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Paz y Ciencia

viernes, 26 de octubre de 2012

Psiquiatría Institucional: Thomas Szasz


 
LA PSIQUIATRÍA INSTITUCIONAL

No hay ni puede haber abuso de la psiquiatría institucional porque la psiquiatría institucional es ella misma un abuso, del mismo modo que no había ni podía haber abusos de la Inquisición porque la misma Inquisición era un abuso. A decir verdad, de igual manera que la inquisición era el abuso característico y quizá inevitable del cristianismo, la psiquiatría institucional es el abuso característico y tal vez inevitable de la medicina.

El problema principal de la psiquiatría institucional es la violencia: la posible y temida violencia del loco, y la violencia real de la sociedad y la psiquiatría institucional contra él.

La legitimidad de la psiquiatría institucional se apoya directamente en la premisa dual de que los "pacientes" carecen de autodominio y, por consiguiente, son incapaces de ejercer la autodeterminación, y de que los "terapeutas" no solo poseen estas cualidades, sino que son además expertos capacitados profesionalmente para la "protección de los mejores intereses de los enfermos mentales".

La psiquiatría institucional satisface una necesidad básica de los seres humanos: validarse uno mismo como bueno (normal) invalidando al otro como malo (enfermo mental).

El "depresivo" tiene la moral abatida; el psiquiatra se la levanta por medio de fármacos.
El "maníaco" tiene la moral alta; el psiquiatra utiliza los fármacos para bajársela.
Estos ejemplos ilustran el principio en que se basa la psiquiatría institucional (y orgánica): todo lo que haga el paciente está mal; y todo lo que haga el psiquiatra está bien.
 
La psiquiatría institucional se ocupa e juicios; la teoría psicoanalítica, de justificaciones.
THOMAS SZASZ. El Segundo Pecado.

Fragmentos de la obra de Arnaud:




Para acabar con el juicio de dios o Para acabar de una vez por todas con el juicio de dios


Donde huele a mierda huele a ser. El hombre bien habría podido no defecar, no abrir nunca el bolsillo anal, pero escogió cagar como habría podido escoger la vida en lugar de consentir en vivir muerto. Puesto que para no defecar, habría tenido que consentir en no ser, pero no pudo resolverse a perder el ser, es decir a morir en vida. Hay en el ser algo particularmente tentador para el hombre y ese algo es justamente LA MIERDA. (aquí rugidos.)
Antonin Artaud, Pour en finir avec le jugement de dieu, 1947

Los Tarahumaras


De lo que es el Yo, yo no sé nada. ¿La consciencia? una repulsión espantable de lo innominado, del mal urdido, pues el YO viene cuando el corazón lo ha añudao por fin, lo ha elegido, lo ha halado fuera de esto, para aquello, a través de la eterna supuración de lo horrible, cuyos no-yo, demonios todos, asaltan lo que será mi ser, el ser que no ceso de ver cómo decae ante mis ojos, mientras Dios no haya pasado la llave por mi corazón.

Antonin Artaud

1 comentario:

Anónimo dijo...

recuerdo que fue uno de los libros que me leí cuando estaba o iba a la biblioteca de culturama interesante si verdaderamente interesante.