El trastorno bipolar o maníaco-depresivo, se caracteriza por estados de ánimo cambiantes entre dos polos opuestos, alternándose períodos maníacos (de excesiva euforia) y depresivos.
Es un trastorno biopsicosocial, caracterizado por episodios alternos de euforia excesiva (llamada fase maníaca) y de depresión. La manía se manifiesta con síntomas graves de excitabilidad, habla alterada y efusiva, expresión emocional intensa, conductas irresponsables y peligrosas, grandes gastos de dinero, conductas de riesgo, sexuales o de otra índole, etc. Los comportamientos de estas personas durante una fase maníaca suelen ser muy llamativos y graves. En la fase depresiva, suelen tener los síntomas de una depresión grave, pudiendo haber ideación suicida.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales de la APA define la manía como un periodo de al menos de 1 semana caracterizado por un estado de ánimo que no es el habitual en la persona y en el que se muestra excesivamente animado y motivado a hacer tareas, y tambien pueden aparecer síntomas de irritabilidad. Los síntomas típicos de esta fase son los siguientes:
- Una autoestima exagerada y sentimientos de grandiosidad o de que se es superior al resto.
- Disminución de la necesidad de dormir. Habitualmente ocurre que la persona considera que tiene tantas cosas que hacer que no puede perder el tiempo durmiendo y consideran que por ejemplo con 3 horas de sueño es suficiente.
- Se muestran más habladores de lo habitual o verborréicos, cuando acaparan los turnos de palabra en las conversaciones.
- Sensación de que la mente discurre de forma muy rápida y los pensamientos se suceden de forma acelerada
- Distraibilidad, es decir, la persona muestra dificiltades para mantener su atención en una tarea y se muestra muy receptivo a otras fuentes de estimulación aunque sean banales o irrelevantes.
- Aumento de la realización de actividades dirigidas a una meta, ya sean de tipo social (como hablar con gente), en el trabajo o los estudios (dedicando más tiempo a estas tareas) o en las relaciones afectivo-sexuales.
- Aumento en la realización de actividades que son placenteras a corto plazo, pero que implican altos riesgos económicos o contra la integridad física o moral de la persona, como realizar compras compulsivas, inversiones alocadas (comprarse un barco sin poseer titulación) o indiscresiones sexuales.
La presencia de tres o más de estos síntomas debe alertarnos para solicitar asesoramiento médico.
Este trastorno requiere tratamiento psicofarmacológico y atención médica de base con seguimientos regulares. No obstante, el psicólogo puede jugar también un papel muy importante en este tipo de trastorno, orientando y dando información, técnicas y habilidades tanto al paciente, como a sus familiares.
El tratamiento psicológico habitualmente consiste en explicarle a la persona y sus familiares en qué consiste el trastorno bipolar y cuáles son sus síntomas habituales. El psicólogo fomenta mediante diferentes técnicas motivacionales su adherencia al tratamiento y resulve diferentes dudas o posibles creencias erróneas acerca del tratamiento farmacológico. También es habitual que aborde otros problemas asociados al trastorno, como problemas de autoestima, gestión del tiempo, resolución de problemas, identificación de síntomas prodrómicos (es decir, de síntomas que habitualmente alerta acerca de la inminencia de la ocurrencia de una crisis maníaca), entre otros.
El tratamiento psicológico para el trastorno de bipolar nunca se debe plantear como una alternativa al tratamiento farmacológico.
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