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Paz y Ciencia

martes, 17 de marzo de 2009

El Dr. Rubio habla de la ficción, muy atrevido...


Es cierto que Harry Potter revienta taquillas, pero si su autora, la británica Joanne K. Rowling, hiciese caso a las críticas, colmaría los bolsillos de más de un psiquiatra para poner remedio a sus supuestos trastornos. Desde bien temprano, el joven aprendiz de mago mostró delirios de grandeza y esa energía inagotable para emprender aventuras de riesgo que suele caracterizar a quienes padecen desorden bipolar. Y, como corresponde a este trastorno, a sus momentos de euforia seguían otros de notable apatía y grandes sentimientos de culpabilidad.

Pero Harry creció y sus lectores asistieron a nuevos matices en su personalidad que rozan lo patológico. Hasta el mismísimo Daniel Radcliffe, el actor que encarna al mago, reconoció recientemente en el rodaje de su quinta película, Harry Potter y la Orden del Fénix , que hace esfuerzos inhumanos para sacar las auténticas emociones de su personaje. Pero, igual que hizo su creadora, descartó tajantemente la posibilidad de que Harry fuese un superhéroe maníaco-depresivo. El psiquiatra Vicente Rubio Larrosa, jefe del Servicio de Psiquiatría y de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Hospital Nuestra Señora De Gracia, en Zaragoza, se inclina más por un “trastorno ciclotímico, que es una forma menor de bipolaridad”. ¿Qué puede haber llevado a Rowling a crear un personaje con este perfil? Según el doctor, más que sus vivencias, la autora proyecta en Harry sus propios cambios de humor.

Lo cierto es que los profesionales esperan con ansia la nueva entrega de la escritora para ver cómo ha evolucionado la personalidad de este joven, si se ha liberado de la carga de su orfandad dickensiana y de otras acusaciones con las que, hasta ahora, ha tenido que convivir el muchacho, como de inducir al ocultismo frente a la verdadera fe o su supuesta homosexualidad. Tarea difícil para Rowling, que ya intentó acallar rumores en Harry Potter y el Príncipe Mestizo , cuando le vimos capitaneando el equipo de quidditch (vuelo en escoba) y en sus primeros escarceos.

La verdad es que si lleváramos al diván a todos los iconos culturales infantiles la Psiquiatría acabaría extenuada. Batman, Superman y Spiderman, todos ellos con personalidades múltiples y asexuados, podrían padecer brotes esquizoides y tendencias sadomasoquistas; Popeye, además de maníaco-depresivo, se ve incapaz de poner fin a las infidelidades de su pareja Olivia con su amigo Brutus; la actitud irascible de Pedro Picapiedra responde a un trastorno obsesivo compulsivo; los altos niveles de testosterona de Hulk le llevan a comportarse como un psicópata agresivo y con tendencia esquizoide; Carpanta y Shaggy (amigo de Scooby-Doo) padecen bulimia, un trastorno demasiado común en nuestra sociedad; la Cenicienta es neurótica, paranoica, esquizofrénica y víctima de un trastorno bipolar;y Bugs Bunny, además de travesti, es exhibicionista... De todos modos, si, como dijo el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, la esquizofrenia significa escape del mundo real para introducirse en el de la fantasía, no cabría entonces plantearse la buena salud mental de sus imaginativos creadores.

Con su elenco de personajes en Peter Pan , el escocés James Matthew Barrie aportó a la Psicología unas cuantas patologías que hoy padecen millones de personas en todo el mundo. El psiquiatra Eric Berne, en 1966, y el psicólogo Dan Kiley, en 1983, fueron los primeros en bautizar con el nombre de Síndrome de Peter Pan al trastorno emocional que detectaban en muchos de sus pacientes que, entusiasmados por la idea de una eterna infancia, se resistían a madurar. Teniendo en cuenta que, según el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el 60% de los españoles que rondan los 30 años y tienen empleo continúan aferrados al lecho familiar, la patología podría ser más común de lo que se pudiera pensar.

El Síndrome de Peter Pan provoca miedo al rechazo y a la soledad y una buena dosis de egoísmo. En un primer momento, los que lo padecen son embaucadores y aparentan seguridad. Sin embargo, a los 40 años su vida sigue bajo el lema de Barrie: “Nada pasa después de los 12 años que importe demasiado”. El ejemplo más conocido es el popular y televisivo Homer Simpson. El mismo escritor, que apenas levantaba un metro y medio del suelo, padeció este trastorno como secuela de la traumática muerte de su hermano y de la profunda depresión de su madre.

Quienes lo padecen son astutos a la hora de rodearse de una persona que atienda sus necesidades y cubra sus caprichos de forma altruista, es decir, de alguien que padece el llamado Síndrome de Wendy. Este trastorno es típicamente femenino y suele estar provocado por una separación. De nuevo, el psicólogo Kiley tomó como referencia un personaje de Barrie para diagnosticar la necesidad imperiosa de muchas mujeres de proteger y complacer a los demás.

Wendy, que en el cuento infantil del escritor escocés es la mayor de tres hermanos, presenta también miedo al rechazo, asume cualquier responsabilidad y llega a comportarse como una madre con su propia pareja. Su vida de entrega y sacrificio deriva muchas veces en una patología añadida: el bautizado como Síndrome del Quemado, otro de los males que más se padece actualmente en el estresante ambiente urbano.

No obstante, para el psicólogo clínico Ángel Marín Tejero no se puede hablar del Síndrome de Wendy como una patología. “Hay trastornos de la personalidad que se podrían asemejar a este síndrome, pero no es una patología clínica. Con el tiempo puede producir sufrimiento, tanto en la persona que lo sufre como en quienes le rodean”.

Cuentos y dibujos subliminales
Tampoco se librarían los protagonistas de los cuentos tradicionales, aunque la mano purgatoria de Andersen, Perrault o los hermanos Grimm y la pluma mojigata y edulcorada de Disney (y eso que abundan los estudios que ven mensajes subliminales eróticos en las imágenes de la factoría Disney) los convirtieron en deliciosas historias. Sin embargo, hay personajes, como Caperucita Roja, que esconden otra realidad. “Era el prototipo de mujer fatal que incita a los hombres y acostumbra a pasear por donde merodea el lobo feroz”, afirma el doctor Rubio Larrosa.

“Ningún cuento o serie ha alterado nunca ninguna mente”, añade el psiquiatra, quien asegura que le parece más preocupante que los padres puedan tomar como referente a ‘héroes’ infantiles como Shin Chan, “un niño que es maleducado por unos progenitores consentidores que nunca lo llevarían a un psicólogo ya que consideran que tienen un hijo muy creativo”. Lo peor de todo es que dentro de unos años los psiquiatras y psicólogos los veremos en nuestras consultas frustrados porque creyeron que siempre podrían seguir ‘shinchaneando’”. Habría que preguntarse entonces si las personas están más cuerdas que estos héroes, ¿acaso los humanos se desinhiben como ellos para expresar sus delirios o perturbaciones?

Fuente: http://www.revistaman.es/Ser_Man/Los-personajes-infantiles-estan-10-2006-18097.html

1 comentario:

Jorge Gonzalez Casanovas dijo...

Habría mucho que escribir y hablar sobre la psicopatología en el cine y la literatura. Se me viene a la mente la película de K-Pax, protagonizada por Kevin Spacey. El protagonista estaba psicótico perdido, pero en su delirio convenció a un psiquiatra (Jeff Bridges) de que era un extraterrestre. En la película no se asume que Spacey era un "simple y común" psicótico. La sociedad no acepta la psicosis, pero sí nos venden superpoderes y magufadas (mago+ufólogo), que símplemente NO EXISTEN. Al final el protagonista de K-pax ¿era un extraterrestre?. No queda claro, pero dan a entender que "hablaba con dios". Ya por no extenderme no hablaré de los "milagros" y los "hechos" bíblicos. En fin somos más monos de lo que nos habían dicho de pequeños.