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Paz y Ciencia

lunes, 29 de marzo de 2021

El arte de Amar

 


“(…) Podría escuchar latir mi corazón. Podría escuchar latir el corazón de todos. Podría escuchar el sonido humano que hacíamos ahí sentados.  Ninguno de nosotros se movió, ni siquiera cuando el cuarto oscureció.”

Raymond Carver

Si se considerara al amor como un arte, estaríamos hablando de que requiere de conocimiento y esfuerzo. Si se pensara como suerte, estaríamos refiriéndonos su existencia  a un producto del destino y la casualidad. Según Fromm (1940), el primer paso para comprender al amor es considerarlo arte en sí mismo. El proceso de aprender cualquier arte conlleva dos cuestiones fundamentales: el dominio de la teoría y el dominio de la práctica. Además del aprendizaje de la teoría y la práctica no debe perderse de vista que nada en el mundo debe ser más importante que el arte. En la actualidad, se ha contrarrestado por otras cuestiones a las que se le brinda más importancia que a la relación con el amor, como es: el éxitoprestigiodineropoder, a los que dedicamos casi toda nuestra energía para alcanzarlos, y a la vez es poco lo que modificamos con respecto a aprender el arte del amor.

Haciendo un poco de historia vemos como Platón describió al amor como una tendencia a completarse con el otro, concibiendo al ser humano, como un ser incompleto y en la unión con el otro alcanzaría su complitud. Se coincide que, en la actualidad, se mantiene de cierta forma esos preceptos con la frase popular: “encontrar tu media naranja”.

Por otra parte, en la Roma antigua, Ovidio propuso el término de “amor ludens”, que conceptualizaba al amor como un juego y el placer se encontraría en jugarlo bien. A la llegada del cristianismo se impuso otra perspectiva del amor en que lo sexual qudaría censurado, dando relevancia a los aspectos vinculados a la entrega a la comunidad espiritual. A pesar de las afirmaciones de la época, en siglos siguientes surge el llamado “amor cortesano” que combinaba los códigos de caballerosidad, prevaleciendo el valor y la cortesía con la idealización de la figura de la mujer, vinculado en muchos casos a la virgen. Esta concepción de amor introducía la idea del respeto mutuo y la pasión en la relación de amor. (Espina, 1996)

El problema hacia la comprensión del concepto de amor, trasciende la historia, es un fenómeno que se percibe de forma diferente según el contexto cultural, la religión y el poder. En dichas circunstancias, puede que no le atribuyan la importancia debida, pero continúa siendo uno de los problemas más grandes a los que se enfrenta la sociedad actual, debido a su difícil comprensión. 

Muchas veces la familia inculca a sus hijos la búsqueda de un amor ideal que responda a sus necesidades y expectativas por completo, pero en cambio, a medida que tienen experiencias amorosas, esa concepción se aleja cada vez más de la realidad, puesto que se dificulta encontrar al ser complementario. La cuestión que explica este fenómeno es que no existe un concepto de amor único y las parejas no sienten un mismo amor. 

Andrea Barrios y Bismarck Pinto expresan: El amor sólo es posible cuando aceptamos nuestra ineludible soledad; no es el encuentro de dos incompletos, es el encuentro entre dos completos. Amar no se da en la fusión (asusta, pues nos quita autonomía); tampoco está en la separación (pues nos quita el apego)”.

La cuestión, según Fromm, es que “paradójicamente, la capacidad de estar solo es la condición indispensable para la capacidad de amar”. Al percibir Fromm, el amor como un arte, plantea que la meta de amar solo lo podemos alcanzar solos. Los requisitos generales para el arte del amor, el cual también trasciende a cualquier arte son: la disciplina, la concentración, la paciencia y la preocupación para dominar el arte.

De esta forma, no se pierde de vista que, en relación a estas condiciones generales para aprender un arte, no se comienza a aprender directamente, sino de manera indirecta. Proviene de que debe aprenderse un gran número de otras habilidades que suelen no tener relación aparente, antes de comenzar con el arte mismo. Para quien aspire a convertirse en un maestro en el arte de amar, debe comenzar por practicar la disciplina, la concentración y la paciencia a través de todas las fases de su vida.

Fromm refiere que: “Estar concentrado significa vivir plenamente en el presente, en el aquí y el ahora, y no pensar en la tarea siguiente mientras estoy realizando otra”. Es difícil este comienzo, y más agregando que nuestra cultura parece atentar contra la capacidad de concentración. Ligada a la misma, se encuentra la necesidad de tener paciencia. Todo tiene su momento ineludible, y queriendo forzar las cosas, entonces no hay dudas de que la persona nunca logrará concentrarse, incluido su relación con el arte de amar.

Por otra parte, el concepto de amor se manifiesta como un discurso de la vida cotidiana, por tanto, todo el mundo parece conocer sobre qué trata el amor o sobre haberlo experimentado. Esta relación del concepto de amor con el discurso cotidiano, dificulta definirlo en parámetros académicos o científicos. (Fernández, 1998)

El amor es tantas cosas que ha sido complicado de definir, pero no debe perderse de vista que cualquier teoría del amor debe comenzar con una teoría del hombre, de la existencia humana. Fromm define que: el amor es una actividad, no un afecto pasivo; es un estar continuado, no un súbito arranque” .

Por ello, puede describirse el carácter activo del amor afirmando que amar es fundamentalmente dar, no recibir. Aunque existe un malentendido de términos, sobre suponer que dar significa renunciar a algo, sacrificarse, cuya concepción errónea está muy relacionada con el carácter mercantil de las cosas, en que dar sin recibir significa una estafa. Sucede con las personas cuya orientación fundamental no es productiva, por lo que viven el proceso como un empobrecimiento. En cambio, para las personas vinculadas a un carácter productivo, dar posee otro significado, la más alta expresión de potencia. Fromm puntualiza este aspecto cuando expresa que: En el acto mismo de dar, experimento mi fuerza, mi riqueza, mi poder (…) Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad”.

La esencia del amor, ha sido analizada desde tantos discursos: filosóficos, literarios, sociológicos y psicológicos. María Concepción Fernández Villanueva, desde un punto de vista sociológico, enfatiza sobre la variada trayectoria histórica del concepto, con los cuatros juicios siguientes:

  • Se trata de un sentimiento refinado, complejo y con alto contenido estético y ético. Pertenece al orden de lo psíquico intrapersonal, es decir, se vivencia como una emoción íntima. (…) Podemos calificarlo de sublime porque no se traduce a un simple afecto ni se expresa con simples indicios fisiológicos. Es más bien inefable e inexplicable.
  • Implica una construcción peculiar y única de la persona amada. Las cualidades del amado o amada son consideradas como algo muy valioso, que confiere a su vez valor a quien las ama.
  • Necesita y produce un saber, unas técnicas refinadas de relación interpersonal. El inicio y el desarrollo de las relaciones amorosas precisa técnicas de seducción, atenciones o prácticas para maximizar el goce y técnicas para mantener las relaciones establecidas. El hecho de que dichas técnicas parezcan ser espontaneas y no aprendidas no reduce la eficacia a sus efectos.
  • El amor es una creación. Los amantes no aman el objeto real, sino que ellos mismos crean y la forma de amar que ellos mismos construyen. Las dimensiones imaginarias del amor son precisamente las más próximas a la creación artística. (…) El mismo amor ha sido arte, ya que no solo al expresarlo, sino también al actuarlo, los amantes han creado arte.

Fromm (1940) en contraposición con quienes ven el amor como fin necesario para encontrar un objeto adecuado y que el resto sucederá por sí solo, percibe el amor en sí mismo como una actividad. Plantea el ejemplo de dos personas que en un principio son desconocidas, modifican el vínculo que les mantiene distantes en un momento de unidad excitante, que suele facilitarse si se combina o inicia con la atracción sexual y su consumación. Pero ese tipo de amor, en que pretenden los implicados conocerse bien, es poco duradero, porque cuando llegan a conocerse bien, su intimidad derrama su carácter milagroso: consideran estar locos el uno por el otro, pero esto tan solo comprueba el grado de soledad interior. Se refiere a dos cuestiones importantes: Cuanto mayor es el conocimiento hacia una cosa, más grande es el amor; y la capacidad de amar tiene como condición indispensable, la capacidad de estar solo.

Este último se relaciona, con que, si una persona ama solo a otra, siendo indiferente al resto de sus semejantes, lo que ocurre no es amor, en cambio, se estaría hablando de una relación simbiótica, o un egoísmo ampliado. Se reitera la falacia del amor como un fin representado en un objeto, y no como el proceso continuo que es, que se transforma y como actividad en sí.

Cuando hablamos de amor no se orienta solo a una persona, sino a todos, aunque ello no quita que existan diferencias entre los distintos tipos de amor, y que los mismos dependen de la clase de objeto que se ama. Pero cuando se ama realmente a una persona, se aman a todos, al mundo y a la vida, tal como nos ha mostrado Fromm (1940): Si puedo decir a alguien “Te amo”, debo decir “Amo a todos en ti, a través de ti amo al mundo, en ti me amo también a mí mismo”.

 Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza. Online Y Consulta Gran Vía 32. Zaragoza. Teléfono: +34 653 379 269 Página Web: www.rcordobasanz.es

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