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Paz y Ciencia

sábado, 14 de agosto de 2021

La expulsión de lo distinto

 


Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo Psicoterapeuta. Filosofía. Coaching. Zaragoza. Gran Vía Y Online.                  ,  Teléfono: 653 379 269 Website: www.rcordobasanz.es.                Instagram: @psicoletrazaragoza              Twitter: @psicoletra


Cuántos padres se endeudan para poder llevar a sus hijos a Disneyland después de hacer la comunión, o comprarles un teléfono móvil de última generación para que puedan chatear durante todo el día con sus amigos. Lo hacen no porque quieran, o porque puedan, o porque les parezca bien. Lo hacen para evitar que sus hijos sean señalados en su colegio, en su barriada. Temen que eso, el hecho de que no tengan algo que tiene todo el mundo, les diferencie. Son prisioneros del terror de lo igual. Hacemos lo que hacemos, vivimos como vivimos porque todo el mundo lo tieneo todo el mundo lo haceo todo el mundo lo compra. Esto que ocurre actualmente es distinto a lo que pasaba no hace mucho. Recuerdo en mi infancia cuando le decía a mis padres que quería esto o aquello porque un amigo lo tenía; éstos me respondían con la consabida fórmula: “Si tu amigo se tira por un puente, ¿tú también vas a tirarte?”. Había una resistencia, una presión externa, unos distingos. Eran tiempos en los que seguramente primaba todavía la negatividad: la era inmunológica de la que ha hablaba Foucault.

Byung-Chun Han pone sus propios ejemplos en La expulsión de lo distinto. Cuántas personas viven centradas en los “atracones de series” (p. 10), cebadas como ganado consumiendo vídeos y películas sin límite, porque todo el mundo lo hace. Cuántas personas viajan por el mundo sin experimentar nada. Todos iguales, preocupados de hacerse fotos y selfiespara luego colgarlos en redes sociales esperando el me gustade sus contactos. Cuántas personas entran en Facebook y sólo se relacionan con otras personas que son iguales a él o ella, que piensan igual que él o ella, pasando de largo de los desconocidos y de gente que piensa de manera distinta.

Este es el mundo donde impera elterror de lo igual. El argumento completo de Han es que no hay nadie detrás empujando a hacer este tipo de cosas: es uno mismo. La presión viene desde el propio interior del sujeto. Como puede leerse en otro de sus opúsculos (La sociedad del cansancio) es el propio sujeto del rendimiento el que se aprieta a sí mismo, el que se fuerza hasta la extenuación. Eliminado lo otro también queda eliminado el otro explotador. Como sabemos, el análisis de Han no es de corte marxista-dickensiano: es el sujeto el que “se muele a palos o se asfixia a sí mismo” (pp. 9-10). Es autodestrucción.

Han desarrolla así un análisis de los males de nuestro tiempo y de nuestra cultura. Lo expuesto anteriormente es un botón de muestra de lo que puede leerse en La expulsión de lo distinto. Este pensador dedica su filosofía a la crítica dela fase más actual y reciente del capitalismo. A lo largo y ancho de una serie de pequeños ensayos ha ido lanzando un conjunto compacto de tesis relacionadas con la cultura, el arte, la comunicación, el sujeto y las relaciones sociales, etc. Es este sentido, La expulsión de lo distinto (2017), que centra su análisis y reflexión en la alteridad, encaja perfectamente en este conjunto de pensamientos y temáticas que he denominado “Saga de la Sociedad Positiva”.

“Los tiempos en los que existía el otro se han ido” (p. 9). Con esa frase comienza Han su libro. No dice nada y lo ha dicho todo. En las restantes ciento y pico de páginas aborda, con su peculiar estilo provocador de críticas claras y frases cortas y concisas, las diversas formas de la pérdida o eliminación de la alteridad en nuestro tiempo. De nuevo lo vemos en diálogo con otros filósofos (en este volumen destacan Heidegger, Baudrillard, Levinas, Adorno, Handke o Canetti, entre otros), añadiendo ejemplos de la literatura, el cine y las artes plásticas (la poesía de Celan, El extranjerode Camus, 1984de Orwell, Anomalisade Charlie Kaufmann, La ventana indiscretade Hitchcock, las esculturas de Koons, etc.) y expresiones culturales contemporáneas (binge watching[atracones], shitstorms[linchamientos digitales], selfies, etc.).

En el capitalismo neoliberal y la revolución digital vivimos en el reino de lo igual. Uno de los elementos principales que hace a este mundo tal y como es el terror a lo distinto. Y de los nuevos terrores nacen nuevas violenciasque empezamos a vislumbrar pero que todavía no somos capaces de comprender completamente. El capitalismo, por ejemplo, niega la autonomía material del cuerpo, imponiéndole una marca. Somos ganado humano marcado a fuego. El cuerpo es una cosa, un objeto, una mercancía a la que hay que sacar rendimiento. El complejo problema que plantea Han es que el capitalismo neoliberal convence al sujeto para que sea él mismo el que se explote, para que se aliene a sí mismo sin necesidad de presión.

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Asistimos a la expulsión y a la eliminación de lo otro-distinto pero sin usar la represión. Esto convierte este tiempo en una singularidad destacable. El Poder para conseguir lo que quieren ya no necesita oprimir, ni reprimir, ni censurar, ni restringir. Han no está diciendo que se haya terminado la violencia. La violencia actúa como siempre, para nuestra desgracia, pero con otro plan de ataque. Igual que hicieron los aqueos con los troyanos, el Caballo de Troya que nos entregaron fue el de la libertad. El actual Poder ya no teme la libertad. Y es que de la libertad ya no surge ningún contrapoder, no surgen alternativas competentes que pongan en peligro su hegemonía. Somos la sociedad más libre que haya existido nunca jamás en toda la historia de la Humanidad. Y, seguramente, nunca antes un poder hegemónico controló a una Humanidad tan dócil como la de ahora. Cuando la revolución digital se lanzó ese Poder se guardó un as en la manga: hipertrofiar el ego del ser humano medio. Éste usa esa libertad para elegir la marca de su móvil, a qué video de gatitos da el “me gusta”, vender la ropa que no usa en una plataforma digital o decidir contra quién dirige su indignación en las redes sociales. El narcisismo y la desaforada manifestación de pasiones, a través de internet y las redes sociales, hacen imposible una contra-respuesta racional y adecuada al Poder.

El rechazo a la alteridad no sólo puede verse, dice Han, en la comunicación de las redes sociales o en la autoalienación en pos del rendimiento. En acontecimientos globales muy recientes puede verse este intento denodado de eliminar al otro y a lo distinto del mundo: el auge de los nacionalismos étnicos en Europa, la crisis de los refugiados en el Mediterráneo y la frontera de México y EEUU, el avance de la xenofobia defendida por políticos de inmensa relevancia (Trump, por ejemplo), etc.

Y ¿qué hacer?, entonces. La alternativa que propone Han a este obligado statu quode negación de la alteridad no difiere mucho de las propuestas que aparecen en sus otros opúsculos. Si la gente espera algún tipo de manifiesto grandilocuente, Han será decepcionante; leerá sus argumentos y no entenderá nada. La pragmática que propone Han es siempre orientadora e individual. Han no habla a las masas, ni al conjunto de la sociedad para que ésta haga una nueva revolución. Dudo mucho que Han quiera cambiar el sistema, pero tengo gran seguridad en que lo que quiere realmente y busca son cambios personales, que haya cada vez más gente que se dé cuenta de todos los elementos del propio sistema que hemos interiorizado para, poco a poco, ir acabando con ellos. Por eso su alternativa a esta destrucción de lo otro-distinto les suena a muchos como acción minimalista. Frente a lo mismo ir buscando lo otro, frente a lo igual ir buscando lo distinto, frente a la cercanía buscar la lejanía, frente a la xenofobia ofrecer hospitalidad; y así sucesivamente. Esto que a muchos les parece una perogrullada insuficiente se consigue, dice Han, mediante una ética de la escucha, un reencuentro amistoso y amoroso con el otro y una recuperación del arte que nos llene de asombro.

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