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Paz y Ciencia

viernes, 17 de diciembre de 2021

Vivir para Volar. APEGO Y AMOR

 






Sobre el apego y el amor.




Qué es el apego? Por qué me apego a las personas, a las cosas, a las situaciones, hasta que las convierto en "necesarias" en mi vida? Por qué me hago dependiente de ellas hasta doler?

El budismo dice que el apego es un estado mental que distorsiona el objeto (de apego) exagerando sus cualidades. Llego a convencerme de que el objeto es exactamente así, imprescindible en mi vida, y eso, antes o después, me va a llevar a sufrir, porque no hay nada que pueda estar siempre, permanentemente, en mi vida.
Por otra parte, esta exigencia respecto al objeto (persona o situación) hace que priorice mis intereses sobre los suyos en todo momento, mi bienestar sobre el suyo, mi necesidad sobre las suyas.
Y encima, llego a autoconvencerme de que lo que siento es amor.
Pero el apego, en realidad, es antiamor; así como el amor es el mejor antiapego.

Pero no el único.

Para combatir el apego, el budismo nos propone varios métodos. Aquí te presentamos tres de ellos, que puedes utilizar como objeto de meditación.
Con la práctica, estos nuevos puntos de vista acabarán siendo integrados en tu vida reduciendo paulatinamente hasta eliminar la tendencia al apego.




1. La impermanencia.


Todo es impermanente y está en continuo cambio, así que no tiene sentido apegarse a una cosa que antes o después ya no existirá, será diferente (de hecho, cada instante es diferente aunque no lo perciba). Desde ese punto de vista, el deseo de retener a una persona (o situación) es irracional y está condenada al fracaso, a la insatisfacción y al dolor. Porque nunca lo conseguiré.




2. Igualarse.


Pero además, en mi experiencia, uno de los mejores métodos de controlar la tiranía del apego cuando se dirige a las personas, consiste en la meditación básica de "igualarse": recordar que la otra persona desea ser feliz y no sufrir, exactamente igual que yo; que su felicidad y libertad son importantes, al menos tanto como las mías.
Igualarme y generar el amor que desea de que la otra persona disfrute de la felicidad y la libertad que quiero para mí, es uno de los mejores métodos antiapego que conozco.

3. La vacuidad.

El otro, el definitivo, me remite al principio de este texto, al recordar que las cosas no son como las veo, como las creo (de creer y de crear); que los objetos, tal como yo los percibo, no existen, porque son una mera distorsión de la realidad: si exagero sus cualidades, me apego, y si lo que exagero son sus faltas, lo rechazo, creo aversión, me molesta y lo quiero fuera de mi vida. Como si lo que me gusta y lo que me disgusta (o me hace enfadar, sufrir o deprimirme) existiera fuera de mi mente, de mi mera percepción de la realidad.

Comprender que las cosas que vemos y con las que nos relacionamos (tal y como las vemos) no son más que una mera percepción mental y personal nos libera de la tiranía de nuestros propios conceptos, puntos de vista y opiniones y nos ayuda a ser más felices y libres y a estimar de una forma sana: esa forma de amor que desea de corazón la felicidad y la libertad de los demás.

Meditar en la impermanencia, en el amor que nos iguala y en la vacuidad son tres formas muy eficaces de liberarnos del sufrimiento del apego y transformarlo en una experiencia de libertad y amor respetuoso.

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