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Paz y Ciencia

domingo, 19 de mayo de 2013

Introyección

 
 
INTROYECCIÓN
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Todos nosotros creemos mediante el ejercicio de la capacidad de discriminar, la que en sí misma es función límite entre lo propio y lo otro. Tomamos algo del ambiente, le devolvemos algo al ambiente. Aceptamos o rechazamos lo que el ambiente tiene para ofrecernos. Podemos crecer únicamente si en el proceso de tomar, diferimos plenamente y asimilamos plenamente. Lo que hemos asimilado verdaderamente del ambiente pasa a ser nuestro para hacer lo que nos plazca. Lo podemos retener o lo podemos devolver en su forma nueva, su destilación a través de nosotros. Pero lo que tragamos íntegro, aquello que aceptamos indiscrimandamente, lo que ingerimos en vez de digerir, pasa a ser un parásito, un cuerpo extraño que hace de nosotros su morada. No forma parte nuestra aunque presente la apariencia de serlo. Aún es parte del ambiente.
Es fácil ver este proceso de crecimiento por asimilación -desestructuración y digestión- desde un punto de vista físico. Crecemos y nos mantenemos mediante alimentos que masticamos (con lo cual comienza el proceso de desestructuración) y digerimos (con lo cual comienza el proceso de desestructuración) y digerimos (con lo cual se continúa el proceso cambiando aún más allá los alimentos hasta llegar a partículas químicas que el cuerpo pueda utlizar). El alimento físico una vez adecuadamente digerido y asimilado, pasa a ser parte nuestra, se convierte en hueso, músculo y sangre. Pero alimentos que son tragados enteros, que engullimos, por así decir, no porque lo queremos sino por obligación, yacen pesadamente en el estómago. Nos ponen incómodos, queremos vomitarlos y sacarlos de nuestros sistemas. Si no lo hacemos, si suprimimos nuestra incomodidad, nuestra náusea y nuestro deseo de deshacernos de ellos, entonces finalmente logramos digerirlos dolorosamente o incluso nos intoxican.
El proceso psicológico de la asimilación es muy parecido a su contrapartida fisiológica. Conceptos, datos, patrones de conducta, valores morales, éticos, estéticos y políticos, todos provienen originalmente del mundo externo. No hay nada en nuestras mentes que no provenga del ambiente, de alguna manera, pero no hay nada en el ambiente para lo cual no haya una necesidad organísmica, ya sea esta física o fisiológica. Estas tienen que ser digeridas y dominadas si han de convertirse verdaderamente en propias, verdaderamente en una parte de la personalidad...
Tales actitudes, modos de actuar, de sentir y evaluar sin digerir en psicología se les denomina introyectos y el mecanismo mediante el cual estos cuerpos extraños son agregados a la personalidad nosotros lo llamamos introyección. [...]
Por lo tanto, el peligro de la introyección es doble. En primer lugar el hombre que introyecta nunca tiene la oportunidad de desarrollar su propia personalidad porque está tan ocupado asegurando los cuerpos extraños alojados dentro de su sistema. Mientras mayor es el número de introyectos con que se ha emparejado, menos lugar hay para él se exprese e incluso descubra lo que él mismo es. Y en segundo lugar. la introyección contribuye a la desintegración de la personalidad. Si uno se traga entero dos conceptos incompatibles uno podrá encontrarse a sí mismo hecho pedazos en el proceso de tratar de reconciliarlos. Y esta es hoy en día, una experiencia relativamente corriente.[...]
La introyección es entonces el mecanismo neurótico mediante el cual inorporamos dentro de nosotros mismos, patrones, actitudes, modos de actuar y pensar que no son verdaderamente nuestros. En la introyección hemos corrido el límite entre nosotros y el resto del mundo tan demasiado hacia dentro de nosotros mismos que casi no queda nada de nosotros.
 
Fritz Perls: <>

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