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Paz y Ciencia

sábado, 27 de abril de 2013

La misoginia de Nietzsche

 
"En la mujer todo es paradoja y todo en ella tiene una solución: se llama embarazo. El hombre es para ella un medio, el fin es siempre el niño. Pero ¿qué es la mujer para el hombre? Dos cosas requiere el hombre auténtico: peligro y juego, quiere a la mujer como eso, como el juguete más peligroso. El hombre ha de ser educado para la guerra y la mujer para descanso del guerrero: lo demás es locura"

La misoginia de Nietzsche

En contraste con la validez de su crítica a las actividades de Wagner, a la cultura burguesa y a la moral cristiana, el concepto nietzscheano del «ser femenino» no es a menudo más que una grotesca desfiguración; pero sólo en la medida en que las destinatarias de sus críticas permanecen desconocidas. En su infancia, Friedrich Nietzsche se vio confrontado con un grupo de educadoras exclusivamente femenino, y tuvo que recurrir a todas sus energías para soportarlo. Más adelante se desquitaría, pero únicamente a nivel simbólico, atacando a todas las mujeres, con la excepción de su madre y su hermana. Las auténticas causantes de sus sufrimientos permanecerían intocables. Pero la misoginia de Nietzsche resulta comprensible si se tiene presente la enorme desconfianza que debió de acumularse en aquel niño tan a menudo vapuleado, y que más tarde, ya adulto, escribiría, en su ira ciega e irresponsable: «¿Vas a tratarte con mujeres? ¡No olvides el látigo!». Esta asociación de factores que realizó se basa en los escritos de la «pedagogía negra» que cité en 1985, y en los que se describe exhaustivamente cómo se debe ofuscar, engañar y manipular a un niño para hacerlo bueno y sumiso. No cabe la menor duda de que Nietzsche fue educado según los principios de la «pedagogía negra». Por esta razón fue raramente capaz de expresar su malestar por las manipulaciones e insinceridades de su hermana; no le estaba permitido ver cómo era su hermana en realidad. Si alguna vez lo hizo, no tardó en retirar sus palabras. Por ejemplo, afirmó una vez que la voz de su hermana le resultaba difícil de soportar, pero añadió inmediatamente que en el fondo nunca había dudado realmente de su benevolencia, de sus buenas intenciones, de su amor hacia él, de su credibilidad. Y es que no podía permitirse esa duda, porque no tenía otra hermana, porque quería creer que ella lo amaba y que ese amor significaba algo más que explotación y afán de imponerse a toda costa. Si le hubiese estado permitido ver cómo era su hermana, no habría necesitado generalizar. No habría tenido por qué tomar a todas las mujeres, en su globalidad, por brujas y serpientes, ni habría tenido por qué odiarlas sin excepción.
 
Alice Miller: "La Llave Perdida".
 
Alice Miller defiende en todas sus obras que la represión de los mensajes, golpes, negligencias, abusos y otras formas de maltrato denominado "sutil", son el nutriente tóxico de la "pedagogía negra". El niño internaliza lo que vive, el amor hace respetar a los papás y posteriormente, la moral, la ética y el buen corazón mantiene esta situación. Sin embargo, reprimir, mantener oculto ese dolor, acaba siendo francamente duro para el/la adult@. Acaba manifestándose en enfermedades y en una estructura de carácter patológica. No por ello el intelecto está atacado, de hecho, muchas de estas personas apelan a la mente para poder crear y, así, sublimar todo el dolor.
Otros mecanismos consisten en volcarse sobre el trabajo, sobre el hijo, actividades creativas, depòrte, aficiones llevadas a la adicción, drogas, etc. Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo. Psicoterapeuta. Zaragoza (España)

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