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Paz y Ciencia

miércoles, 11 de marzo de 2009

Friedrich Nietzsche: El Nihilismo

[...] Escritos Póstumos sobre nihilismo
• [...] Periclita la oposición entre el mundo que veneramos y el
mundo que vivimos, que somos. Solamente falta eliminar, ya sea
nuestras veneraciones ya sea a nosotros mismos. Lo último es el
nihilismo. [...]
2[131]
• [...] La disociación entre «acción» y «agente», entre lo que
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acontece y algo que hace acontecer, entre el proceso y algo que no
es proceso sino que es duradero, substancia, cosa, cuerpo, alma,
etc.; la tentativa de comprender el acontecer como una especie de
desviación y permutación del «ente», de lo perdurable; esta vieja
mitología ha fijado la creencia en «causa y efecto» después que
hubo encontrado una forma fija en las funciones gramaticales del
lenguaje.
2[1391
• Brevemente, también la esencia de una cosa es tan sólo una
opinión sobre la «cosa». O más bien el -«eso vale» es el auténtico
«eso es», el único «eso: es».
2[150]
• No debemos preguntarnos: «¿quién interpreta pues?», al
contrario, el interpretar mismo, como una forma de la voluntad de
poder, tiene existencia (pero no como un «ser», sino como un
proceso, un devenir) como una afección.
2[151]
• Profunda repugnancia a reposar de una vez por tochis en
cualquier visión general del mundo; hechizo de la manera de
pensar contrapuesta; no dejarse robar el aliciente de lo que tiene
carácter enigmático.
2[155]
• Historia psicológica del concepto «sujeto». El cuerpo, la cosa, el
«todo» construido por el ojo, inspira la distinción entre un hacer y
un hacedor; el hacedor, la causa del hacer, concebido cada vez
más sutilmente, finalmente ha dejado un resto: el «sujeto».
2[158]
• [...] Aplicación a la moral específicamente cristiano-europea:
nuestros juicios morales son signos de decadencia, de falta de
creencia en la vida, una preparación del pesimismo.. [ ..]
Mi mayor principio: no hay fenómenos morales, sino solamente
una interpretación moral de estos fenómenos. Esa interpretación
misma es de origen extramoral.
• El «ser»-nosotros no tenemos de ello ninguna otra
representación que «vivir». ¿Pues cómo puede algo muerto
,,«ser»?
2[172]
• No se encuentra en las cosas nada más que lo que uno mismo
ha introducido en ellas: ¿a este juego infantil del que no deseo
pensar mal se le llama ciencia? Muy al contrario, continuemos con
ambas actividades; necesitamos buen coraje para ambas, ¡los
unos para reencontrar, los otros-nosotros otros-para introducir!
El hombre no encuentra en las cosas finalmente nada más que
lo que uno mismo ha introducido en ellas: el reencontrar se llama
ciencia, el introducir: arte, religión, amor, orgullo. [...]
2[174]
• NB. Contra la doctrina de la influencia del medio y de las causas
exteriores: la fuerza interior es infinitamente superior. Mucho de lo
que parece influencia exterior, es tan sólo ajuste interior.
Exactamente los mismos medios pueden ser interpretados y
utilizados de manera contraria: no hay hechos. Un genio no es
explicado por tales condiciones de aparición.
2[175]
• ¿Cuánto valen en sí mismas nuestras valoraciones y nuestras
tablas de bienes morales? ¿Qué resulta de su dominio? ¿Para
quién? ¿En relación a qué? Respuesta: para la vida. Pero ¿qué es
la vida? Aquí se impone la necesidad de una nueva versión más
determinada del concepto «vida». Mi fórmula al respecto reza: vida
es voluntad de poder.
¿Qué significa la valoración misma? ¿Remite a otro mundo
metafísico, detrás o debajo? Como todavía lo creía Kant (que
precede al gran movimiento histórico). Brevemente: ¿Dónde ha
«nacido» ?¿O no ha «nacido»? Respuesta: la valoración moral es
una interpretación, una especie de interpretar. La interpretación
misma es un síntoma de determinados estados fisiológicos, así
como de un determinado nivel espiritual de juicios dominantes.
¿Quién interpreta?-Nuestras afecciones.
2 [190]
• Nuestra mala costumbre de tomar un signo mnemotécnico, una
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fórmula de abreviación, como esencia y-finalmente-como causa;
por ejemplo, decir del rayo que «ilumina». O incluso la palabrita
«yo». Poner nuevamente un tipo de perspectiva en la visión como
causa de la visión misma, ¡tal fue el juego de manos en la
invención del «sujeto», del «yo»!
2[193]
• ¡Nosotros apátridas—evidentemente! Pero queremos explotar
las ventajas de nuestra situación y, en lugar de hundirnos por ello,
gozar el placer del aire libre y de la poderosa plenitud de la luz.
2[196]
• ¡Incrédulos y ateos, evidentemente! Pero sin esa amargura y
pasión de los desarraigados que convierten la incredulidad en una
creencia, un fin, un martirio muchas veces: hemos devenido duros
y fríos al comprender que el mundo no contiene nada divino e
incluso nada según criterio racional, misericordioso, humano.
Sabemos que el mundo donde vivimos es inmoral, no-divino,
inhumano. Lo hemos interpretado durante demasiado tiempo en el
sentido de nuestra veneración. El mundo no responde al valor que
nosotros habíamos creído: y la última consoladora tela de araña
que Schopenhauer hiló ha sido rota por nosotros, el sentido de la
historia entera es precisamente que descubra su falta de sentido y
se harte de sí misma. Este estar-cansado-de-la-existencia, esta
voluntad de no-querer-más, la destrucción de la propia voluntad,
del propio interés, del sujeto (como expresión de esa voluntad
invertida), esto y ninguna otra cosa es lo que Schopenhauer quería
ver honrado con los más altos honores: lo llamó moral [...].
Ahora bien, ¿realmente seríamos pesimistas confrontados al
espectáculo de un mundo inmoral? No, pues no creemos en la
moral. Creemos que misericordia, derecho, compasión, legalidad
son ampliamente sobreestimados, que su contrario ha sido
calumniado, que en ambos-por la exageración y la calumnia-, que
en toda la disposición del ideal y del criterio morales yace un
terrible peligro para el hombre. No olvidemos tampoco el fruto
positivo: el refinamiento de la interpretación, de la vivisección
moral; el remordimiento de conciencia ha elevado hasta el punto
más alto la falsedad del hombre y la ha hecho más aguda. [...]
• Ciertamente ya no somos cristianos: nos hemos emancipado del
cristianismo no porque hayamos vivido muy lejos de él, sino muy
cerca de él; mejor dicho porque hemos crecido a partir de él. Es
nuestra devoción misma más severa y exigente la que hoy nos prohíbe
ser aún cristianos.
2[200]
• No hay egoísmo que permanezca consigo mismo y no se
extienda más allá. En consecuencia no existe en absoluto aquel
egoísmo «lícito», «moralmente indiferente» del que habláis.
«Constantemente se favorece el propio yo a costa de los otros»;
«la vida vive siempre a expensas de otra vida». Quien no
comprende esto, no ha hecho en sí mismo el primer paso hacia la
sinceridad.
2[205]
• Se ha descubierto: el mundo no vale lo que habíamos creído. El
pesimista nos permite comprender incluso que el resto de valor que
mantiene para nosotros estaría precisamente en que podemos
descubrirlo-y que no valía lo que habíamos creído-. El mundo sería
entonces un medio para desencantarse del mundo, para
«desmundanizarse» a sí mismo lo más posible; un sinsentido que
finalmente se comienza a comprender después de funestos rodeos,
una comedia de malentendidos, algo languideciente que se pierde
bochornosamente en la nada.
3[14]
• Ponemos la palabra allí donde comienza nuestra ignorancia,
donde no podemos ver más allá, por ejemplo: la palabra «yo», la
palabra «hacer», la palabra «sufrir», éstas son quizás las líneas del
horizonte de nuestro conocimiento, pero no «verdades».
5[3]
• Solución fundamental:
Creemos en la razón, pero ésta es filosofía de grises conceptos;
el lenguaje está construido sobre todos los prejuicios más
ingenuos.
Entonces nuestra lectura proyecta desarmonías y problemas en
las cosas porque sólo pensamos dentro de la forma del lenguaje,
por ello creemos en la «verdad eterna» de la «razón» (por ejemplo:
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sujeto, predicado, etc.).
Dejamos de pensar si no queremos hacerlo en la coacción del
lenguaje, precisamente por ello todavía llegamos a la duda, al ver
aquí un límite como límite.
El pensar racional es un interpretar según un esquema que no
podemos rechazar. 5[22]
• Se tiene que querer vivir los grandes problemas con cuerpo y
alma.
5[29]
• Todo gran problema es un síntoma: un hombre con una cierta
cantidad de fuerza, finura, atrevimiento, con ese peligro, con ese
presentimiento, lo ha sacado de sí.
5[31]
• [...] El pueblo exige de un filósofo que no mienta, pues cree que
sólo los veraces reconocen la verdad. [...]
5[33]
• NB. Toda la moral de Europa tiene por fundamento la utilidad del
rebaño; la fatalidad de todos los hombres superiores y singulares
estriba en que todo lo que destaca aflora a su conciencia con el
sentimiento de disminución y de denigración. Los aspectos fuertes
del hombre actual son las causas del oscurecimiento pesimista: los
mediocres son joviales, como el rebaño están faltos de muchos
problemas y de conciencia moral. Para el oscurecimiento de los
fuertes: Schopenhauer, Pascal.
NB. Cuanto más peligrosa le parece una cualidad al rebaño
tanto más fundamentalmente es perseguida.
5[35]
• Moral como ilusión de la especie para impulsar al individuo a
sacrificarse por el futuro: aparentemente le otorga un valor infinito,
para que con esta autoconciencia tiranice y reprima otros aspectos
de su naturaleza y difícilmente se contente consigo mismo.
El más profundo reconocimiento por lo que la moral ha realizado
hasta hoy, pero ¡ahora tan sólo es otra carga que sería fatal! Ella
misma obliga, en tanto que honradez, a la negación de la moral.

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