Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta. Zaragoza Gran Vía Y Online. Teléfono: (34) 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es. Instagram: @psicoletrazaragoza
Cuando nuestra mente está perturbada por el enojo, el apego, el egoísmo o la codicia, también nuestras energías se perturban. Nos sentimos incómodos; nuestra mente no está en calma; nuestros pensamientos se desbocan. Decimos y hacemos cosas de las cuales después nos arrepentimos. Si notamos una perturbación repentina en nuestra mente y en nuestra energía, podemos estar seguros de que es el resultado de alguna emoción perturbadora. El truco es atraparla tan pronto como aparezca y aplicar algún estado mental oponente, como el amor y la compasión, para evitar los problemas que crearíamos si sucumbimos a la emoción problemática y la llevamos a cabo.
¿Qué es una “emoción perturbadora”?
Una emoción perturbadora se define como un estado mental que, cuando lo desarrollamos, nos causa perder nuestra paz mental y nuestro autocontrol.
Debido a que perdemos nuestra paz mental, es perturbadora; perturba nuestra paz mental. Debido a que nos perturbamos cuando perdemos nuestra paz mental, realmente no tenemos claridad acerca de nuestro pensamiento o nuestros sentimientos. Debido a esa ausencia de claridad, perdemos el sentido de discriminación que es necesario para tener autocontrol. Necesitamos ser capaces de discriminar entre lo que es de ayuda y lo que no es de ayuda; lo que es apropiado y lo que no es apropiado en situaciones específicas.
Las emociones perturbadoras también pueden acompañar estados mentales constructivos
Ejemplos de emociones perturbadoras podrían ser, por ejemplo, apego o deseo anhelante, enojo, celos, orgullo, arrogancia y demás. Algunas de estas emociones perturbadoras podrían llevarnos a actuar destructivamente, pero ese no es siempre necesariamente el caso. El apego y el deseo anhelante, por ejemplo, podrían llevarnos a actuar destructivamente (robar algo, por ejemplo). Pero también podríamos desear con anhelo el ser queridos y estar apegados a ello, así que ayudamos a los demás con el fin de ser queridos. Ayudar a los demás no es destructivo, es algo constructivo, pero hay una emoción perturbadora detrás de ello: "Quiero ser amado, así que te ruego que me quieras a cambio".
O consideren el caso del enojo. El enojo podría llevarnos a actuar destructivamente, herir a alguien o incluso matarlo, porque estamos muy enojados. Así que eso es comportamiento destructivo. Pero digamos que estamos enojados por la injusticia de un cierto sistema o una cierta situación, y estamos tan enojados con ello que verdaderamente hacemos algo para tratar de cambiarlo. No necesariamente tenemos que hacer algo violento, pero el asunto es que, aun si hacemos algo constructivo o positivo, está motivado por una emoción perturbadora. No tenemos paz mental y, como no tenemos paz mental, nuestra mente y sentimientos no tienen claridad y nuestro estado emocional no es muy estable.
En estos casos, entonces, cuando experimentamos deseo anhelante o enojo, queremos que la otra persona nos ame o queremos que termine una injusticia. Estos no son estados mentales estables ni estados emocionales estables. Debido a que no son estados mentales ni emocionales claros, no pensamos con mucha claridad acerca de lo que hacemos ni en cómo llevamos a cabo nuestras intenciones. Como resultado, no tenemos autocontrol. Por ejemplo, podríamos tratar de ayudar a alguien a hacer algo, pero una manera mejor de ayudar sería dejar que lo hicieran por sí mismos. Digamos que tenemos una hija mayor y queremos ayudarla a cocinar, a cuidar de la casa o cuidar a sus hijos; bueno, de muchas maneras eso sería interferir. Es posible que nuestra hija realmente no aprecie que se le diga cómo cocinar o cómo criar a sus hijos. Pero queremos ser amados y queremos ser útiles, así que la presionamos. Estamos haciendo algo constructivo, pero al hacerlo, perdemos el autocontrol que nos habría hecho pensar: "Es mejor quedarme con la boca cerrada y no ofrecer mi opinión ni mi ayuda".
Incluso si ayudamos en una situación en la cual es apropiado ayudar a otra persona, no estamos relajados con ello, porque quizás esperemos algo a cambio. Queremos ser amados; queremos ser necesitados; queremos ser valorados. Cuando experimentamos este tipo de deseo anhelante como condición en nuestra mente, si nuestra hija no responde de la manera que queremos, nos disgustamos mucho.
Este mecanismo de las emociones perturbadoras que hace que perdamos nuestra paz mental y Incluso si ayudamos en una situación en la cual es apropiado ayudar a otra persona, no estamos relajados con ello, porque quizás esperemos algo a cambio. Queremos ser amados; queremos ser necesitados; queremos ser valorados. Cuando experimentamos este tipo de deseo anhelante como condición en nuestra mente, si nuestra hija no responde de la manera que queremos, nos disgustamos mucho.
Este mecanismo de las emociones perturbadoras que hace que perdamos nuestra paz mental y nuestro autocontrol, es incluso más obvio cuando luchamos contra una injusticia. Como nos molesta mucho, estamos muy enojados. Si actuamos sobre la base de estar enojados, entonces a menudo no pensamos con mucha claridad lo que hay que hacer. Con frecuencia, nuestras acciones no siguen el mejor curso para que se produzca el cambio que queremos.
En resumen, ya sea que actuemos de una manera destructiva o hagamos algo constructivo, si lo que hacemos está motivado por y acompañado de una emoción perturbadora, nuestro comportamiento va a causar problemas. Aunque no podemos predecir de forma precisa si va a causar o no problemas a los demás, principalmente nos causará problemas a nosotros mismos. Estos problemas no son necesariamente cosas que van a pasar inmediatamente; son problemas a largo plazo, en el sentido de que actuar bajo la influencia de las emociones perturbadoras desarrolla los hábitos de repetir una y otra vez nuestras conductas perturbadas. De esta manera, nuestro comportamiento compulsivo, basado en las emociones perturbadoras, construye un amplio conjunto de formas de comportarnos que son problemáticas. Nunca tenemos paz mental.
Un claro ejemplo de esto es el estar motivados para ayudar y hacer cosas bonitas por los demás, porque queremos ser amados y sentirnos valorados. Detrás de esto, básicamente nos sentimos inseguros. Pero cuanto más continuamos actuando con este tipo de motivación, más insatisfechos nos sentimos, nunca sentimos: "Bien, ahora soy querido. Ya está bien, ya no necesito más". Nunca sentimos eso. Y entonces nuestro comportamiento no hace más que fortalecerse y reforzar este hábito de sentir compulsivamente: "tengo que sentirme amado, tengo que sentirme importante, tengo que sentirme valorado". Sólo cultivamos más la esperanza de sentirnos amados, pero siempre nos sentimos frustrados. Nos sentimos frustrados porque, incluso si alguien nos da las gracias, pensamos: "En verdad no lo dice en serio", ese tipo de cosas. Debido a ello, nunca tenemos paz mental. Y sólo empeora porque el síndrome se repite y se repite y se repite. Por cierto, a eso se le llama “samsara” (una situación problemática incontrolablemente recurrente).
No es muy difícil reconocer este tipo de síndrome cuando la emoción perturbadora nos hace actuar negativa o destructivamente. Por ejemplo, es posible que siempre estemos enojados, y como siempre estamos enojados y nos molestamos por las cosas más insignificantes, siempre les hablamos de forma ruda a los demás o les decimos cosas crueles. Como resultado de ello, obviamente no le gustamos a los demás, la gente no quiere pasar mucho tiempo con nosotros y eso causa una gran cantidad de problemas en nuestras relaciones. En ese caso, es bastante fácil reconocer lo que está sucediendo, pero no es tan fácil cuando la emoción perturbadora está detrás de nuestro actuar positivo. Sin embargo, necesitamos reconocerlo en ambas situaciones.
Ejemplos de emociones perturbadoras podrían ser, por ejemplo, apego o deseo anhelante, enojo, celos, orgullo, arrogancia y demás. Algunas de estas emociones perturbadoras podrían llevarnos a actuar destructivamente, pero ese no es siempre necesariamente el caso. El apego y el deseo anhelante, por ejemplo, podrían llevarnos a actuar destructivamente (robar algo, por ejemplo). Pero también podríamos desear con anhelo el ser queridos y estar apegados a ello, así que ayudamos a los demás con el fin de ser queridos. Ayudar a los demás no es destructivo, es algo constructivo, pero hay una emoción perturbadora detrás de ello: "Quiero ser amado, así que te ruego que me quieras a cambio".
O consideren el caso del enojo. El enojo podría llevarnos a actuar destructivamente, herir a alguien o incluso matarlo, porque estamos muy enojados. Así que eso es comportamiento destructivo. Pero digamos que estamos enojados por la injusticia de un cierto sistema o una cierta situación, y estamos tan enojados con ello que verdaderamente hacemos algo para tratar de cambiarlo. No necesariamente tenemos que hacer algo violento, pero el asunto es que, aun si hacemos algo constructivo o positivo, está motivado por una emoción perturbadora. No tenemos paz mental y, como no tenemos paz mental, nuestra mente y sentimientos no tienen claridad y nuestro estado emocional no es muy estable.
En estos casos, entonces, cuando experimentamos deseo anhelante o enojo, queremos que la otra persona nos ame o queremos que termine una injusticia. Estos no son estados mentales estables ni estados emocionales estables. Debido a que no son estados mentales ni emocionales claros, no pensamos con mucha claridad acerca de lo que hacemos ni en cómo llevamos a cabo nuestras intenciones. Como resultado, no tenemos autocontrol. Por ejemplo, podríamos tratar de ayudar a alguien a hacer algo, pero una manera mejor de ayudar sería dejar que lo hicieran por sí mismos. Digamos que tenemos una hija mayor y queremos ayudarla a cocinar, a cuidar de la casa o cuidar a sus hijos; bueno, de muchas maneras eso sería interferir. Es posible que nuestra hija realmente no aprecie que se le diga cómo cocinar o cómo criar a sus hijos. Pero queremos ser amados y queremos ser útiles, así que la presionamos. Estamos haciendo algo constructivo, pero al hacerlo, perdemos el autocontrol que nos habría hecho pensar: "Es mejor quedarme con la boca cerrada y no ofrecer mi opinión ni mi ayuda".
Incluso si ayudamos en una situación en la cual es apropiado ayudar a otra persona, no estamos relajados con ello, porque quizás esperemos algo a cambio. Queremos ser amados; queremos ser necesitados; queremos ser valorados. Cuando experimentamos este tipo de deseo anhelante como condición en nuestra mente, si nuestra hija no responde de la manera que queremos, nos disgustamos mucho.
Este mecanismo de las emociones perturbadoras que hace que perdamos nuestra paz mental y Incluso si ayudamos en una situación en la cual es apropiado ayudar a otra persona, no estamos relajados con ello, porque quizás esperemos algo a cambio. Queremos ser amados; queremos ser necesitados; queremos ser valorados. Cuando experimentamos este tipo de deseo anhelante como condición en nuestra mente, si nuestra hija no responde de la manera que queremos, nos disgustamos mucho.
Este mecanismo de las emociones perturbadoras que hace que perdamos nuestra paz mental y nuestro autocontrol, es incluso más obvio cuando luchamos contra una injusticia. Como nos molesta mucho, estamos muy enojados. Si actuamos sobre la base de estar enojados, entonces a menudo no pensamos con mucha claridad lo que hay que hacer. Con frecuencia, nuestras acciones no siguen el mejor curso para que se produzca el cambio que queremos.
En resumen, ya sea que actuemos de una manera destructiva o hagamos algo constructivo, si lo que hacemos está motivado por y acompañado de una emoción perturbadora, nuestro comportamiento va a causar problemas. Aunque no podemos predecir de forma precisa si va a causar o no problemas a los demás, principalmente nos causará problemas a nosotros mismos. Estos problemas no son necesariamente cosas que van a pasar inmediatamente; son problemas a largo plazo, en el sentido de que actuar bajo la influencia de las emociones perturbadoras desarrolla los hábitos de repetir una y otra vez nuestras conductas perturbadas. De esta manera, nuestro comportamiento compulsivo, basado en las emociones perturbadoras, construye un amplio conjunto de formas de comportarnos que son problemáticas. Nunca tenemos paz mental.
Un claro ejemplo de esto es el estar motivados para ayudar y hacer cosas bonitas por los demás, porque queremos ser amados y sentirnos valorados. Detrás de esto, básicamente nos sentimos inseguros. Pero cuanto más continuamos actuando con este tipo de motivación, más insatisfechos nos sentimos, nunca sentimos: "Bien, ahora soy querido. Ya está bien, ya no necesito más". Nunca sentimos eso. Y entonces nuestro comportamiento no hace más que fortalecerse y reforzar este hábito de sentir compulsivamente: "tengo que sentirme amado, tengo que sentirme importante, tengo que sentirme valorado". Sólo cultivamos más la esperanza de sentirnos amados, pero siempre nos sentimos frustrados. Nos sentimos frustrados porque, incluso si alguien nos da las gracias, pensamos: "En verdad no lo dice en serio", ese tipo de cosas. Debido a ello, nunca tenemos paz mental. Y sólo empeora porque el síndrome se repite y se repite y se repite. Por cierto, a eso se le llama “samsara” (una situación problemática incontrolablemente recurrente).
No es muy difícil reconocer este tipo de síndrome cuando la emoción perturbadora nos hace actuar negativa o destructivamente. Por ejemplo, es posible que siempre estemos enojados, y como siempre estamos enojados y nos molestamos por las cosas más insignificantes, siempre les hablamos de forma ruda a los demás o les decimos cosas crueles. Como resultado de ello, obviamente no le gustamos a los demás, la gente no quiere pasar mucho tiempo con nosotros y eso causa una gran cantidad de problemas en nuestras relaciones. En ese caso, es bastante fácil reconocer lo que está sucediendo, pero no es tan fácil cuando la emoción perturbadora está detrás de nuestro actuar positivo. Sin embargo, necesitamos reconocerlo en ambas situaciones.
Cómo reconocer cuando estamos bajo la influencia de una emoción, actitud o estado mental perturbador
La cuestión, entonces, es ¿cómo reconocer cuando estamos actuando bajo la influencia de una actitud o emoción perturbadora? No tiene que ser una emoción; también puede ser una actitud ante la vida o una actitud hacia nosotros mismos. Por ello, necesitamos ser un poco sensibles para ser introspectivos y notar cómo nos sentimos interiormente. En este sentido, la definición de una emoción o actitud perturbadora es muy útil: nos causa perder nuestra paz mental y nuestro autocontrol.
De esta forma, si cuando estamos a punto de decir algo o hacer algo, nos sentimos un poco nerviosos en nuestro interior, no estamos completamente relajados, ese es un signo de que hay alguna emoción perturbadora presente.
Podría ser inconsciente, y a menudo es inconsciente, pero hay alguna emoción perturbadora detrás de ello.
Digamos que tratamos de explicarle algo a alguien. Si notamos que hay cierto malestar en nuestro estómago mientras hablamos con la persona, ese es un buen indicador de que hay cierto orgullo detrás de ello, por ejemplo. Podríamos sentir: "Qué listo soy, yo lo entiendo. Voy a ayudarte a entenderlo". Podríamos sinceramente querer ayudar a otras personas y explicarles algo, pero si sentimos un poco de malestar en nuestro estómago, eso indica la presencia de cierto orgullo. Esto sucede especialmente cuando hablamos sobre nuestros logros o nuestras buenas cualidades. Muy a menudo, lo experimentamos con un poco de intranquilidad.
O consideremos el caso de una actitud perturbadora, digamos la actitud de: "Todo el mundo debería prestarme atención", la cual tenemos a menudo. No nos gusta sentirnos ignorados (a nadie le gusta sentirse ignorado) así que sentimos: "La gente debería prestarme atención y escuchar lo que estoy diciendo", y demás. Bueno, esto también puede estar acompañado de nerviosismo en nuestro interior, especialmente si la gente no nos está prestando atención. ¿Por qué deberían prestarnos atención? Si lo pensamos, no hay ninguna buena razón.
La palabra sánscrita "klesha" ("ñon mong" en tibetano) es un término muy difícil que yo estoy traduciendo aquí como "emoción perturbadora" o "actitud perturbadora". Es difícil porque algunas de ellas realmente no encajan muy bien, ni en la categoría de una emoción ni en la de una actitud, por ejemplo, la ingenuidad. Podemos ser muy ingenuos acerca del efecto de nuestro comportamiento sobre los demás o sobre nosotros mismos. O podríamos ser ingenuos sobre una situación, la realidad de lo que está sucediendo. Digamos, por ejemplo, que somos ingenuos acerca de si alguien no se está sintiendo bien o si está molesto. En tales situaciones, ciertamente podemos ser ingenuos acerca de cuál será el resultado de lo que les digamos; podrían enojarse mucho con nosotros a pesar de nuestras buenas intenciones.
Cuando tenemos ese tipo de estado mental perturbador, llamémosle así, no necesariamente sentimos malestar en nuestro interior. Pero como vimos con anterioridad, cuando perdemos nuestra paz mental, nuestra mente pierde claridad. Así, cuando somos ingenuos, nuestra mente realmente no es clara; estamos en nuestro pequeño mundo. Perdemos el autocontrol en el sentido de que, debido a que estamos en nuestro pequeño mundo, no discriminamos entre lo que es de ayuda y apropiado en una situación y lo que no lo es. Debido a esta falta de discriminación, no actuamos apropiadamente y con sensibilidad. En otras palabras, no tenemos el autocontrol para ser capaces de actuar apropiadamente y refrenarnos de hacer algo inapropiado. De esta manera, la ingenuidad encaja en esta definición de un estado mental perturbador, aunque es difícil pensar en la ingenuidad como una emoción o una actitud. Como dije, "klesha" es un término para el cual es difícil encontrar realmente una buena traducción.
La cuestión, entonces, es ¿cómo reconocer cuando estamos actuando bajo la influencia de una actitud o emoción perturbadora? No tiene que ser una emoción; también puede ser una actitud ante la vida o una actitud hacia nosotros mismos. Por ello, necesitamos ser un poco sensibles para ser introspectivos y notar cómo nos sentimos interiormente. En este sentido, la definición de una emoción o actitud perturbadora es muy útil: nos causa perder nuestra paz mental y nuestro autocontrol.
De esta forma, si cuando estamos a punto de decir algo o hacer algo, nos sentimos un poco nerviosos en nuestro interior, no estamos completamente relajados, ese es un signo de que hay alguna emoción perturbadora presente.
Podría ser inconsciente, y a menudo es inconsciente, pero hay alguna emoción perturbadora detrás de ello.
Digamos que tratamos de explicarle algo a alguien. Si notamos que hay cierto malestar en nuestro estómago mientras hablamos con la persona, ese es un buen indicador de que hay cierto orgullo detrás de ello, por ejemplo. Podríamos sentir: "Qué listo soy, yo lo entiendo. Voy a ayudarte a entenderlo". Podríamos sinceramente querer ayudar a otras personas y explicarles algo, pero si sentimos un poco de malestar en nuestro estómago, eso indica la presencia de cierto orgullo. Esto sucede especialmente cuando hablamos sobre nuestros logros o nuestras buenas cualidades. Muy a menudo, lo experimentamos con un poco de intranquilidad.
O consideremos el caso de una actitud perturbadora, digamos la actitud de: "Todo el mundo debería prestarme atención", la cual tenemos a menudo. No nos gusta sentirnos ignorados (a nadie le gusta sentirse ignorado) así que sentimos: "La gente debería prestarme atención y escuchar lo que estoy diciendo", y demás. Bueno, esto también puede estar acompañado de nerviosismo en nuestro interior, especialmente si la gente no nos está prestando atención. ¿Por qué deberían prestarnos atención? Si lo pensamos, no hay ninguna buena razón.
La palabra sánscrita "klesha" ("ñon mong" en tibetano) es un término muy difícil que yo estoy traduciendo aquí como "emoción perturbadora" o "actitud perturbadora". Es difícil porque algunas de ellas realmente no encajan muy bien, ni en la categoría de una emoción ni en la de una actitud, por ejemplo, la ingenuidad. Podemos ser muy ingenuos acerca del efecto de nuestro comportamiento sobre los demás o sobre nosotros mismos. O podríamos ser ingenuos sobre una situación, la realidad de lo que está sucediendo. Digamos, por ejemplo, que somos ingenuos acerca de si alguien no se está sintiendo bien o si está molesto. En tales situaciones, ciertamente podemos ser ingenuos acerca de cuál será el resultado de lo que les digamos; podrían enojarse mucho con nosotros a pesar de nuestras buenas intenciones.
Cuando tenemos ese tipo de estado mental perturbador, llamémosle así, no necesariamente sentimos malestar en nuestro interior. Pero como vimos con anterioridad, cuando perdemos nuestra paz mental, nuestra mente pierde claridad. Así, cuando somos ingenuos, nuestra mente realmente no es clara; estamos en nuestro pequeño mundo. Perdemos el autocontrol en el sentido de que, debido a que estamos en nuestro pequeño mundo, no discriminamos entre lo que es de ayuda y apropiado en una situación y lo que no lo es. Debido a esta falta de discriminación, no actuamos apropiadamente y con sensibilidad. En otras palabras, no tenemos el autocontrol para ser capaces de actuar apropiadamente y refrenarnos de hacer algo inapropiado. De esta manera, la ingenuidad encaja en esta definición de un estado mental perturbador, aunque es difícil pensar en la ingenuidad como una emoción o una actitud. Como dije, "klesha" es un término para el cual es difícil encontrar realmente una buena traducción.
Emociones no perturbadoras
Así que el tema de esta discusión elaborada es que realmente necesitamos mirar de forma muy cuidadosa nuestros estados emocionales y no quedarnos atrapados en las palabras que usamos para etiquetar emociones diferentes. Necesitamos investigar seriamente para encontrar qué aspectos de nuestros estados mentales son perturbadores y nos hacen perder nuestra paz mental, nuestra claridad, nuestro autocontrol. Esas son las cosas en las que necesitamos trabajar.
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