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Paz y Ciencia

lunes, 24 de junio de 2013

Cuando el Amor no es suficiente (Proezas Existenciales en la Pareja)

CUANDO EL AMOR NO ES SUFICIENTE (PROEZAS EXISTENCIALES EN LA PAREJA)

"La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas." S. Freud

Cuenta una fábula sufí que un joven llamado Nasrudín llegó a un pueblo después de muchas horas de travesía por caminos polvorientos. Estaba acalorado y sediento. Dio con el mercado y allí vio unas frutas rojas desconocidas, pero aparentemente exquisitas y jugosas. La boca se le hizo agua. Fue tanto su júbilo que se compró cinco kilos. Buscó la sombra de un buen árbol en una calle tranquila y empezó a comérselas. A medida que comía, sentía un calor más y más intenso en la cara y en el resto del cuerpo. Empezó a sudar copiosamente, y su rostro y su piel se volvieron de un rojo encendido. Pero él siguió comiendo. Un viandante pasó por su lado y, sorprendido, le preguntó:

—Pero ¿qué haces comiendo tantos pimientos picantes con este calor tan terrible?

Y Nasrudín contestó:

—No estoy comiendo pimientos, me estoy comiendo mi inversión.

A menudo, las personas nos comemos nuestra «inversión» en la pareja aunque nos siente mal, aunque experimentemos

la relación como equivocada o desvitalizante. Pero lo prudente y positivo puede ser abandonar el empeño, saber soltarse,

deponer las armas, reconocer las señales de tensión en el cuerpo cuando lo que vivimos no nos produce satisfacción ni nutre

a la pareja. Porque una pareja mantiene su sentido mientras sigue siendo nutritiva, creativa, y un campo abonado para acoger

los movimientos del alma profunda de sus miembros, pero deja de tenerlo cuando no es así. En ese caso, hay que afrontar,

tarde o temprano, la ruptura. Y el valor y el arte para la ruptura son tan cruciales como el coraje y el arte para la unión. Hay

que rendirse, soltar lastre, desapegarse, aceptar. Aquí, rendirse significa dejarse llevar en brazos de una voluntad más grande

que la propia, de un destino mayor, para que el dolor sea posible y nos dirija en otra dirección. Rendirse es el acto más

humano de todos, porque nos enseña los límites, aquello que se nos posibilita y aquello que se nos niega; aquello que no es

posible a pesar del amor y aquello que es posible más allá del amor.

En casi todas las parejas podemos rastrear la presencia del amor en alguna de sus manifestaciones: pasión, ternura,

deseo, amistad, decisión, cuidado, admiración, compromiso… Cuantas más sean posibles y se integren y encuentren vida en

la pareja, mejor. Sin embargo, para lograr el bienestar y la estabilidad en la relación, para que haya dicha, el amor no es

suficiente. De hecho, la mayoría de las parejas que se separan lo hacen a pesar del amor, a pesar de que se quieren, pues

sucede que no encuentran modos de gestionar su amor de manera que fermente en dicha. Muchos asuntos influyen en ello:

caminos personales legítimos pero divergentes, destinos muy marcados en uno de los dos o en ambos (por ejemplo, poseer

algún talento o sentir que se tiene una misión personal), pautas de relación tortuosas y estilos afectivos chirriantes, límites e

implicaciones en el alma de las familias originales, vínculos anteriores que debilitan, modelos de pareja de nuestros

anteriores que seguimos imitando aunque ya no sirvan, hechos de la pareja no integrados, etcétera.

Cuando dos personas se conocen, enseguida, incluso antes de hablar, activan esquemas de relación a través de su

actitud y sus ademanes corporales. El otro o la otra nos invita a activar una serie de respuestas. Por ejemplo, A puede invitar

a B a ser su salvador, a cuidarlo (o a ser su cómplice, o su fan, o su policía, o su controlador y mil etcéteras). Entonces, hace

algo para que venga el otro y lo cuide. Pero cuando B cuida a A, A se siente más débil y B tiene que cuidarlo más, y esto

acaba dando al traste con la relación. El bucle se realimenta y la relación se estereotipa y pierde creatividad. Ambos son

buenas personas y se quieren, pero actúan según un patrón que en un determinado momento ya no se sostiene. Aquí, el
problema no es la falta de amor, sino de buen amor. Y es que a veces, a pesar del amor, las personas están desnutridas e insatisfechas en la relación. Algunas, por ejemplo, se instalan en el victimismo y no son felices, y aunque anhelan desesperadamente el amor, si lo aceptaran, tendrían que renunciar a su posición victimista, con lo cual optan por enojarse con las personas que las quieren. Son las trampas del mal amor.

Cuando las personas tienen problemas de pareja, suelen pensar que no se comunican bien, pero ésa es sólo la

superficie del problema, o más bien su manifestación. En el fondo, en el origen, hay patrones, dinámicas y pautas

relacionales que comportan sufrimiento, o hechos que no han sido encarados o a los que no se ha dado la importancia que

merecen. He observado, por ejemplo, que hay asuntos en las parejas que son como pruebas existenciales que actúan como

torpedos potenciales en la línea de flotación de su supervivencia. Hechos que comportan retos y que, si son superados, unen y fortalecen el vínculo de manera perenne: un aborto espontáneo, el nacimiento de un hijo con una disminución, una
enfermedad importante, la muerte o enfermedad de un hijo, ruinas o inesperadas fortunas económicas, la muerte o dependencia del padre o la madre de cualquiera de ellos, un aborto elegido, secretos y traiciones, adopciones, etcétera. En
esas ocasiones, desafíos vestidos de dolor o de dificultad visitan a la pareja, y el reto consiste en ver si son capaces de
encararlos juntos, de sobrellevarlos juntos y salir fortalecidos o no. En muchos casos se separan internamente porque no
pueden con el peso, porque no son capaces de vivirlo juntos, de entregarse como compañeros al dolor, cada uno a su
manera, pero juntos. Y lo que hacen es tratar de salvarse cada uno por su lado y a su manera.

No hay nada más conmovedor que ver a unos padres en el hospital, acompañando a su hijo en sus últimos momentos

de vida, tomados de la mano, y a su vez tomando cada uno una de las manos del hijo, en un círculo de amor y dolor, y de

respeto ante ese destino inclemente. Pero es mucho más común que las parejas no consigan este movimiento de amor y se

desesperen. Es muy común, por ejemplo, que uno de los padres quiera seguir al hijo a la muerte o ya no se interese por la

vida o lleve duelo crónico, mientras el otro se endurece y se aparta, de manera que en el fondo se pierden en el alma como

pareja. En el caso de abortos elegidos es habitual que sientan que abortaron algo de su propia relación.

Los abortos voluntarios no son trámites superficiales. Todo lo contrario: mueven la vibración profunda del alma en

sintonía con la vida y la muerte, de manera tal que a menudo las personas no logran enfrentarse a ellos desde la hondura del

corazón e integrarlos bien, y lo hacen desde la llanura de la mente y la ideología. Pero no funciona. Cualquier terapeuta

experimentado habrá visto romperse emocionalmente, tronchadas de dolor, a mujeres (y a algún hombre) que decidieron

abortar, interrumpiendo el proceso de la vida (el aborto, en última instancia, siempre lo decide la mujer, por eso para ellas es

más difícil de integrar y sobrellevar). Habrá visto cómo el dolor intenta abrirse paso hacia un movimiento de amor por esa

criatura abortada y el anhelo de hacerle espacio en el corazón también con ese destino. Lo que no ayuda es la culpa,

demasiadas veces inconsciente, que se expía a través de enfermedades, malestares anímicos, o cerrando la puerta a una

buena pareja posterior. En el caso de mujeres adolescentes o muy jóvenes es especialmente difícil integrar un aborto, pues

no saben cómo vivirlo y gestionarlo en su corazón, y quedan más o menos paralizadas y cargando con una culpa. Lo que se

muestra en el trabajo de Constelaciones es que, en general, las criaturas abortadas no necesitan la vida, pero sí

reconocimiento y amor hacia su presencia y su destino. En general, la muerte, la no vida, es un problema para los vivos, no

tanto para los que ya no viven.

Sirva esta larga digresión sobre el aborto para desembocar en el tema general de que la pareja se enfrenta a proezas

existenciales cuando debe encarar hechos dolorosos. Y las supera cuando ambos se mantienen juntos, lloran juntos y se

sostienen juntos, y si eso ocurre, puede ser que vuelvan a empezar juntos a pesar de los pesares.

Providencialmente, durante la revisión de este capítulo, he ido a dar una conferencia en Madrid sobre Constelaciones

para sistemas empresariales. En el taxi, empiezo a conversar con el conductor, que me dice:

—Hoy es mi último día en este coche; mañana me dan el nuevo, uno más grande para hacer transporte, adaptado a

personas con discapacidades.

Yo me intereso por saber los motivos de este cambio:

—¿Es mejor negocio o más previsible?

Me contesta que conoce bien el tema porque tiene un hijo adolescente en esa situación y me explica que al nacer sufrió

falta de oxígeno y padece graves limitaciones: tiene muy poca movilidad y no habla. Me cuenta que escribe en un ordenador

a través de una tecnología que dirige el cursor a partir de la fijación de la atención de los ojos. Me maravilla el entusiasmo y

el amor con que habla de su hijo. De repente, agrega:

—No lo cambiaría por tres sanos.

Le contesto que lo que dice de su hijo es muy bonito, y él prosigue:

—Es tan inocente y su amor es tan puro que en él todo es verdadero. Una gran bendición. Y para mí y para su madre

cualquier sacrificio ni siquiera es sacrificio.

Me conmueve. Entonces le cuento que soy psicólogo, que mi trabajo a menudo consiste en trabajar sobre temas

familiares y que a veces he visto que una situación como la de su hijo pone a prueba la fortaleza de los padres como pareja,

por lo que es frecuente que se desunan o separen; o bien, al revés, cuando encuentran juntos un movimiento de humanidad,

dolor compartido y aceptación, se hacen más fuertes. Él me mira por el retrovisor y contesta:

—Lo sé. Mi esposa y yo lo hemos logrado, pero no es fácil. Otros no lo consiguen. Lo veo en nuestra asociación, en la

que nos encontramos con otros padres e hijos. Nosotros nos hemos hecho muy fuertes como pareja, y estoy contento.

Su testimonio, su visión amorosa y alegre, me llenan de inspiración para la conferencia que voy a impartir.

http://www.youtube.com/watch?v=-8ZqhPtlXpM&feature=share&list=RD02NlLie4ini0Q

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