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Paz y Ciencia

viernes, 7 de junio de 2013

Fernando Pessoa: "Escritos sobre Genio y Locura"



El “caso Pessoa”… Pero ¿qué es el “caso Pessoa”? ¿A qué nos referimos cuando aludimos, de este modo, al poeta portugués? Se volvió casi un lugar común hacer referencia a Fernando Pessoa en estos términos ya que su obra parece ser un caso único en la historia de la literatura, y su vida estuvo casi exclusivamente dedicada a construir esa obra extraordinaria. Sinembargo, Pessoa no se sitúa en pleno siglo XIX en el que autores como Keats, Poe o Baudelaire fueron vistos como tipos mórbidos, ni tampoco, desgraciadamente, fue estudiado por Freud, Sartre o Lacan; y aunque no pertenezca a ese siglo ni haya sido analizado por grandes autores, ya se ha escrito mucho sobre el caso clínico o patológico de Pessoa, y desde que su primer biógrafo, João Gaspar Simões, habló del estrecho vínculo entre el niño (menino) y la mamá (mãe), se fueron aventurando lecturas más o menos psicológicas de su obra. Pessoa se ha granjeado una fama de “genio” o de “loco”, y así como hay quienes denuncian la falta de estudios médicos que confirmen o desmientan esa fama, también hay quienes declaran a Pessoa, con o sin reticencias, un genio o un genio literario (los dos casos más paradigmáticos son Eduardo Lourenço y Harold Bloom). El propósito de este ensayo no será describir el genio o la locura del poeta sino mostrar hasta qué punto Pessoa asumió con criterios estéticos una condición de “genio” o de “loco”, temas con los que se familiarizó desde joven y que estudió de manera autodidacta en libros especializados. Estos estudios posiblemente están en los orígenes de lo que hoy se llama la “heteronimia” y explican, en parte, su concepción y su contenido; también permiten comprender el hecho singular de que haya sido el propio Pessoa – mucho antes que sus críticos – quien primero se autodenominó histérico-neurasténico, y la existencia de un árbol genealógico en el que Pessoa busca rastrear su herencia mórbida (ver infra). Para comprender mejor todo este contexto, es necesario retroceder un poco y consultar una sección del archivo (espólio) del escritor portugués que estuvo inédita hasta 2006: precisamente la que está catalogada como “Ensayo sobre la degeneración (genio y locura)”, en la Biblioteca Nacional de Portugal[1]. Muchas de las “auto-interpretaciones” de Pessoa y de los rasgos que dio a varios personajes de su “drama en gente” se comprenden mejor a la luz de lo que Pierre-Henri Castel (1998) llamó “la querelle de l’hystérie”; es decir, a la luz de las disputas sobre la histeria y otros desequilibrios psíquicos o nerviosos que a finales del siglo XIX parecían explicar el delirio, así como el furor poético o incluso, en una visión más pesimista, la degeneración[2]. Quizá no exista otro autor –y mucho menos otro poeta– para quien ese discurso clínico, en sus diferentes vertientes, haya sido tan influyente y fructífero; y en esta perspectiva, es imposible continuar hablando del “caso Pessoa” sin tener presente su génesis y sus fuentes. Podría, naturalmente, ensayarse un diagnóstico; pero la línea entre diagnóstico y estigmatización siempre es tenue y antes convendría captar hasta dónde se hunden las raíces de la ficción (siempre hay un grado de ficción en las “auto-interpretaciones”) y examinar hasta qué punto Pessoa alimentó y apoyó la idea del poeta-loco para moldear sus múltiples “personas”. Al fin y al cabo los diversos mitos en los que hoy reposa su fama fueron forjados por él mismo y, por lo tanto, al denominarlo “genio” o “loco” – dos mitos creados por él – sólo volvemos a recaer en un lugar común elaborado y fomentado por Pessoa. II. En 1905, con diecisiete años, Pessoa regresó definitivamente a Lisboa, dejando atrás a su familia y su juventud en Sudáfrica. En 1905 entró al Curso Superior de Letras y poco después comenzó a escribir un diario que nos permite saber que mientras escribía “The Door”, un cuento con largas digresiones sobre la locura[3], estaba leyendo a Rousseau, a Kant, a Guerra Junqueiro, a Thackeray y a Lombroso (a este último en la traducción francesa de L’Uomo delinquente, 1876), entre otros autores también citados. El joven poeta consultó las obras correspondientes en la Biblioteca Nacional de Portugal (donde aún hoy se encuentran) y, al calor de su lectura, escribió: “A partir de ahora, estoy determinado a leer por lo menos dos libros cada día: uno de poesía o de belles lettres, otro de ciencia o filosofía” (13A-55r; Cadernos, 2009, vol. 1, p. 262)[4]. Casi todas las páginas del diario de 1906 tienen, en la esquina superior derecha, el sello de “C[harles] R[obert] Anon”, personaje de ficción inventado por Pessoa dos o tres años antes cuando aún vivía en Durban, Sudáfrica. Conviene aclarar que en 1907 Pessoa dispuso que Charles Robert Anon se transformara en Alexander Search, otro poeta inglés, pues hoy Anon es menos recordado que su heredero. Véase el sello:

C. R. Anon
Diary.
Begun on March 15th 1906.
(22-74r; pormenor)
 
En el mismo cuaderno en que se conserva este antiguo diario, también figura la firma de Alexander Search, quien heredó la obra de Anon en 1907 pero ya existía desde 1905. La firma de Search acompaña un esbozo de carta (en francés) dirigida a Alfred Binet, por aquel entonces director del Laboratorio de Psicología de la Sorbona y autor de L’Âme et le Corps (1905), libro que es referido por Pessoa en un texto con fecha de 1906[5]. Además de este diario, existe otro diario de lectura – del mismo año –, registrado en otro cuaderno (144N), en el que Pessoa detalla con más precisión sus lecturas[6]. Un diario complementa el otro y ambos permiten reconstruir los libros de ciencia y filosofía que Pessoa – Anon o Search – leyeron en 1906.
Al hojear las últimas páginas del segundo cuaderno (144N) nos damos cuenta también del interés de Pessoa por la teoría de la evolución y la criminología, y descubrimos que el escritor portugués tenía la intención de leer, como finalmente lo hizo, el Traité pratique des maladies mentales, de Alexandre Cullerre.
Ligeramente posterior, de julio de 1907, es un tercer diario de lecturas (15B4-61r; cf. Escritos sobre Génio e Loucura, 2006, vol. 2, p. 624), conservado en una pequeña hoja suelta. Ese diario registra que en 1907 Pessoa leyó el Traité des maladies mentales, de Henri Dagonet, The Nervous System and the Mind, de Charles Mercier, La Famille névropathique, de Charles Féré, L’Homme de génie, de Cesare Lombroso, Keats, de Sidney Colvin, y Madame Bovary, de Gustave Flaubert.
Este interés profundo por el discurso clínico de la época, en sus diferentes vertientes, es corroborado plenamente por biblioteca particular del escritor, que se encuentra actualmente en la Casa Fernando Pessoa y que se puede consultar on-line[7]. Entre otros libros de esa biblioteca, podríamos destacar tres que se encuentran firmados por Alexander Search: Regeneration: a reply to Max Nordau; Os Neurasténicos: esboço d’um estudo medico e philosophico; y Les Bases anatomo-physiologiques de la Psychologie: le système nerveux et les organes des sens[8]. Pessoa le adjudicó la lectura de estos tres libros a Search ya que éstas debían ser las lecturas de un personaje familiarizado con la obra de Nordau, como Search, quien además era el encargado de indagar la decadencia mental y el sistema nervioso. De hecho, la invención de algunos personajes estuvo estrechamente vinculada a las lecturas que Pessoa les atribuyó.[9]
Estos libros y muchos otros que, por economía, aquí no se mencionan, habrán suscitado un gran interés en Pessoa, quien fue un ávido lector de psicopatología. Por ello, no deja de ser curioso que se haya escrito tan poco sobre su formación en “ciencia o filosofía” (para recurrir a su terminología), y que sólo hasta 2006 se haya comenzado a estudiar más su formación “científica”. Finalmente, para comprender la génesis de los primeros heterónimos (Charles Robert Anon, Alexander Search, Jean Seul de Méluret, etc.), y de los últimos (sobre todo Álvaro de Campos), así como para entender la explicación psiquiátrica que Pessoa ofrece de su “caso” en una carta de 13-1-1935, es absolutamente necesario no restringirse al campo de lo puramente literario, de forma a captar bien los nexos que le permitieron al creador de los heterónimos relacionar la polémica sobre la histeria con la creación literaria, principalmente la de tipo dramático. Porque del mismo modo que el esoterismo – que despertaría en Pessoa un vivo interés en los últimos años de su vida – dotó al escritor de explicaciones verosímiles para una serie de fenómenos, también la psicopatología lo dotó de herramientas parecidas. Así, “el profundo trazo de histeria” que el poeta habría descubierto en sí mismo, según se lee en la carta del 13-1-1935 a Adolfo Casais Monteiro[10], representa, precisamente, una explicación verosímil de la heteronimia o la despersonalización dramática.
En efecto, si Pessoa no se hubiera apoyado en esa sólida y fecunda formación extraliteraria, Charles Robert Anon no surgiría descrito como “megalomaníaco, con toques de dipsomanía, dégénéré supérior, poeta” (144C2-5r), “genio” y “loco” (13A-34v)[11], ni Álvaro de Campos sería una figura que se refiere constantemente a sus nervios, ni el Libro del Desasosiego tendría tantas reminiscencias decadentistas. Es por ello que sería muy productivo no disociar lo “literario” de lo “científico”, y muy particularmente en el contexto que aquí nos ocupa: el de los discursos sobre el genio y la locura, que justamente intentaban, de manera un poco experimental, dar el salto de la medicina al arte.
 
III.
El estudio más relevante referido a esta aproximación entre el genio y la locura fue, hasta hace unos años, uno de Georg Rudolf Lind. De hecho, el libro de José Blanco, Fernando Pessoa, Esboço de una Bibliografia, de 1983, cita solamente los siguientes trabajos en lo relativo a la “locura”:
 
148 – Coelho, Jacinto do Prado. “A loucura na obra de Fernando Pessoa”. En: Ao Contrário de Penélope. Lisboa: Livraria Bertrand, 1976, pp. 255-258.
149 – Lind, Georg Rudolf. “Fernando Pessoa e a loucura”. En: Actas [Memorias del 1.º Congreso Internacional de Estudios Pessoanos, 1978], pp. 279-293.
 
Los textos que Blanco reúne bajo la indicación anterior, “interpretaciones psicoanalíticas”, son más dispares y discutibles. En todo caso, la bibliografía de esta otra sección sigue siendo más abundante
, si se tiene en cuenta que se ha escrito mucho más sobre el “caso Pessoa” en general, que sobre el genio y la locura en concreto[12]. Son una excepción a esta regla el artículo de Fernando Guimarães, “Fernando Pessoa, le symbolisme français et Max Nordau”, Europe, n.º 710-711, 1988, que, haciendo uso del material entonces disponible, presenta muchas de las afinidades y divergencias entre Pessoa, el simbolismo francés y Max Nordau; y el artículo “Le génie disqualifié” (en: Le Spleen du Poète, 1997), de Leyla Perrone-Moysés, quien ve en Pessoa un poeta sin aureola, a semejanza de Baudelaire, aunque no profundiza el estudio de las relaciones posibles entre el spleen baudelairano y la neurastenia pessoana.[13]
El estudio de Georg Rudolf Lind, es, por lo tanto, el primero en sustentar la persistencia del tema de la locura en el conjunto de la obra pessoana y el primero en situar al lector, de una manera clara, frente a la cuestión del genio y su rehabilitación conceptual en el siglo XIX. Gracias a éste y otros estudios, actualmente ya no es tan necesario volver a esbozar un cuadro histórico para indicar qué autores se han ocupado del genio y la locura, como sí lo es situar a Pessoa, de acuerdo con sus lecturas y con mayor precisión, en el panorama intelectual en el que se instaló.
En lo que se refiere a ese cuadro histórico, el mismo Pessoa dejó una buena síntesis en un texto que comienza así: “El problema de las relaciones reales o posibles entre el genio y la locura data, como fenómeno intuitivo, de la antigüedad; como fenómeno consciente o científico, de mediados del siglo diecinueve” (134A-34r; Escritos sobre Génio e Loucura, 2006, vol. 1, p. 143). Enseguida surge esta explicación: “El periodo consciente – científico o pseudocientífico – de la tesis surgió con Moreau de Tours y con su célebre frase 'el genio es una neurosis'” (134A-34r). Luego, Pessoa cita The Insanity of Genius (1893), de John Ferguson Nisbet, el “célebre y tan mal escrito” Homme de Génie, de Cesare Lombroso, y la “otrora famosa y siempre legible” Dégénérescence de Max Nordau (134A-34r)[14]. Conviene observar que los libros de Nisbet, Lombroso y Nordau, entre otros, fueron decisivos para introducir a Pessoa en los diversos debates de finales de siglo XIX, los cuales despertaron tanto su interés, como su ironía. Así, por ejemplo, sabemos que leyó al menos seis libros de Nordau, pero que en un texto (142-47; Escritos sobre Génio e Loucura, 2006, vol. 1, p. 393-394) lo trata, junto a Lombroso, de charlatán. Al fin y al cabo, Pessoa reconoció muy rápidamente la principal crítica que Alfred Egmont (Regeneration: a reply to Max Nordau) dirigió al autor húngaro: la de haber confundido un movimiento de progreso con un movimiento de regresión. Además, hay que tener en cuenta que, así como el simbolismo tuvo que enfrentar la arremetida de Nordau, el movimiento de Orpheu – organizado en torno de la revista Orpheu que Pessoa fundó en 1915 – también tuvo que enfrentar “la indisciplina mental y el charlatanismo científico de nuestros supuestos hombres de ciencia” (142-47v).
En estas breves páginas, cabe apenas defender la importancia que las lecturas “científicas o pseudocientíficas” de Pessoa tienen para situarlo mejor en su época y para comprender la curiosidad que en él suscitaron ciertos discursos psiquiátricos. En su espólio existen referencias a autores hoy menos conocidos, como Charles Féré, pero también a otros tan importantes como Jean-Martin Charcot o Sigmund Freud. Véase este pasaje escrito en inglés, por ejemplo:
 
 
 
La teoría de Freud es un tipo de falicismo sublimado, una forma del falicismo científica y eruptiva de manera atávica.
(15B1-67r; pormenor)[15]
 
IV.
Entre la declaración provocadora de Charles Robert Anon – que se consideraba un degenerado y un loco genial – y la más paradójica y sutil afirmación de Álvaro de Campos en “Esta vieja angustia”, poema de junio de 1934, hay una distancia estética que encontramos a lo largo de casi todos los textos de Pessoa sobre el genio y la locura. Como dice Campos:
 
Un internado en un manicomio, es, al menos, alguien,
Yo soy un internado en un manicomio sin manicomio.
Estoy loco en frío,
Estoy lúcido y loco,
Estoy ajeno a todo e igual a todos:
Estoy durmiendo despierto con sueños que son locura
Porque no son sueños.
Así estoy…
(69-21r; Poemas de Álvaro de Campos, 1992: 179)
 
Por más que entre los papeles del espólio se encuentren notas de lectura de tratados y enciclopedias médicas, y observaciones de Pessoa que casi se asemejan a las de un alienista, lo cierto es que todo este esfuerzo autodidáctico en psicopatología desembocó en la creación literaria, así también haya dado lugar a la escritura de muchas páginas de sociología literaria y a la proyección de ensayos y panfletos sobre temas “científicos”. Conviene no olvidar este punto, cuando, por ejemplo, se localiza un esquema como el siguiente (134A-93v), que recuerda lo poco que han dicho muchos de los biógrafos: que Pessoa temía padecer la misma locura que sufrió su abuela Dionisia y que talvez fue ese miedo el origen de su interés por el tema de la salud mental:
 
 
(134A-93r)
 
 
 
(Escritos sobre Génio e Loucura, 2006, vol. 1, 323)
 
La abuela Dionisia, efectivamente, murió a los ochenta y tres años y su enfermedad se fue agravando progresivamente[16]. El padre de Pessoa habría sufrido tuberculosis, como Jorge, su hermano, que murió con apenas un año de vida. Tampoco se puede negar la importancia que los trazos hereditarios tuvieron para algunos autores del siglo XIX (como Féré ou Lombroso), ya que esas taras o “estigmas” serían responsables de los vicios, los crímenes, la genialidad y la locura. Pessoa había leído a esos autores y en otro documento escribe:
 
El genio proviene de la presencia (debida a la condición hereditaria) de cualidades superiores unidas a la presencia (igualmente debida a la condición hereditaria) de un desvío mental, de una neurosis, de una psicosis incluso. Resulta de la convergencia, o del encuentro, en un individuo de una herencia mórbida y de otra de cualidades superiores.
(134-89r; Escritos sobre Génio e Loucura, 2006, vol. 1, p. 131).
           
Y en las notas para un ensayo de etiopatología – sobre la patología del carácter – apunta:
 
En los antecedentes hereditarios inmediatos del hombre de genio hay forzosamente un elemento de equilibrio y uno de desequilibrio. Pero tanto el elemento de equilibrio como el de desequilibrio son mórbidos. El equilibrio es un equilibrio mórbido.
(134B-8v; Escritos sobre Génio e Loucura, 2006, vol. 1, p. 315).
 
Lo que estas indagaciones y observaciones ilustran no es que Pessoa estuviera loco o que hubiera creído que podría enloquecer por razones relacionadas con la herencia, sino, por el contrario, que él fue capaz de profundizar en el tema manteniendo la distancia crítica, y comprendiendo cabalmente que la identificación del genio con la locura era falaz, puesto que el verdadero loco no podría tener el control de la emoción, la voluntad o la inteligencia que él preconizaba, y gracias al cual fue un creador. “Seamos múltiples, pero señores de nuestra multiplicidad”, dirá más tarde (en Sensacionismo e Outros Ismos, 2009, p. 241).
Así, por ejemplo, inspirado por la lectura de Paul Richer, (Études cliniques sur l’hystero-épilepsie ou grande hystérie), Pessoa escribe:
 
La epilepsia favorece a los hombres dotados para la acción, la histeria a los dotados para la emoción, los estados neurasténicos a los dotados para el pensamiento. La introspección característica del síndrome neurasténico es, por sí misma, un elemento que se da a través del pensamiento.
(134A-10r; Escritos sobre Génio e Loucura, 2006, vol. 1, p. 152)
 
Es de esperar que Pessoa se hubiera reconocido en este último punto. Tal como William Shakespeare, él habría balanceado más su neurastenia que su histeria. (cf. 134A-23; Escritos sobre Génio e Loucura, 2006, vol. 1, p. 365). Y de hecho así sería:
 
Hay casos –escribe– en que determinada psicosis es absolutamente necesaria para producir determinados efectos geniales. La histeria es esencial en los dramaturgos; la integración, por así decirlo, carnal, en diversos personajes, es la base de la llamada “intuición dramática”, aunque se reconozca que es histérica y usual en las experiencias de supuestas hipnosis sobre sujetos de condición histérica.
(134A-9v; Escritos sobre Génio e Loucura, 2006, vol. 1, p. 152).
 
En este caso, lo que interesa es la forma que Pessoa encuentra para asociar la histeria a la intuición dramática. No se trata aquí de defender o de refutar esta idea, sino de reconocer su fecundidad y el modo en que se ajusta a las declaraciones de naturaleza más “estética” sobre el genio y el drama.
Las discusiones sobre el genio, la locura y la degeneración contribuyeron a que Pessoa imaginara su “caso”, así como el de otros compañeros de psiquismo (piénsese en Álvaro de Campos) e, incluso, la propia decadencia de Portugal, en una época regeneracionista. El desconocimiento de los escritos sobre genio y locura de Pessoa hace más difícil comprender cómo el escritor portugués transformó ciertas teorías y propuestas de diagnóstico en materia literaria y “auto-interpretaciones”. Así, por ejemplo, el paulismo es considerado un movimiento mórbido por Pessoa, de modo semejante a como Nordau definió el simbolismo, aunque sin ironía. Así, Pessoa ofrece una explicación psiquiátrica de la génesis de sus heterónimos que se fundamenta en su conocimiento de la psicopatología, y no sólo de las “belles lettres”.
 
V.
Estas notas abrieron el camino a una investigación dirigida a la edición y el estudio de los textos de Pessoa relacionados con el genio y la locura[17]. De ahí la insistencia en la necesidad de una aproximación menos literaria – o exclusivamente literaria e incestuosa – del autor de los heterónimos. El “caso Pessoa” es también, en cierto sentido, un caso de incomprensión. Al escritor se lo trata como a alguien único y el verdadero análisis de su obra se hace a un lado; o se lo trata con tal respecto, que entonces sólo resta la posibilidad de consagrar su vida y su obra. Por ello es fundamental redescubrir los textos ya publicados y hacer uso del la vasta documentación inédita del espólio pessoano, para evitar estudios parciales y a veces tendenciosos, y para no escribir sobre determinados asuntos sin antes conocer lo que el propio autor ya escribió al respecto. Hoy el conocimiento del espólio nos permite constatar que la curiosidad de Pessoa era casi infinita y que, gracias a ella, alcanzó una mirada bastante amplia y fundamentada sobre diversos temas, sobre los cuales leyó, pero también escribió en un ejercicio de reciprocidad constante entre la lectura y la escritura. Recordemos solamente que del mismo modo que Pessoa leyó artículos médicos sobre la folie du doute, por ejemplo, también escribió un poema de Alexander Search titulado “Mania of Doubt”, con fecha del 19 de junio de 1907; y que así como leyó la poesía de Antero de Quental o de Edgar Allan Poe, también se interesó por la vida y la obra de ambos poetas, y escribió sobre ellas[18].
En suma, la discusión sobre las relaciones “reales o posibles” entre el genio y la locura, así como el conocimiento de los discursos clínicos de finales del siglo XIX, están estrechamente relacionados con la imagen que el escritor portugués forjó de su propia obra, y en especial de esa obra múltiple, conformada por heterónimos o alter-individualides, de los cuales él mismo sólo habría sido “médium”, según se lee en la carta de 13-1-1935. En este sentido, las “auto-interpretaciones” de Pessoa (semiloco o histérico-neurasténico con predominancia del elemento histérico), sean clínicamente correctas o no, permiten una mirada más profunda de su producción escrita, sin que esa profundidad obligue a confundir la crítica psiquiátrica con la literaria ni tampoco a clasificar a Pessoa como “genio o loco”. En este caso, como en otros, lo interesante es reconocer las diversas lecturas que están por detrás de ciertas concepciones y comprender cómo, desde las primeras personalidades literarias hasta la ficcionalización suprema de sí mismo, Pessoa aprovechó ciertas ideas próximas – halladas en textos médicos u ocultistas, por ejemplo – para caracterizar con más verosimilitud a los personajes de su “drama en gente” y a sí mismo como autor.
 

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