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Paz y Ciencia

martes, 15 de diciembre de 2009

La piel psíquica

Lo más cruel es sentir la distancia con nuestros seres queridos, como una membrana impermeable que nos separa del otro. El interés está en lograr que esa membrana que cubre un papel defensivo, como el carbonato cálcico que deriva en el nácar de las perlas de las ostras. Esa distancia produce soledad y vacío. El intento es el álgido momento de una búsqueda incesante por los caminos de la necesidad. Lacan diferenciaba deseo de necesidad, él prefería el deseo, pero el deseo tiene una raigambre biológica, Freud por eso hablaba de Trieb, que traducimos por pulsión, algo que media entre lo biológico y lo psicológico. Recordemos que Freud hizo trabajos muy importantes en neurología y era capaz de diagnosticar enfermedades neurológicas sin pruebas medibles, tenía un agudo olfato clínico.
Didier Anzieu habla del yo-piel esa cobertura de la que hablaba en un principio. Todos tenemos una epidermis, que es el yo, en contacto con la realidad externa, debajo el ello y el superyo, llamados ego, id y superego. Se trata de instancias hipotéticas que han sido construidas por el vasto edificio del psicoanálisis, que conocen psiquiatras, filósofos, psicólogos y que, en definitiva, es de dominio público.
Pero el edificio del psicoanálisis ha sido transitado por pocos ajenos a la escuela psicoanalítica, Jean Paul Sartre así lo hizo pero distanciándose de la política del psicoanálisis.
Todos tenemos una piel psíquica y sus durezas, sus traumas y quemaduras son señales psíquicas de una biografía. Por ello el recorrido en una serie de entrevistas es la hoja de ruta hacia el núcleo de la existencia de ese individuo que sufre instalado en un mundo y desde su propio microcosmos. La piel nos une y nos separa. Como decía el poema de abajo. Rodrigo Córdoba Sanz.

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