Un Psiquiatra se pone a Rezar

[...] Ya se había puesto el sol, pero continuaba siendo claro el día, de una luz violeta que se esfumaba lentamente en rosa y plata. Descendía una ligera neblina de las montañas azules y allí estaba. Imponente. El monasterio estaba situado al fondo de un valle solitario, en una zona montañosa. Era un lugar que parecía haber salido del mapa. Su grandeza y su ubicación me impresionaron.

Todo el conjunto monástico estaba separado del exterior por un muro. Después de atravesar zonas de pino silvestre y áreas de hayedos desnudos, traspasé ese muro. Y al hacerlo me di cuenta de que todo en él estaba en proceso de decadencia. Recuerdo que me puse a razonar: vamos a ver, capullo, relájate, vas a pasar aquí varios días, no se permite ni la radio ni el móvil, no hay televisión ni prensa. Tómatelo como una aventura. Solo tienes que esperar que suceda el encuentro. Tienes mucha curiosidad por él. Un psiquiatra monje, mejor dicho, un monje que fue psiquiatra. Hermano Albert se llama. Y me dije: ¿Y si no puedo hablar con él? ¿Qué hago aquí tantos días con mi cerebro que no está acostumbrado a no tener nada que hacer?

Sonó una campana con insistencia, caía la tarde y los vi pasar en fila por el campo con cosas al hombro. Eran ocho hombres, y eran ocho hombres viejos.

La hospedería monástica se encontraba en una parte del monasterio y a según que horas podías ir a la Iglesia y al refectorio sin problemas. Se supone que si acudes a estos sitios vienes a encontrar la paz y el sosiego. Incluso se podía pasear por las galerías del claustro inferior.

Acababa de llegar. No podía digerir el folleto que me dio el portero que me recibió:

"El monasterio no es un hotel, ni una casa de retiro, ni una clínica de reposo, es solo un sitio dond se busca a Dios".

Esa noche no pude dormir. En el comedor de la hospedería la cena fue triste y escasa. El mismo menú que para la comunidad de monjes. Los ocho monjes.

Además ese lugar ampliaba de manera misteriosa las sensaciones. Escuchaba los ruidos, el murmullo del viento en la ventana, el sonido de los muelles del colchón al darme vueltas... y el silencio. Escuchaba la total nitidez del silencio, como sitodo se lo tragara.

Venían imágenes de mi vida en los últimos meses. La presión sin palabras de la presencia de Mónica. La frialdad de mi vida familiar. Todo era automático en mi mundo. También fue automático el cese de los encuentros. Sin pensar, sin sentir [...]

Mercedes Nasarre Ramón: "Un psiquiatra se pone a rezar". Ed Pirineo. Pp.:14-16

Un Psiquiatra se pone a rezar” es una novela que aborda el límite entre lo psicológico y lo espiritual y que ha sido muy bien acogida por los lectores. Tiene capacidad para enganchar desde el primer minuto, a pesar de la carga de profundidad que conlleva. Hay una aportación nueva y valiosa de integrar el Dios trascendente (El Gran Otro) y el Dios inmanente (la escucha de uno mismo, el contacto con la naturaleza y la fuerza regeneradora del Silencio). Carlos Lisieux es un psiquiatra en crisis que acaba de romper con su amante. Una paciente suya ha mejorado tras mantener conversaciones con un monje que fue psiquiatra. Lisieux sabe, además, que las personas que hacen contemplación, oración o meditación, tienen menos recaídas en las depresiones. Por eso, obedeciendo a un impulso, a pesar de que considera que la religiosidad es un asunto alienante, decide pasar diez días en un monasterio. Así comienza el libro.

La puerta de entrada a la espiritualidad es la propia interioridad. El trabajo de un psiquiatra siempre lleva a encontrarse con el sufrimiento humano y si se profundiza aparece el hondón, esa dimensión espiritual que se refiere también al núcleo auténtico del ser, el más espontáneo, el más libre, natural y amoroso que late en todas las personas. Cuando hay trastornos mentales está herido, asfixiado, escondido. Debajo del dolor es donde está el amor. En el libro hay páginas de hondura y belleza. Diálogos ricos en conocimientos novedosos y actuales. Hay también una reflexión crítica sobre los límites de la psiquiatría materialista y de la psicología. Así como también, una crítica a una religiosidad que asfixia lo verdaderamente espiritual. En definitiva, este es un libro de espiritualidad, pero también de autoayuda. Es un libro para pensar. Y por supuesto es una novela, con la única pretensión de trasmitir que se puede vivir de otra manera.

 

"NO NOS DAMOS CUENTA DE QUE LA VIDA ES UN VERDADERO PRODIGIO"

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