Vamos un paso más allá. El título - y el contenido- de un libro de James Hillman, un psicoanalista jungiano muy conocido, me impresionó con su publicación en 1992: « We've had a hundred years of psychotherapy, and the world's getting worse. » [N.de la T.: Hemos tenido cien años de terapia, y el mundo ha empeorado] [3] ¡Esto sugiere que la terapia de la Gestalt no ha sido la única en tener un impacto limitado! ¡El título de este libro podría incluso sugerir que tiene un impacto negativo, si queremos establecer una relación de causa-efecto! Yo no sé si el mundo es peor debido a la psicoterapia, pero creo que la terapia puede contribuir a introducir algunos efectos perversos, en particular el egotismo, la separación, la desresponsabilización.

El egotismo

El egotismo es definido en Terapia Gestalt de forma paradójica, ya que designa un exceso de referencia a sí mismo, demasiado funcionamiento en modo yo, lo que se traduce, entre otras cosas, en una ralentización de la interacción en la frontera por un exceso de control, una insuficiencia de espontaneidad, de dejarse ir, que puede llegar hasta un corte del contacto. Definición paradójica, pues este exceso de funcionamiento en modo yo es presentado por nuestros autores en el capítulo que consagran a las “Pérdidas de la función yo”. Lo que viene a decir que este exceso de control del contacto ejercido por la función yo no es el resultado de una elección del yo...
Isadore From puso en evidencia a lo largo de su enseñanza cómo la psicoterapia, y la Terapia Gestalt en particular, creaban una suerte de neurosis artificial al acentuar la interpelación y el desarrollo de la función yo (o ego). “¿Qué ves? ¿Qué sientes? ¿De qué eres consciente? ¿Qué es lo que tú eliges?”. Estas preguntas repetidas centran al paciente sobre sí mismo. Esta neurosis egotista, de acuerdo con From, sería el trasunto gestaltista de la neurosis de transferencia, neurosis creada por la situación analítica como instrumento de trabajo para elucidar la neurosis infantil. La disolución de la neurosis egotista, así como la disolución de la neurosis de transferencia, son consideradas indicadores del final de la cura. From reconoció que veía aquí un límite en estos dos enfoques, que no siempre sabían dirigir el proceso a su término: saber disolver los instrumentos que habían creado para poder operar.
Me parece innegable que la Terapia Gestalt no tiene el monopolio del efecto egotizante de la terapia. Muchos autores han puesto de relieve la cultura del individualismo y la cultura del narcisismo que se han desarrollado particularmente a lo largo de los últimos decenios. Cito, por ejemplo, algunas lineas de Christopher Lasch, extraídas de su célebre estudio “La cultura del narcisismo” [4].
“Los principales aliados [del hombre psicológico del siglo XX], en su lucha por lograr un equilibrio personal, no son ni los sacerdotes, ni los defensores de la autonomía, ni los modelos de éxito de tipo capitanías de industria: son los terapeutas”.
Un poco más tarde, continúa:
“La terapia se ha establecido como la sucesora del individualismo arisco y de la religión: esto no significa que “el triunfo de la psicoterapia” haya devenido en una nueva religión en sí. De hecho, la psicoterapia constituye una anti-religión, no porque se centre en las explicaciones racionales y en métodos científicos de curación, como sus practicantes querrían hacernos creer, sino más bien porque la sociedad moderna “no tiene porvenir”, y, por tanto, no presta ninguna atención a lo que no tenga que ver con sus necesidades inmediatas.”
Y de nuevo:
“Aunque los terapeutas hablan de la necesidad de “amor” y de “significación” o de “sentido”, definen estas nociones en términos de satisfacción de necesidades afectivas del paciente. Apenas se les ocurre (…) animar al paciente a subordinar sus necesidades y sus intereses a las del prójimo, a alguien, a cualquier causa o tradición exterior a su querido “yo”. “El amor”, en tanto que sacrificio de sí o humildad, y la “significación” o el “sentido” en tanto que sumisión a una lealtad más alta, son sublimaciones que aparecen en la sensibilidad terapéutica como una opresión intolerable, una ofensa al sentido común y un peligro para la salud y para el bienestar del individuo. Liberar a la humanidad de nociones tan atrasadas como el amor y el deber es la misión de las terapias postfreudianas, y en particular de sus discípulos y divulgadores, para quienes la salud mental significa la supresión de las inhibiciones y la gratificación inmediata de las pulsiones”.
El humanismo, del que algunos gestaltistas dicen formar parte, es uno de los últimos avatares del individualismo. Se ha reprochado mucho a Perls su “oración de la gestalt”, a menudo considerada como una manifestación egotista: “Yo soy yo - tú eres tú. Yo no estoy en el mundo para cumplir tus expectativas y tú no estás en el mundo para cumplir mis expectativas. Si nos encontramos, estará bien, si no nos encontramos, no podemos hacer nada”. Hoy en día, esta frase puede ser en efecto tomada irónicamente como una invitación al egotismo insensato si la consideramos en nuestro contexto social y cultural contemporáneo. Pero, como han puesto en evidencia algunos autores: “En el contexto en el que Perls formula su “oración” (la sociedad americana de los años sesenta), en el que las personas no eran capaces de separarse de adhesiones que funcionaban mal, esta afirmación tomaba un valor curativo”. [5] En nuestra sociedad de hoy en día, donde se es invitado a seguir el propio camino, a cuidar de uno mismo “porque yo lo valgo”, estos son valores y modalidades bien instaladas y bien explotadas por los comerciantes del desarrollo personal.
Está lejos de mí la idea o el proyecto de negar la importancia de la individuación, de la diferenciación, y por tanto, para ella misma, de un egotismo necesario y sostenible. Todo ser humano tiene que construir un delicado equilibrio entre su necesidad de diferenciación identitaria y su necesidad de vínculo. Las patologías de la experiencia narcisista son una de las formas de fracaso de la construcción de una dialéctica entre estas dos necesidades antagonistas: privilegian el lado de la identidad en detrimento de la pertenencia.

El desentendimiento y la desresponsabilización

Sin disgustar a Christopher Lasch, necesitamos entender lo que nos sucede; no hay nada más angustiante que permanecer sin sentido -de hecho, esto es la definición misma del terror- y no hay nada más tranquilizante que tener una respuesta. La respuesta causalista es la más accesible y ofrece una segurización asequible. Las diferentes terapias nos incitan mediante su método a buscar las causas en la historia personal, en la sexualidad infantil, en el genograma y en las transmisiones transgeneracionales, en los secretos de familia, en las estructuras interaccionales, en el lenguaje que estructura nuestras interacciones, en los genes y la herencia biológica, en los traumas personales o sociales, etc. Al psiquiatra fenomenológico Arthur Tatossian (6) le gustaba articular la autonomía y su opuesto, la heteronomía:
"Toda terapia (...) presupone el condicionamiento heteronómico de lo vivido o del comportamiento que ella abarca, e importa poco que esta heteronomía sea ejercida por algún desequilibrio de las sinapsis neuronales, por una organización particular del inconsciente o incluso por el "infortunio" mismo del Dasein".
La relación que establecemos con lo que instituimos como causas es una relación de heteronomía, como si las causas fueran un cuerpo extraño en la experiencia y se propusieran sistemáticamente como "circunstancias atenuantes".
Es, sin duda, una respuesta a este exceso de desresponsabilización, generado, entre otros, por la banalización del enfoque psicologizante y por un psicoanálisis mal digerido, lo que llevó a Perls, con todo lo artificial que le conocemos, a insistir en la respons-abilidad: "Toma la responsabilidad de lo que sientes, toma la responsabilidad de tu emoción, sé consciente de que fuiste tú quien fabricó este sueño, esta situación, este conflicto, este síntoma, etc.".
Cuando estaba trabajando en el concepto de "situación", me encontré con la obra de un filósofo español de la primera mitad del siglo XX, José Ortega y Gasset. Una de sus formulas llamó mi atención, "Yo soy yo y mis circunstancias" (7), en tanto que integraba la problemática de la situación y las circunstancias dentro de los contornos de la identidad. Con motivo de una intervención en España, pude preguntar a colegas a propósito de este filósofo del que desconocía su existencia hasta ese momento, y de su fórmula. Luego me enteré de que esta fórmula había sido descontextualizada e integrada en el lenguaje popular, un poco como había ocurrido con el famoso "El infierno, son los otros" (8) de Sartre. Así, cuando un empleado llega tarde al trabajo debido a los atascos y se le piden explicaciones, utilizará fácilmente la excusa: "Yo soy yo y mis circunstancias". ¡Así, estamos muy lejos de la filosofia abierta por Ortega y Gasset!
En nuestro equipo de formadores hemos presentido y después observado rápidamente posibles efectos perversos, desde que hemos comenzado a radicalizar la referencia a la perspectiva de campo en la formación de terapeutas Gestalt. Si ésta es tomada como alternativa a la perspectiva intrapsíquica, puede generar una atenuación de la responsabilidad personal en provecho de la de la situación, del contexto, como en las modalidades que hemos evocado antes al hablar de Ortega y Gasset.
Por tanto, en el trabajo inscrito en una epistemología de campo, sabemos que todo lo que está presente impacta en el contacto, incluídos los elementos dispersos que no son tenidos en cuenta. El reconocimiento explícito por el terapeuta de su parte consciente de influencia, de sus defensas así como de sus eventuales proyecciones, de su contra-transferencia, de sus implicaciones o contra-implicaciones introduce una dinámica de la responsabilidad ligada a la situación, de instante en instante.

http://youtu.be/-oeVibY-ZeQ KORN -Cover Metallica-
http://gestaltnet.net/fondo/articulos/implicaciones-sociales-de-la-terapia-gestalt-1

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenísimo!!

Luis