PEACE

PEACE
Paz y Ciencia

jueves, 25 de abril de 2013

La Confusión de Nietzsche




Confusión
 
[...] Pero, junto a esa faceta positiva, la manera en que Nietzsche «superó» su destino infantil tuvo también funestos y devastadores efectos, porque el filósofo utilizó como arma contra el mundo aquello que más problemas le causó a él mismo: la confusión. De igual manera que él mismo se vio confundido hasta lo más hondo, en primer lugar por la terrible enfermedad del padre, y más tarde, una y otra vez, por la insoportable contradicción entre la moral predicada y el comportamiento fáctico de todas las personas-clave tanto en la familia como en la escuela, Nietzsche, a su vez, lleva de vez en cuando al lector a la confusión, presumiblemente sin darse cuenta él mismo. Yo experimenté este sentimiento de confusión cuando, después de tres décadas, empecé a releer las obras de Nietzsche. Treinta años antes, yo, empeñada únicamente en entender lo que Nietzsche quería decir, había dejado de lado este sentimiento. Pero la secunda vez me dejé guiar por él. Y así pude comprobar que a otras personas les sucedía lo mismo, aunque no emplearan la palabra «confusión» y no atribuyeran el origen de ese sentimiento a una necesidad compulsiva de repetición anclada en la persona de Nietzsche, sino a su propia falta de formación, inteligencia o profundidad intelectual. Esa es justamente la actitud que aprendemos desde pequeños: cuando los «mayores» (los más sabios) propagan, como si se tratar de verdades evidentes, toda clase de disparates, contradicciones y absurdos, ¿cómo podría un niño educado autoritariamente darse cuenta de que lo que oyen o es el colmo de la sabiduría? Hará todos los esfuerzos posibles para creerlo así, y esconderá a su propia vista sus dudas en lo más recóndito. Así es como muchas personas leen hoy en día los escritos del gran Nietzsche. Se atribuyen a sí mismos las causas de la confusión y se inclinan con reverencia ante el filósofo, tal como éste lo hizo quizás en su día ante su padre enfermo. Yo descubrí estas conexiones gracias a haber tolerado el sentimiento de confusión producido por la lectura de Nietzsche, pero aun así no considero este sentimiento como un asunto de mi única incumbencia. Hallé en los escritos de Richard Blunck, el cual se dedicó durante cuatro décadas al estudio de la obra y la vida de Nietzsche, un pasaje que confirma indirectamente mis experiencias. Al ser destruida durante la guerra una gran parte del material que Blunck había acumulado, éste tuvo que renunciar a publicar la gran biografía de Nietzsche que tenía planeada, y puso en manos de Curt-Paul Janz la continuación de la tarea. En la introducción a la biografía en tres volúmenes de Janz se hallan las siguientes palabras de Richard Blunck: Quien, como nosotros cuarenta años atrás, tropiece por primera vez con un libro de Nietzsche notará de inmediato que el libro pone a prueba algo más que su entendimiento, que ahí no basta con seguir el pensamiento del autor en su camino de las hipótesis a las consecuencias y de concepto en concepto, en busca de «verdades». Antes bien, el lector sentirá que ha penetrado en un formidable campo magnético del que emanan sacudidas de naturaleza demasiado profunda para poder capturarlas sólo con las redes del entendimiento. Más que una serie de juicios o de nociones, lo que le conmoverá será la persona que se halla tras eros juicios y nociones. Si tiene algo que defender, saldrá a menudo al paso de ellos; pero ya nunca más podrá desembarazarse del todo de la persona que los emite, ni sustraerse al campo magnético que ésta representa. Si sólo presta atención a los juicios que salen a su encuentro en sentencias imperiosas, y que a veces parecen abalanzarse sobre él, el lector tendrá pronto la sensación de hallarse en un laberinto en cuyas intrincadas galerías se le muestran inconmensurables riquezas, pero también el rostro amenazante del Minotauro que reclama víctimas humanas. Creerá hallarse ante las verdades más verdaderas, que dan de lleno en el corazón de las cosas; pero en el siguiente libro esas verdades más verdaderas se derogarán a sí mismas, y el lector sentirá que lo único que ha hecho ha sido penetrar en una nueva galería del laberinto. Con todo, el lector que mantenga despierto su ser y no se limite a tantear con el intelecto nunca perderá la certeza de hallarse más cerca de la vida y del verdadero rostro de ésta que con ningún otro pensador.
Alice Miller: "La llave perdida"
 
 



http://www.youtube.com/watch?v=Jmqkqm4AhxQ&feature=share&list=RD02MPbpCiwjDSQ

No hay comentarios: