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Paz y Ciencia

lunes, 27 de diciembre de 2021

Víctor Frankl: Búsqueda de Sentido

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta Zaragoza Y Online                    Teléfono: +34 653379269  Website: www.rcordobasanz.es        Instagram:@psicoletrazaragoza 

“¡Qué bello podría ser el mundo!”, escribió el psiquiatra vienés Viktor Emil Frankl después de perder a su esposa y a sus padres en distintos campos de concentración del régimen nazi. Su padre murió en Theresienstadt, víctima del hambre y una neumonía; su madre fue gaseada en Auschwitz, y su mujer, Tilly Grosser, en Bergen-Belsen el día de su liberación. Debilitada por las penalidades, fue aplastada por una multitud que se abalanzó hacia la puerta de entrada, cuando descubrió la presencia de tropas británicas. Sin embargo, nada pudo destruir la confianza de Frankl en el ser humano. “Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino”

Viktor nació en el seno de una familia judía el 28 de marzo de 1905 en Pohorelice, una localidad checa situada a 80 kilómetros de Viena. En esa época, Viena era una de las ciudades más deslumbrantes de Europa. Compartía con Budapest la capitalidad del Imperio Austro-Húngaro y era el símbolo de un estilo de vida tolerante y cosmopolita. Viktor disfrutó de una infancia dichosa y tranquila. A pesar de su fragilidad y su temperamento soñador, siempre contempló la vida como un don, un maravilloso regalo que debía ser administrado con inteligencia y ternura. La Primera Guerra Mundial significó la caída del Imperio-Austrohúngaro y, para Frankl, la experiencia del hambre y la precariedad. Durante sus estudios de bachillerato, Viktor escuchó a un profesor que “la vida humana no era otra cosa que un proceso de combustión y oxidación”. Sin poder contenerse, le objetó: “Si es así, ¿cuál es el sentido de la vida humana?”. Movido por ese interrogante, estudia neurología y psiquiatría, identificándose con los postulados del psicoanálisis. Inicia un agudo intercambio epistolar con Freud, pero en 1925 se aleja de sus tesis, seducido por las teorías de Alfred Adler, un psicoanalista heterodoxo, según el cual la nota más dominante de la mente humana es la necesidad de ordenar la vida conforme a una meta. 

Viktor escuchó a un profesor que “la vida humana no era otra cosa que un proceso de combustión y oxidación”. Sin poder contenerse, le objetó: “Si es así, ¿cuál es el sentido de la vida humana?”. Movido por ese interrogante, estudia neurología y psiquiatría, identificándose con los postulados del psicoanálisis. Inicia un agudo intercambio epistolar con Freud, pero en 1925 se aleja de sus tesis, seducido por las teorías de Alfred Adler, un psicoanalista heterodoxo, según el cual la nota más dominante de la mente humana es la necesidad de ordenar la vida conforme a una meta. 

Viktor Frankl opinaba que Freud había interpretado al hombre desde abajo, atribuyendo una importancia desmesurada a lo instintivo. En su opinión, hay que mirar al ser humano desde arriba. Solo así comprenderemos que las actividades psíquicas son la esencia de nuestra naturaleza. El neurótico no encuentra ningún sentido a la vida, pero una mente sana advierte que el sentido no es un dato objetivo, sino la culminación de un proyecto personal, algo que se elabora libre y racionalmente. Gracias a esa construcción, el ser humano puede enfrentarse a las peores tragedias, sin perder el deseo de vivir. Frankl aprende de Max Scheler que el hombre no está maniatado por los impulsos y la influencia del entorno. Dado que es un ser inteligente, puede moverse por intenciones, desarrollando empatía hacia sus semejantes y respeto o simpatía hacia el resto de los seres vivos. Si no pudiéramos trascender lo biológico y social, seríamos simples autómatas. A principios de la década de los 30, Frankl se dedica a la psiquiatría y la neurología, comienza a escribir ensayos e imparte conferencias. En 1938, se produce la anexión de Austria al Reich alemán y se aplican las leyes de Núremberg, que obligan a Frankl y a su familia a identificarse con una estrella amarilla. En 1941, se casa con Tilly. En esa fecha le conceden un visado para viajar a Estados Unidos, solicitado dos años atrás, pero no lo utiliza, pues le parece poco ético abandonar a sus padres, a sus pacientes y a sus compatriotas judíos. Decide quedarse y compartir la suerte de las personas a las que ama. En septiembre de 1942, Viktor es deportado a Theresienstadt con sus padres y su mujer. Se le tatúa el número 119.104. Le acompaña un manuscrito, pero se lo quitan los celadores. La idea de reescribirlo le proporciona una meta y le ayuda a no desmoronarse. Será el único superviviente de su familia. Después de recobrar la libertad, publica El hombre en busca de sentido, subtitulado Un psicólogo en un campo de concentración. El libro es una de las obras de referencia sobre el Holocausto o Shoah. Además, establece las bases teóricas de la logoterapia o lo que se conoce como Tercera Escuela Vienesa de Psicología. 

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