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Paz y Ciencia

jueves, 27 de junio de 2013

Carácter Fálico-Narcisista



Carácter Fálico-Narcisista (Wilhelm Reich) El carácter fálico -narcisista típico, es seguro de sí mismo,
a menudo arrogante, elástico, vigoroso y con frecuencia
dominador. Cuanto más neurótico el mecanismo interior,
tanto más saltan a la vista estos modos de conducta.

En cuando al tipo corporal, la expresión facial muestra por lo común rasgos duros,
marcados, masculinos, mas con no poca frecuencia también femeninos, como de niña,
pese al porte atlético. La conducta cotidiana es por lo común altanera, quizá fría y
reservada, quizá agresiva o "erizada de púas". En el comportamiento en relación con el
objeto, incluido el objeto amoroso, siempre domina el elemento narcisista sobre el
elemento libidinal objetal, y existe siempre una mezcla de rasgos sádicos más o menos
disfrazados.
Estas personas se anticipan por lo general a cualquier ataque esperado, con un ataque de
parte de ellos. Muy a menudo la agresión se expresa no tanto en lo que dicen o hacen,
sino en la manera en que lo dicen o hacen. Aparecen como agresivos o provocativos ante
personas que no disponen de su propia agresión. Los tipos francos tienden a lograr
posiciones rectoras en la vida y se rebelan contra la subordinación ejerciendo su dominio
sobre otros situados en peldaños más bajos de la escala jerárquica. Si sienten su vanidad
herida, reaccionan con fría reserva, con profunda depresión o con vivaz agresión.
A diferencia de otros caracteres, su narcisismo no se expresa de manera infantil, sino en la
exagerada ostentación de confianza en sí mismos, de dignidad y superioridad, pese a que
la base de su carácter no es menos infantil que la de los demás.
Los hombres fálico narcisistas (FN) muestran una gran potencia erectiva, si bien son
orgásmicamente impotentes. Las relaciones con mujeres se ven perturbadas por el
deprecio que sienten hacia el sexo femenino, deprecio rara vez ausente en estas
estructuras. Pese a ello son objetos sexuales altamente deseados, pues su aspecto
exterior ostenta todos los rasgos de la masculinidad. En las mujeres, el carácter FN se
presenta con mucha menor frecuencia. Las formas decididamente neuróticas se
caracterizan por una homosexualidad activa y por una sexualidad clitorídea; las mujeres
genitalmente más sanas, se caracterizan por una gran confianza en sí mismas, basada en
el vigor físico y en la belleza.
La historia infantil revela casi siempre serias decepciones en el objeto del otro sexo,
decepciones que ocurrieron precisamente en momentos en que se hacían intentos de
conquistar ese objeto mediante la exhibición fálica. En los hombres, encontramos a
menudo que la madre era la más fuerte de los dos progenitores, o que el padre había
muerto prematuramente o había desaparecido de alguna manera del cuadro familiar.
La frustración de la actividad exhibicionista genital en la cúspide de su desarrollo, por la misma
persona hacia la cual se manifestara el interés genital, resulta en una identificación con
esa persona en el nivel genital. Es decir, el muchacho renunciará al objeto femenino, lo
introyectará y se volverá hacia el padre en un papel homosexual activo (por ser fálico),
mientras conserva a la madre como un objeto, con actitudes solamente narcisistas e
impulsos de venganza sádica.
En tales hombres, el acto sexual tiene el significado inconsciente de demostrar a la mujer, una
y otra vez, su potencia; al mismo tiempo, significa desgarrar o destrozar a la mujer y, en
una capa más superficial, degradarla. A la inversa, en las mujeres fálico-narcisistas el
motivo rector es el de vengarse del hombre, de castrarlo durante el acto sexual, de
tornarle impotente o de hacerle parecer impotente. Esto no contradice en manera alguna
la marcada atracción sexual que estos caracteres acentuadamente eróticos ejercen sobre
el otro sexo.
Nos habla Erich Fromm de la violencia reactiva, que es la que se emplea en la defensa de la
vida, de la libertad, de la dignidad, de la propiedad, ya sea de uno o de otros. Tiene sus
raíces en el miedo, este puede ser real o imaginario, consciente o inconsciente. Es un tipo
de violencia al servicio de la vida, no de la muerte, su finalidad es la conservación, no la
destrucción, implica cierta proporcionalidad entre fines y medios.
Otro tipo de violencia reactiva es la que se produce por frustración, cuando se frustra un
deseo o necesidad. Es un intento para conseguir el fin fallido mediante el uso de la
violencia, no es una agresión por el gusto de la destrucción, esta reacción provoca envidia
y celos, y se produce con odio y hostilidad, la historia de Caín y Abel, o de José y sus
hermanos son versiones clásicas de envidia y celos.
Otro tipo de violencia es la vengativa, esta es la de evitar el daño que amenaza y sirve a la
función biológica de supervivencia, la función de esta violencia es la de anular
mágicamente el daño recibido, es el "ojo por ojo" y corresponde a la persona neurótica
que encuentra dificultades para vivir en independencia y con plenitud, y en psicopatología
grave la venganza se convierte en el fin predominante de la vida, ya que sin venganza
amenazan hundirse, no sólo en la estimación del sí mismo sino del sentido del yo y de la
identidad.
Junto a la violencia vengativa está la debida al quebrantamiento de la fe, que tiene lugar en la
vida del niño. El niño comienza la vida con fe en la bondad, en el amor, en la justicia, tiene
fe en el sentido materno o paterno, en la solicitud de ambos para abrigarlo, para aliviarlo,
podemos expresarlo como fe en Dios. Esta fe se puede quebrantar en edad temprana, el
niño oye mentir, se siente desgraciado y temeroso, y ninguno de los padres lo advierte, no
le prestan atención, se va quebrantando la fe original en el amor, en la veracidad, en la
justicia de los padres, y en la vida, es la posibilidad de confiar en ella la que se quebranta.
Otra reacción importante es el ambiente de violencia, el niño profundamente desengañado y
desilusionado puede también empezar a odiar la vida. Si no hay nadie en quien creer, si la
fe en la bondad y la justicia no fue más que una ilusión, si la vida la gobierna el diablo y no
Dios, entonces, la vida se hace odiosa, ya no puede sentir uno el dolor del desengaño. Lo
que se desea demostrar es que la vida es mala, que los hombres son malos, que uno
mismo es malo, el niño se convertirá en un cínico y un destructor, es la destructividad de
la desesperación, el desengaño de la vida condujo al odio a la vida, y esto puede
constituirse en el leit-motiv de la vida de la persona.
Cuando el niño vive la indefensión absoluta, la incapacidad posible de reacción ante el medio
en el que le tocó desenvolverse, necesita actos compensatorios, para Fromm esta es la
violencia compensadora, aquella que surge desde la impotencia. El niño se siente
impulsado a dejar su huella en el mundo, a transformar y cambiar, desde su impotencia el
niño busca apoyo en una persona o grupo a quien otorga su poder de cambio y con quien
se identifica, se hace la ilusión de actuar cuando en realidad no hace sino someterse a los
que actúan y convertirse en una parte de ellos, su acto creativo se convierte en un acto
destructivo, y esto requiere la cualidad de la fuerza, el niño impotente puede trascender
la vida destruyéndola en otros o en sí mismo, así se venga de la vida porque ésta se le niega.
Estas formas de violencia que nos presenta Fromm nos sirve para traer el trastorno disocial, no
se hace fácil entender como niños muy pequeños pueden asumir un comportamiento
destructivo. Ya vimos los diferentes tipos de violencia que pueden ser asumidos por un
niño en desarrollo, tal vez su propio carácter, falta de atención e hiperactividad en sus
diferentes tipos, promueva el odio o la irritabilidad parental, o el desinterés en su cuidado
y educación, lo que se traslada a la escuela, donde el niño es visto como alguien que
necesita educación especial y es separado de la aceptación de su entorno.
Tal vez las condiciones relatadas por Fromm se den en la estructura familiar, una familia
desestructurada, y esto origine que el niño pierda la fe y el amor por la vida y se
transforme en un niño humillado, que se siente perseguido, y acabe por odiar la vida, y
sentir que todo lo que en ella hay es malo, y merece de actos de maldad como
compensación a su sufrimiento. Tal vez al niño le tocó desde muy pequeño ser atendido
en centros asistenciales donde no pudo sentir el amor a la vida y tuvo que defenderse
como pudo de la agresión ambiental que sintió, el caso es que existe el trastorno disocial,
está conceptualizado como tal en los manuales de diagnóstico, y es precursor y antesala
del trastorno antisocial de la personalidad, que se define como patrón de abuso y
atropello de los derechos de los demás.


http://youtu.be/0wCXMsB2CW0 Parte de mí -Saratoga-
http://institutoananda.es/antisocial/

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