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Paz y Ciencia

miércoles, 18 de febrero de 2015

Françoise Dolto: una vida por los jóvenes

FRANÇOISE DOLTO no fue sólo una psicoanalista de niños, sino una psicoanalista que trabajó con niños. Y que, trascendiendo las paredes de su consultorio privado, dedicó su vida a lo que denominó "la causa de los niños". Para ella, un niño es un sujeto de pleno derecho. Y defendió ese derecho hasta sus últimas consecuencias.
En 1986, dos años antes de su muerte, Dolto vino a Buenos Aires, invitada por la psicoanalista Aída Saks, para dictar una serie de conferencias y supervisiones clínicas en público. Para esta edición se han recopilado los textos de aquellas conferencias -dictadas en la Asociación Psicoanalítica Argentina, la Universidad del Salvador y el Centro Cultural General San Martín- en las que la prestigiosa psicoanalista francesa habló de la transferencia, la religión (mantuvo su fe cristiana hasta la muerte) y la ética.
Abordó este último punto desde tres ángulos diferentes: la ética del psicoanálisis en relación con el conjunto de reglas que derivan del descubrimiento freudiano, la relación de la ética con la cura y, finalmente, la ética del psicoanalista en la vida, en la ciudad, cuando no está en situación de contrato psicoanalítico. Freud -dice Dolto- descubrió su propio método al comprender que, cuando alguien le hablaba a él, estaba hablándole a otro. Del descubrimiento de la transferencia, entonces, se desprendía forzosamente una ética, que Dolto respetó puntillosamente.
Es notable la agudeza clínica que puso en acto en la supervisión pública de una decena de casos clínicos, elegidos por los problemas urgentes que presentaban a sus analistas. Y son sorprendentes algunos de sus consejos e indicaciones. Ante la preocupación de un analista por el rechazo de su pequeño paciente a una interpretación, señaló: "Es el niño quien hace el análisis, es él quien puede dar la interpretación, no usted. Es el sujeto en análisis quien hace su interpretación a través de las preguntas que se le dirigen".
La ética por la que sostuvo la condición del niño como sujeto de derecho, llevó a Dolto a cobrar las sesiones a sus pequeños pacientes, más allá de los honorarios pagados por los padres, las instituciones o el estado. Una piedrita, una estampilla o una moneda de mínimo valor le alcanzaban para que el niño realizara su "pago simbólico". Recomendaba, en caso de que el chico olvidara su piedrita, felicitarlo por traer a la sesión al sujeto del inconsciente y, en la sesión siguiente, cobrarle las dos piedritas.
Uno de los temas que el libro refleja, y que causó gran revuelo durante aquella visita a Buenos Aires, fue la opinión de la psicoanalista francesa sobre la situación de los niños de detenidos-desaparecidos, nacidos en cautiverio. En Buenos Aires, estableció contacto con algunos organismos de derechos humanos. Sus observaciones acerca de la situación de estos niños -que habían sido entregados en general a miembros de las fuerzas armadas- y la posibilidad de su restitución fueron polémicas. Dolto supuso que "los cambios de hogar" se habían producido sin violencia, por eso opinó que los "abuelos de sangre" no debían condenar esos actos delante de sus nietos restituidos y que, si los padres "adoptivos" habían escondido la verdad, era porque querían a los niños.
Un año después, ya en París, ante las Abuelas de Plaza de Mayo, Dolto reconoció con valentía el error que había cometido al homologar rápidamente su propia experiencia como cuidadora de niños judíos, cuyos padres habían sido víctimas del nazismo, con sucesos como los ocurridos durante los años de plomo en nuestro país, de los que no estaba tan bien informada. .
Eduardo Müller
LaNación

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