En la playa de los interminables mundos, los niños juegan.
Tagore
“La cita de Tagore siempre me intrigó. En mi adolescencia no tenía idea de lo que podría significar, pero encontró un lugar en mí, y su impresión no se borró, Cuando me transformé en freudiano supe que significaba. El mar y la playa representan una interminable relación sexual entre un hombre y una mujer, y el niño que surge de esta unión tiene un momento de alivio antes de llegar a convertirse en adulto o padre. Luego, como estudiante del simbolismo inconsciente, supe (uno siempre sabe) que el mar es la madre, y en la playa nace un niño. El bebé proviene del mar y es dejado sobre la tierra, al igual que Jonás proviniendo de la ballena. Entonces el mar era el cuerpo de la madre, después el niño nace, y la madre y el bebé pueden comenzar a ser…
Por un largo tiempo mi mente permaneció en un estado de no-saber, este estado cristalizó en mi formulación de los fenómenos transicionales”.
Winnicott, 1967, en Realidad y juego
“La reflexión de que luchaba por una idea nueva y original me consolaba de la mala acogida dispensada a mí teoría de la etiología sexual de la neurosis, incluso en el estrecho círculo de mis amistades. Pero un día surgieron en mí algunos recuerdos que turbaron esa satisfacción, proporcionándome, en cambio, una interesante visón del origen de nuestra labor creadora y de la naturaleza de nuestro saber.
La idea de que se me hacía responsable no había nacido en mi cerebro. Me había sido comunicada por tres personas, cuya opinión podía contar con mi más profundo respeto. Estas tres personas eran Breuer, Charcot y Chrobak… Los tres me habían transmitido un conocimiento que, en rigor, no poseían… Por lo que a mí respecta, dichas tres sugestiones idénticas, incomprensiblemente recibidas, durmieron en mi años enteros, para despertar luego un día bajo la forma de una idea aparentemente original”.
Freud, 1914, en Historia de movimiento psicoanalítico)
“…se me hizo claro qué cualidad interviene en la formación de un ‘hombre de logro’, especialmente en literatura, y que Shakespeare la poseyó en tan gran medida: me refiero a la capacidad negativa, es decir, a la capacidad de un hombre para permanecer en medio de la incertidumbre, del misterio y de dudas, sin un ansia exacerbada por llegar al hecho y la razón”.
John Keats, carta a George y Thomas Keats, 21 dic. 1817
Uno mismo
[…] Para mí el uno mismo (self), que no es el yo (ego), es la persona que soy yo (me), que soy solamente yo (me), y está basado en la actuación de los procesos de maduración. Al mismo tiempo, el uno mismo tiene partes; de hecho está constituido por esas partes: las que se aglutinan en una dirección interior-exterior durante la actuación de los procesos de maduración, ayudadas como debe ser (totalmente al principio) por medio del ambiente humano que sostiene y manipula y, así, de una forma vital, posibilita. El uno mismo se encuentra naturalmente ubicado en el cuerpo, pero en determinadas circunstancias puede llegar a estar disociado del cuerpo o el cuerpo de él. Uno, esencialmente, se reconoce a sí mismo en los ojos y en las expresiones del rostro de la madre y en el espejo, que puede llegar a representar al rostro de la madre. Eventualmente, el uno mismo llega a una significativa relación entre el niño y la suma de las identificaciones que (después de suficiente incorporación e introyección de representaciones mentales) se organizan bajo la forma de una viva realidad psíquica interna. La relación entre el varón o la niña con su propia organización psíquica interna se modifica, de acuerdo con las expectativas desplegadas por el padre y la madre y aquellos que son significativos en la vida exterior del individuo. Es el uno mismo y la vida de uno lo único que da sentido de acción o sentido de vivir al individuo que creció hasta ese momento, y que continúa creciendo desde la dependencia e inmadurez hacia la independencia u logra la capacidad de identificarse con los que ama, sin perder demasiada identidad individual (…)
D. W. Winnicott, 19 de enero, 1971
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