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Paz y Ciencia

martes, 3 de febrero de 2015

Lacan y la Pareja



Es en el camino que Jacques Lacan ha trazado donde podemos ubicar la respuesta analítica a diferentes tipos de demandas. Dicha respuesta no está identificada, ni puede estarlo a ningún título profesional, no hay título que el Estado pueda otorgar bajo el nombre de psicoanalista. Tampoco esta respuesta está encapsulada en un dispositivo particular, ni en un tiempo preestablecido de duración de la sesión, ni del tratamiento. Una entrevista es suficiente para el ejercicio de nuestra respuesta específica.
En el año 1974 Oscar Masotta me decía en correspondencia personal "….trabajo con grupos, qué se te puede reprochar, como decía Sócrates, allí donde está la palabra circula el deseo, basta no intervenir con la manguera del bombero" y agregaba "han pasado los tiempos donde un psicoanalista era un médico inteligente, hoy como todo bicho que va a parar al asador el psicoanalista debe probar que no es un médico tan estúpido". Lo decía en un contexto lacaniano donde el psicoanálisis estaba atado a lo que se ha dado en llamar el análisis individual, dejando los deshechos de la pareja, el grupo, la familia para los psicoterapeutas y la psicología social.
Sí, hay respuesta específica; no hay especialistas en grupos, familias, niños, psicosis o parejas…. Es el psicoanalista, el que se sostiene de una respuesta que coloca en primer lugar el discurso, para darle a la palabra un destino preciso.
¿PAREJA?: "De la pareja, el amor sólo puede realizar lo que llamé, usando de cierta poesía para que me entendieran, valentía ante fatal destino"[1]. Cuando consideramos a la pareja en términos del eje imaginario, es decir, en términos de dos personas, con una relación vincular, todo se hace pareja, o parejo. El natural intercambio identificatorio, permite pensar que lo que dice uno vale para el otro y viceversa. Más radicalmente se trata de la llamada teoría del emergente o portavoz. Uno habla por el otro. Es exactamente lo opuesto lo que nos indican los conceptos del psicoanálisis. Cada discurso habla esencialmente de un sujeto. El sujeto es hablado por lo que dice. Recuerdo en este punto una intervención de Enrique Pichón Riviére dirigida a una pareja. Él hablaba todo el tiempo de ella, acusándola de todo tipo de desgracias, casi al final de la entrevista ella hace su primera intervención: "Dr. ¿por qué no le dice que hable de él?, habló todo el tiempo de mí". Pichón parándose y despidiéndolos le dijo: "Quédese tranquila señora, sólo habló de él", y cortó la sesión como se dice ahora. Son visibles los fundamentos de esta intervención, hablar es proyectar, se trata de reintroyectar en el sujeto su propio discurso, lo que cual permite despegar al referente en este caso, la mentada señora. Si bien en el plano imaginario de la proyección no deja de haber allí una cierta verdad, dicha un poco masivamente. Esto es, no trabajada en el despliegue del discurso paso a paso.
SUJETOS: "Reconocimiento que no es otra cosa que la manera como la relación llamada sexual - en esta relación de sujeto a sujeto, sujeto en cuanto no es más que efecto de saber del saber inconsciente - cesa de no escribirse".[2]Si tomamos el discurso en relación a quien lo pronuncia y no al referente, inmediatamente algo se desarticula, esto es la consistencia en principio imaginaria del conflicto o de los conflictos que se nos presentan. Al mismo tiempo se debilita la demanda que nos es dirigida de mediación. El psicoanalista no es un mediador, ni un juez. El fantasma de quién tiene razón, y que el analista se va a expedir desde su objetividad está siempre presente en las entrevistas con una pareja. En todo caso el analista es un interceptador de la referencia. Al interceptar la referencia hace aparecer dos sujetos que son hablados por su síntoma, que aman con su síntoma y no con el alma. Esto convierte de hecho, lo que cada uno dice en versiones de los conflictos. Esta versión no es más que el síntoma hablado por cada uno. Ejemplo una mujer reprocha a su pareja el que no quiere hacer un proyecto de convivencia con ella y sus hijos. Al mismo tiempo que afirma que la pareja funciona adecuadamente en todo salvo en esto. Él consiente, admite que él es muy infantil, que tiene miedo, etc. Vemos perfilarse un clásico: la insatisfacción de la histérica que siempre va a encontrar lo que no hay - en este caso un proyecto, y el síntoma del obsesivo de funcionar bajo demanda. Al remitir la insatisfacción a la propia sujeto, a su vida, a su cuerpo, finalmente al fantasma de la madre soltera, o de la mujer sola, produce efectos terapéuticos inmediatos en la medida que hace perder consistencia a las quejas para ambas partes. Esto permite a su vez que el demandado al no estar acosado por la queja se interrogue sobre su propia posición, para reconocerse en ese punto, en la misma posición con sus hijos, su ex mujer y con su padre. Desplazado el conflicto que separa pero también une a la pareja, nos podemos preguntar qué ocupa su lugar. Propongo dos alternativas: a) renovación del deseo, el amor, b) el apagamiento, no hay conflicto, pero no queda nada, el síntoma que los unía era todo, corrido esto es la pareja se diluye. Todo amor, por no subsistir sino con el cesa de no escribirse (la contingencia), tiende a desplazar la negación al no cesa de escribirse (lo necesario), no cesa no cesará. Tal el sustituto que - por vía de la existencia del inconsciente y no de la relación sexual que son distintas- hace el destino y también el drama del amor".[3]
En conclusión abrimos el camino a sujetos y sabemos, el primer partenaire de un sujeto no es una persona, sino Otro y una persona en todo caso, ocupa ese lugar.
NOSOTROS: "La contingencia, la encarné en el cesa de no escribirse, pues no hay allí más que encuentro, encuentro en la pareja, de los síntomas, de los afectos, de todo cuanto en cada quien marca la huella de su exilio no como sujeto sino como hablante, de su exilio de la relación sexual"[4]. Es habitual escuchar en el discurso "nos pasa", "nosotros". Responder con un "Uds" refuerza la desaparición del sujeto. Si estamos atentos a quién habla y a qué dice tendremos inmediatamente dos temas distintos. Estos temas darán lugar a un comienzo de formalización del síntoma de cada uno. Es cierto que el partenaire puede aliviar estos síntomas o acentuarlos y en general, los conflictos nacen de un mal acomodamiento de los síntomas propios de cada uno. Podremos observar distintas relaciones con el "nosotros". Quien lo abandona fácilmente y quien se aferra a él, inclusive quien lee como un cuestionamiento a la pareja, la dilución del nosotros.
La precisión sintomática de cada uno permitirá verificar la consistencia del síntoma o su alivio. Allí la respuesta psicoanalítica a la pareja comenzará a encontrar un límite, para abrir el camino del análisis a uno de ellos.
LA TRANSFERENCIA: los movimientos transferenciales de una pareja, juegan un papel muy importante. La precisión del síntoma de uno de ambos, puede ser traducido fácilmente como "se me adjudica a mí la culpa de lo que pasa". Este difícil equilibrio, provoca a veces interrupciones prematuras. Es bastante común que ciertas mujeres se quejen del mal funcionamiento del padre de sus hijos. Buscando ubicar al padre en policía de los hijos. Recordemos que una coartada de la función del padre, que lo anula como tal es ser el instrumento golpeador de la mujer fálica. Es el padre, recibido con cierta asiduidad con un "Pegále, pegále" a su hijo de 16 años, primero no conseguía acallar los gritos porque no pegaba, o no pegaba lo suficiente. Finalmente lo consiguió, y respondía automáticamente pegando. Las entrevistas que interrogaron los fundamentos de esta articulación, esta realización singular del fantasma de pegan a un niño, (en este caso no tan niño), comenzaron a hacer una pregunta. ¿Por qué tengo que pegar? Está claro que en este caso, la creencia en la mujer (síntoma del hombre) era el fundamento de los golpes. La apertura de cierto ateísmo, produjo importante consecuencias: la furia persistente de la mujer ahora con el hombre pero también con el analista, ubicado como cómplice de una conspiración contra la mujer. Esto finalizó con una separación de donde surgieron dos casas. Los tres hijos decidieron vivir con el padre en una casa permisiva sin violencias, mirada por la madre como el lógico caos de la falta de padre. La casa femenina sin lamentos por la ausencia de los hijos, se comenzó a transformar en un lugar de desfile de hombres maltratados, usados y descartados por inútiles, hasta el nacimiento de la angustia frente a la falta de amor, comienzo de la posibilidad del análisis de esta mujer violenta.
CONCLUSION: en el marco del psicoanálisis aplicado, he intentado demostrar, que hay posibilidades de respuestas con alivio subjetivo inmediato (efectos terapéuticos) en algunas circunstancias, que pueden derivar o no en un análisis.
Esta respuesta no tiene por qué abandonar ni los principios, ni los instrumentos que orientan a un psicoanalista. Seguir este camino como he subrayado diverge radicalmente de otras respuestas. Enmarcados en lo que Jacques A. Miller ha denominado "el partenaire síntoma", debemos deducir para esta práctica con parejas, las consecuencias necesarias.
De todo lo anterior concluimos que nosotros que nos quisimos tanto, podemos volver a querernos, con el alma, o bien serán los caminos diferentes que darán al amor la contingencia de los encuentros que son de su naturaleza.

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