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Paz y Ciencia

sábado, 19 de marzo de 2011

Sobre el análisis del psicoterapeuta

Con la voz perjudicada de Sabina tomo esta página en blanco con la dicha de transmitir algo que no sea tecnología psicológica ni experiencias de psicoterapia, solo poder contar con mi persona al desnudo, olvidando, si se puede el hecho de que soy un terapeuta de lunes a viernes. La profesión presiona con varios volúmenes encima de la mesita de noche, en el escritorio del despacho, el de casa, documentos pendientes y otras cuestiones que hacen la actualización de una formación. Pero que queda después de quitar toda esa capa como profesional. Queda la persona, una persona que eligió una carrera, como otros por entender ciertas cuestiones de mi mundo externo y de mi existencia. Recuerdo a mi tío decirme podías haberte hecho filósofo... Hace poco, y no es nuevo, una paciente de Marruecos me dijo que por mis escritos se nota que me gusta la filosofía, la persona es lo que me atrae, su vida su mundo interno y si tengo una especialización es en adolescentes y adultos con problemas de introversión. Son desafíos importantes. Cuando llego a un momento de confianza aceptable con una persona que está encerrada en su mundo puedo decirle ciertas cosas que le inviten a salir del caparazón, a pensar que lo que piensan e imaginan no es siempre lo que sucede, ese pensamiento mágico solo sucede en los cómics y en las películas. Por eso aprendo de libros que me traen o recomiendan los pacientes y me paso la vida leyendo novelas, viendo películas y filtrando esos elementos, objetos internos significativos de las personas que atiendo y que me preocupan con compasión.
Ver llorar a una persona es siempre menos difícil cuando no eres tú quien le ha provocado el llanto, a veces el memorizar ciertos episodios de la vida y conectarlos para liberarse de esas introyecciones que le han hecho construir una imagen perniciosa de sí mismo requiere una intervención del terapeuta y esto puede provocar el llanto o producir ciertas cotas de ansiedad. Las personas tienen sus diques de contención para tolerar la ansiedad, sus mecanismos de defensas y sus corazas.
Cuando toda esa armadura se va oxidando como dice el célebre cuento de Robert Fisher, guionista de Groucho Marx, el contacto entre terapeuta y paciente es más eficaz y se facilita el darse cuenta o el insight, según quieran decirlo. Lo importante es poder deshacerse de los problemas personales y aproximarse sin proyecciones o contraidentificaciones proyectivas al consultante. Esto los terapeutas de orientación psicoanalítica lo hacemos con un trabajo previo de psicoanálisis personal y con supervisiones, así nos limpiamos de los problemas que genera la clínica día a día y que reverberan en nuestro psiquismo haciendo volver viejos residuos no analizados.

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