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Paz y Ciencia

sábado, 20 de enero de 2024

Psiquiatras

 




Se va filtrando despacio en todo lo que vemos, 

en todo lo que hacemos. 

La vida adquiere, poco a poco, insidiosamente, un filtro.

Las nubes vienen hinchadas, con las tripas doloridas, 

y cuando cae la lluvia,

no conseguimos ver si va a parar algún día. 

 

Un sentimiento recorre nuestras vidas:

no es ansiedad, 

no es depresión, 

no es euforia ni inquietud. 

Es, simplemente, que estamos mal. 

 

La sociedad en la que vivimos habla, cada día, sobre salud mental; 

los conceptos son tantos que se entremezclan, 

surgen y desaparecen según se publican estudios o se desestiman investigaciones. 

Desesperanza, cansancio, estrés, preocupación, dificultad para vislumbrar el final de un sentimiento…

 

Todo este malestar tiene mucho que ver con la incapacidad de imaginar un futuro que sea realizable; 

el mundo está, casi literalmente, en llamas, 

y cada vez hay menos gente que tenga claro lo que va a ocurrir mañana. 

La esperanza para un futuro mejor se desvanece; 

lo que vendrá será siempre peor que lo que ya pasó. 

 

Ante esto, la primera respuesta de nuestra sociedad ha sido la psiquiatrización de este malestar, gracias a una miríada de técnicas terapéuticas, fármacos, disciplinas o maneras esotéricas de tratar. 

Otra opción muy difundida es la de la negación del sufrimiento individual, asociada a la llamada a la politización como respuesta única posible. 

 

Ahora. 

¿Son estas las dos únicas opciones que existen?

El problema es infinitamente complejo; ¿cuáles son sus raíces?

¿Salir de esta situación es posible? ¿Pasa por una atención individualizada o por intervenciones sociales a gran escala?

¿Qué papel juega la salud mental de cada uno, y, por tanto, de todos en general?


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